miércoles, 18 de junio de 2014

Yaquis: la cultura fantasmal.

17-06-2014.

Yaquis: la cultura fantasmal. [1]

“[…] un mundo de sombras, visiones que vuelven en las danzas, paisajes ásperos; pequeños pueblos habitados por fantasmas. Un poema anónimo yaqui registra a los espectros alzados: <<León paso a paso / Sordo, sordo, sordo, tratando de escuchar el monte>>.
¿Pero quién se atrevería a decir que los mexicanos del siglo XXI podemos vivir sin nuestros fantasmas? Yo me atrevería a decir que no podemos vivir sin ellos.”[2]

Yaquis.

            Investigar a la cultura yaqui es enfrentarse a cierta cantidad de culturas yaquis. Me encontré con seis; la cultura yaqui pensada en las crónicas de la conquista; la cultura desde el pensamiento jesuita que se produjo durante su estancia en la zona (principalmente, Sonora);  la cultura que había que exterminar en el porfiriato; la cultura mágica de los textos de Carlos Castaneda (acerca de la cosmovisión y epistemología yaqui); la cultura que había que analizar bajo el estructuralismo hacia los años 60’s y 70’s, y el testimonio de ellos mismos mediado por todo lo anterior. En otras palabras, iniciar una investigación sobre los yaquis es encontrarse con formas diversas de enunciación sobre ellos. Así se escribe la historia, su historia, nuestra historia. En esta escritura de la historia, sin embargo, hay fantasmas que se trasladan entre los textos apareciéndose de diversas formas, en distintos momentos. La investigación se torna de una búsqueda objetiva de su pasado hacia un esfuerzo para reconstruir las posibilidades de quienes en cada época escribieron sobre ellos.
Este texto está siendo una reflexión sobre cómo dos libros, por cierto, los más vendidos, leídos y difundidos, transmiten sus construcciones de la cultura yaqui y cómo, uno de ellos, el más controversial, se acerca a una escritura que deja a los yaquis en un lugar en el cual, la ficción, la ‘magia’ y la narración son los elementos que mantendrán distante al Otro, al yaqui; resistiendo y tensando esa colonización conceptual de la cultura. 

Antes, una muy breve contextualización sobre los yaquis.

            El encuentro entre los yaquis y los españoles se dio, al parecer y según las crónicas, en un primer momento, en el actual estado de Sonora. Se ubicaban a lo largo del río Yaqui y alrededores. Como referencia podemos decir que las temperaturas en este territorio oscilan entre los 40º hasta los -2º dependiendo de la época del año. Es un clima semi-desértico en el cual, aproximadamente, hay menos de 30 lluvias al año. Sin embargo, el río Yaqui, tiende a desbordarse un par de veces cada 365 días fertilizando las tierras de sus alrededores para el cultivo. Ante éste posible contexto en el que vivían, se puede deducir que su alimentación variaba entre vegetales, frutas y animales de la región. Así mismo, sus prácticas ‘religiosas’ (las que nos llegan hoy), se ven atravesadas por un culto al sapo/rana quién, según su mito fundador, trae la lluvia al pueblo. El yaqui es descrito a veces como un hombre flaco y torpe; otras como humanos robustos y fuertes. Si nos apegamos al contexto natural, es probable que las descripciones se apeguen a lo segundo.
 Hacia el siglo XVII los jesuitas, en su campaña de expansión en ‘América’, llegan a este territorio siendo más fácilmente aceptados por los ‘nativos’ del sitio. Los siglos XVIII y XIX están marcados por la presencia de criollos y gente que tenía intereses por la zona estableciéndose, poco a poco, en su territorio hasta (en épocas porfirianas) invadir casi todo su territorio despojándolos de su ‘origen’ hacia Yucatán principalmente. Más tarde, hacia el siglo XX, tras ‘reformas’ agrarias y comunidades organizadas, han ido regresando a su territorio.

Una escritura mágica. El caso Carlos Castaneda.

Testimonios de jóvenes de 1968 de Europa y América decían que ese era el año en el que todo era posible. Año de alzamientos de movimientos estudiantiles en México y París (por mencionar algunos), desplegaron otra concepción sobre la participación pública de los civiles en el Estado. En cuanto a la cultura, en Francia, se vivía el llamado giro lingüístico que,  hasta hoy, permea nuestro conocimiento; en la música, el blues se transformaba en rock y bandas como The Beatles eran un símbolo de liberación, mientras que, Bob Dylan, para los jóvenes era una figura redentora. En este contexto sale, escrito por un antropólogo que residía en Estados Unidos un libro que, sorprendentemente, fue uno de los más conocidos en ese entonces: “Las enseñanzas de don Juan: una forma yaqui de conocimiento”.[3] El texto narra, detalle a detalle, el encuentro entre Carlos Castaneda, el autor, y un ‘chamán’ yaqui. El esfuerzo por parte del autor para comprender a don Juan lo llevó a experimentar con “drogas” (peyote), y tras un proceso arduo, vivir distinto, comprender lo que hasta ese entonces se le había presentado como normal, como un vórtice hacia el conocimiento.

