martes, 7 de enero de 2014

“Del libro a la conversación”.

23-12-2013.

“Del libro a la conversación”.

Misiones (Navidad 2013), “Los Demasiados Libros” y su relación.

“El habla no es instrumento disponible, sino aquel acontecimiento que dispone la más alta posibilidad del hombre”. M. Heidegger.
Es en la lectura atenta donde la ausencia física de un sujeto se vuelve acontecimiento.

La intención de este texto es hacer un ejercicio de la memoria a través de un escrito, siendo también una respuesta a la necesidad de plasmar los acontecimientos que uno vive a través de fotografías. El ejercicio que haré en los siguientes párrafos es una oportunidad de reencontrarse con la escritura. Inscribir lo vivido en forma de texto utilizando la capacidad descriptiva, narrativa y de explicación para con el Otro.  La experiencia que se expondrá será la siguiente: Mi participación en Misiones[1] así como la de semejantes que me acompañaron[2] y  la lectura de los libros: “Los Demasiados Libros” de Gabriel Zaid y “Las Mujeres de la Tormenta” de Celia del Palacio. La relación que hay entre la lectura de cualquier texto y las vivencias personales pueden desecharse (producto de una lectura ramplona)[3] o embellecer nuestro tránsito en la tierra sensibilizándonos en el acto del hombre por excelencia: vivir.

