jueves, 23 de junio de 2016

Deriva I.

02-06-2016

Las memorias del uno, las memorias del otro VIII.

Deriva I.

Hay una amenaza filtrándose por la ciudad, una peste asentándose, ya sea en el aire libre o en el rincón más asqueroso del metro y no parece haber modo alguno de hacer algo al respecto más que seguir intoxicándonos con cada respiro. Los automóviles, inventados para acelerar la llegada de un punto a otro, han perdido por completo su cualidad que, tal vez, pudo haber servido para dirigir el tiempo “ganado” en la construcción de la vida comunitaria y en el ejercicio de la voluntad del humano. Tener un automóvil proyecta la victoria de la estupidez humana y su cobardía de no tomar el saber cósmico que lo forja para vivirse desde el organismo vital del que somos parte. El humo que vomita el escape me recuerda a los hornos de la Shoah, el sonido del motor y el claxon a los gritos demenciales de las madres que, histéricas ante su imposibilidad para estar consigo mismas y la vida exterior, fisuran la escucha de los hijos pequeños. Las grandes avenidas, esas planchas de concreto, ojalá fueran el camino que guiara a los miles de automovilistas hacia algún destino, por ejemplo, a la vida familiar, ese núcleo singular donde padres e hijos deberían reunirse para compartir su estar siendo a partir de la escucha, de modo que, cada uno de los integrantes, pudiera decir la forma en que ejerce su voluntad en la vida. Las relaciones familiares serían enlaces de acontecimientos que suceden en el organismo vital vinculados por la perdurabilidad del deseo de vida, por tanto, de la finitud. Los hijos, al fin podrían ser comprendidos como una manifestación de la entrega total, sin condición, de un ser a otro posibilitando y afirmando la vida misma. Pero ese no es el destino de las avenidas. Es la constante carrera vacía, incierta y angustiante de llegar más rápido a nuestras pasiones, al placer que produce alcanzar el objeto deseado y, aunque sea por instantes, casi efímeros, sentirse completo; cualquiera que sea el costo por ese sentimiento y olvidar nuestra débil, pobre y ridícula existencia basada en pretender ser otro –él, Justin Bieber, ¿y ella?, la del cuerpo perfecto y cutis limpio con miles de followers en Instagram que atrae la atención de todos los hombres ciegos que basan sus relaciones con las mujeres desde los aprendizajes de la pornografía que satura su historial– se paga aunque este sea el asesinato del otro. El camino por Avenida Patriotismo por la mañana era desconcertante. Los momentos sucedían rápidamente, los automóviles avanzaban al ritmo del semáforo, los rostros de los conductores, por más que me esforzaba en recordarlos, se desvanecían en instantes dejando incógnitas en el camino. Mi destino: ir al banco y pagar, se había convertido en una aventura matutina de asombro por la dinámica cotidiana que sucede en la Ciudad de México. Llevaba prisa, así que ingresé al banco, subí las escaleras, recordé el video Daydreaming de Radiohead, y pensé en escribir sobre el constante cambio de escenarios y mundos que un sujeto vive en su cotidianidad, la densidad histórica que hay en cada uno de ellos y la profundidad con que podríamos escuchar y maravillarnos de esos mundos si tan solo entendiéramos el significado de estar en un lugar, es decir, participar en la continua construcción del cosmos. No había gente formada. Me acerqué a la ventanilla, esa ridícula división de vidrio blindado, donde el único interés que hay para hablarle al otro es una transacción de dinero. Mientras se imprimía el comprobante de pago, volteé hacia mi izquierda donde había un cartel con al menos veinte fotografías de personas con pistolas apuntando hacia las cajas (a ningún civil, solo a las cajas), cuyos rostros eran muy difíciles de identificar más allá de una bola de carne, con un encabezado compuesto por letras rojas y una tipografía Arial 100, que decía: DENUNCIE. El imperativo literal: denunciar con las autoridades a alguna o más personas que aparecen en el cartel si llegase a encontrármelos un buen día en la calle mientras voy atendiendo Whats App y tomando un café de Starbucks mientras en los audífonos suena la nueva canción de The Chainsmokers, me parecía más bien un reto intelectual por preguntarme el significado verdadero de DENUNCIE. ¿Será una mala broma de los directores de los bancos que, un día, mientras estaban por alguna razón equívoca en alguna de las sucursales, se les ocurrió para justificar el trabajo del policía armado de la entrada? O, tal vez ¿es un síntoma más de una sociedad donde el crimen es el atentado contra los grandes corporativos y el Estado su defensor principal?  Una vez con el comprobante en la mano salí del banco. Decidí, en vez de caminar la avenida, ir por las calles de la colonia Escandón en dirección a mi casa. Quise relajarme, los quince minutos de ida habían sido agotadores.

Aún hay zonas donde es posible andar solo por el gusto de hacerlo, recorrer las calles debajo de grandes arboles mientras los pájaros enuncian su existencia con cantos provenientes de la experiencia del vuelo, observar cómo las plantas desbordan los límites rentables del espacio en los balcones de los edificios, ver las ventanas de las casas e imaginar a sus habitantes, sus historias y cómo a partir de ellas están en el mundo. Observaba los negocios locales y cómo interactúan, por ejemplo, con las amas de casa. “Don Juan, buenos días. ¿Qué tal los quince años de su nieta?”, “Seño Mari. Pruebe usted este mango, me lo acaban de traer. Muy bien, si le gustó el regalo que uste` me recomendó”… O bien, con los repartidores de Gamesa: “Quiobo patrón. ¿Cómo le va?”, “Qué paso mi Pedrito, pues aquí, dándole duro”. Mientras seguía mi camino pensé en la infinidad de veces que había entrado a un Oxxo a comprar una Coca-Cola de vidrio, Doritos Incógnita y Delicados, sin siquiera ver a los ojos a la persona detrás de la caja registradora. Recordé, también, aquel verano en San Cristóbal, cuando a los nueve años iba a la tienda de mi tía a atender la caja y las personas que me saludaban: “hola güero”, y la breve plática que se establecía entre los clientes y yo. La platica era importante pues, en ese entonces, me gustaba reconstruir, a partir de los dulces que compraba la gente, su vida cotidiana.

Al llegar a mi hogar, debía apresurarme pues viajaría a Puebla. Tenía algunas horas para ir a otros bancos, preparar una maleta, enviar mails, bañarme, comer algo e irme. Sentía una necesidad de enunciar lo que me había sucedido en la mañana. Había experimentado una vivencia del tiempo y el espacio que, hacía unos meses, planteé en una ponencia sobre la Edad Media donde reflexionaba que ante un presente constituido por la inmediatez, la automatización, el rechazo a todo lo que tenga que ver con lo “duradero”, la eliminación de toda responsabilidad, el desinterés por la historia del otro, una propuesta para posibilitar el lugar de encuentro cuyo interés central sea la escucha atenta y el diálogo para la construcción de un bien común, podría ser la comprensión del tiempo como el historiador francés Jacques Le Goff (1924-2014) propuso a lo largo de su obra: la larga duración. Es decir, una duración del tiempo que fuera comprendida y aprehendida desde la continuidad de las prácticas culturales. De este modo, por ejemplo, la peregrinación a la Basílica de Guadalupe del 12 de diciembre que sucede año con año, deja de ser solamente unas cuantas horas de transmisión en vivo por los canales de la T.V. nacional, primeras planas en diarios, tráfico en las autopistas, o como leí en una ocasión en Facebook: “un montón de borregos”, para ser una tradición que se remonta hacia el siglo XII cuando el culto mariano se populariza y la Virgen comienza a tener un lugar central (junto con Jesús, el Espíritu Santo y Dios) en la religión Católica (como lo muestran frescos en iglesias medievales, miles y miles de cuadros en la Nueva España, e incluso millones de imágenes que al día de hoy se encuentran en todos lados en México) llegando a tener un lugar sagrado en México donde hasta la fecha, después de ocho siglos, sigue siendo un elemento coyuntural para la cultura dentro y fura del país. Vivirse desde la larga duración es saberse como seres cuyas acciones son extensiones de prácticas milenarias. El ser humano se posibilita gracias a la vida de otros, ya sean humanos o de otras especies, todos son importantes. El humano, así como el astro, la jacaranda, la tortuga, el río y la montaña se constituyen a sí mismos como manifestaciones de vida. No habría mundo posible sin el otro. Esa es la singularidad de la larga duración.