¿Por qué el libro de Castaneda fue controversial? ¿es un libro de antropología o un libro literario? ¿es ciencia o cuento? ¿por qué digo, arriba, qué mantiene la distancia? Las preguntas se ligan entre sí. No hay respuesta, hay planteamiento. En el prólogo de la edición citada en este texto, Octavio Paz aborda, desde su perspectiva, algunas de estas preguntas de una forma muy similar a la que el historiador, Michel de Certeau, lo hace en sus textos.
En un primer momento el contenido del libro es controversial debido a que Castaneda lo escribe para su tesis de posgrado, es decir, es un texto académico, científico que tiene que ser avalado por una institución. Sin embargo, más allá de nombres científicos de plantas, no hay citas de autores, la narración es en primera persona, y al ser parte de la experiencia de los yaquis (usar las ‘drogas’), le resta, ante la academia, objetividad y credibilidad. Castaneda, resuelve esta situación proponiendo un análisis estructural para entender el pensamiento yaqui creando nociones para contener y direccionar los aprendizajes.
En un segundo momento, el libro, tiene pasajes en los que afirma, el autor, su transformación en un animal, su diálogo con lagartijas y estancias en sitios exentos de las concepciones ‘normales’ de tiempo. Para poder plasmar estas ideas en su investigación, Castaneda, utiliza el símil (comienza, entonces, a utilizar las herramientas literarias): “Después de aguijarme y esforzarme por recordar, me hallé obligado a hacer una serie de analogías o símiles para “entender” lo que había “visto”. […] El agua parecía moverse en un fluir continuo sobre la cara y el cabello”. [4] Castaneda, escribe literatura, ficción.
La obra de Castaneda, está en movimiento. Sugiere el emplazamiento del discurso antropológico, pero se da cuenta, en tanto vive y escribe, que la única forma de apropiarse de la realidad que se le presenta es cambiándola, aprehendiéndola y direccionándola hacia sus códigos de comprensión. Es decir, mantiene al Otro, a la experiencia, al yaqui, a don Juan, enclaustrado en su sistema de lenguaje. Pero, la gran diferencia que distingue a este texto de otros, es que, el autor, se da cuenta y enfatiza que para poder transmitir su idea, sus conocimientos, debe de hacer este desplazamiento de un lenguaje objetivo, hacia uno metafórico. El producto textual está siendo una simbiosis entre literatura y ciencia, no obstante, el autor, al ‘usar’ un lenguaje literario respeta la distancia entre su posibilidad de conocimiento y el Otro. No lo ‘coloniza’ totalmente. Deja, en la escritura, en el límite de la representación a la descripción del Otro, un espacio en el que lo Mismo se mantiene al borde de su veracidad. El libro, entonces, es una estructura en la que el yaqui, don Juan y sus tradiciones, se desplazan constantemente como fantasmas entre las metáforas y el esfuerzo de Castaneda por estructurar su conocimiento.

Taibo II: el profanador de tumbas.

            Paco Ignacio Taibo II, ha publicado más de veinte libros sobre pasajes del pasado que, en México y su construcción como nación, han ido quedando en el olvido, fuera de los archivos, ausentes en la memoria de quien lee historia. Uno de ellos, por ejemplo, refiere a la batalla del Álamo, otro, a la así llamada “Decena Trágica”, etc. Los yaquis, no han sido excepción. Marcado, Taibo, por una tradición de ideología izquierdista documentada, sus acciones y su escritura se perfilan hacia esa dirección. La historia popular, se convierte, en el libro de los yaquis, uno de los ejes que conducen su estructura, pero también, una crítica constante del progreso, el gobierno de Díaz, el gobierno local de Sonora y una victimización del yaqui muy enfatizada.
            Taibo, decide indagar acerca de un genocidio ocurrido en el país de México hacia mediados del siglo XIX e inicios del XX. Un genocidio que, casi nadie, conoce, re-conoce. El esfuerzo por exterminar a la cultura yaqui, por medios de ejecución, campos de concentración, salida forzosa de sus tierras, etc. fueron eventos que el autor nos presenta. Quizá para honrar a la ausencia de estos eventos en los textos escritos sobre la historia de nuestro país, quizá por dar luto a ese pasado, quizá.
            Taibo escribe y detalla, con nombres, fechas, mapas, los hechos. Reconstruye cómo ha sido la percepción del yaqui a través del tiempo, cómo se ha escrito de ellos. La escritura de Taibo, como he mencionado, es crítica y coloca al yaqui, de ser ignorado, a ser víctima de una ideología. ¿Por qué? Porque, tal vez, es como debe ser escrito ahora para darle espacio al yaqui en el pasado y en el presente. Taibo, abre las tumbas (los archivos) para dejar que el fantasma salga al cementerio y deambule entre nuestro presente. Taibo descubre una parte del muerto (pasado) que antes no se veía, que antes pasaba inadvertido y eso fue, su manera de morir. Pero el muerto sigue con secretos, el fantasma aún calla más cosas, más acontecimientos. Queda, tras la profanación de Taibo II, al leer (pasear por el cementerio) la historia de México, ofrendar (leer atentamente) a la tumba yaqui aventurándonos, ya de noche (desde otros lugares, desde otras perspectivas) a errar por el cementerio, ciegos, para encontrarnos, de otra forma, como Castaneda lo plantea, con la vida, con la muerte, con el fantasma yaqui, con nosotros.
            La escritura de nuestra historia, de la historia, lejana de ser objetiva, roza con la poesía, con la literatura. Se acercan, se tocan. Escribir sobre el Otro ha sido siempre una pasión, una pérdida, un luto y una imposibilidad. Pero es, con un lenguaje poético, donde lo lógico se sisma y se convierte ilógico dando sentido, cuarteando las fronteras, rasgando nuestra percepción ordinaria del mundo. Así Castaneda nos presenta a  la cultura yaqui, así Taibo nos ofrece una entrada a ella.

JAGordilloL.


Bibliografía.

Carlos Castaneda, Las enseñanzas de don Juan: una forma yaqui de conocimiento. pról. de Octavio Paz y Walter Goldschmidt, trad. Juan Tovar. 2ª ed. México, Fondo de Cultura Económica, 2000. 362 p.

Paco Ignacio Taibo II, Yaquis. Historia de una guerra popular y genocidio en México. México, 2013, Planeta. 275 p.




[1] Este texto ha sido trabajado a lo largo de Enero del presente año (2014), siendo, el presente, una reflexión sobre esta investigación que surge a partir de una exposición que, en clase de “Culturas Autóctonas”, tuvimos que preparar, a lo largo de semestre. La idea era investigar una cultura que no fuera clasificada como “mesoamericana”. Pensé en los yaquis por una serie que, de niño, observaba en la televisión: “Doctor Quinn. La mujer que cura” . En la serie, la presencia y diálogo entre “indios” y estadounidenses era central para el guión. Curiosamente, los años en los que está situada esa serie, son paralelos a lo que sucedía en México; fe sobre el progreso y exterminio de todo aquello que frenara este deseo por la fe, siempre ciega. En fin, la presentación consistía en exponer los rasgos mínimos culturales de las culturas. Al iniciar la indagación, me enfrenté a una ausencia de archivos, libros, textos que hablaran de los ‘orígenes’ de la cultura yaqui. La mayoría de las investigaciones escribían alrededor de 5 cuartillas sobre esto, para pasar, ya sea a análisis estructurales de las tradiciones yaquis o sobre el éxodo que vivió la cultura hacia los finales de la época porfiriana. Sin embargo, un libro llegó a mis mandos. Anteriormente, me lo habían recomendado amistades pero nunca llegó a interesarme lo suficiente para leerlo o si quiera comprarlo, pero el momento llegó. Las Enseñanzas de Don Juan, de Carlos Castaneda es ese libro y fue, la lectura, de aquel libro la que me hizo, no sólo re-plantear la investigación; me acompañó, desde las primeras páginas, en mi vida personal como un recordatorio de que la vida no empieza ni termina, solamente, se desliza entre dimensiones, siempre guiada, hacia lo infinito, hacia lo irracional, hacia un sentirnos parte de todos y de todo.
[2] Paco Ignacio Taibo II, Yaquis. Historia de una guerra popular y genocidio en México. México, 2013, Planeta, p. 241-242.
[3] Carlos Castaneda, Las enseñanzas de don Juan: una forma yaqui de conocimiento.pról. de Octavio Paz y Walter Goldschmidt, trad. Juan Tovar. 2ª ed. México, Fondo de Cultura Económica, 2000. 362 p.
[4] Ibíd. p. 254.  

lunes, 16 de junio de 2014

La religión: un camino hacia lo (in)cierto.