Gabriel Zaid[4], en su libro “Los Demasiados Libros”[5] nos menciona: “[…] la verdadera función de los libros,[…] es continuar la conversación por otros medios”:[6] La conversación menciona el autor regiomontano es, el principio de la economía. Una conversación puede ser de lo más común como hablar del clima, de la cosecha, del día, de un libro, etc. 
En Nauzontla- Puebla[7], así como en muchos otros municipios de la región norte del estado, la cabecera municipal está separada, por distancias de por lo menos 50km, de comunidades aledañas. “La Unión” fue el poblado al que acudí. Tras media hora de viaje durante la llegada de la cabecera a la comunidad, iba platicando con Manuel, joven de 16 años hijo de uno de los personajes importantes de la iglesia del pueblo. Conversando con Manuel, empecé a escuchar cómo era su dinámica de vida y con ello la del pueblo. Fue durante esa charla que me di cuenta de que viajar, a donde sea, con quién sea, no puede ser una experiencia profunda si uno no abandona el cordón umbilical, el confort y se entrega a la vivencia. ¿De qué sirve salir de casa si a donde vayamos llevamos nuestros aparatos, pláticas y pensamientos sin ninguna reflexión?  
“La Unión”, por más que pregunté el origen del nombre, no hubo respuesta. Sin embargo, la causa de la creación de ese pueblo hace treinta y seis años si fue posible saberla. Santa Lucía, comunidad cercana, menos de siete kilómetros a pie de La Unión, era el sitio donde se encontraban las escuelas de la llamada “educación básica”. Los niños, argumentan los adultos de “La Unión”, caminaban de madrugada para llegar al colegio que quedaba retirado. Otra persona me comentó que fueron las diferencias de los habitantes de Santa Lucía lo que llevo a la separación. Esas son las dos versiones del origen. Lo que, desde cierta interpretación, puede explicar la casi total ausencia de habla náhuatl o cualquier lengua distinta al español y la aparente falta de tradiciones antiguas en las celebraciones religiosas. Similar a San Bernabé, comunidad más cercana al norte de Puebla, la sociedad se organiza con roles muy específicos pero no por eso, definitivos. Debido a la constante ausencia del sacerdote[8], las iglesias y capillas de las comunidades son organizadas por fiscales o un colectivo, no más de diez personas, para llevar a cabo las tradiciones de la religión así como sus días importantes. En “La Unión” la señora Isabel funge el papel con más importancia de este colectivo; don Manuel (padre de Manuel, el chico que nos llevó a la Unión), es su más confiable compañero. Doña Isabel y don Manuel me comentaron que hay otros cinco encargados, sin embargo, su falta de responsabilidad, había transformado el equilibrio dejando en los dos principales personajes del colectivo, todo el trabajo. San Judas Tadeo, es su santo por excelencia y su feria es el veintiséis de octubre, misa, vente de antojos regionales: queso, café, aguardiente, arroz, maíz en todas sus preparaciones, cuetes, rodeo y un baile son las actividades que conforman la feria.  En las fechas de mi estancia física, del catorce al dieciocho de diciembre del dos mil trece, se festejaron las dos primeras posadas, más adelante entraré en detalles.
Debido a las actividades laborales masculinas del pueblo, principalmente trabajar el campo[9] cuya jornada se conforma con la luz del sol, con el amanecer, los primeros rayos del sol sobre la tierra tiñendo los tupidos cerros de la sierra hasta el ocaso del resplandor solar, cuando las sombras bailan con las luces por última vez en el día; la figura femenina es quien toma las decisiones del hogar y educa a sus hijos, siendo, con las debidas reservas, un sistema matriarcal.[10] Las mujeres y el hogar están ligados en la Unión, depende de ellas la posibilidad de alimentación, de atención a las materias primas conseguidas por el varón, la formación de sus hijos, etc. 