Tomé un taxi con dirección a Antara-Polanco. No me fijé la ruta que tomaba el chofer por ir hablando con él. De pronto estábamos atorados en periférico, con un puente monumental encima de nosotros hecho de miles y miles de toneladas de concreto. Imaginé que, colgados, habían helechos gigantes, estoy seguro que cambiaría completamente la experiencia del tráfico. Llegué tarde para tomar el camión de las 18: 00. Queda el de las 20:00. Esperar dos horas en una plaza comercial no figuraba en mi vida de aquel día. Mientras decidía que hacer frente a una gran entrada a la plaza, pensé que tal vez, en unos 100 años, los historiadores podrían decir, al ver nuestra civilización ya en ruinas,  que entre el siglo XX y el XXI los templos más sagrados, después de los estacionamientos, eran las plazas comerciales, pues allí era el lugar donde los individuos tenían múltiples momentos de éxtasis que los llevaban a entrar en un trance-comercial haciendo, al menos, dos actividades principales: el acto de empoderamiento: deslizar la tarjeta de crédito por la terminal, y el acto de comunión: comer un Mctrío mientras el más reciente video de Meghan Trainor copta todas las miradas del lugar sagrado: el fast food.

Starbucks fue mi destino. Me senté en un lugar apartado. La necesidad de enunciación, de inscripción en un mundo sin posibilidad de asentamiento al fin podía ser satisfecha. Comencé a redactar estas líneas, cuando dos mujeres de mi edad se sentaron a mi lado. La distancia entre las mesas era corta, apenas treinta centímetros. Hablaban en voz alta, casi gritando: “no mames la pache-peda que me puse ayer we. Hoy que me levante we, estaba toda frita en la mañana, ni me acordaba del tipo ese con el que me agarré wey, literal, se me olvidó”. Su amiga le respondía: “estaba medio feito, ¿no?, así, medio gato”. Volteé a verlas, no parecieron notar mi presencia. Ambas sacaron sus celulares, la más cercana a mi tenía abierto Instagram y con su pulgar derecho deslizaba con una rapidez impresionante de abajo arriba mientras cientos y cientos de imágenes pasaban hasta que se detuvo en una. “No mames lo buena que está Renata, mira sus boobs, están cabronas”, su compañera, al ver la fotografía tomó un sorbo de su té helado y contesto: “ay si wey, equis, ya sabes que es medio zorra. Además, yo tengo una ‘pic’ parecida y tengo mucho más followers”. Tras diez minutos de estar allí se fueron. Continuaba escribiendo. Paré durante un momento, ya habían pasado dos horas desde mi llegada. Era momento de ir al camión. Volteé a ver a mi alrededor: trece mesas estaban ocupadas, la mayoría de personas estaban viendo sus celulares, los empleados preparando cafés sin parar y diciendo: “hola buenas tardes, bienvenidos a Starbucks, ¿qué le vamos a dar?” una y otra vez, un policía privado bostezando mientras abría y cerraba la puerta a los consumidores, gotas de lluvia deslizándose por los ventanales que reflejaban a un joven volteando de un lado a otro con una lap-top encendida que regresaba la mirada a su pantalla y continuaba escribiendo.




miércoles, 27 de mayo de 2015

Literatura autobiográfica del siglo XX ‘estadounidense’ como síntoma de un porvenir en la escritura de la historia. Casos Ernest Hemingway, Herny Miller y Charles Bukowski.



Literatura autobiográfica del siglo XX ‘estadounidense’ como síntoma de un porvenir en la escritura de la historia. Casos Ernest Hemingway, Herny Miller y Charles Bukowski. [1]


something’s knocking at the door.[2]

a great white light dawns across the
continent
as we fawn over our falied traditions,
often kill to preserve them
or sometimes kill just to kill.
it doesn`t seem to matter: the answers dangle just
out of reach,
out of hand, out of mind.

the leaders of the past were insufficient,
the leaders of the present are unprepared.
we curl up tightly in our beds at night and wait.
it is a waiting without hope, more like
a prayer for unmerited grace.

it all looks more and more like the same old
movie.
the actors are different but the plot’s the same:
senseless.

we should have known, watching our fathers.
we should have known, watching our mothers.
they did not know, they too were not prepared to
teach.
we were too naive to ignore their
counsel
and now we have embraced their
ignorance as our
own.
we are them, multiplied.
we are their unpaid debts.
we are bankrupt
in money and
in spirit.

There are a few exceptions, of course,
but these teeter on the
edge
and will
at any moment
tumble down to join the rest
of us,
the raving, the battered, the blind and the sadly
corrupt.

a great while light dawns across the
continent,
the flowers open blindly in the stinking wind,
as grotesque and ultimately
unlivable
our 21st century
struggles to be
born.


Antecedentes.


Fue en septiembre del año pasado cuando Luis Chapell, un amigo entrañable, me recomendó que viera una serie titulada “Californication”[3]. Dicha serie trata de la vida de un escritor estadounidense y cómo ésta inspira la producción de su obra volviendo sus libros un éxito debido a las historias cotidianas –sobre todo tipo de excesos – que logra narrar. El gusto por la serie se había volcado a un interés que tenía (tengo) desde hace tiempo: sí todo individuo está sujeto a las enunciaciones que su historia, su memoria, le dispone narrar ¿todo discurso es autobiográfico, inclusive, el científico? Así pues, continué viendo la serie e investigando acerca de los diferentes escritores de los guiones. De hecho fue, un día entre los meses de octubre y noviembre (2014), mientras preguntaba sobre novelas autobiográficas en la librería Gandhi que se encuentra dentro de la Universidad Iberoamericana, cuando me encontré, casi por sorpresa, la novela de Charles Bukowski (1920-1994) titulada “Mujeres”[4]. Apenas adquirí la novela comencé a leerla en la biblioteca. La lectura me dispuso a abrir varias interrogantes, pues, tras investigar un poco sobre al autor –hasta ese momento desconocido para mi– leí que su obra está basada en el ‘género’ autobiográfico. Así pues, inspirado en la lectura de sus diversos textos y en mis inquietudes acerca de la escritura, comencé a escribir, ‘conscientemente’, mi autobiografía. No conforme con las lecturas de Bukowski, dirigí mi investigación hacia autores como Henry Miller y Ernest Hemingway, quienes también practicaron su escritura como un ejercicio autobiográfico, cuya lectura sintomal[5] me llevó a darme cuenta de lo siguiente: los ‘grandes acontecimientos históricos’, ‘los códigos sociales dirigidos a la Unidad’ y los ‘conceptos universales’, antes primordiales en la conformación de la identidad de un sujeto, son desplazados hacia un referente espacial y temporal cuya ‘utilidad’ es estar siendo escenario para narrar una historia individual.
            Aunado a mis experiencias y lecturas literarias, la ambiciosa clase: “América Anglo Francesa s. XVI-XXI” y la asignatura: “Teoría de la Historia III”, este ensayo está siendo un esfuerzo por plantear un posible porvenir de la escritura de la historia que, lejos de presentarse como un producto narrativo cerrado –como se ha presentado a lo largo del siglo XIX y mitades del XX–, pueda responder a los flujos culturales de occidente que suceden en el presente.


Introducción.


“[…] la narratividad, metáfora de una actuación, encuentra apoyo precisamente en lo que oculta: los muertos de los que habla se convierten en el vocabulario de un trabajo que se va a comenzar. Ambivalencia de la historiografía: es la condición de un hacer y la negación de una ausencia; se porta ya como el discurso de una ley (el decir histórico nos abre un presente que se debe realizar), ya como una coartada, una ilusión realista (el efecto de lo real crea la ficción de otra historia). Oscila entre “hacer historia” y “contar historias”; sin que pueda reducirse a lo uno ni a lo otro”. [6]


¿Cuál está siendo el estado en cuestión, hoy, de la escritura de la historia después de los planteamientos del pensamiento francés nombrado ‘posmoderno’?, ¿es pertinente analizar la producción literaria autobiográfica ‘estadounidense’ como una aportación narrativa a las formas escriturísticas de le producción histórica?, ¿por qué los escritores ‘estadounidenses’ –en este caso Hemingway, Miller y Bukowski–, cuál es su aportación?, ¿se podría, a partir de relacionar tanto la escritura de la historia como la literatura autobiográfica, trazar la senda del porvenir de una “nueva” historiografía? Las interrogantes aquí planteadas, lejos de responderse en el presente texto, están siendo un ensayo por plantear una problemática narrativa que permita, tanto a los historiadores como a los literatos, reflexionar sobre la importancia que tienen las enunciaciones del presente cuyo sistema semántico emergió en la distinción escriturística cristiana ante la moderna en la cual el sentido es otorgado por un sujeto cuya base se encuentra en la creación de conceptos Universales que, sustentados por la Razón, pretenden establecer y direccionar El proyecto Humano Universal. Así pues, el ensayo estará dividido en tres momentos: 1) el planteamiento y análisis sobre la vigencia de la escritura de la historia actual así como sí es posible hacer historia de las naciones, 2) analizar la obra de Ernest Hemingway, Henry Miller y Charles Bukowski, y, 3) pensar a la historia y a la literatura como una emplazamiento que traza un porvenir de la escritura de la historia (sí es que se puede seguir llamándose así). Una vez planteados las directrices, empiezo desde ya.


La escritura de la historia, hoy. Una aproximación del estado en cuestión a partir de las reflexiones del pensamiento ‘posmoderno’.