13-06-2014.

La religión: un camino hacia lo (in)cierto.

“No llegar al público es, en último término, la negación misma de la cultura […]”[1]

Las reseñas de libros.

            Publicar un libro, un texto; es un acto similar al de lanzar, a la deriva, un mensaje dentro de una botella. Los sentidos de la obra, de la producción textual, se abren en tanto hay lectores. ¿Qué se entiende por lector, al menos, en este texto? Un sujeto que además de identificar las palabras y conjunto de ellas para otorgar un primer sentido, es decir, el sentido literal; se pregunta sobre la estructura del texto, por qué se menciona tal o cuál cosa, por qué se afirma o niega una idea, pone atención en comentarios de pasada y repeticiones, reflexiona el texto en vez de reaccionar ante él. Esta forma de lectura, al exigir atención, tiempo y pensamiento produce dudas, conclusiones, discrepancias, etc. Mismas que, al trabajarlas, se transforman en escritura. Leer es, desde esta postura, escribir. ¿Qué hacer con un libro, la lectura de él y la producción reflexiva? Reseñar (2. f. Noticia y examen de una obra literaria o científica. Real Academia Española ). El autor de la reseña trabaja con el texto, moldea y piensa cómo lee, escribe y sobre todo, otorga su opinión (para el saber historiográfico –cómo se escribe la historia a través del tiempo– esté tipo de producción textual le es útil ya que puede esforzarse en re-construir una aproximación sobre cómo se leía y escribía en un espacio/momento). La reseña debería ser pública por ser una pro-moción de intercambio cultural, conversación, interacción, apertura.

Nota:

            Hay libros que llegan al lector por medio de recomendación, investigación, regalo, ‘obligación’, etc. En este caso, en mí caso, la razón es múltiple. Sin embargo, cómo llegué al libro fue debido a la bibliografía que, en el temario semestral, mi profesor de la clase: Religiones del Mundo ponía como libro principal. Le pregunté sobre el libro, hablamos de él y su autor. Decidí adquirirlo. Tardé cuatro o cinco meses en leerlo y dudé, al terminarlo, en reseñarlo debido al tiempo que tardaría en pensar el texto que iba a producir, etc. Decidí hacerlo, principalmente, por una razón: el libro me ha sido punto de fuga para muchas platicas con amigos, (des)conocidos, en fin, ha cumplido el ‘objetivo’ principal: conversación.

 Reseña.

Las religiones del mundo. Hinduismo, budismo, taoísmo, confucianismo, judaísmo, cristianismo, islamismo y religiones tribales.

Huston Smith.

Kairós, 6º edición, 2011.

Traducción del inglés de Beatriz López Buisán.

pp.402.

           
            El soporte principal de este libro, podría ser la siguiente frase: “ […] la verdadera religión comienza con la búsqueda de un significado y un valor que superen al egocentrismo”. [2] A partir de esa afirmación, Smith, recorre a las religiones que titulan el libro (siendo las tribales, especialmente, de Australia) emplazando dos aspectos: la historia y el sistema/estructura que identifican a cada religión.
            El autor es ambicioso; escribir, por más genérico que sea, sobre tantas religiones es arriesgado. Por ello, en la parte histórica de cada religión resta la mayoría de datos ‘duros’ (fechas, nombres, instituciones, etc.) esbozando, de una manera rápida los eventos que, al criterio de Smith, fueron los más importantes. Así mismo, no se nota un trabajo historiográfico en su redacción histórica. Mientras narra las tradiciones e historias de una religión pareciera que siempre han sido como él narra, no obstante, sabemos que eso, al menos desde un análisis historiográfico, no es preciso. Ya que el cambio de posibilidades de pensamiento dispone la concepción de la Realidad. Este descuido afecta el planteamiento sistemático de cada religión. Cómo ha sido entendida, los cambios, los surgimientos o ausencias de conceptos, etc. quedan en suspenso debido a esta imprecisión de investigación. Aunque, con esta advertencia de antemano, se puede apreciar una abstracción muy general de los elementos que sustentan a cada religión. Podría decirse que, Smith, busca, bajo sus criterios, las unidades mínimas tanto históricas como sistemáticas para esbozar los vectores de sentido de cada religión.

            Desde el hinduismo, hasta las comunidades en Australia, Smith, introduce las religiones con mayor peso en el mundo desde la ‘mirada’ occidental. En cada religión traza cómo es que el egocentrismo se manifiesta, así como la relación que han tenido entre las mismas religiones y las influencias entre sí.
La prosa del texto es accesible, nada compleja; en cuanto a los términos específicos de cada religión, los mantiene en un terreno en el cual el lector aficionado los pueda entender. Las intervenciones de su texto, por citas, son muy atinadas, a veces con cuentos, pasajes de libros sagrados se adhieren a la estructura de los comentarios de Smith. Acerca de sus fuentes; al final de cada capítulo ofrece una lista de textos, videos, entrevistas, etc. para que el lector pueda visitarlas, etc.

La lucidez del libro se presenta en tanto, Smith, traza los parámetros, los senderos de las religiones estructurando –sujetos, los senderos, desde el inicio a la apertura y continuo movimiento – sus conceptos para direccionar los múltiples sentidos.
El sendero de las religiones, desde este libro, podría decirse que está compuesto por reflexiones éticas, morales y prácticas que tienden hacia vivir, bajo estas nociones en transformación, de manera en que en la  aprehensión  e interpretación de la Realidad  se de desde Otros lugares, bajo desplazamientos de la “normalidad”. El egocentrismo, entonces, se vería sismado, no podríamos regirnos igual después de este desplazamiento de pensamiento donde los sentidos y el razonamiento, ante la incertidumbre, la angustia y el goce, nos presente a las cosas como más allá de nuestra ceguera. 