La religión católica funge como una bisagra en la comunidad, ya que es la creencia, la fe, lo que une a los niños en su formación como católicos, a sus madres al momento de llevar a sus hijos al catecismo, a los hombres y familias en las celebraciones así como en el proceso de su preparación. Mientras las actividades de la tarde (convivir con los niños de la comunidad) transcurrían en el atrio de la iglesia, las madres junto con doña Isabel preparaban las posadas. Fueron solamente dos celebraciones en las que el equipo estuvo presente debido al tiempo de estancia. Mientras nos dirigíamos hacia los hogares en donde el rosario iba a ser rezado, doña Isabel y yo íbamos conversando acerca de la Biblia, el libro del mormón, Tao, filosofía Veda y el Kybalión. Yo le compartía mi experiencia con cada libro y texto sagrado, ella respondía con sabiduría y con continuas frases o pasajes bíblicos para introducir su reflexión. Zaid dice “[…] lo verdaderamente culto es que se deje llevar por la curiosidad, la extrañeza, el asombro, la diversión”.[11] Abandonar el confort es, encarar a lo incierto, a la angustia y entregarse al nuestra estancia en el mundo.
Al llegar a los hogares, nos reuníamos rodeando el altar de la casa, la imagen de Jesús, San Judas, veladoras y marcos con imágenes de la Virgen María lo componía. Doña Chave iniciaba el rosario y durante media hora se rezaba la oración, los niños corrían y gritaban mientras los presentes, con voz baja y ritmo constante, repetían las palabras sagradas. Al terminar el rezo, la familia anfitriona (es importante mencionar que era toda la familia, vemos de nuevo, la unidad social debido a la religión) daba café, pan y galletas a todos los presentes. Mientras consumía los alimentos, comencé, a través de un saludo, apertura a mundos diversos de historias, con un señor que estaba a mi lado. Nicolás Romero, Estado de México fue el tema central de la plática así como la celebración del Divino Rostro. En ese momento comprendí lo que Gabriel Zaid menciona: “Una conversación que nace, como debe de ser, de la tertulia local; pero que se abre, como debe ser, a todos los lugares y a todos los tiempos”. [12]  Esta platica me llevo a reflexionar sobre el papel de los libros en esta sociedad, en La Unión. Leyendo a Zaid me quedo un poco más claro: “[…] lo que vale de la cultura es qué tan viva está, no cuántas toneladas de letra muerta puede acreditar”. [13] Después de diez o quince minutos de charla, inicié el cuestionamiento sobre las tradiciones distintas a la católica, a lo que me respondió que, efectivamente las había. Debido al surgimiento mismo de la comunidad y por consiguiente las nuevas generaciones, las tradiciones de antaño, quedaron en el dominio de los ancianos del sitio. El señor me comentó la importancia que tenían estas fechas en la relación del campo con el hombre. Es en los primeros días de diciembre (que coinciden con luna llena) los que marcan entrada a los hombres para iniciar el cultivo sobre la tierra. Con respecto a la luna llena, dependiendo de cómo se viera al amanecer (5 a.m.) corresponde al clima que en ese día, o en los tres días venideros dominará el territorio. Mientras prestaba mi escucha a las tradiciones decembrinas propias del sitio y de la gente, me quedé observando el altar. Además de las imágenes, etc, logré visualizar, no por primera vez, huevos de gallina, semillas y frutas regionales en el altar. Le pregunté el motivo de por qué ponían ahí los alimentos a lo que me contestó con una advertencia primero, seguido de la explicación. La advertencia fue clara: te lo digo pero no vayas a andar diciéndole al padrecito la verdad porque bastante hemos hecho pa´que siga en secreto. Al poner en el altar los alimentos significa, según el señor, la bendición no de Jesús ni María ni San Judas, sino de la fertilidad de la luna.
La última noche en el sitio llega y con ella nuestro último contacto físico con la comunidad. Cuatro días que nombrarlos y clasificarlos como tal sería una aniquilación de la estancia en el espacio y tiempo que la Unión y yo habitamos.
Hasta aquí llega este (primer) encuentro testimonial con la Unión y la lectura de ambos libros. Hay que rodearse de activos, la pasividad si funcionara ya habría demostrado síntomas de transformación. Leer, vivir, viajar, conversar, respirar, comer, tomar, andar, caminar, correr, pensar, verbos relacionados en idea y en acto.
“[…] la medida de la lectura no debe ser el número de libros leídos, sino el estado en que nos dejan.
¿Qué importa si uno es culto, está al día o ha leído todos los libros? Lo que importa es cómo se anda, cómo se ve, cómo se actúa, después de leer. Si la calle y las nubes y la existencia de los otros tienen algo que decirnos. Lo leer nos hace físicamente, más reales”. [14]