“[…] hoy en día, ¿podemos continuar organizando la infinidad de acontecimientos que nos vienen del mundo, humano y no humano, colocándonos bajo la Idea de una historia universal de la humanidad?”[7]



Los flujos culturales del presente occidental, aunque maquillados por “conciencia” histórica, tendencias políticas incluyentes, economías solidarias (equo e solidale, fair trade), derechos humanos, etc. están inscritos, por principio, en la lógica perversa de la Ilustración, es decir, a la producción de un futuro a realizar en el cual toda cultura humana es orientada bajo la búsqueda de un futuro Ideal.[8] ¿Por qué, una vez demostrada la caída de la “modernidad”, cuya máxima expresión ha estado siendo la Shoah, continuamos inscritos –aunque a veces en los márgenes– en la estructura “moderna”?, ¿qué papel juega la historia en dicho ejercicio de la razón?, ¿la escritura de la historia, hoy, afirma o suspende a la Idea? Preguntas que sisman al saber histórico, sin embargo, que valen la pena aclarar y enunciar, pues, es en el sistema Ilustrado donde reside nuestra concepción del sentido, así como los regímenes de veracidad que disponen el conocimiento.
            La historia como saber científico, al emerger hacia inicios del siglo XIX, respondió al cuestionamiento acerca de la Verdad y su consolidación a partir de instituciones que dispusieran a agentes especializados para, entre la multiplicidad de evidencias del pasado, pudieran dictar, nombrar, e imponer un proyecto en el que todo quehacer humano fuera incluido; una vez establecida la unidad, los grandes proyectos de la Razón podrían realizarse y el ser humano estaría en la perfección moral y ética que se plantearon en los modelos políticos, económicos y filosóficos a lo largo del siglo XVIII y XIX. La organización del proyecto se constituyó a partir de una producción narrativa que acotó, bajo ciertos principios, el entendimiento de lo Real. En palabras de Lyotard:

 “Los “metarrelatos” […] que han marcado la modernidad: emancipación progresiva de la razón y de la libertad, emancipación progresiva o catastrófica del trabajo […], enriquecimiento de toda la humanidad a través del progreso de la tecnociencia capitalista, e incluso, si se cuenta al cristianismo dentro de la modernidad […], salvación de las creaturas por medio de la conversión de las almas vía el relato crístico del amor mártir”.[9]
           
Es decir, la historia –al igual que la etnología y el psicoanálisis– opera dentro del sistema narrativo unitario, mismo que trae lo externo (el pasado) hacia lo interno (el presente) introduciéndolo en el sistema de significación del momento en que se escribe la historia. En otras palabras, la historia ante la imposibilidad de hablar del pasado en sus propios términos debido a la distancia y diferencia que hay entre los tiempos y espacios, establece un terreno discursivo que enlaza la realidad con la escritura (representación).[10] La operación escriturística de la historia se despliega hacia sí misma enfatizando la Unidad, excluyendo la diferencia. Esta problemática –solamente ‘visible’ desde el presente– marcó la producción histórica Universal, así como la historia Nacional, misma que fundó, a lo largo del siglo XIX y del XX, la constitución de la identidad de los ciudadanos, misma que rigió las tradiciones occidentales disponiendo el quehacer del hombre; el individuo era tal sí, con su fuerza de trabajo, impulsaba al proyecto nacional, mismo que le otorgaba (otorga) sus derechos y obligaciones, así como un lugar en la sociedad que le brindará confort y seguridad ante la incertidumbre que gobierna a quienes se resisten a dicho reconocimiento por parte de la gran Unidad. No obstante, la concepción de la historia Universal, como la Nacional, se quebró en tanto emergieron las Guerras Mundiales, pues, ¿cómo se podía argumentar, a partir de los postulados de la Razón, así como los científicos, las contradicciones unitarias que llevaron a las naciones europeas a pelearse entre sí, así como a la Shoah, acontecimiento en el que, tanto ciencia, como tecnología y la fuerza económica se emplazaron para el intento del exterminio del pueblo judío? Ante la imposibilidad argumentativa, el proyecto moderno, así como la historia Universal, hace ‘evidente’ –no por ello se ha superado– la incapacidad del modelo Ilustrado para respetar la diferencia, elemento fundacional del ser humano, pues, cada individuo –noción que emerge desde el siglo XVIII– tiene consigo una singularidad, una historia, una percepción de lo real que lo hace distinguirse de los otros.
            Así como el proyecto Ilustrado Universal dispuso una serie de saberes y economías culturales para devenir en lo irracional, hubo quienes, inscritos en los mismos códigos culturales, lograron criticar el sistema. “Los tres maestros de la sospecha” (Nietzsche, Marx y Freud), dieron cuenta de las dificultades que llevaría, en un futuro, llevar a cabo, en su totalidad dicho proyecto. Así pues, los tres pensadores propusieron saberes (genealogía, materialismo histórico y psicoanálisis) cuyo eje de interés ha sido preguntarse acerca de las conformaciones del sujeto moderno respetando la diferencia, así como la posible creación de un tránsito cultural que permita el flujo de la multiplicidad de sistemas y deseos que operan en el mundo. El legado de su obra fue re-leído tiempo después por la Escuela de Frankfurt y la Teoría Crítica (1930-1970), cuyas lecturas se dirigieron a un método en especifico cuya operación consistía (consiste) en:

 “[…] concentrar el análisis en los puntos más oscuros de la sociedad actual, no sólo para poderla entender mejor, sino también para encontrar los aspectos claves de una imagen negativa de una sociedad poscapitalista. Esta imagen negativa incluye únicamente los aspectos más repugnantes de la sociedad actual, como índice de lo que por ningún motivo habrá que repetir o prolongar”. [11]

Las reflexiones de los pensadores alemanes dieron pie, a su vez, a la re-lectura de los “maestros de la sospecha” por parte del pensamiento ‘posmoderno’ francés, así como una lectura de la Teoría Crítica. La singularidad del pensamiento ‘posmoderno’ (Foucault, Derrida, Deleuze, Lyotard, entre otros) reside en la crítica que hacen del giro lingüístico (1960), cuya postura se podría formular con el siguiente sintagma: no hay fuera del lenguaje. Los autores francés argumentan que, ante la imposibilidad de la Totalidad Unitaria, persiste, en todo conocimiento y enunciación, silencios y vacíos, ocultamientos y fisuras, que el lenguaje no puede detectar por estar regido por el sentido (ilustrado), pues, va más allá de la conformación de éste, de hecho, ha sido nombrado por la razón como lo irracional, lo sin-sentido, el absurdo, la locura, lo ficticio, etc. Por ello, las reflexiones se localizan en el estudio de la semántica, misma que cierra –a través de conceptos– así como abre –a través de nociones– el sentido permitiendo el juego de significación de las representación evitando la fijación de Una lectura promoviendo la suspensión de cualquier afirmación. Otro punto que funda la estructura del pensamiento ‘posmoderno’ es el análisis sintagmático que divisan en sus lecturas de textos “modernos”, pues, dan cuenta que hay una constante afirmación de un nosotros (los racionales) y ellos (los no-racionales, potencialmente racionales); formula que evade, de tajo, con silencios, al individuo que inscribe y (se) expone en el acto de la escritura y enunciación. En otras palabras y en el terreno del saber histórico, en la escritura de la historia anterior a 1960 había una exclusión del yo, del sujeto que enuncia; éste era suprimido por una comunidad regida por la represión del sentir, sustentada por la razón, por la lógica científica. La inclusión del yo en el texto reconoce, a diferencia de la historiografía del XIX e inicios del XX, su presente, sus sentimientos y cómo estos atraviesan, tajantemente, la investigación que le es dispuesta a elaborar. Sin embargo, la inclusión del yo va en contra corriente de las posturas científicas de la razón Ilustrada, característica que entrecomilla la objetividad Total que pueda tener la escritura de la historia, enunciación que ha devenido, conscientemente, un acto autobiográfico amparado, aún, por el reconocimiento y limitado por la institución.
            Por ultimo, un vez trazado –genéricamente– el estado en cuestión sobre la escritura de la historia, podemos concluir lo siguiente: ante las aportaciones del pensamiento crítico de los “tres maestros de la sospecha”, tanto de la Escuela de Frankfurt, como de la escuela francesa ‘posmoderna’, la escritura de la historia ha sido analizada bajo los propios términos que la fundan, es decir, su sistema narrativo, mismo que legitima el saber, como la conformación de la cultura occidental. Así pues, es posible, hoy, preguntarse por diversas formas de escribir historia que no repitan las formulas que afirmen al sentido como un enclaustramiento del conocimiento (ejemplo: historia nacional). La historia, saber fundado en la búsqueda y localización del sentido en lo otro, resalta su inserción el la metafísica, organización dialéctica excluyente que ha devenido, desde la década de 1960, en esfuerzos por parte de algunos historiadores por crear contingencia en la percepción del tiempo y espacio tildando la necesidad de investigar y elaborar los cuestionamientos a partir de las experiencias antes marginadas por la historia Universal, por ejemplo, “historia de la sexualidad”, “historia de los objetos”, “historia de los olores”, etc. La historia ya no puede soportarse en grandes narraciones unitarias, debe de estudiar las formas de hacer, el emplazamiento de los discursos en el cuerpo social, las disposiciones técnicas que hacen al hombre percibir la realidad. Teniendo en cuenta esta red de soportes, propongo escrituras de la historia que podrían llevar, por el sendero de lo angustiante y terrorífico, a sumergirse ante la inmensidad de lo sublime.

