03-04-2013
Las palabras, a veces.
Introducción.
Parte de la estancia del voluntario en la Casa del Migrante de Saltillo aparte de cubrir los servicios básicos de atención humanitaria es la iniciativa sobre diversos proyectos o actividades. Como he mencionado en mis textos anteriores el fomento a la escritura y lectura ha sido parte de una de las iniciativas que, junto con los centroamericanos, hemos ido llevando a cabo.
El tema de esté texto es el invitar a las personas a que tengan un acercamiento a la lectura y escritura de la poesía. Siendo el hombre mismo y su compleja existencia tema fundamental de la poesía, hay libros y autores que abordan temas de dicha complejidad de la que formamos parte. En está ocasión con el apoyo y participación de Andrea Muriel López (estudiante de la Licenciatura en Lingüística y Literatura Hispánica en la B.U.A.P. y colaboradora de la revista virtual "Circulo de Poesía" )podremos dejar introducir a las maravillas que la poesía y la entrega al semejante se revelan ante la interacción escritor-lector.
Título:
Las cosas que se dicen en voz baja
Autor:
Daniel Rodríguez Moya (Granada, 1976).
Editorial:
Editorial Visor
Páginas:
89
Las
palabras, a veces
por
Andrea Muriel
¿Cómo buscar
sentido en un mundo que invita a no hacerlo? ¿Cómo aferrarnos a la certeza del
presente, cuando el pasado martilla sobre cada paso? Y sin embargo, ¿cómo desconfiar del presente
si el pasado no existe más y no podemos llegar a tocar el futuro?
Están aquí los días de los interrogantes comienza uno de los poemas de este libro que ya desde sus primeras páginas se convierte en un libro de búsqueda, de inquietud y asombro. Con la sensibilidad de quien nota las pequeñas piezas, muchas veces invisibles, de un rompecabezas tal como es el mundo, Daniel Rodríguez Moya nos presenta su nuevo poemario, Las cosas que se dicen en voz baja cuyo título es ya perfecto para los poemas que se encuentran en él. Publicado por la prestigiosa editorial Visor, y ganador de la XXXIX edición del Premio Internacional de Poesía Ciudad de Burgos, este libro abre la brecha del supuesto equilibrio del mundo y nos invita a recorrer una serie de acontecimientos de índole histórica, personal, filosófica, literaria, tecnológica, que de modos diversos, están tocados por inestabilidad y cambio.
La primera
parte del libro En voz baja, habla de
las palabras y la facilidad con la que éstas transmutan su sentido para
convertirse en algo más. La inestabilidad del mundo, también se encuentra en
los conceptos.
Alguien
lee libertad y levanta murallas,
fronteras
insalvables y prohíbe
el
paso en un camino
o
lo llena de zanjas.
Edifica
una cárcel con guardianes
y
quema algunos libros por si acaso.
Pero también
el silencio es capaz de transformarse en palabras, lo no dicho puede englobar
mucho más de lo que se piensa, puede revelar cuestiones que las palabras no
podrían hasta al grado de crear aforismos.
Y
entonces entendió lo que no dijo:
la
vida son hogueras en medio de la noche.
Al
apagarse, deja rastros de humo
que
nadie puede ver, pero se intuyen.
La inquietud
del poeta granadino hacia el constante devenir del mundo actual, hacia las
interferencias del día a día puede encontrarse, por ejemplo, en los siguientes
versos:
Estamos
obligados al tacto de lo efímero,
a
escuchar un murmullo y a no entender las frases.
Pero los
cambios y la incertidumbre no se dan en el mundo solamente, sino en nuestro
propio ser. ¿Somos los que éramos ayer? ¿Nos alejamos de lo que realmente somos
con el paso del tiempo? ¿Qué es el miedo sino algo que nos va carcomiendo?
Me
cubro hasta los ojos, como cuando era niño,
hasta
que llega el sueño
y
esas voces que inquietan
se
pierden en el cuarto entre la ropa
que
me pondré mañana cuando sea menos yo.
Nos
encontramos también ante la desolación de una realidad tecnológica, cada vez
más desinteresada por lo humano, cada vez más llena de incertezas. Es por eso
que Daniel reconoce que sólo una búsqueda es lo que podemos obtener de la vida.
Y siempre la perturbación al acercarnos a lo desconocido, de lo inasible.
Más
que el miedo al silencio,
el
temor de sentir
las
cosas que se dicen en voz baja.