[1] Actividad del Instituto Oriente, colegio en el estado de Puebla, que se realiza a lo largo del curso escolar. La experiencia de adentrarse a una realidad de la que somos parte, pero es ignorada, viajar dentro del estado y comunicarse con gente es, como entiendo,  el objetivo. Debido a la participación, si no excesiva, sí numerosa de alumnos y acompañantes a tal actividad, hay una división en grupos. Cada colectivo de personas va a una comunidad distinta dentro de una zona general. El equipo donde fui asignado se dirigió a Nauzontla- “La Unión.  
[2] Los siguientes testimonios son de compañeros que acudieron a la misma actividad, misiones, ya sea en distintos lugares o en el mismo.

Fernanda Muriel:

Misiones.

 Me llegan a la mente muchos recuerdos: sonrisas, miradas de complicidad y manos unidas. Me acostumbré rápido al equipo que me tocaba para después adaptarme a otro que a lo largo de las juntas y hasta la fecha de salida, fue cambiando hasta quedar: Rudy como coordinador, Jorge como acompañante y Mabel, Victoria, Iliana y yo como novatas. Debo confesar que no tenía buenas expectativas del equipo final, sin embargo nos volvimos muy cercanos debido a la confianza que logramos desde el primer día y el apoyo a lo largo de las misiones. Llegar a Kuwitchuchut fue tardado y tedioso. Cargamos nuestras maletas bajo un sol abrumador con la incertidumbre tanto de la hora como de la llegada de la combi que nos dejaría a la puerta de la capilla donde nos establecimos y que nos serviría de confort en momentos de inseguridad. Siempre dormir fuera de casa es incómodo porque requiere adaptarse a nuevas circunstancias. Y dormir entre extraños en un lugar desconocido, no es fácil. Pero desde nuestra llegada, nos hicimos sentir en confianza entre nosotros hablando claro y directo aún cuando con la comunidad el encuentro se daría horas después. El primer día fue de descubrimiento y conocimiento de lo que son las misiones y de la comunidad en general. Ese mismo día en la reflexión nos dimos cuenta de que no habíamos interactuado con la gente realmente y nos lo propusimos para el día siguiente. A partir del segundo día, conocimos a los niños y nos abrimos cada vez más con la gente. El 15 en la posada, tuvimos un problema, un señor estuvo tomando alcohol en la cena y nos empezó a decir que bailáramos con él, no aceptamos y conforme pasaba el tiempo se ponía cada vez más insistente y agresivo hasta que se le aventó a una de nosotras. En el momento cada quien asumió un papel: los niños se levantaron, lo empujaron y nos rodearon, y nosotras la jalamos y abrazamos. Cuando observamos lo que sucedía a nuestro alrededor, las mujeres estaban en la cocina asomadas y los hombres miraban, indiferentes al hecho. Por un momento nos sentimos inseguros y desprotegidos, pero un señor y Migue nos ayudaron a salir rápido de la casa; temblando de frío y de miedo, con las linternas como podíamos detenerlas y agarrados de la mano en fila, nos pusimos a subir el camino empinado y resbaloso hasta llegar a la capilla; nunca caminamos tan rápido, ni nos caímos menos y a partir de ese momento nos sentimos más unidos, más protectores y protegidos con nosotros mismos. El tercer día, en la posada, nos empezamos a sentir cansados e incómodos; unos estábamos enfermos, otros hartos y lo único que queríamos era llegar a la capilla, lavarnos el cabello y dormir. Durante la cena Rudy y yo decidimos que después de la cena nos cortaríamos el