A)   Ejercer la escritura de la historia produciendo contingencia y resistencia ante la pulsión de la inclusión perversa a un discurso universal. Las investigaciones deberán dar cuenta de las formas discursivas de cada época para poder analizar cuales fueron sus condiciones de posibilidad para que cierto sistema cultural haya operado de forma singular. Vivir la historia como un reparto de nociones a su lugar de producción para no caer, de nuevo, en los engaños modernos bajo los que se revisten otros saberes (por ejemplo, la psicología académica que pretende objetivar a un sujeto). Así mismo, habrá que relativizar –no en el sentido peyorativo de la palabra– las identidades que aún son pilares en las dinámicas sociales, pues, son éstas las que mantienen, hasta cierto punto, unidades cegadas sobre la subjetividad de cada individuo. El saber debe constituirse, por primera vez, a partir del silencio, de la escucha, de la producción inherente a las olas culturales que hacen de la sociedad, hoy, un tráfico –conflicto entre deseos, pulsiones– .

B)   Teniendo en cuenta la opción A), hacer historia del tiempo presente, pues, este acto da a su vez luto al pensamiento ‘posestructuralista’ como a la historiografía contemporánea para dar paso a un saber emergente que trabaje a la memoria, a la autobiografía y los nuevos flujos y entendimientos del tiempo a partir de otro tipo de escritura que no sea ya el histórico, pues, la semántica histórica está inscrita en la lógica ilustrada, en el juego infinito de los conceptos y nociones. Es decir, la historia, al estar atravesada en una cultura en la que se está dando un cambio lingüístico, no puede responder ya, en su totalidad, al sistema social en el que está inscrito. Los temas con los que se relaciona la historia no responden ya a la noción: historia. Este momento del saber navega sobre los caminos trazados por la historiografía ‘posmoderna’ y de los 80’s -…, ahí debe de reconocer su producción y lo que ha causado dando espacio a otro tipo de planteamientos. La historia podría devenir en lo que Foucault planteó al final de su libro “Las palabras y las cosas…”[12], en la que el hombre, tal y como se percibe hoy, con todo el saber que lo funda y lo nombra, se borré en la arena dando paso, a un porvenir.


Análisis de la obra de Ernest Hemingway, Henry Miller y Charles Bukowski. Hacia una propuesta narrativa autobiográfica ante el discurso de la Historia Universal.

“The cancer of time is eating us away. Our heroes have killed themselves, or are killing themselves. The hero, then, is not Time, but Timelessness. We must get in step, a lock step, toward the prision of death. There is no escape. The weather will not change”.[13]


¿Qué posibilita que hoy podamos analizar los acontecimientos que llevaron a Hemingway, Miller y Bukowski, a escribir de ‘sí mismos’?, ¿cuál es la tensión que provoca la autobiografía en tanto concepción del tiempo y el espacio?, ¿por qué la autobiografía de éstos autores disloca la Idea de identidad nacional, así como Universal?, ¿es posible tomar a las novelas autobiográficas como un elemento documental en la investigación histórica? Pensar a la historia como un saber que se basta a sí misma sería absurdo, tanto como pensar y afirmar que la producción histórica no está siendo una ficción e inclusive, una novela. La escritura de la historia está relacionada inherentemente con la escritura literaria, pues, al no poder –ni tener la capacidad– de acceder a lo real, se mueve, al menos, en tres figuras retóricas: sinécdoque (la parte por el todo), la metáfora (la sustitución de palabras para no querer decir algo) y la metonimia (el desplazamiento de palabras y significantes ante la imposibilidad de nombrar algo). Así pues, la escritura de la historia, como mencioné en el primer momento, al ser discurso representativo, está siendo, de una u otra forma, a veces más, a veces menos, literatura. Este apartado del texto está siendo un esfuerzo por trabajar una lectura de Hemingway, Miller y Bukowski, que puedan dar cuenta como, en lo que llamamos “Estados Unidos”, a lo largo del siglo XX, se realizaron novelas que daban ya indicios críticos del orden social norteamericano, mismo que rige, o que se intenta regir, a todo occidente; por ultimo, se pondrá a prueba a la escritura autobiográfica como una producción textual que resolvió, desde la literatura (teniendo las limitaciones de su época), la problemática que plantearon los pensadores tanto de la Teoría Crítica, como de la ‘posmodernidad’.

Autobiografía.

“Lo autobiográfico brota a chorros, como la sangre de una arteria cortada, siempre que uno se decide a buscarlo en cualquier libro abierto. No es necesario que diga “yo” y que sea transparente; lo común es que aparezca velado y confuso, como a través de un espejo oscuro”.[14]


Lejos de ser un género narrativo, la autobiografía está siendo condición de toda enunciación. Cada vez que un sujeto refiere, habla, nombra, en fin, traza, está ejerciendo un acto que muestra la incapacidad de salirse de sí mismo, pues, toda recepción externa al individuo pasa por un proceso de traducción en el que permite cierto entendimiento del acontecer extranjero, aunque acotado a la condición de posibilidad del receptor, por ello, el otro tilda su (des)aparición como espectro, como fantasma. Es decir, toda enunciación narra nuestra historia, nuestra forma de percibir el mundo así como nuestras memorias, los traumas, los silencios y las perversiones de cada uno. Hablar de otro es hablar de rebote a uno mismo. La autobiografía, como el autorretrato, no son ‘estilos’, ni ‘géneros’; estas casillas clasificatorias apuntan a una institución, a un objeto analizable; la autobiografía es condición de enunciación subjetiva, no hay expresión fuera de nuestras huellas mnémicas, es imposible –aunque se pretenda hacerlo insistentemente, como por ejemplo, la historiografía positiva–  salirse de uno mismo, de hecho, ésta imposibilidad produce que ante la angustia de estar con Uno, haya la necesidad de desplazar hacia otro nuestras fuerzas vitales. Aunado al hecho de no poder salir(se) de nuestra propia (auto) vida (bios), todo recuerdo y acto de recordar, lleva consigo modificación del momento y el espacio que se recuerda, volviendo al recuerdo, más que traer de un pasado una imagen objetiva, una ola de imágenes distorsionados que crean una secuencia de escenas en continua re-construcción del acontecimiento. Por lo que podemos afirmar lo siguiente: la autobiografía está siendo la condición narrativa de enunciar, así mismo, la enunciación sobre los recuerdos refiere a una producción continua de modificaciones del acontecimiento a recordar abriendo, lo estable, lo fijo, a lo múltiple, al desplazamiento. Solamente habría que mencionar dos características (aporías) que marcan la literatura autobiográfica: a) el escritor, a partir de su oficio, cree que puede fijar en un soporte sus vivencias en forma cronológica y encontrar allí la verdad, y, b) tener consciencia de la absurda búsqueda de la verdad de los acontecimientos así como del Yo, y, más bien, producir estos textos con la intensión –no por ello lograda– de vivir, entre lo bello y lo sublime, su vivencia actual del acontecer a partir del reflejo del pasado (otro) en el presente (uno) dislocando a las bases temporales y espaciales que fundan la razón.

Contexto discursivo de ‘Estados Unidos’ durante el siglo XX.


“Lo literario, entonces, sería más bien un acto que pone en un cierta relación y en una cierta sintonía a la estructura con la historia. Y una historia de la literatura tendría que ser una historia de esa relación”. [15]


La producción de discursos del poder en occidente suelen estar basados en ideologías similares con sustentos en lo Universal. Lo mismo sucede en el continente ‘americano’, la llegada tanto de las monarquías hispanas, como las anglo-francesas hacia el siglo XVI, introdujeron su visión del mundo que, sí bien no hubo una replica exacta debido a las diferencias culturales que en ‘América’ hubo, sí se establecieron continuidades muy arraigadas una vez emplazadas las culturas. Así pues, hacia inicios del siglo XX, ‘Estados Unidos’ se proclama un imperio económico a nivel global justificando, muchas de sus acciones, a través de la sus doctrinas Universales. Mismas que, al igual que el cristianismo tenía hacia el siglo XVII, la Ilustración impuso a partir del XVIII. El control de países no industriales, como los del sur del continente fueron los principales productores de materia prima para países industriales, ‘E.U.A’ decidió, al notar dichas economías, colonizar, por medio de la fuerza militar, así como la presión económica, las producción de ‘América Latina’. Al haber enriquecimiento, por parte de las instituciones empresariales de aquella época, la riqueza tuvo que repartirse entre la población, lo que conllevó al flujo constante de capital, mismo que promovió el consumo de productos industriales y los trabajos dentro de dichos espacios. Cualquier producto parecía ser rentable, las tecnologías cada vez administraron el proceso de producción en tanto cantidad, la ciencia promovía, a su vez, dichas tecnologías, la construcción de vivienda así como su compra y venta era accesible para la mayoría de la población; aquel presente parecía cumplir, más que en cualquier otro país occidental, la Idea Ilustrada así como el plan progresista. En ‘Estados Unidos’ el discurso que rigió los procesos culturales fue el capitalismo –orden social movilizado por la economía liberal cuya característica reside, principalmente, en la función del Estado como regulador de políticas económicas asegurando que ‘todo’ individuo pueda tener el capital mínimo para poder acceder a los servicios básicos así como a la adquisición de productos no-necesarios; la libre competencia es permitida así como el enriquecimiento por éstas siempre y cuando se respete la ley–, producto re-formado de los proyectos ilustrados. No obstante, este ensayo pretende mostrar, a partir de mi lectura de la literatura antes mencionada, para esbozar algunos puntos de dicho discurso que se vivó en el siglo XX.