JAGordilloL.





Bibliografía:

- Gabriel Zaid, Los demasiados libros. México, De Bolsillo, 2010, pp. 151.

- Huston Smith, Las religiones del mundo. Hinduismo, budismo, taoísmo, confucianismo, judaísmo, cristianismo, islamismo y religiones tribales. trad. Beatriz López Buisán. Barcelona, Kariós, 6º edición, 2011, pp. 402.




[1] Gabriel Zaid, Los demasiados libros. México, De Bolsillo, 2010, p. 43.
[2] Huston Smith, Las religiones del mundo. Hinduismo, budismo, taoísmo, confucianismo, judaísmo, cristianismo, islamismo y religiones tribales. trad. Beatriz López Buisán. Barcelona, Kariós, 6º edición, 2011, p. 32.

miércoles, 11 de junio de 2014

La desinvención de América.

07, 08 y 09 de mayo del 2014.

La desinvención de América.

“Para los censistas “saber leer” es saber reconocer las palabras escritas, para los maestros es saber referir esas palabras a objetos o acontecimientos reales: eme - a = ma, eme – à = mà, mamá y la figura sonriente de una mujer joven y rubia flotando por encima de las letras. El niño aprende a leer: “Cristóbal Colón descubrió América el 12 de octubre de 1492”. El maestro toma examen. El niño responde según su lectura, el maestro reconoce el “saber” de su alumno y lo califica: 10 puntos. El Estado supervisa la labor del maestro y lo califica: 10 puntos. Ambos están en condición de ser promovidos. El alumno sabe leer el libro. El maestro sabe leer al alumno y el Estado al maestro. Ya éramos adultos cuando leímos estas frases […] “Colón no descubrió América. Colón fue tal vez el primer hombre blanco que se sepa que haya puesto pie en América. Eso es todo. Allí había hombres antes de que llegara Colón”. La revelación era deslumbrante. ¿Cómo no habíamos pensado antes algo tan elemental? ¿No habíamos aprendido a leer bien? Los maestros y los profesores nos habían asegurado que sí. Los libros eran claros, transparentes. Enseñaban. Pero los maestros no nos habían enseñado a desconfiar de los textos, a preguntarnos por qué dicen lo que dicen, por qué callan lo que callan. Desde el ma-mà del libro de primer grado en adelante los libros tienden (por lo común) a hacernos reconocer la realidad, es decir a desconocer sus determinaciones. El estudiante llega a la universidad adiestrado en el movimiento de reconocer palabras, atribuirlas a una realidad que estaría reflejada como en un espejo por ellas, reproducirlas a pedido del profesor y obtener beneficios según la fidelidad de tal reproducción. Pero así como el conocimiento científico aparecía casi como un desafío a los datos de la experiencia vivida, así el aprendizaje debe comenzar por un cuestionamiento de títulos de legitimidad de los textos en los que se estudia. Se puede leer toda la vida sin saber leer. Aprender a leer es un trabajo difícil que debe realizarse contra los hábitos de la lectura incluidos durante el período que se llama de “formación”  ”.[1]

Las clausuras, las aperturas.

            Un corte, una incisión, una apertura, una rasgadura, una inscripción, una cicatriz, una tumba, una cerradura, una puerta, un vórtice. ¿Qué sería de la lectura y escritura sino las palabras descriptivas que –sujetas a la añadidura o disminución – inscribí al inicio de este párrafo? ¿No está siendo, desde una lectura y escritura sintomal[2], el acto de apertura del significado y significante de un texto[3] sujeto –desde su nacimiento, desde su origen – a su muerte y a su porvenir?. Atravesado por estas interrogantes, haré una revisión de términos en mi lectura de únicamente el prólogo[4] de la obra de Edmundo O`Gorman titulada : “La Invención de América”[5] .La perdurabilidad de la noción: arconte, será examinada bajo el mismo texto; continuando con la noción de: dispositivo y sus alcances en la obra.

La desinvención: desconstruyendo la noción de descubrimiento e invento en el prólogo de la obra de Edmundo O`Gorman: “La invención de América. Investigación acerca de la estructura histórica del nuevo mundo y del sentido de su devenir”.

El planteamiento.

Me propongo realizar una lectura cuya atención se centra en la estructura del texto,  analizar y buscar mantenerse en lo posible en sus propios términos, se trata pues de seguir una de las dos líneas que Derrida ve posibles para la desconstrucción:

“Intentar la salida y la deconstrucción sin cambiar de terreno, repitiendo lo implícito de los conceptos fundadores y de la problemática original, utilizando contra el edificio los instrumentos o las piedras disponibles en la casa, es decir, también en la lengua. El riesgo aquí es confirmar, consolidar, o revelar sin cesar en una profundidad siempre más segura aquello mismo que se pretende deconstruir. La explicitación continua hacia la apertura corre el riesgo de hundirse en el autismo de cierre”.[6]

Así en principio describiré cómo está organizado el tema en tres apartados: la primera afirmación, la puesta en duda y la segunda afirmación. Teniendo como intención la respuesta a la pregunta:
            ¿Qué rasgos metafísicos y desconstructivos se manifiestan en el prólogo de Edmundo O´Gorman?

La primera afirmación.

En el planteamiento general del prologo, la aparición de América se presenta como un descubrimiento sostenido desde la tradición y una afirmación de la cual hay que partir: “pensando que había sido “descubierta” un buen día de octubre de 1492”[7]
Esta afirmación se hace no obstante que se presenta como dudosa (el entrecomillado es muestra de ello) y al mismo tiempo es el punto necesario del cual partir para someterla a juicio o, para ponerlo en términos de prólogo, del análisis lógico. Este gesto resulta estratégico en el análisis por razones que explicare mas adelante.
Así mismo esta afirmación supone una concepción de la  Historia que sugiere una existencia independientemente de la epistemología, como se puede leer en el siguiente pasaje: “[…] como un acontecer que le “pasa” al hombre y que sí como le sucedió pudo haberle no ocurrido, mera continencia y accidente que en nada lo afecta […]”. [8]

La puesta en duda.