cabello, yo llevaba 4 años dejándolo crecer para donarlo entonces antes de cortármelo, Mabel me hizo 2 trenzas para poder guardarlo. Este hecho acaparó gran parte de las reflexiones de esa noche y fue mi manera de expresar algo que había cambiado en mí internamente. El cuarto día fue el último y, a pesar de que no estuve muy involucrada en las oraciones ya que no soy muy religiosa sino más bien espiritual, nos tocó a las niñas rezar el rosario. La cena fue un poco triste porque teníamos presente que nuestro tiempo en Kuwitchuchut ya se había acabado y que habíamos llegado a encariñarnos con la gente. Sigo teniendo presente la mirada de Maria Isabel, una niña como de 6 años que desde el momento en que nos conocimos me vio con una carita de ternura, sonrió y me tomó de la mano. No hablaba mucho y tampoco insistí demasiado. El sólo hecho de verme a los ojos me bastó para sentir su compañía, como si me conociera, como si supiera quién soy y confiara en mí. Aprendí pocas palabras en Tutunacu, que quiere decir tres corazones, gracias a Migue, quien nos acompañó en todo momento y a quien sentimos parte de nuestro equipo, y a Carmen que tiene diez años y cursa sexto año de primaria. Me enseñaron los números del uno al diez y los nombres de algunos animales como "paxni" que significa cerdo y que fue el modo en que se referían a mí los niños de la comunidad. Kuwitchuchut fue para mí un lugar mágico donde quitándonos todos los "extras", desde esas características que hemos aceptado que nos definan, hasta nuestras diferentes condiciones y estilos de vida, pudimos conocernos al natural con la comunidad y en nuestro equipo misionero. Creo que para muchos ir a misiones es esperar a vivir algo que te impacte de cierta manera y que cambie algo en ti. Yo sólo esperaba tener una experiencia diferente y agradable ya que en ese momento salir de mi entorno habitual me pareció la mejor de las ideas, pero me llevé mucho más. Me siento muy llena, muy satisfecha al darme cuenta que en cinco días, al menos mi corazón creció unas diez personas más. No es posible contar ni describir todo lo que viví y sentí en esos cinco días. Me permití descubrirme y conocerme en situaciones nuevas y decidí dejar ir muchas cosas de mí que no me gustaban tanto. Soy una persona perfeccionista y en el momento que algo se sale de mi control o no resulta según lo previsto, me siento muy incómoda y empiezo a estresarme; me cuesta trabajo confiar realmente en la gente y mostrarme tal cual soy. Me cortaron el cabello Mabel, mi amiga de la escuela desde hace tiempo, y Victoria, a quien había conocido dos días antes y sin embargo ya le tenía toda mi confianza, con unas tijeras Barrilito, punta redonda y oxidadas que encontramos. No usé maquillaje y aprendí a sentirme cómoda con ello. Puede sonar superficial, pero para mí, es un símbolo de aceptación de mí misma y de dejar ir, de dejar de controlar. Han pasado ya trece días desde que me cortaron el cabello y once desde que regresé de misiones y aún sigo con mi "corte misionero". Me recuerda esas pequeñas locuras que te van liberando poco a poco. Aceptar que las misiones tenían un fin, no fue fácil en el momento, pero como bien nos dijo Rudy, nuestro coordinador, en la reflexión final "todo tiene un principio y llega a un final". Y tiene que ser así para poder incorporar nuevas experiencias a nuestra vida. Agradezco todo y a todos los que aportaron para que viviera lo que viví y aprendiera lo que pude.