Ernest Hemingway. A Farwell to Arms: la Primera Guerra Mundial de espacio principal a un espacio de referencia.


“The title of the book A Farewll to Arms and except for three there has been war of some kind almost ever since it has been written. Some people used to say, why is the man so preoccupied and obsessed with war, and now, since 1933 perhaps it is clear why a writer should be interested in the constant, bullyng, murderous, slovenly crime of war”. [16]


Ernest Hemingway (Oak Park, Illinos 1899-1961 Ketchum, Idaho), escritor controversial y alabado por la crítica internacional, incluso nombrado como miembro de la ultima generación de los escritores malditos introdujo, a través de su narrativa –principalmente cuentos y novelas– entre otros temas, críticas a la cultura americana. De hecho, Hemingway sugiere un compromiso desde la escritura, en tanto búsqueda de lo real y no encubridor de ésta:

 “A writer’s job is to tell the truth. His standard of fidelity to the truth should be so high that his invention, out of his experience, should produce a truer account tan anything factual can be. For facts can be observed badly; but when a good writer is creating something, he has time and scope to make an absolute truth”.[17]

La autobiografía, en Hemnigway, está siendo el esfuerzo narrativo por encontrar la verdad. ¿Cómo entender la verdad? Como una vivencia en la que se emplace tanto el acontecer, como la creatividad del sujeto, su imaginación; en otras palabras, como una vivencia tanto de la creación, como de lo ya dicho, un juego dialectico. El ejemplo a trabajar, en el que se plantea dicho principio, en este apartado, será la obra A Farwell to Arms (1929). Escrita en Paris, Francia, Key West, Florida, Piggot, Arkansas, Kansas City, Missouri, Sheridan, Wyoming hacia el invierno de 1928[18]; la novela trata sobre la experiencia de un enfermero militar ‘estadounidense’ (Frederick Henry) que acudió, durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918), a Italia donde conoció a la enfermera Catherine Barkley tras una herida en la pierna. Una vez internado, comenzó la relación con Catherine, pues, ella se encargaba de él. Una vez enamorados y Frederick recuperado, un ataque austriaco a la base divide al personal debido a la repentina huida. Frederick, al momento de la dispersión es enviado a una misión en la cual fracasa y tiene que sobrevivir en condiciones límite, sin embargo, logra sobrevivir infiltrándose en diversos pueblos italianos. Tras la aventura del médico militar, llega a otra base italiana donde se encuentra a Catherine, no obstante, deben huir debido a las faltas al ejercito que Frederick cometió al fracasar en su misión. Así pues, con la ayuda de un bartender, logran escapar navegando por un río. Al llegar a su destino, deciden rentar un cuarto de hotel donde Catherine vivirá sus nueve meses de embarazo, hasta que, en el momento del nacimiento del bebé, sufre problemas de parto cuya consecuencia será la muerte tanto de Catherine como del bebé. Dicho pasaje finaliza la novela.[19]
                     La obra, compuesta por cuatro grandes apartados, está dividida narrativamente en dos momentos: a) del apartado uno al dos, el tema principal es la vivencia de Frederick sobre la Primera Guerra Mundial; hay descripciones muy detalladas sobre las opiniones de los soldados acerca del acontecimiento, así como de un padre de la Iglesia. B) Del apartado tres al cuatro, la narrativa es dirigida hacia la vida de Frederick con Catherine. La articulación de capítulos produce un desvanecimiento rítmico de la importancia de la Primera Guerra Mundial. El evento, cuya importancia no se borra, fue el puente de conexión entre Frederick y Catherine, de un individuo enfrentándose a otro(s). Esta articulación de desplazamientos en tanto importancia del evento histórico muestran como la vivencia de Frederick enlaza su memoria y quehacer con un único fin: estar en compañía con Catherine. No obstante, Frederick no es el único personaje que opina sobre la guerra como un acontecimiento aterrador y contradictorio, el padre de la Iglesia también lo vive de esa forma, así como el bartender.
                     Por ejemplo, en una plática entre varios soldados que hablan sobre la guerra, plantean el absurdo que rige su participación en ella así como el fin de los enfrentamientos:

“I beleive we should get the war over,” I said. “It would not finish it if one side stopped fighting. It would only be worse if we stopped fighting.”
          “It could not be worse”, Passini said respectfully. “There is nothing worse tan war”.
          “Defeat is worse.”
          “I do not belive it”; Passini said still respectfully. “What is defeat? You go home”.
          “They come after you. They take your home. They take your sisters”.
          “I don’t belive it”, Passini said. “They can’t do that to everybody. Let everybody defend his home. Let them keep their sisters in the house.”
          “The hang you. They come and make you be a soilder again. Not in the auto-ambulance, in the infantry.”
          “They can`t hang every one.”
          “An outside nation can`t make you be a soilder”, Manera said. “At the first battle you all run.”
          “Like the Tchecos.”
          “I think you do not know anything about being conquered and so you think it is no bad.”
          “Tenente”, Passini said. “We understand you le tus talk. Listen. There is nothing as bas as war. We in the auto-ambulance cannot even realize at all how bad it is. When people realize how bad it is they cannot do anything to stop it because they go crazy. There are some people who never realize. There are people who are afraid of their officers. It is with them the war is made.”
          “I know it is bad but we must finish it.”
          “It doesn’t finish. There is no finish to a war.”
          “Yes there is.”
          Passini shook his head.
          “War is not won by victory What if we take San Gabriele?”
          “What if we take the Carso and Monfalcone and Trieste?
          Where are we then? Did you see all the far mountains to-day? Do you think we could take all them too? Only if the Austrians stop fighting. One side must stop fighting. Why don’t we stop fighting? If they come down into Italy they will get tired and go away. They have their own country. But no, instead there is a war.”
          “You’re an orator.”
          “We think. We read. We are no peasants. We are mechanics. Bute ven peasants know better tan to believe in a war. Everybody hates this war.”
          “There is a class that controls a country that is stupid and does not realice anything and never can. That is why we have this war.”
          “Also they make money out of it.”
          “Most of them don`t, said Passini. “They are too stupid. They do it for nothing. For stupidity.” “[20]


La escritura de Hemingway se formula bajo la estructura de un diálogo en el que se discuten las opiniones sobre las razones en las que se sustenta la guerra. El resultado es una contradicción acerca del comportamiento del hombre haya o no guerra activa, es decir, las acciones que van en detrimento de la vida humana no solamente se presentan en hostilidades literales como el enfrentamiento violento de los cuerpos o la destrucción masiva de pueblos, también éstas suceden en actividades culturales tan ‘normales’ como el funcionamiento de la economía. Así mismo, Hemingway enuncia que la lógica bélica es ilógica en sí misma, acción que desgarra los discursos occidentales, auto-mutilación sin sentido del prójimo. Las ideas Ilustradas se sisman, los cuerpos sociales que los llevan a cabo lo notan, lo enuncian, en este caso, a través de la literatura; oficio que señala, con fuerza y enojo, lo que en ese momento aconteció. Hemingway afirma la Primer Guerra Mundial al escribir de ella, mientras que, al mismo tiempo, entrecomilla su consistencia como promesa de un ‘mundo mejor’.