La parte
medular del libro sin duda es el gran poema La
bestia que habla sobre el tren de carga que conduce al sueño americano o al infierno. El también llamado tren de la muerte, atraviesa México y es
abordado por migrantes que vienen tanto de Sudamérica y Centroamérica como del
mismo México en el cual miles de personas encaramadas en el techo, arriesgan su
vida por tratarse de una ruta tan peligrosa como lastimeras las condiciones del
trasporte. A propósito de este poema, que se encuentra también en la antología Poesía ante la incertidumbre, en la cual
Rodríguez Moya aparece junto con diversos poetas de diferentes países
hispanohablantes, José Emilio Pacheco comenta que “es ejemplo de una nueva
poesía trasatlántica como no se veía desde hace un siglo en los tiempos del
modernismo”. Además, el tema tiene importancia fundamental para el México
actual.
Nadie
duerme en el tren,
sobre
el tren.
Agarrados
al tren
todos
buscan llegar a una frontera,
a
un sueño dibujado como un mapa
con
líneas de colores:
una larga y azul que brilla como un
río
que
ahoga como un pozo.
En esta
misma segunda parte Apuntes para un
retrato generacional, Daniel se adentra a terrenos históricos, además del
tema de la migración, encontramos la Guerra Civil Española en el poema Winnipeg, que lleva el nombre del barco
que llegó a Valparaíso, Chile desde Francia con inmigrantes españoles por
iniciativa del poeta chileno Pablo Neruda. Y otro poema nos lleva a la
represión en El Salvador unida a la muerte de Monseñor Romero, la masacre de
Mozote y la muerte del poeta salvadoreño Roque Dalton. Daniel Rodríguez Moya se
pregunta cómo se puede caminar hoy por El Salvador sin recordar todo esto.
Es
hermoso el paisaje pero no estoy en él.
Imposible
borrar los cuerpos destrozados
en
las fotos que aún guardan en álbumes que gritan,
el
horror florecido en odio irracional,
como
es el odio a veces,
igual
que germinó también en el Mozote.
La
conciencia social del poeta es visible en muchos otros momentos, así como su sensibilidad
hacia el pasado y la memoria colectiva. Sin embargo, Daniel sabe que sólo el presente nos pertenece.
Y
comprobar
que
igual que del pasado nada es mío
del
futuro tampoco
quedará
algo en mis manos.
Los mayas
también aparecen en este poemario y abren la tercera sección La mitad de lo que conozco donde resulta
interesante y fundamental el interés del granadino hacia América, tomando en
cuenta que muchos poetas americanos, lo que hacen es justamente esquivar esta mirada. Posteriormente, en el
poema A un poeta loco, y con unos
bellos versos, cobra sentido la celebrada frase de Horacio carpe diem quam minimum credula postero.
pero
entiendes que el sol cada mañana
es
un grave reproche
por
haber malgastado tantos atardeceres.
Pocas cosas
han preocupado más al hombre que la memoria; recobrar el pasado justo como fue,
reconstruir los fragmentos de los recuerdos más preciados.
Así
son los recuerdos,
como
hilos de tiempo que están desanudados.
Forman
parte de un puzzle
imposible
de armar, siempre con huecos.
Y
a pesar de lo inútil del esfuerzo
insisto
en encontrar cómo encajarlo.
Me gustan los poemas y me gusta la vida
es la cuarta y última sección del libro. Y no sólo eso, son las palabras de Ibis
Palacios, una pequeña que asistía al taller de poesía de Ernesto Cardenal en
Managua, mientras un cáncer terrible la devoraba. De esto nos habla el poeta.
Pintas
los peces del Río San Juan
con
ojos tristes
pero
aprietas el lápiz a la vez que tu gesto
con
tanta fuerza.
(…)
Perfilas
también pájaros y espantas
el
vuelo amenazante de un negro zopilote
que
aguarda como el cáncer
a
comerse tu cuerpo que juega junto al agua.
Leer Las cosas que se dicen en voz baja, es
atreverse a entrar al terreno inestable de las verdades incómodas, en boca de
uno de los pocos poetas actuales, que además de poder hablar de su mundo
interno, tiene una filosa preocupación social, que va desde lo histórico hasta
lo filosófico y que resulta tan necesaria en nuestros tiempos. Daniel Rodríguez
Moya no duda en cuestionar las cosas que se dicen en voz baja. Y eso se
agradece.
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