Daniela Morales:

Misiones
Para mí ir a misiones, es más que ir a ayudar a personas que la mayoría de las veces  están mas necesitadas que las personas de ciudad, es más bien ir y dar la mejor parte de tu ser, y al mismo tiempo  sin darte cuenta recibir más de lo que crees que se pueda recibir.
Desde mí experiencia he ido solamente tres veces a misiones, pero creo que cada una de ellas ha tenido algo especial, lo cuál me ha llevado al sentimiento de querer volver a participar en ellas.
¿Qué son misiones?
Desde mi punto de vista, ir a misiones es una de las mejores experiencias, con la cuál puedes salir de tu rutina y quitarte la “máscara” que inevitablemente todas las personas tenemos en algún momento de nuestras vidas, es ir y dejar una parte de ti, y saber que aunque tal vez no afecte tanto tu realidad, afectara en bastantes aspectos a la comunidad a la cual vayas.
Es ir y desprenderte por un rato de la realidad que te rodea día con día, y es algo que a veces vemos tan difícil de conseguir, pero que si te  lo propones lo podrás lograr, y es el hecho de que si realmente vas con la mejor disposición, podrás dejar de preocuparte por unos días de tu realidad, y podrás empezar a preocuparte por alguien más que no seas tu mismo.
El problema es que muchas veces creemos que este sentimiento de bondad, de caridad, de preocupación, de nostalgia, de acercamiento a los diferentes seres que me rodean, etcétera solo lo debemos de sentir por esos días, y lo difícil es hacer que estos sentimientos, o estos aprendizajes no se queden en el lugar al que fuimos, sino mas bien poder analizarlos y dejar que afecten a nuestra realidad y cambien aunque sea tan solo un poco nuestra manera de pensar y de ver la vida.
Ir a misiones también incluye poder conocerte más como personas y poder ver que tan sensible eres ante las diferentes situaciones que se viven, y no solo en el país sino más bien en todo el mundo.
Es ir y aprender a relacionarte con personas que jamás habías visto y encontrar la manera de acercarte a ellos sabiendo que lo único que les interesa es tu compañía y nada mas, que ellos dan si esperar recibir nada a cambio, y esto es algo a lo que realmente creo no estamos acostumbrados, ya que en nuestra sociedad se da con el propósito de recibir algo a cambio.
Creo que el concepto de misiones es totalmente diferente para todas las personas, ya que cada quien tiene sus diferentes maneras de pensar, cada quien tiene distintos propósitos al asistir a ellas, y cada quien las vive a su manera.
Algunos de los propósitos más comunes al asistir a misiones son: ayudar a las personas de la comunidad, jugar con los niños, hacer el visiteo a las diferentes casas, visitar a los enfermos, tener un acercamiento con los integrantes de la comunidad, valorar lo que se tiene en casa, experimentar nuevas cosas, salir de la “burbuja”, entre otros.
Las últimas misiones a las cuales asistí, por lo tanto las más recientes, fueron hace no mucho tiempo y fueron en diciembre del 2013.
Fueron en Xocoyolo, Nauzontla,  desde mi punto de vista fue una gran experiencia que me lleno de buenos sentimientos y sensaciones, decidí participar en ellas ya que como lo había mencionado antes, ya había ido con anterioridad y me pareció una buena oportunidad para volver a vivir nuevas experiencias, y para poder encontrar un rato de paz, y tener mayor facilidad para encontrarme a mí misma.
Me puede envolver en un ambiente de mayor paz y armonía, a diferencia del ambiente al cual ya estoy acostumbrada.
Al principio es un poco difícil, ya que vas con personas que forman parte de tu equipo, y a la vez forman parte de tu experiencia, es difícil ya que no sabes que tanta disposición lleven de servicio, y que tan comprometidos estén, o si hay propósitos similares a los tuyos.