                     Parte de la consolidación Ilustrada (moderna) de la cultura fue la emergencia de diversos saberes, o, re-formulaciones de los mismos. Uno de ellos, que legitimó la cultura de la salud, fue la medicina. Dicha institución ejerció el poder sobre el ‘cuidado’ del cuerpo humano. La medicina, al ser un saber que sustenta las prácticas y campañas del sistema social, al menos, desde el siglo XIX hasta nuestros días, tuvo (tiene) el poder de recetar, diagnosticar y ejercer sus prácticas sobre el individuo que, bajo ésta lógica, se encuentre enfermo. Sin embargo, no hay que olvidar que las aportaciones médicas han prolongado la vida humana así como resuelto padecimientos cuyas consecuencias podrían ser mortales. No obstante, un perverso conjunto de prácticas permean el saber, una de ellas, la más imponente al día de hoy está siendo la economía farmacéutica. Hemingway, al pertenecer a dicha institución, tenía conocimiento de sus operaciones, así como de sus contradicciones. En un pasaje en el cual Frederick resulta herido y es internado, el autor, con sutileza, expone la poca precisión en sí que la medicina postula. En otras palabras, Hemingway enuncia la arbitrariedad de un saber que afirma la ciencia (positiva) de la medicina:

“Before he came back three doctors came into the room. I have noticed that doctirs who fail in the practice of medicine have a tendency to seek one another’s company and aid in consultation. A doctor who  cannot take out your appendix properly will recomend to you a doctor who will be unable to remove your tonsils with success.”[21]
                    

Otro síntoma crítico acerca de las Ideas Ilustradas así como a la importancia de los grandes eventos en tanto recuerdo, está siendo el cambio narrativo que la novela presenta a partir del apartado tercero. En el capítulo veintiséis[22] , Frederick sostiene un diálogo con un cura. La discusión es sobre la guerra y lo que sustenta, en el personaje principal, su estancia ahí. Así mismo, se puede notar el hartazgo que causa la guerra en Frederick, sentimiento que hace olvidar, o no querer acordarse de la Guerra:

“ “Now I am depressed myself,” I said. “That’s why I never think about this things. I never think and yet when I begin to talk I say the things I have found out in my mind without thinking.”
“I had hoped for something.”
“Defeat?”
“No. Something more.”
“There isn`t anything more. Except victory. It may be worse.”
“I hoped for a long time fot victory.”
“Me too.”
“Now I don’t believe in victory any more.”
“I don`t. But I don’t believe in defeat. Though it may be better.”
“What do you belive in?”
“In sleep,” I said […]” [23]

Sátira, desinterés, burla, depresión, pérdida. La literatura de Hemingway desgarra la seriedad histórica. La importancia es individual, los enamoramientos, las depresiones, los sentimientos. Sentir(se) ha sido la propuesta de Hemingway; la historia tiene sentido sí uno puede incluirse en ella transformándola, reescribiéndola. El sujeto irrita la identidad histórica, la repulsión a las contradicciones se vuelca en los individuos, no hay Estado ni Paz Mundial por la que se (pre)ocupen más, la memoria individual se soporta en pilares de los que no se puede salir, pilares históricos, ruinas del pasado que impulsan con fuerza al individuo a reconocerse en sus propias acciones, en sus propias pulsiones y pasiones. Hemingway, hacia 1929, da cuenta de ello.


Henry Miller. Trópico de Capricornio: una aproximación hacia el dislocamiento de la presencia.


“He de tener la capacidad y la paciencia para formular lo que no va contenido en el lenguaje de nuestro tiempo, pues lo que ahora es inteligible carece de sentido. Mis ojos son inútiles, pues sólo me devuelven la imagen de lo conocido”.[24]



La censura, represión y discriminación ante lo diferente, ya sea en seres humanos, tradiciones, e, inclusive, publicaciones literarias, han caracterizado cierta visión sobre los ‘Estados Unidos’. Henry Valentine Miller (1881-1980), escritor neoyorkino no se libró de las segregaciones. Hacia 1930, durante la Gran Depresión, viaja a Paris donde vivió en condiciones miserables. Allí comienza su relación con el movimiento intelectual de la época, la corriente en boga era el surrealismo. Inscrito en el ambiente parisino, escribe en 1934 su primera novela titulada “Trópico de Cáncer” cuyo tema principal es su vivencia en Paris durante los primeros años de su llegada. Miller fue conocido en el movimiento underground debido a su estilo narrativo, cuyas características principales fueron: una crítica a las tradiciones puritanas tanto de ‘Estados Unidos’, críticas a la historia en tanto ciencia que legitima una verdad del ser humano como de la concepción del pasado, crítica al oculocentrismo, críticas al sistema cultural de occidente basado en el capitalismo, entre otras.
                     Miller, en 1938 publicó Trópico de Capricornio. La trama de la novela se concentra en la vivencia del autor en 1929, pues, fue en este año en el que el sistema capitalista se desbordó produciendo la caída de la bolsa de valores “Wall Street”. La obra comienza con una crónica de la vida diaria de Miller: trabajo, matrimonio, etc. y su hartazgo debido al sin sentido que él percibe en su quehacer. Día tras día se acentúa la desesperanza, hasta que, al borde de la pérdida del control de su miserable vida, al salir de una estación del metro en Nueva York, cae en las escaleras teniendo la mayor revelación de su vida, en la que, por medio de los sentimientos y reflexiones modifica, abruptamente, su estar siendo en el acontecer. Así pues, este apartado está siendo un esfuerzo por plantear tres críticas que Henry Miller hace a la epistemología que regía (rige) a occidente –más específicamente a Nueva York– desde el siglo XX. Los temas serán: a) contradicción en el sistema social, b) crítica al oculocentrismo, c) propuesta para una percepción distinta del tiempo, espacio y presencia.
                    
                     La caída de la bolsa de valores (Wall Street) en 1929 había producido una suspensión de capital circulante en los ‘Estados Unidos’. Hubo una sobreproducción de las industrias y nada de poder adquisitivo por parte de los consumidores para adquirir los productos. La necesidad de la clase baja y media en Nueva York tuvo las mayores repercusiones en sus vidas cotidianas. Sí bien el trabajo no se redujo brutalmente, sí cambió el sistema de contratación del personal, por ejemplo, siguiendo las descripciones de Miller, las oficinas de correos, además de tener su planta de trabajadores, contrataban, por hora y sin ningún tipo de respaldo social, a gente “marginada” que pudiera repartir las cartas. Miller, al notar dicha contradicción, enuncia su percepción tanto de América como de Europa:

“Europa sangra periódicamente con la guerra. América es pacifista y caníbal. Por fuera parece un hermoso paran de miel, con todos los abejorros arrastrándose unos sorbe otros y trabajando frenéticos; por dentro, es un matadero en el que cada hombre acaba con su vecino y le chupa el tuétano de los huesos. En la superficie, parece un mundo masculino y audaz; en realidad, es una casa de putas dirigida por mujeres en la que los nativos hacen de chulos y los malditos extranjeros venden su carne. Nadie sabe lo que es quedarse sentado de culo y contento. Eso sólo ocurre en las películas, en las que todo está falsificado, hasta las llamas del infierno. El continente entero está profundamente dormido y tiene una gran pesadilla”. [25]

La situación mundial era repudiada por el mundo, ‘Estados Unidos’ se presentaba como el modelo social que todo país occidental debía seguir y copiar, sin embargo, al gozar de sus beneficios, proporcionalmente aquel país se corroía poco a poco causando indiferencia por parte de sus ciudadanos. Aún así, el mismo sistema produjo (produce) la empresa cultural de distracción como el cine en Hollywood. Contradicción entre cumplimiento de placeres y pulsiones a costos denigrantes; excesos alimenticios y de bienes eran divulgados, en fin, el sistema produjo su pantalla de bienestar. En caso de error: “ […] la avería momentánea causaba epilepsia, robo, vandalismo, perversión, negros, judíos, putas y qué sé yo: a veces huelgas y lock-outs.”[26] La estructura que daba vida y existencia al individuo (el Estado) le volvió la espalda a su propia creación, el individuo americano. ¿Qué hacer en caso de la pérdida de la función del orden y la ley que amparaba y sostenía una vida con un futuro trazado por medio de seguir la lógica liberal?, ¿en qué creer sí Dios y el Estado, así como la ciencia dejaron de ser totales, absolutos y coherentes?: “La superficie de tu ser se desintegra sin cesar; sin embargo, por dentro te vuelves duro como un diamante”.[27] La crítica social de Miller da cuenta como la comunidad de individuos, al no poder responder a las exigencias que el sistema necesita y viceversa, se pregunta acerca de su existencia así como de su presente, es decir, la crisis social estadounidense provocó, al menos en el autor, un cuestionamiento sobre la conformación del individuo. El individuo comienza a recordar(se), los momentos pasados cobran sentido más allá del Gran Proyecto (Ilustrado) y comienza a narrar(se) las múltiples historias que lo estructuran. La escritura y el recuerdo es en tanto el cambio de uno mismo, los conceptos sirven de referencia, no son principales (en ese momento), sin embargo, si fundantes.