 O`Gorman diagnostica, con un análisis lógico, la construcción del discurso historiográfico que da espacio a la afirmación sobre el descubrimiento de América. Este proceso de duda y sospecha, dice el autor, surge a partir de la reedición, a su mando, de la obra del padre José de Acosta; sin embargo, tras poner atención, da cuenta de la ausencia de una reflexión sobre la interpretación del descubrimiento.“[…] cuando me fue encomendada la tarea de reeditar la gran obra histórica del padre José de Acosta, percibí vagamente que la aparición de América en el seno de la Cultura Occidental no se explicaba de un modo satisfactorio […]”.[9] ¿Cómo logró llegar a la conclusión? Tras un análisis lógico y crítico sobre la escritura del acontecimiento. “Los resultados del trabajo […] me permitieron mostrar que, llevada a sus consecuencias lógicas, esa idea se reducía al absurdo o, lo que es lo mismo, que era una inadecuada de comprender la realidad histórica a la que se refería”.[10] Para argumentar la sospecha, recurre a una base teórica que desestabiliza y más adelante desplaza al discurso del descubrimiento, partiendo de un visión desde la ontología, como se explica:“[…] la necesidad de considerar la historia dentro de una perspectiva ontológica, es decir, como un proceso productor de entidades históricas y no ya, según es habitual, como un proceso que da por supuesto, como algo previo, el ser de dichas entidades”.  [11]

La segunda afirmación.

Tras pensar su investigación desde la ontología, O’ Gorman, afirma que el descubrimiento de América, no es sostenible. Desestabiliza la noción de Historia que regía la explicación del acontecimiento para sobreponer, lo que el autor llama: “la invención de América”. “[…] este trabajo, no obstante sus flaquezas, es, en definitiva, una inspección del modus operandi y del modus vivendi de la historia […] cómo el seno de una determinada imagen del mundo, estrecha particularista y arcaica […]”.[12] No solamente de ese hecho en particular, también, en toda escritura/discurso histórico. “[…] como algo que lo va constituyendo en su ser espiritual; la historia, por lo tanto, como una modalidad de lo que llamamos vida”.[13] Basa su argumento en que el hombre, dependiendo el lugar social en el que esté inscrito, pertenece a una epistemología que posibilita la aprehensión de la realidad traduciéndola a las posibilidades de conocimiento que existan en el momento/espacio de su enunciación. “[…] surge un ente histórico imprevisto e imprevisible que, al irse constituyendo en su ser […] es el catalítico que provoca una nueva dinámica concepción del mundo más amplia y generosa”.[14] La escritura/lectura/producción de discursos, desde esta postura, son modificados constantemente. No se puede llegar a una verdad, se fabrican verdades adaptadas a las posibilidades. Por lo tanto, pensar al descubrimiento sería aceptar tácitamente que no existen cambios en la percepción e interpretación de la realidad, en otras palabras, los acontecimientos en sí son accesibles desde cualquier ‘óptica’ en cualquier lugar y momento siempre llegando a Una explicación. Desde su opuesto, la ontología sugiere que, cada producción histórica está siendo dispuesta por la episteme que rija mientras la investigación es producida. Por ello, O`Gorman, anuncia la aparición de la invención situando a la H(h)istoria[15] en la misma condición.

Hacia una lectura activa.

Cómo se puede ver hasta aquí, la argumentación que se presenta en el prólogo, se compone de tres momentos que se articulan con la intención de conducir el análisis a un reemplazamiento de las figuras hegemónicas. En primera instancia, la noción de “descubrimiento” que se sostiene por la tradición y después el remplazo por la “invención” sostenida a su vez por una lógica apoyada en la ontología. Esta alternancia para la explicación de la aparición de América resulta insuficiente como gesto crítico desde la desconstrucción ya que:  “No [se trata de] suprimir toda jerarquía ya que la an-arquía consolida siempre el orden establecido, la jerarquía metafísica; no [se trata de] cambiar o invertir los términos de una jerarquía dada, sino [de] transformar la estructura misma de lo jerárquico”. [16]
            Así pues es evidente que el desplazamiento de un término por otro mantiene el análisis aún dentro de un principio metafísico del que justamente busca alejarse. De  este modo nos queda preguntarnos si el texto de O’ Gorman se limita ante tal gesto crítico o es acaso que la estructura de su contenido, los tres apartados que lo conforman de acuerdo a mi descripción del planteamiento, dejan entrever una clave que llamaríamos pre-descosntructiva que anima a re-producirla como afirmación de su propia argumentación ontológica y que daría lugar a lo que nombro como: desinvención.

La desinvención.

            O`Gorman, aún haciendo evidente la inversión de nociones: descubrimiento a invención, enuncia –aunque de forma oculta –cómo su misma propuesta queda inscrita en la ontología (pre-desconstructivo), por consecuente, en la lógica. “Aquí campea, en todo caso, la noción del devenir histórico como un proceso que cumple a su modo las finalidades de la vida, lo que es decir bien poco, porque ello no hace sino remitirlo a fondos que se hunden en el misterio”. [17] Es, este gesto clave, el que permite enunciar y abrir al ‘misterio’ que el autor deja, aún con la advertencia, casi cerrado. La apertura del ‘misterio’ será separar, en un primer momento, los términos opuestos para después juntarlos proponiendo una quíntuple significación bajo un significante. La formula del sintagma incluyente es la siguiente: Descubrimiento + invención= desinvención. (Des: negación o [e] inversión). Desde ya, en cada enunciación de esta palabra deberá entenderse:

1)    Desinvención: Afirmación del descubrimiento.
2)    Desinvención: Afirmación de la invención.
3)    Desinvención: El reconocimiento y deuda de la invención hacia el descubrimiento, mismo que, inherentemente, está inscrito en su eco-nomía. Esta noción no niega ni jerarquiza a ninguna de las dos nociones anteriormente opuestas.
4)    Desinvención: El prefijo: des, refiere a la desconstrucción que se está haciendo.
5)    Desinvención: Esta palabra suspende la afirmación y desplazamiento que hace O`Gorman al exponer a la ‘invención’ como sustituto del descubrimiento. Se aplica, en términos del texto, la lógica hacia la ontología.

Con el sintagma: desinvención, se recorre, ‘imitando’ la estrategia que el autor emplea (a partir de un análisis lógico llegar a la ontología y viceversa) a su propia propuesta. Tensando, gráfica y significativamente la diferencia, América, y su conformación discursiva –sujeta ya, desde sus orígenes –a la transformación y a la disposición que se haga de su concepción; dará lugar a pensar, dentro de la misma lógica del autor, la propuesta desconstructiva que retiene la metafísica que vuelve posible la crítica –si el acercamiento es atento –que hoy nos arroja cargas de sentido vertiendo las cenizas a campos distantes funcionado, como abono, para el germinar, para el (re)nacimiento.