En definitiva para mí el equipo es una parte muy importante ya que entre todos se pueden lograr cosas grandes, o cosas pequeñas, es decir que las cosas salgan bien no depende de uno mismo, depende de la colaboración de todos los integrantes.
Creo pude lograr un gran acercamiento con las personas de la comunidad, ya que con la poca experiencia que tenía con anterioridad pude aprender de mis errores y pude desenvolverme más en su ambiente y en sus costumbres.
Me impresiona que a tan poca distancia de la ciudad se puedan vivir realidades totalmente distintas, creo esa es una de las mayores razones por las cual me encanta ir a misiones, ya que sin irte muy lejos puedes notar las distintas opiniones, los distintos ideales y metas, los distintos sentimientos, las distintas costumbres que se viven en la comunidad, y que comparando con la ciudad, en esta se han ido perdiendo con el paso del  tiempo y  no le damos la importancia que le deberíamos de dar.
Para mí es más que ir a predicar la palabra de Dios, y creo muchas veces las personas lo confunden con eso, incluso las mismas personas que forman parte de la comunidad, es ir a compartir con ellos un poco de lo que es tu vida, y dejar que ellos hagan lo mismo contigo.
Me gustó mucho su hospitalidad, ya que llegas y ellos te dan  lo mejor, no les importa que ellos pasen por incomodidades, o que tengan que atenderte, al contrario te reciben con mucho gusto, y desde el primer día aunque no te conozcan siempre van a tener algo que darte de comer o de beber, se preocupan por que estés lo más cómodo posible e incluso se “pelean” por quien va a atender a  los misioneros, en que casa van a comer, etcétera.
Me tocó visitar a los enfermos, y fue algo que me marco, ya que me di cuenta que muchas veces nos quejamos por cosas sin mayor importancia, e incluso sufrimos, cuando ellos pasan por cosas mucho más difíciles, no me toco ver a ningún enfermo que se quejara por su enfermedad, por sus carencias, o por las dificultades que se han presentado en sus vidas.
Todos están agradecidos por la vida que tienen y por todas las bendiciones que Dios les ha otorgado a lo largo de sus vidas.
Creo que hasta que no participes en ellas no vas a saber exactamente de qué se trata, porque todos los que han asistido a misiones  las ven de distintas maneras, depende de la percepción de cada persona.
Me llena de alegría poder compartir unos días de mi vida con personas que forman parte de mi vida, aunque a veces no sea tan directamente.
En definitiva en una de las mejores experiencias, ya que a diferencia de otras no me dan nada material, sino más bien me hacen crecer como persona y me llevan a  poder humanizarme y darme cuenta de que mi realidad no es la única sino más bien hay distintas realidades las cuales te pueden llenar de aprendizajes y de buenas experiencias.
Conociendo a los demás nos podemos conocer a nosotros mismos, y al reflexionar,  y en mi opinión me doy cuenta de he aprendido más cosas de ellos, que ellos de mí,  ya que tú vas y ayudas en lo que puedas, y los escuchas, y te escuchan, pero si realmente lo aprovechas te vas a dar cuenta de que en definitiva siempre se puede aprender del prójimo.
Es algo que  puede  transformar tu realidad, pero eso depende de ti.
Me lleve muchos conocimientos y en definitiva es una experiencia que creo puede ayudar a cualquiera y que si se tiene la oportunidad  hay que tomarla.
 Hay que abrirse a nuevas experiencias y en mi opinión lo desconocido y lo nuevo es  lo que más te puede  llenar como ser humano.