                     Hasta ahora se ha propuesto una crítica a los conceptos eurocentristas que regían (rigen) el siglo XX y cómo estas mismas ideas produjeron (producen) una crítica que, además de señalar los puntos contradictorios de la lógica, proponen diferentes caminos para entender(se) en el mundo. Así pues, Miller reflexiona acerca del “oculocentrismo”[28], es decir: la vivencia de la representación de lo real a partir del sentido de la vista:

“Ya no miro a los ojos de la mujer que estrecho en los brazos sino que nado a través de ellos –cabeza, brazos y piernas–, y veo que tras las cuencas de los ojos hay una región inexplorada, el mundo del futuro, y aquí no hay lógica alguna, sólo el germinar de suceso no interrumpidos por la noche ni por el día, por el ayer ni por el mañana. El ojo, acostumbrado a la concentra ahora en puntos del tiempo; el ojo ve hacia delante y hacia atrás, como guste. El ojo que era el yo del sí mismo ya no existe; este ojo sin yo no revela ni ilumina. Viaja por la línea del horizonte, viajero incesante e indocumentado.[29]


Miller surca caminos que permiten concebir el mundo a partir de lo irracional, es decir, más allá de la Razón. En este caso, a partir de vivir(se) diferente en tanto sujeto capaz de mirar, pues, mirar dejó de ser reconocer lo ya sabido ni enclaustrarse en las formas literales, prisioneras del conocimiento y la imaginación. La mirada porvenir está siendo una región inexplorada donde la razón opera para filtrarse en los escondites más recónditos de la locura percibiendo, por ejemplo, a un hombre no solo como un hombre, sino como un flujo de figuras pasadas e inventadas que abren la experiencia infinita del encuentro con otro. Henry Miller sesga y afirma la concepción del individuo en tanto parte de las experiencias a priori para adentrarse a una descripción del proceso en que la singularidad de éste se apropia del acontecer.

                     Lejos de limitarse a la crítica eurocentrista, Miller trabaja sobre la concepción individual del cambio estructural de la percepción de lo real, en otras palabras, hay un contante ensayo sobre como describir, en otro lenguaje, la conformación ‘existencial’ del sujeto. Esto rompe la concepción, por ejemplo, de la memoria cronológica y relativiza el espacio, por consiguiente, al universo individual. La escritura transita entre la metonimia, la metáfora y la sinécdoque, produciendo, en la lectura de la novela (de la autobiografía, de la historia) un continuo sentimiento con alteraciones que suspende el sentido (ilustrado) evitando su consolidación. En tanto relación del tiempo, Miller enuncia: “Acababa de comprender que la vida es indestructible y que no existe el tiempo, sólo el presente”.[30] Sí nuestro estar en el mundo es regido por el tiempo (pasado-presente-futuro), sí no lo hay como tal, queda el presente, es decir, el acontecer, no hay referencias estáticas que permitan la cimentación, las vivencias, por ende, oscilan entre lo infinito y la nada, “Nunca había un universo, sino millones y billones de universos, todos los cuales no ocupaban juntos más espacio que una cabeza de alfiler”.[31] Escritura múltiple, resistencia volcada al sentimiento, espejo de la podredumbre, soledad, espíritu, otros mundos, memorias atravesadas por el porvenir, respeto y luto por lo Mismo, así se presenta la lectura de Miller.


Charles Bukowski. La literatura de la fuerza y la contradicción.


“ The crunch”

too much
too little

too fat
too thin
or nobody

laughter or
tears

haters
lovers

strangers with faces like
the backs of
thumb tacks

armies running through
streets of blood
waving winebottles
bayoneting and fucking
virgins.

ora n old guy in a cheap room
with a photograph of M. Monroe.

there is a loneliness in this world so great
that you can see it in the slow movement of
the hands of a clock.

people so tired
mutilated
either by love or no love.

people just are not good to each other
one on one

the rich are not good to the rich
the por are not good to the por.

we are afraid.

our educational system tells us
that we can all be
big-ass winners.

it hasn’t told us
about the gutters
or the suicides.

or the terror of one person
aching in one place
alone

untouched
unspoken to

watering a plant.

people are not good to each other.
people are not good to each other.
people are not good to each other.

I suppose they never will be.
I don’t ask them to be.

but sometimes I think about
it.

the beads will swing
the clouds will cloud
and the killer will behead the child
like taking a bit out of an ice cream cone.

too much
too little
too fat
too thin
or nobody

more haters than lovers.

people are not good to each other.
perhaps if they were
our deaths would not be so sad.

meanwhile I look at young girls
stems
flowers of chance.

there must be a way.

surely there must be a way we have not yet
thought of.

who put this brain inside of me?

it cries
it demands
it says that there is a chance.

It will not say
“no.” “[32]


Heinrich Karl Bukowski (Andernach 1920 – Los Ángeles 1994), popularmente conocido como Charles Bukowksi, ha sido objeto de múltiples biografías, documentales, críticas, insultos, alabanzas, menciones. Nacido en Alemania, migró de muy niño a California (‘E.U.A’), donde vivió la mayor parte de su vida. Tras una infancia y juventud solitaria, se dedicó durante más de diez años a trabajar en una oficina postal cuyas vivencias se encuentran en su primera novela titulada “Cartero”[33]. Su carrera como escritor inició a temprana edad, sin embargo, debido al contenido de su narrativa principalmente crítica, vulgar, corriente, fuerte, soez e irreverente, fue rechazado por diversas revistas y editoriales ‘estadounidenses’. Tras una acogida internacional (Europa) exitosa, Bukowski se dio a conocer en el mundo letrado influenciando a una generación de escritores cuyos temas contrarrestan la absurda moral que opera en occidente. Este apartado planteará cómo en la literatura bukowskiana enuncia las problemáticas de: a) el absurdo académico (crítica institucional) y, b) la contradicción social en ‘E.U.A’.
                     En la novela titulada “La Senda del Perdedor”[34], Bukowski narra su historia de su infancia hasta antes de trabajar en la oficina de correos. A lo largo de la obra, la narrativa opera en lugares concretos, así como las vida común y corriente del sector medio bajo californiano de los años cuarenta del siglo pasado (XX). La institución de la familia, del saber  y médico, son criticados a partir del absurdo que resultaba vivir acorde los parámetros establecidos, pues, ¿quién podía vivir sin reflexionar su quehacer un en sistema en el que continuamente se contradice borrando tu individualidad entre marcas, discusiones y prácticas dispuestas para la producción irracional? Bukowski parte –al igual que Hwmingway y Miller– de una narrativa contextual en la que el lector puede ubicarse históricamente para, poco a poco, ir desplazando los acontecimientos referentes (históricos) hacia una narración individual y testimonial. Acerca de la Universidad, Bukowski menciona:

“Los chicos ricos disfrutaban saliendo y entrando a toda velocidad con sus coches, deslizándose, quemando neumáticos, sus coches destellando bajo la luz sol mientras las chicas se agrupaban alrededor. Las clases eran un cuento, todos iban a algún sitio para aprobar y las clases eran un cuento rutinario. Todos obtenían buenas notas y rara vez los veías con libros, tan sólo quemando goma de neumáticos, tomando curvas a toda velocidad con sus coches llenos de chicas chillando y riendo. Yo les miraba con mis 50 centavos en el bolsillo. No siquiera sabía conducir un coche”.[35]

 Los espacios de enseñanza sobre saberes ‘Universales’ se han reducido a sitios de encuentro entre grupos sociales predeterminados para crear relaciones y continuar con el plan establecido de producción. Aniquilados, los saberes se difuminan, los referentes culturales se transforman en los inventos distractores, alentadores del absurdo, reflexiones pobres y condescendientes; ser humano, hoy, está mas cercano a las memorias dispuestas por la inmediatez técnica que a los “Grandes Acontecimientos”. Bukowski notó el síntoma hacia 1950. Aún así, el Proyecto Ilustrado exigía y cegaba a los individuos que lo conformaban (conforman). En la novela, un compañero de clases de Bukowski, absorbido por dicho discurso dice: “- Tiene que aprobar sus exámenes– me dijo. Nunca se le ocurrió que quizás los libros estuvieran equivocados. O que a lo mejor no importaban”.[36] Dóciles ante las tradiciones, al igual que hoy, oscilamos entre la rebeldía, la crítica, la a-dicción, y en secundar saberes obsoletos de intereses que corresponden a otros tiempo insultando nuestro presente con ignorancia soportando nuestro sin-sentido, una vez más, en la historia, en el pasado conformado en sí mismo, en la Idea.

                     Locura, drogadicción, irracionalidad, odio, delincuencia: inventos del sistema racional que justifican, por ejemplo, la presencia de un hombre disfrazado con uniforme azul y pistola en mano. “A bad trip” describe la aporía de la prohibición del LSD y la vente industrial de televisores. El LSD hace perder el juicio (¿alguna vez lo tuvimos?), las clases también, cargar gasolina, esperar en el tráfico, hacer exámenes, perder treinta minutos buscando estacionamiento, etc. Las normas afirman la locura más que los eventos extraordinarios, de hecho, son éstos acontecimientos los que entrecomillan la producción de razón. La cultura se empeña en ello, sin embargo, el individuo consciente ha podido dislocarlo viviéndose diferente (loco), propositivo (subversivo). Bukowski menciona:

“the law creats its own disease in poisonus black markets, but, basically, most bad trips are caused by individual being trained and poisoned beforehand by society itself. if a man is worried about rent, car payments, timeclocks, a college education for his child, a 12-dollar dinner for his girlfriend, the opinion of his neighbor, standing up for the flag or what is going to happen to Brenda Starr, an lsd tablet will most probably dirve him mad because, in a sense, he is alread insane and only borne along on social tides by the outward bars and dull hamers that render him insensible to any individualistic thinking.”[37]


Represión y enclaustramiento del individuo por parte del discurso (liberal) que lo crea. Charles Bukowski, escritor de la contradicción y fuerza que lleva consigo vivir, no en sentido biológico: motricidad sin sentido, más bien, en sentido de (re)invensión de la vida; la historia como incentivo de vida, memoria desgarrada del discurso estático, imaginación difusa, letras sin-razón, narrativas diferenciadas del Uno, reconocible con el otro. La escritura de uno se torna la escritura de la diferencia, de lo ficcionario, del porvenir histórico.