De la desinvencion a la perdurabilidad del dispositivo…

Antes, la condición.

Sí la metafísica está siendo condición para la desconstrucción, el dispositivo está siendo condición para la producción incluyendo la histórica. En este apartado el papel del historiador, en este caso, Edmundo O`Gorman y mi formación en el oficio/saber, será abordada desde la presencia del dispositivo en nuestro quehacer o nuestro que hacer en el dispositivo. Serán tres momentos los que señalaré para plantear cómo el dispositivo se presenta en la obra y este ensayo ofreciendo una reflexión sobre el papel del historiador, dentro del dispositivo y sus posibles consecuencias. 

El dispositivo[18].

            La imposibilidad de definir establemente al dispositivo se encuentra en la misma noción. Sin embargo, la noción requiere de una estructura para que pueda ser pensada. Es, entonces, dentro de la estructura (definición) donde es posible definirlo pero que, las mismas partes que conforman las estructuras, están en un constante cambio dándole al dispositivo un eje que nos permitirá, no obstante, aprehenderlo (o dejarnos aprehender) en su propia dinámica de movimiento. El dispositivo está siendo el “conjunto que ensambla y gobierna el saber humano dentro de estrategias de poder […]”[19] . Así pues: “[…] este vasto complejo del proceso de producción, la “empresa humana” en su conjunto, y está integrado por los “recursos humanos”, por el saber técnico, por las ciencias y por los productos tecnológicos que ella permite producir”.[20] Estás ‘definiciones’ plantean tajantemente que, la técnica, es decir, el saber hacer, ha estado, desde el principio, presente en el hombre se sepa o no. Toda acción está dispuesta, el historiador no escapa, en todo caso sería, entre otros, uno de los pilares con mayor resistencia que sostienen, cada vez con más fuerza, al dispositivo.[21] Hay una pregunta que se viene formulando, si se es agudo en la lectura, es necesario enunciarla: ¿A qué responde y qué posibilita al dispositivo? El dispositivo es posible desde que el hombre, como sujeto incompleto y necesitado de soportes que le permitan su sobrevivencia, se relaciona con los objetos siempre dispuesto a su forma, sus instrucciones, sus peticiones, sus imposiciones.[22] La inscripción es posibilidad del dispositivo. “Gramaticalización es el nombre de ese proceso de inscripción, de excavar surcos en la tierra, de deja marcas y pinturas en los objetos artesanales o industriales, de conservar con escrituras impresas o electrónicas los hechos, tanto triviales como trascendentales”. [23] ¿Pero, por qué se inscribe? Desde la teoría freudiana, se sugiere que la inscripción responde a la pulsión de muerte. Es decir, al deseo que tiene el sujeto de retornar a ser completo como, se dice, lo era antes de ser arrojado, por el vientre de su madre, al mundo siendo, la muerte, el placer máximo que devuelve, al sujeto, la plenitud perdida. Es, en la búsqueda del deseo a partir del placer, donde la inscripción sucede y responde a la idea, consciente o no, de que la muerta nos habita y requerimos, de un modo u otro, dejar inscripciones en un soporte, ya sea virtual (web) o físico (libretas, libros,etc). Se inscribe por la angustia que es producida por la idea de dejar de existir, dejar los placeres, estar completo. Vemos pues, que la inscripción responde a dos pulsiones al mismo tiempo: a) aceptación, desde la con o in conciencia y b) la resistencia a ello debido al placer. La pulsión, llamémosle ahora, <pulsión de la inscripción> requiere, como lo he mencionado antes, soportes en los cuales depositar la memoria. ¿Qué tenemos ahora? La vida, antes soporte de la memoria, deposita en la muerte, en el objeto, todo su saber para que, en algún momento, o desde siempre incluso, éste disponga a nosotros las maneras de recordar, de interpretar, de reconocer, de hablar, de escribir, de inscribir, de saber, de libertad, de estar siendo.

“Los “datos” se separan de los agentes que los inscriben, estos mismos cerebros o individuos que son en última instancia, prescindibles aunque dotados de una imaginaria “identidad” que, en última instancia, a nadie importa puesto que se trata de grafismos intercambiables. La consecuencia es una desindividualización generalizada, un borramiento de las diferencias y las particularidades de las idiosincrasias”.[24]

            Hasta aquí dejaré el recorrido que ha bordeado, brevemente, la noción del dispositivo; misma que acompañará los siguientes apartados.

El dispositivo en la obra de Edmundo O`Gorman.

            La perdurabilidad del dispositivo en la obra de O`Gorman aparece desde la producción ideológica del libro, hasta hoy, hasta ahora que escribo sobre ella. En el texto, desde el inicio del prólogo se abre una interrogante, casi oculta, entre sombras, aparentemente desapercibida: “Desde 1940, cuando me fue encomendada la tarea [ ¿por quién? ] de reeditar la gran obra histórica del padre José de Acosta […]”.[25] En respuesta a la interrogante dentro de la cita: por el dispositivo. Continuando con omisiones, O`Gorman, afirma cree y afirma su creencia enunciando que él, como historiador, eligió su campo de observación para su investigación: “ […] dentro de los límites del campo de observación elegido […]”[26]. O`Gorman ha caído en las trampas del dispositivo no por la primera cita, cuya mención afirma que su trabajo es producto de una disposición, pero sí en la afirmación de la segunda cita donde afirma que ha elegido el campo de observación. Michel de Certeau, acerca de esta disposición afirma: “Es pues imposible analizar el discurso histórico independientemente de la institución en función de la cual se ha organizado su silencio, o pensar en una renovación de la disciplina, que quedaría asegurada por la sola modificación de sus conceptos, sin que intervenga una transformación de las situaciones adquiridas”.[27] La perdurabilidad del dispositivo en la obra de O`Gorman es, pues, condición de desconstrucción de la misma siendo, también, fiel a la ontología que el autor establece en su análisis.


El historiador: el arconte.

            Hasta ahora se ha demostrado, sujeto a su propia lógica desinventora, la posibilidad de la desconstrucción de la inversión de términos que realiza O`Gorman así como ubicar, tras bordear la noción, cómo el dispositivo está implícito en su obra también. Este apartado analizará la noción de arconte e historiador en búsqueda de tres variables, sobre la misma formula, del quehacer del arconte/historiador.