Sofía Vigil.
MISIONES NAVIDAD 2013
Para mi haber podido asistir a  las misiones de navidad fue una gran experiencia pero también fue algo muy diferente a lo que yo esperaba. La inscripción es un acto voluntario, aunque sinceramente el que yo quisiera asistir fue una decisión con mucha influencia en las personas que me rodean. No me detuve a pensar cual era la razón o la necesidad por la que yo quería participar, y por eso me sorprendió tanto el efecto que esos días tuvieron en mí.
La comunidad a la que fuimos mi equipo y yo se llamaba La Unión y nos quedamos en casa de una familia que nos recibió de la manera más amable y hospitalaria. Por la mañana realizábamos el visiteo que consiste en ir de casa en casa para bendecir sus altares. A las cuatro de la tarde íbamos a la Iglesia de la comunidad a darles catecismo a los niños y a jugar con ellos, en la noche asistíamos a las posadas de la comunidad y antes de dormirnos hacíamos una reflexión con nuestro equipo.
Al interactuar con la gente durante nuestra visita en La Unión, hubo varios momentos que me llamaron la atención. En el visiteo al preguntarles a las familias si tenían alguna petición o agradecimiento en especial la mayoría  de ellas agradecía a Dios por el bienestar,  o bien, pedían que los siguiera cuidando y que les siguiera dando salud. Al escuchar esto y al ver la actitud con la que vivían me di cuenta de la facilidad con la que muchas personas se ponen en manos de Dios, sin condiciones, sin quejarse,  y aceptando todo lo que se les presenta para hacer con ello lo mejor. Esa actitud para encarar la vida con tanta sencillez y gratitud me pareció admirable y me hizo reflexionar bastante a mí, que a veces vivo acomplejada por cosas que en realidad no tienen importancia.
Después del visiteo íbamos a la iglesia a darles catecismo a los niños y a jugar con ellos. Era impresionante la emoción con que nos recibían, nunca me imaginé lo fácil que iba a ser sacarles una sonrisa con tan solo llevarles actividades como dibujos, o simplemente inventar un juego, y cada día eran más los niños lo que llegaban a la Iglesia. Cuando bendecíamos los altares teníamos que saber exactamente qué decir, en cambio al convivir con los niños era mucho más sencillo desenvolverse, todo podía ser más espontáneo y el ambiente era más alegre. Fue de los momentos que más disfruté desde el principio, tal vez porque a mí me parecía el más  fácil pero también porque sentía mucha satisfacción al notar la felicidad y la alegría que provocábamos en los niños, y que ellos, sin darse cuenta nos contagiaban.
 Durante las 4 noches que nos quedamos fuimos tratados con una hospitalidad impresionante. En el visiteo, la mayoría de las familias nos ofrecían una taza de café  y siempre nos invitaban a sentarnos, las personas que nos invitaban a comer siempre eran muy amables y serviciales, al terminar las posadas nos invitaban a convivir un rato y nos ofrecían galletas, y en la casa donde nos quedábamos nunca dejaron de ser atentos. No me imaginaba ser tratada con tantas  muestras de cortesía y amabilidad, pero lo que verdaderamente me hizo sentir conmovida y agradecida, fue que lo hacían todo de corazón y de un modo sincero, sin obligación, sin interés y sin esperar nada a cambio, eso es lo que yo considero más significativo.
Al llegar a Puebla me di cuenta de cosas que no había notado antes, ni siquiera en las reflexiones. La perspectiva que yo tenía de misiones antes de irme cambió totalmente una vez después de haberlo vivido. Me quité la idea de que era una acción caritativa, porque realmente yo me sentí más necesitada y me queda claro que si a alguien ayudé fue a mí misma. Entendí que entre menos me sintiera en una realidad inferior más posibilidades tenía de tomar lo positivo que la gente de la comunidad me ofrecía. La hospitalidad, la gratitud, la humildad,  la entrega y el amor que encontré en las personas me hicieron ver que yo no estaba ahí para enseñar, sino para aprender, compartir, y para servir. Espero haber dejado algo en la gente de la misma manera que yo me llevé algo de ellos y realmente me quedo con ganas de regresar a misiones y seguir aprendiendo de ellas.
[3] Una lectura atenta/sintomal/entre líneas, refiere a cuestionar al texto mismo en sus propios términos, adentrarse a lo invisible, a las ausencias que deja entrever el autor, lo no dicho, las notas al pie, lo que no acontece de forma literal. Al leer de este modo se descubrirán nuevos alcances y límites del propio texto en lugares comunes o en los más inhóspitos lugares de la narración.
[4] Escritor nacido en 1934 en Monterrey, Nuevo León. Es autor de múltiples libros que abarcan temas desde poesía hasta las revoluciones centroamericanas.  Escribe en la revista “Letras Libres”. 
Recientemente, Jesús Silva Herzog, escribe sobre él en: http://www.andaryver.mx/ideas/la-lealtad-de-gabriel-zaid/
[5] Libro publicado en 1972, re-editado en mayo del 2010 por “De Bolsillo”. Ha sido traducido en varios idiomas.
[6] Gabriel Zaid, Los Demasiados Libros (México: De Bolsillo, 2010), 40.
[7] Lo que nos puede brindar de información de las más completas enciclopedias en el mundo: http://es.wikipedia.org/wiki/Nauzontla  citado el 23/12/2013.
[8] Curiosamente no tan querido por el pueblo y por lo que escuché en Nauzontla días posteriores de mi estancia en la “Unión”, otros pueblos tampoco.
[9] Comerciar con pueblos aledaños,  transportar gente a cabeceras municipales, etc.
[10] Aunque no signifique que la violencia masculina hacia las mujeres no exista, ni que la palabra del hombre, mientras esté en la casa, sea de importancia.
En la novela “Las Mujeres de la Tormenta” , Celia del Palacio, describe la gran importancia del papel femenino de las cultura negra en Veracruz. Es, el papel social de las mujeres, también en la Unión esencial para comprender a la comunidad. Para  leer la reseña del libro, véase: http://planoactivo.blogspot.mx/2013/12/21-12-2013.html citado el 24/12/2013.
[11] Gabriel Zaid, Los Demasiados, 36.
[12] Gabriel Zaid, Los Demasiados, 34.
[13] Gabriel Zaid, Los Demasiados, 34. Esta afirmación por parte del autor me parece muy pertinente y lucida. Ya que, hay la cutre e ignorante no por eso desacreditada opinión que afirma que quién no tiene educación escolar, no tiene cultura.
[14] Gabriel Zaid, Los Demasiados, 21.

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