21-12-2013.
La Historia y la mujer. Veracruz,
vientre de historias.
Las
Mujeres de la Tormenta.
Celia
del Palacio.
Prisa
Ediciones, 2012.
p.p.
341.
Es el diálogo entre personas, la
conversación y sus silencios lo que nos presenta como Otro para un semejante y
nos abre la posibilidad de asumirnos como sujetos.
La
distinción entre escribir Literatura e Historia es casi nula. Celia del
Palacio, doctora en Historia por parte de la Universidad Autónoma de México,
logra la unión entre ambos oficios en su reciente novela: “Las Mujeres de la
Tormenta” (mayo 2012). Lilith, una científica reconocida que habita en la
Ciudad de México, es avisada acerca del fallecimiento de su madre que residía
en Xalapa-Veracruz. Debido a la desgastada y descuidada relación entre ambas,
Lilith, se sorprende de la vida que recientemente tenía su madre. La indagación
sobre la defunción de su progenitora sirve como punto de fuga para tener
acercamientos con las historias de unas mujeres en Veracruz. Brujería,
esclavitud, relaciones pasionales, ritos, son temas que encubren cuatro
narraciones. Desde el siglo XVI hasta el siglo XX las mujeres se relacionan
debido a la magia que, desde África y debido a la mezcla de culturas que se
vivieron en esos siglos (indígena, española y africana), se unen en una
dimensión temporal que no respeta calendarios ni progreso. Selene, madre de
Lilith, ejercía el activismo junto con sus amigas intelectuales de Xalapa. Su
trabajo la había llevado a conocer diversos modos en que la raza humana se
relacionaba consigo misma. Principalmente sus actividades estaban enfocadas
hacia la mujer, migración y desentrañar las participaciones que políticos y
gente de poder moral tienen en actos ilícitos.
Lilith,
tras descubrir a través de la lectura y la escucha como se conforma el presente
en Veracruz y consigo decide tomar la iniciativa que cambiara su vida como hasta
el momento de la muerte de su madre la había vivido.
La
gran aportación del libro de Celia del Palacio se compone de la gran habilidad
de la escritora de recopilar archivos, así como la oralidad de la gente que
lleva, en sí mismas, la memoria de la cultura regional[1].
La historia oral, las conversaciones traen consigo una forma distinta de
conocer y adentrarse en sucesos y sujetos. Veremos en seguida cómo la autora
plasma su concepción de Historia en la novela:
“Selene
describía cómo había estado con esas madres que eran como espectros lastimeros
detrás de una esperanza; cómo había escuchado sus historias que no estaban
escritas en ninguna parte, que no alcanzaron a ocupar espacio ni siquiera en la
sección policiaca del periódico”. [2]
Sustraigamos:
“[…] cómo había escuchado sus historias que no estaban escritas en ninguna
parte, que no alcanzaron a ocupar espacio ni siquiera en la sección policíaca del periódico”.[3]
Es,
a través de las voces de los sujetos por donde, sucesos se manifiestan debido a
las ausencias de los textos. Es labor del historiador, ser también interlocutor
ante aconteceres del presente, entendiéndose
como participes de un todo y prestando atención a su estancia en los diversos acontecimientos
que se develan a diario. Atendiendo los aconteceres, el historiador podrá ser
medio participe entre las ausencias que existen en los textos. La novela es
consciente de esta discusión, está presente en la escritura de la obra misma y
en la narración de los personajes y sus posturas ante los hechos que presenta.
El
trabajo de recopilación y escritura es propositivo, sin embargo, hay pasajes en
la novela que propician, al menos, dos cuestionamientos: ¿Por qué la Historia
tiene que participar en el lugar común de víctimas y victimarios al redactar
una novela/ensayo/tesis/comunicado/etc?, ¿esta exposición es un síntoma sobre
cómo acercarnos al Otro? Es trabajo del
historiador dar cuenta sobre cómo, desde cierta perspectiva, la gente de algún
sitio vive los aconteceres y opinar desde una perspectiva fuera de lugares
comunes y superficiales. El papel de víctima y victimario ha sido y es la
máxima irresponsabilidad de las personas para acatar los hechos que, por sí
mismos, de manera inconsciente o no, han resuelto. De esta forma, el
reconocimiento del Otro debe de iniciar con el de uno mismo. El acto de
re-conocer no es moral, no le legitima, no se puede legislar ni mucho menos
pedir o ser obligado, es labor de cada uno de trabajarlo internamente.
Retomando
el título de la obra: Las Mujeres de la Tormenta, podemos suponer que el libro
habla sobre el género femenino. Y acertando en la suposición a lo largo de la
novela se puede observar cómo el papel de la mujer, a través de los siglos, por
razones distintas, había sido ignorado por gran parte de la sociedad. Sin
embargo, retomando la historia oral y los archivos pasados, la autora nos
adentra a las aventuras que las mujeres de la tormenta vivieron y continúan viviendo
ilustrándonos el papel femenino que en la sociedad de Veracruz, se ha
desarrollado. Vemos pues, en cierto pasaje de la novela: “Le llenaba de orgullo
que existieran mujeres que se enfrentaban a los corruptos y exigían sus
derechos y los de todas […]”.[4]
¿Quiénes sino las mujeres se asumen así mismas como tales, cómo seres esencialmente
femeninos y libres? La maravilla de leer las distintas formas en que cada mujer
(personaje en el libro) lo hace es un deleite en la novela.
Un
clavado hacía un territorio de forma profunda, recopilando mitos, historias y vivencias
de sujetos del pasado, acontecimientos presentes, mezcolanza de sentimientos,
entredichos y decisiones, es lo que el lector podrá, entre lo que cada quién
descubra, encontrar en el libro. Recomendable para todo público, con un
lenguaje accesible y enriquecido con palabras que se remontan al siglo XVI así
como tradiciones, canciones populares, descripciones regionales, ritos mágicos
etc. es una manera de encontrarse con espacios y tiempos distintos, no por eso
distantes ni ausentes.
JAGordilloL.
[1] En el siguiente video la autora
menciona su experiencia sobre este trabajo: véase en http://www.youtube.com/watch?v=2nftwd9tdPI
(citado el 23/12/2013).
[2] Celia del Palacio, Las Mujeres de la Tormenta (México: Suma
de Letras, 2013), 192.
[3] Celia del Palacio, Las Mujeres, 192.
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