            El historiador, dispuesto, se encuentra habitando un sitio que juega el papel de bisagra entre la inscripción que regula nuestra episteme y los espacios, aparentemente vacíos, huecos, invisibles, intangibles, que no sólo los habitan, los conforman. Sin embargo, hay un riesgo. Este es que, en la continua producción de conocimiento histórico no haya una reflexión sobre lo que se esté haciendo dando por hecho, como el descubrimiento de América, la estabilidad, por consecuencia la repetición, la reacción, la velación de la reflexión. ¿Cómo está compuesta nuestra (la de los historiadores) actividad de la bisagra? “Los arcontes son ante todo sus guardianes [del archivo]. No sólo aseguran la seguridad física del depósito y del soporte sino que también se les concede el derecho [¿quién les concede? El dispositivo] y la competencia hermenéuticos. Tienen el poder de interpretar los archivos”.[28]  Pongamos, de inmediato, las tres significaciones que se despliegan:

a)Arconte/historiador: Guardián del archivo. Éste responde a los dictámenes del dispositivo que, como mencioné anteriormente, responden a la desindividualización del sujeto para tener, bajo control, homogéneo y solamente con posibilidad de reaccionar, no reflexionar, al hombre.
b) Arconte/historiador: Seguridad física. El historiador es emplazado por la fuerza del dispositivo en tanto sea, el historiador, quien resguarde las inscripciones en las instituciones; borre o emita información en su investigación, segregue y discrimine la misma, tenga acceso, por su profesión, a lo que la sociedad, engañada con el simulacro democrático, no tiene acceso.
c)Arconte/historiador: Poder interpretar los archivos. He aquí el punto de emergencia del cuál, el historiador, sea fiel al dispositivo o no, abre, al por-venir, el archivo hacia un exterior institucional, es decir, el lazo social que construye ( o debería de construir) arrojando su producción, al mercado y por consecuente al consumo, al lector, a la potencia u ‘olvido’. La interpretación, como enunciación, siempre estará incompleta. Por más dispuesto que esté una producción, habrá fisuras. Lo que convierte a está noción de historiador/arconte, como condición de existencia del historiador; no limitándose a ello, será la interpretación, también, el espacio y el momento en el cuál el sujeto se relacione con la ceniza y el fantasma que lleva, sujeto a su eco-nomía, toda inscripción, desinventando un acercamiento en el cuál la transferencia enfatice su acontecer.  “Eso que sobra, irreductible al cálculo, el inconsciente [el pasado, el Otro, el Uno, el porvenir], permite que se fabriquen los sueños, que se pongan en acción los procedimientos poéticos, que se pinten los cuadros y se compongan las obras musicales así como el goce que brota en el espectador; en el soñante, en quien asiste a lo incalculable de los encuentros sorpresivos de las palabras y los cuerpos”.[29]
           
Lectura y escritura: un goce.

            Sí se inscribe para la muerte y en resistencia a ella (en fin, para ella). Más que  un placer, las impresiones: lectura y escritura, sugiero que se piensen como un goce, es decir, retardar el placer y el deseo en un momento en el cuál, escribiendo y/o leyendo, se viva la muerte, se muera para vivir.[30] Es, leyendo y escribiendo desde la desconstrucción, donde, las huellas se transforman en surcos y los surcos, a su vez, en huellas. Un contacto con la ceniza se pone en acto en tanto realizo estás acciones, en tanto las recibo, en tanto las doy. Inscrito en el dispositivo, al igual que O`Gorman, igual que América y su desinvento, que la H(h)istoria, me entrelazo con la red, luchando por salir, deseando, tal vez, una muerte que sea la continuación de la vida, desde otra percepción, desde otro vientre, bien, desde otro lugar.


 JAGordilloL.           

             

           
           

           

Bibliografía:


 Cristina de Peretti, Jacques Derrida: Texto y Deconstrucción, Barcelona, Anthropos, 206 pp.

Edmundo O`Gorman, La Invención de América. Investigación acerca de la estructura histórica del nuevo mundo y del sentido de su devenir, México, Fondo de Cultura Económica, 2012 (4ª. ed. 2ª. reimp), 256 pp.

Jacques Derrida, Márgenes de la Filosofía, trad. Carmen González Marín, Madrid, 2010, (7ª edición), 2010, 372 pp.

 Jacques Derrida, Mal de Archivo. Una impresión freudiana, tr, Paco Vidarte, Valladolid, Trotta, 1997.107 pp.

 Michel de Certeau, La escritura de la historia, trad. Jorge Moctezuma López, México, Universidad Iberoamericana Biblioteca Francisco Xavier Clavijero, 2010 (3ª reimp.), 334.pp.

Michel Foucault, Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas, tr, Elsa Cecilia Frost, 2ª. ed. revisada y corregida, Siglo XXI, México, 2010, 398 pp.

 N.A. Braunstein, M. Pasternac, G. Benedito y F. Saal, Psicología: ideología y ciencia, México, Siglo XXI, 1975 (1a. ed.), 419 pp.

Néstor A. Braunstein, El inconsciente, la técnica y el discurso capitalista, México, Siglo XXI, 2011 (1ª. ed.), 194 pp.





