17-06-2014.
Yaquis: la cultura fantasmal. [1]
“[…] un mundo de sombras, visiones que vuelven en las
danzas, paisajes ásperos; pequeños pueblos habitados por fantasmas. Un poema
anónimo yaqui registra a los espectros alzados: <<León paso a paso /
Sordo, sordo, sordo, tratando de escuchar el monte>>.
¿Pero quién se atrevería a decir que los mexicanos del siglo
XXI podemos vivir sin nuestros fantasmas? Yo me atrevería a decir que no
podemos vivir sin ellos.”[2]
Yaquis.
Investigar a la cultura yaqui es enfrentarse
a cierta cantidad de culturas yaquis. Me encontré con seis; la cultura yaqui
pensada en las crónicas de la conquista; la cultura desde el pensamiento
jesuita que se produjo durante su estancia en la zona (principalmente, Sonora);
la cultura que había que exterminar en
el porfiriato; la cultura mágica de los textos de Carlos Castaneda (acerca de
la cosmovisión y epistemología yaqui); la cultura que había que analizar bajo
el estructuralismo hacia los años 60’s y 70’s, y el testimonio de ellos mismos mediado por todo lo anterior. En otras palabras, iniciar una investigación sobre los
yaquis es encontrarse con formas diversas de enunciación sobre ellos. Así se
escribe la historia, su historia, nuestra historia. En esta escritura de la
historia, sin embargo, hay fantasmas que se trasladan entre los textos
apareciéndose de diversas formas, en distintos momentos. La investigación se
torna de una búsqueda objetiva de su pasado hacia un esfuerzo para reconstruir
las posibilidades de quienes en cada época escribieron sobre ellos.
Este
texto está siendo una reflexión sobre cómo dos libros, por cierto, los más
vendidos, leídos y difundidos, transmiten sus construcciones de la cultura
yaqui y cómo, uno de ellos, el más controversial, se acerca a una escritura que
deja a los yaquis en un lugar en el cual, la ficción, la ‘magia’ y la narración
son los elementos que mantendrán distante al Otro, al yaqui; resistiendo y
tensando esa colonización conceptual de la cultura.
Antes, una muy breve contextualización sobre los yaquis.
El encuentro entre los yaquis y los
españoles se dio, al parecer y según las crónicas, en un primer momento, en el
actual estado de Sonora. Se ubicaban a lo largo del río Yaqui y
alrededores. Como referencia podemos decir que las temperaturas en
este territorio oscilan entre los 40º hasta los -2º dependiendo de la época del año. Es
un clima semi-desértico en el cual, aproximadamente, hay menos de 30 lluvias al
año. Sin embargo, el río Yaqui, tiende a desbordarse un par de veces cada 365
días fertilizando las tierras de sus alrededores para el cultivo. Ante éste
posible contexto en el que vivían, se puede deducir que su alimentación variaba
entre vegetales, frutas y animales de la región. Así mismo, sus prácticas
‘religiosas’ (las que nos llegan hoy), se ven atravesadas por un culto al
sapo/rana quién, según su mito fundador, trae la lluvia al pueblo. El yaqui es
descrito a veces como un hombre flaco y torpe; otras como humanos robustos y
fuertes. Si nos apegamos al contexto natural, es probable que las descripciones
se apeguen a lo segundo.
Hacia el siglo XVII los jesuitas, en su
campaña de expansión en ‘América’, llegan a este territorio siendo más
fácilmente aceptados por los ‘nativos’ del sitio. Los siglos XVIII y XIX están marcados
por la presencia de criollos y gente que tenía intereses por la zona
estableciéndose, poco a poco, en su territorio hasta (en épocas porfirianas)
invadir casi todo su territorio despojándolos de su ‘origen’ hacia Yucatán
principalmente. Más tarde, hacia el siglo XX, tras ‘reformas’ agrarias y
comunidades organizadas, han ido regresando a su territorio.
Una escritura mágica. El caso Carlos Castaneda.
Testimonios
de jóvenes de 1968 de Europa y América decían que ese era el año en el que todo
era posible. Año de alzamientos de movimientos estudiantiles en México y París
(por mencionar algunos), desplegaron otra concepción sobre la participación
pública de los civiles en el Estado. En cuanto a la cultura, en Francia, se
vivía el llamado giro lingüístico que,
hasta hoy, permea nuestro conocimiento; en la música, el blues se
transformaba en rock y bandas como The Beatles eran un símbolo de liberación,
mientras que, Bob Dylan, para los jóvenes era una figura redentora. En este
contexto sale, escrito por un antropólogo que residía en Estados Unidos un
libro que, sorprendentemente, fue uno de los más conocidos en ese entonces:
“Las enseñanzas de don Juan: una forma yaqui de conocimiento”.[3]
El texto narra, detalle a detalle, el encuentro entre Carlos Castaneda, el
autor, y un ‘chamán’ yaqui. El esfuerzo por parte del autor para comprender a
don Juan lo llevó a experimentar con “drogas” (peyote), y tras un proceso
arduo, vivir distinto, comprender lo que hasta ese entonces se le había
presentado como normal, como un vórtice hacia el conocimiento.