Hacia un porvenir escriturístico de la historia.


“Mi argumento es que el proyecto moderno (de realización de la universalidad) no ha sido abandonado ni olvidado, sino destruido, “liquidado”. […] Sin embargo, la victoria de la tecnociencia capitalista sobre los demás candidatos a la finalidad universal de la historia humana es otra manera de destruir el proyecto moderno que, a su vez, simula que ha de realizarlo”.[38]

Se ha planteado, a lo largo de este ensayo el estado de la cuestión sobre la escritura de la historia, las aportaciones de la literatura ‘estadounidense’ del siglo XX en tanto estilo narrativo, mismo que disloca la concepción, al mismo tiempo que la afirma, del tiempo, el espacio y los recuerdos de los individuos inscritos en una cultura occidental cuyos flujos sociales han provocado, entre otras situaciones, un estado de tráfico.
                     El proyecto moderno ha sido fracturado, no por ello superado u olvidado. De hecho, basta con analizar sintomalmente los diversos discursos de los saberes para detectar cuales han llevado el cambio más allá del scroll. En la historia, por ejemplo, aunque se ha señalado y se es consiente de la problemática conceptual que lleva consigo la producción del saber, las nuevas generaciones de historiadores, inspirados e influenciados por las anteriores, puede que, al ejercer el oficio, abran la discusión acerca de la valides que tiene, hoy, el saber. Un ejemplo de ello, están siendo estas líneas que, revisando la producción literaria de la Nación central de hoy y del siglo XX, demuestra síntomas prematuros, hacia los años 20’s, 30’s y 70’s, sobre los mismos planteamientos que propusieron los ‘posmodernos’ y los ‘críticos de Frankfurt’. El estudio de la producción literaria, mucho más difundida y aprehendida por la población letrada que la producción histórica, tal vez posibilite una escritura porvenir de la historia en la que, la diversidad rija el discurso permitiendo, al menos en la comunidad lectora, un canal de tránsito en tanto propuestas para recordar(se), pues, no olvidemos que el recuerdo es el arquitecto del individuo. Traigo aquí, no como conclusión, pero si como próxima reflexión, la siguiente cita de Jacques Derrida:

 “Nunca supe contar una historia. Y como amo más que nada la recordación y la Memoria –Mnemosyne– siempre he sentido esta incapacidad como una triste flaqueza […] ¿Por qué no recibí este don? A partir de esta queja, probablemente para protegerme ante ella, una sospecha surge siempre en mi pensamiento: ¿quién puede de veras contar una historia? ¿Es posible narrar?[39]




JAGordilloL.


[1] Éste trabajo se entregó como ensayo final para la materia: “Historia Anglo francesa s. XVI-XXI” impartida por el Dr. Armando Azúa, en la Universidad Iberoamericana Ciudad de México (primavera 2015). Así mismo, el texto es un primer borrador acerca de uno de mis proyectos de investigación acerca del impacto que tiene la escritura en la concepción del tiempo y el espacio en el sujeto occidental contemporáneo.
[2] Charles Bukowski, The pleasures of the damned. Poems, 1951-1993, United States of America, HarperCollins Publishers, 2007, pp. 2-3.
[3] Para mayor información sobre la serie véase en: <<  http://www.sho.com/sho/californication/home >>. Citado el 27-04-2015.
[4] Charles Bukowski, Mujeres, trad. Jorge Berlanga, Barcelona & México, Anagrama & Colofón, 1ª ed. mexicana, 2013, pp. 318.
[5] “[…] la lectura sintomal, que no busca en el texto un conjunto de respuestas sino que tiende a producir preguntas. Para la lectura sintomal lo que está escrito es un efecto, un producto de una serie de determinantes cuyo mecanismo debe esclarecer. El problema para una lectura sintomal es el de llegar a saber cuál es la problemática en la que el texto se inscribe y a la que él pretende responder. No se pregunta por la persona del autor ni por sus supuestas intenciones, ni por reemplazar lo escrito por algún “..ismo” que permita etiquetar y calificar o descalificar. El texto llega siempre para ocupar un lugar dentro del conjunto de textos que abordan una determinada problemática ideológica o científica. Las palabras remiten a nociones o a conceptos que guardan una relación entre sí que puede ser dilucidada. También remite a sectores eludidos (“reprimidos”) por el discurso, a repeticiones innecesarias que pueden ocupar el lugar de un concepto ausente , a ambigüedades, a respuestas que se ofrecen frente a una pregunta que no se ha formulado o que se ha deformado, a preguntas que carecen de respuesta.  Lo escrito aparece como el efecto de una estructura invisible que incluye al autor, al sistema de determinaciones conscientes e inconscientes que actuaron sobre él, a la problemática abierta en el plano ideológico o científico, al conjunto de circunstancias sociales, políticas, económicas e ideológicas que rodean al acto de escribir tanto al de leer y al lector mismo”. Psicología: Ideología y Ciencia, Néstor A. Braunstein, Marcelo Pasternac, Gloria Benedito, Frida Saal, México, Siglo XXI, 22ª ed., 2008, p. 331.
[6] Michel de Certeau, La escritura de la historia, trad. Jorge López Moctezuma, México, Universidad Iberoamericana & Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, 2ª ed., 3ª reimp., 2010, p. 118.
[7] Jean-François Lyotard, La posmodernidad. (Explicada para niños.), trad. Enrique Lynch, España, Gedisa, 9ª reimp., 2008, p. 35.
[8] Ibíd., p. 30.  
[9] Ibíd, p. 29.
[10] Miche de Certeau, op. cit., p. 214.
[11] Stefan Gandler, Fragmentos de Frankfurt. Ensayos sobre la Teoría Crítica, México, Siglo XXI & Universidad Autónoma de Querétaro, 2009, p. 27.
[12] Michel Foucault, Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas, trad. Elsa Cecilia Frost, México, Siglo XXI, 2ª ed., 1ª imp., p. 398.
[13] Henry Miller, Tropic of Cancer, New York, Gorve Press, p. 2.
[14] Néstor A. Braunstein, Memoria y espanto O el recuerdo de la infancia, México, Siglo XXI, 1ª ed., 1ª reimp., 2010, p. 235.
[15] Raúl Dorra, Hablar de literatura, México, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla & Fondo de Cultura Económica, 1ª ed., 1ª reimp., p. 282.
[16] Ernest Hemingway, A Farwell to Arms, United States of America, Scribner, 2014, p. IX.
[17] Ernest Hemingway, ed., Men at War: The Best War Stories of All Time (New York: Crown, 1942), p. XV.
[18] Ernest Hemingway, A Farwell… op. cit., p. VII.
[19] Ernest Hemingway escribió 47 finales alternativos de la novela. Para su consulta, véase: Ibíd. pp. 307-322.
[20] Ibíd. pp. 43-44-
[21] Ibíd. p. 83.
[22] Ibíd. pp. 155-157.
[23] Ibíd. p. 157.
[24] Henry Miller, Trópico de Capricornio, trad. Carlos Manzano, México, Punto de Lectura, 1ª ed., 2010, p. 155.
[25] Ibíd. pp. 53-54.
[26] Ibíd. p. 28.
[27] Ibíd. p. 81.
[28] Un estudio acerca de ésta noción puede encontrarse en: Benjamín Eli Mayer Foulkes (1998), En torno a la perdurabilidad de la metafísica en Jacques Derrida (tesis doctoral), Universidad Nacional Autónoma de México, México D.F.
[29] Henry Miller, Trópico de… op. cit., pp. 154-155-
[30] Ibíd. p. 361.
[31] Ibíd. p. 249.
[32] Charles Bukowki, The Pleasures…op. cit., pp. 255-257.
[33] Charles Bukowski, Cartero, trad. Jorge Berlanga, España & México, Anagrama, 1ª ed. mexicana, 2012, pp. 192.
[34] Charles Bukowski, La Senda…op. cit.
[35] Ibíd. p. 152.
[36] Ídem.
[37] Charles Bukowski, Tales of Ordinary Madness, San Francisco, City Lights Books, 1983, p. 201.
[38] Jean-François Lyotard, La Posmodernidad…op. cit., p. 30.
[39] Cita tomada de: Néstor A. Braunstein, Memoria…op. cit., p. 15. Citando a Jaques Derrida, Memorias para Paul de Man, trad. C. Gardini, Barcelona, Gedisa, 1989, pp. 17 y 25.