[1] Néstor A. Braunstein. Lectura de la psicología académicaen Marcelo Pasternac,  et al.Psicología: Ideología y Ciencia. Vigesimosegunda impresión, México, Siglo XXI, 1975, p. 330-331.
[2][…] la lectura sintomal, que no busca en el texto un conjunto de respuestas sino que tiende a producir preguntas. Para la lectura sintomal lo que está escrito es un efecto, un producto de una serie de determinantes cuyo mecanismo debe esclarecer.  El problema para una lectura sintomal es el de llegar a saber cuál es la problemática en la que el texto se inscribe y a la que él pretende responder. No se preocupa por la persona del autor ni por sus supuestas intenciones, ni por reemplazar lo escrito por algún “…ismo” que permita etiquetar y clasificar o desclarificar. El texto llega siempre para ocupar un lugar dentro del conjunto de textos que abordan una determinada práctica ideológica o científica. Las palabras remiten a nociones o a conceptos que guardan una relación entre sí que puede ser dilucidada. También remite a sectores eludidos (“reprimidos”) por el discurso, a repeticiones innecesarias que pueden ocupar el lugar de un concepto ausente, a ambigüedades, a respuestas que se ofrecen frente a una pregunta que no se ha formulado o que se ha deformado, a preguntas que carecen de respuesta. Lo escrito aparece como el efecto de una estructura invisible que incluye al autor, al sistema de determinaciones conscientes e inconscientes que actuaron sobre él, a la problemática abierta en el plano ideológico o científico, al conjunto de circunstancias sociales, políticas, económicas e ideológicas que rodean al acto de escribir tanto como al de leer y al lector mismo”.  Ibid. p. 331.
[3] Texto escrito, pintura, fotografía, arquitectura, construcción, surcos en la tierra, huellas, etc.
[4] Me limito, en un primer momento, al prólogo del libro debido a que considero pertinente leer sintomalmente las cuatro cuartillas y media de extensión para establecer una primera aproximación desde la desconstrucción.
[5] Edmundo O`Gorman, La Invención de América. Investigación acerca de la estructura histórica del nuevo mundo y del sentido de su devenir, México, Fondo de Cultura Económica, 2012 (4ª. ed. 2ª. reimp), pp. 256.  La obra se publicó, en un primer momento, en el año 1958 bajo la editorial Tierra Firme. La propuesta del autor se compone de una revisión sobre cómo el “descubrimiento de América” surge a lo largo de la escritura de la Historia del acontecimiento. El eje que guiará su investigación se compone de elaborar una diferenciación entre cómo el saber de la Historia se ha pensado como un ser/ente que sucede independientemente del hombre siempre siendo, sin modificaciones ni alteraciones, estable –por consiguiente – ajena a toda epistemología; y una perspectiva ontológica que sugiere que la Historia está siendo una continua invención discursiva dispuesta a los códigos culturales de un espacio.
[6] Jacques Derrida, Márgenes de la Filosofía, trad. Carmen González Marín, Madrid, 2010, (7ª edición), 2010, p.173.
[7] Edmundo O`Gorman, La Invención, op. cit., p.13.
[8]  Ibíd. 16.
[9]   Ibid.p.13.
[10] Ibid.p.14.
[11] Ibid.p.13.
[12] Ibid.p.16.
[13] Ídem.
[14] Ídem..
[15] La razón de que escriba la palabra Historia con doble: H - h sugiere pensar a la H(h)istoria, desde está enunciación, de los siguientes significados: 
a)      Historia: Ciencia validada por la institución, ya sea académica, científica y editorial. La ciencia se constituye por una metodología de investigación que en cada producción histórica será necesaria abordar. Citas, sustentos por autoridades, comprobaciones, etc. 
b)     historia: como producciones no científicas que narran acontecimientos no validados por la ciencia. Un cuento, una novela, un relato, un mito, un chiste, un aforismo, etc. Enunciaciones narrativas bajo cualquier soporte que, popularmente, circulen para dar cuenta de una percepción e interpretación de la realidad.
c)      H(h)istoria: Emplazamiento de las producciones de a) y b). Esta H(h)istoria está en una continua formación y deformación, es moldeable; está sujeta al movimiento, a la inclusión. Es consciente de la apertura que lleva consigo hacia nuevos vectores de sentido y significación.
[16] Jacques Derrida, Èperons. Les styles de Nietzche, p.65, cit. por Cristina de Peretti, Jacques Derrida: Texto y Deconstrucción, Barcelona, Anthropos, p.129.
[17] O`Gorman, La invención, op. cit., p.16.
[18] La noción: dispositivo, la tomaré de la propuesta que, Néstor Braunstein, enuncia en su libro: Néstor A. Braunstein, El inconsciente, la técnica y el discurso capitalista, México, Siglo XXI, 2011, 194p. En esta obra, Braunstein, con agudeza señalará cómo la noción de dispositivo y servomecanismo ha sido construida/inventada desde la revisión de autores como Heidegger, Foucault, Agamben, entre otros.
[19] Ibid.p.28.
[20] Ibid.p.36.
[21] Acerca de la globalidad del dispositivo, Braunstein menciona: “El aparato de poder: la organización social, económica, técnica y política de la sociedad de los humanos, hoy global, en la culminación del proceso de ensambladura del planta, de los humanos, que se inició con la desinvención de América”. Ibid.p.37. Negritas cursivas mías. El tema de la desinvención de América, tiene un peso, desde la afirmación de Braunstein, brutal. Ya qué es la demostración sobre la disposición de nuestra concepción de lo que hoy es América. La concepción es dispuesta. Nos es controlada, nos es atravesada desde una construcción epistemológica que responde al poder. En el caso del siglo XVI de la Iglesia y corona y hoy en día, al aparato del Estado.
[22] “[…] el análisis de la finitud explica de la misma manera cómo el ser del hombre está determinado por positividades que le son exteriores y que lo ligan al espesor de las cosas, pero cómo, a la inversa, el ser finito es el que da a toda determinación la posibilidad de aparecer en su verdad positiva”. Michel Foucault, Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas, tr, Elsa Cecilia Frost, 2ª. ed. revisada y corregida Siglo XXI, México, 2012, p. 54.
[23] Ibid.p.95.
[24] Ibid.p.105.
[25] O`Gorman, La invención, op. cit., p.13. Cursivas mías.
[26] Ibid.p.16.
[27] Michel de Certeau, La escritura de la historia, trad. Jorge Moctezuma López, México, Universidad Iberoamericana Biblioteca Francisco Xavier Clavijero, 2010 (3ª reimp.), p.74
[28] Jacques Derrida, Mal de Archivo. Una impresión freudiana, tr, Paco Vidarte, Valladolid, Trotta, 1997, p. 10. Negritas  cursivas mías.

[29] Braunstein, El inconsciente, op., cit. p. 191. Negritas cursivas mías.  Acerca del trabajo con lo Otro, por consiguiente, con Uno; Michel Foucault y Michel de Certeau proponen, a lo largo de sus obras, pensar al psicoanálisis, la etnología, la H(h)istoria y la teología como aquellas contra-ciencias que trabajan con lo intangible. Derrida abre la discusión entre H(h)historia y psicoanálisis: “[…] el historiador se resiste a ser psicoanalista mas también se resiste a no ser psicoanalista”. Derrida, Mal de archivo, op. cit.,p.63
[30] Añado la lectura de un poema que me acompañó en el proceso de escritura de este trabajo.

El pasado.

Entre una ruina y otra ruina
levanté una casa,
entre dos fantasmas instalé una fe,
entre un abismo y otro abismo
dispuse los manteles de la mesa
y sonreí cuando entre dos montones de cadáveres
surgió un tulipán.

Así es como he vivido
hermanos míos.
¿Me comprenden ahora?
Así he vivido.

- Maria Banuş (1944-1999).