¿Por
qué el libro de Castaneda fue controversial? ¿es un libro de antropología o un
libro literario? ¿es ciencia o cuento? ¿por qué digo, arriba, qué mantiene la
distancia? Las preguntas se ligan entre sí. No hay respuesta, hay
planteamiento. En el prólogo de la edición citada en este texto, Octavio Paz
aborda, desde su perspectiva, algunas de estas preguntas de una forma muy
similar a la que el historiador, Michel de Certeau, lo hace en sus textos.
En un primer momento el contenido del libro es controversial debido a que Castaneda lo escribe para su tesis de posgrado, es decir, es un texto
académico, científico que tiene que ser avalado por una institución. Sin
embargo, más allá de nombres científicos de plantas, no hay citas de autores, la
narración es en primera persona, y al ser parte de la experiencia de los yaquis
(usar las ‘drogas’), le resta, ante la academia, objetividad y credibilidad.
Castaneda, resuelve esta situación proponiendo un análisis estructural para
entender el pensamiento yaqui creando nociones para contener y direccionar los
aprendizajes.
En
un segundo momento, el libro, tiene pasajes en los que afirma, el autor, su
transformación en un animal, su diálogo con lagartijas y estancias en sitios
exentos de las concepciones ‘normales’ de tiempo. Para poder plasmar estas
ideas en su investigación, Castaneda, utiliza el símil (comienza, entonces, a
utilizar las herramientas literarias): “Después de aguijarme y esforzarme por
recordar, me hallé obligado a hacer una serie de analogías o símiles para
“entender” lo que había “visto”. […] El agua parecía moverse en un fluir
continuo sobre la cara y el cabello”. [4]
Castaneda, escribe literatura, ficción.
La
obra de Castaneda, está en movimiento. Sugiere el emplazamiento del discurso
antropológico, pero se da cuenta, en tanto vive y escribe, que la única forma
de apropiarse de la realidad que se le presenta es cambiándola, aprehendiéndola
y direccionándola hacia sus códigos de comprensión. Es decir, mantiene al Otro,
a la experiencia, al yaqui, a don Juan, enclaustrado en su sistema de lenguaje.
Pero, la gran diferencia que distingue a este texto de otros, es que, el
autor, se da cuenta y enfatiza que para poder transmitir su idea, sus conocimientos,
debe de hacer este desplazamiento de un lenguaje objetivo, hacia uno
metafórico. El producto textual está siendo una simbiosis entre literatura y
ciencia, no obstante, el autor, al ‘usar’ un lenguaje literario respeta la
distancia entre su posibilidad de conocimiento y el Otro. No lo ‘coloniza’
totalmente. Deja, en la escritura, en el límite de la representación a la
descripción del Otro, un espacio en el que lo Mismo se mantiene al borde de su veracidad. El libro, entonces, es una estructura en la que el yaqui,
don Juan y sus tradiciones, se desplazan constantemente como fantasmas entre
las metáforas y el esfuerzo de Castaneda por estructurar su conocimiento.
Taibo II: el profanador de tumbas.
Paco Ignacio Taibo II, ha publicado más
de veinte libros sobre pasajes del pasado que, en México y su construcción
como nación, han ido quedando en el olvido, fuera de los archivos, ausentes en
la memoria de quien lee historia. Uno de ellos, por ejemplo, refiere a la
batalla del Álamo, otro, a la así llamada “Decena Trágica”, etc. Los yaquis, no
han sido excepción. Marcado, Taibo, por una tradición de ideología izquierdista
documentada, sus acciones y su escritura se perfilan hacia esa dirección. La
historia popular, se convierte, en el libro de los yaquis, uno de los ejes que
conducen su estructura, pero también, una crítica constante del progreso, el
gobierno de Díaz, el gobierno local de Sonora y una victimización del yaqui muy
enfatizada.
Taibo, decide indagar acerca de un
genocidio ocurrido en el país de México hacia mediados del siglo XIX e inicios
del XX. Un genocidio que, casi nadie, conoce, re-conoce. El esfuerzo por
exterminar a la cultura yaqui, por medios de ejecución, campos de
concentración, salida forzosa de sus tierras, etc. fueron eventos que el
autor nos presenta. Quizá para honrar a la ausencia de estos eventos en los
textos escritos sobre la historia de nuestro país, quizá por dar luto a ese
pasado, quizá.
Taibo escribe y detalla, con
nombres, fechas, mapas, los hechos. Reconstruye cómo ha sido la percepción del
yaqui a través del tiempo, cómo se ha escrito de ellos. La escritura de Taibo,
como he mencionado, es crítica y coloca al yaqui, de ser ignorado, a ser
víctima de una ideología. ¿Por qué? Porque, tal vez, es como debe ser escrito
ahora para darle espacio al yaqui en el pasado y en el presente. Taibo, abre
las tumbas (los archivos) para dejar que el fantasma salga al cementerio y
deambule entre nuestro presente. Taibo descubre una parte del muerto (pasado)
que antes no se veía, que antes pasaba inadvertido y eso fue, su manera de
morir. Pero el muerto sigue con secretos, el fantasma aún calla más cosas, más
acontecimientos. Queda, tras la profanación de Taibo II, al leer (pasear por el
cementerio) la historia de México, ofrendar (leer atentamente) a la tumba yaqui aventurándonos, ya de noche (desde
otros lugares, desde otras perspectivas) a errar por el cementerio, ciegos,
para encontrarnos, de otra forma, como Castaneda lo plantea, con la vida, con
la muerte, con el fantasma yaqui, con nosotros.
La escritura de nuestra historia, de
la historia, lejana de ser objetiva, roza con la poesía, con la literatura. Se
acercan, se tocan. Escribir sobre el Otro ha sido siempre una pasión, una
pérdida, un luto y una imposibilidad. Pero es, con un lenguaje poético, donde
lo lógico se sisma y se convierte ilógico dando sentido, cuarteando las
fronteras, rasgando nuestra percepción ordinaria del mundo. Así Castaneda nos
presenta a la cultura yaqui, así Taibo
nos ofrece una entrada a ella.
JAGordilloL.
Bibliografía.
Carlos Castaneda,
Las enseñanzas de don Juan: una forma
yaqui de conocimiento. pról. de Octavio Paz y Walter Goldschmidt, trad.
Juan Tovar. 2ª ed. México, Fondo de Cultura Económica, 2000. 362 p.
Paco Ignacio
Taibo II, Yaquis. Historia de una guerra
popular y genocidio en México. México, 2013, Planeta. 275 p.
[1] Este
texto ha sido trabajado a lo largo de Enero del presente año (2014), siendo, el
presente, una reflexión sobre esta investigación que surge a partir de una
exposición que, en clase de “Culturas Autóctonas”, tuvimos que preparar, a lo
largo de semestre. La idea era investigar una cultura que no fuera clasificada
como “mesoamericana”. Pensé en los yaquis por una serie que, de niño, observaba
en la televisión: “Doctor Quinn. La mujer que cura” . En la serie, la presencia
y diálogo entre “indios” y estadounidenses era central para el guión.
Curiosamente, los años en los que está situada esa serie, son paralelos a lo
que sucedía en México; fe sobre el progreso y exterminio de todo aquello que
frenara este deseo por la fe, siempre ciega. En fin, la presentación consistía
en exponer los rasgos mínimos culturales de las culturas. Al iniciar la
indagación, me enfrenté a una ausencia de archivos, libros, textos que hablaran
de los ‘orígenes’ de la cultura yaqui. La mayoría de las investigaciones
escribían alrededor de 5 cuartillas sobre esto, para pasar, ya sea a análisis
estructurales de las tradiciones yaquis o sobre el éxodo que vivió la cultura
hacia los finales de la época porfiriana. Sin embargo, un libro llegó a mis
mandos. Anteriormente, me lo habían recomendado amistades pero nunca llegó a
interesarme lo suficiente para leerlo o si quiera comprarlo, pero el momento
llegó. Las Enseñanzas de Don Juan, de Carlos Castaneda es ese libro y fue, la
lectura, de aquel libro la que me hizo, no sólo re-plantear la investigación;
me acompañó, desde las primeras páginas, en mi vida personal como un
recordatorio de que la vida no empieza ni termina, solamente, se desliza entre
dimensiones, siempre guiada, hacia lo infinito, hacia lo irracional, hacia un
sentirnos parte de todos y de todo.
[2] Paco
Ignacio Taibo II, Yaquis. Historia de una
guerra popular y genocidio en México. México, 2013, Planeta, p. 241-242.
[3] Carlos
Castaneda, Las enseñanzas de don Juan:
una forma yaqui de conocimiento.pról. de Octavio Paz y Walter Goldschmidt,
trad. Juan Tovar. 2ª ed. México, Fondo de Cultura Económica, 2000. 362 p.