Jesús Pérez es voluntario en la Casa del Migrante en Saltillo. Mi compañero de trabajo, cuarto y vida durante un año, desde tierras purépechas ha sentido el llamado a brindar su servicio al hombre. Nos comparte su experiencia:
Seguir en búsqueda
Despedirse de un ser querido, sin saber cuándo, cómo y dónde se dará el
rencuentro es una de las sensaciones más difíciles de asimilar por los seres
humanos, es una experiencia que todo migrante debe padecer. El migrante deja el
mundo conocido, lo denominado “homeland”,
su hogar, su tierra, su país, el lugar donde se despojó de su cordón umbilical,
el lugar conocido, donde es alguien que tiene un nombre, una familia, un perro,
una casa, un espacio concreto que por angas o mangas deja de ser propicio para
vivir. Muchos migrantes me han contado que la principal razón por la que están
aquí es porque no tenían nada que ofrecerles a sus hijos, “mis hijos tenían hambre y yo no podía darles siquiera un pedazo de
pan” me dice José Manuel Duarte, hondureño de nacimiento. Obviamente
existen muchas otras circunstancias para que comiencen el éxodo hacia “donde
Dios diga”, algunas son sociales como las constantes amenazas de los diferentes
grupos de maras, problemas políticos como pertenecer a un partido político
diferente al que está actualmente en el gobierno (en una ocasión tuvimos a un
miembro del gabinete de Walter Celaya), y un montón de etcéteras que quedan en
el aire.
Al comenzar su camino, la mayoría sólo lleva una Biblia, un cambio de ropa
y una cobija pa´l frio, muchos no andan[1] su
cédula o su partida de nacimiento porque en su país cobran a un precio
considerable el extravío de sus documentos que generalmente, presentan una
pésima ortografía y calidad. Bueno, parten con muy pocos haberes, la mayoría
sin “pisto”[2],
los que tienen buena suerte encuentran a gente que les da un taco, un lugar
donde pasar la noche o simplemente un poco de agua. “hay personas que nos dan
comida, y hasta nos dejan dormir en su casa” me cuentan.
En “la bestia” como se le ha denominado popularmente a cualquier tren en el
que vienen, encuentran de todo; aceite y polvo que ensucia su ropa y su cuerpo,
asaltantes que los amenazan con machetes, garroteros que cuidan el tren y les
piden una “cooperación voluntaria” para dejarlos subir al tren, mareros que les
piden $100 dólares por uso de vía y que a quien se niega le dan un balazo en la
frente, en pocas palabras, se encuentran con el “canibalismo centroamericano”,
donde personas del mismo Centroamérica son contratados por mexicanos miembros
del crimen organizado para “comerse” a sus hermanos centroamericanos
(catrachos, nicas, huanacos y chapines)[3].
Para cruzar “el umbral de la muerte” se necesitan $4,500 dólares
aproximadamente, donde el coyote da un reporte a los diferentes retenes que va
pasando el migrante (que en este caso va en camión generalmente), y le dan una
clave para que la muestre y lo dejen pasar, $4,500 dólares es una cantidad
bastante elevada donde no se le brinda ninguna seguridad a la persona que
“contrata el servicio”, simplemente se le promete ser pasado al otro lado, lo
dejan en alguna ciudad cercana a la frontera con México y ahí el coyote ya
cumplió. Aunque muchas veces no sucede eso… Muchos migrantes son abandonados a
su suerte en las ciudades fronterizas, Reynosa, Piedras Negras y otras son
testigos del abandono del que son víctimas.
Al fin, cuando llegan a Estados Unidos, se ven en un lugar extraño, en un
país donde el mensaje es “We want out” y
que simplemente se les da un trabajo que nadie quiere hacer sin ninguna
garantía o seguro, sin duda alguna el migrante deberá salir adelante por su
propio pie y a base de esfuerzo y sudor.
Pareciera que el llegar a Estados Unidos es la meta, el final de la
historia, pero ¿Qué pasa con la familia que se queda en los lugares de origen?
¿Qué pasa con los hijos? ¿Con las esposas? ¿Qué pasa con ellos? Imagínate
sentir el nudo en la garganta de no saber dónde está tu papá, tu mamá, tu
abuelo o tu abuela, porque no hay límite
de edad para ser migrante, desde bebés hasta ancianos van camino al umbral de
la muerte, en búsqueda de un sueño que a menudo se convierte en una terrible
pesadilla. Otro tema importante es la infidelidad, las esposas que comenzaron a
tener relaciones sexuales con su pareja son abandonadas por su pareja, y ésta
última tendrá también muchas oportunidades para serle infiel a su cónyuge.
Educar, formar a los hijos se convierte en una actividad unilateral, donde la
televisión, la Iglesia y el Colegio (cuando tienen acceso a él) se convierten
en los únicos agentes educativos. ¿Todo para qué? Para recibir de vez en cuando
algunos dólares provenientes del sudor y la vida de muchas personas.
Pero eso es en el mejor de los casos, existen muchos que “no la libran” que
son capturados, secuestrados de una manera absurda por su propia gente, en el
mercado, un migrante puede valer hasta 3,500 dólares, muchos son mutilados o
“tableados” para dar información de su familia, donde números telefónicos se
convierten en los principales objetivos de los maleantes. Existen otros que al
ver que está cabrón mejor se regresan y se entregan al INM[4],
después de haber calculado fuerzas, hay muchos que tienen miedo y deciden no
arriesgarse a pesar de tener apoyo y poder contratar a un buen coyote, deciden
no hacerlo y mejor desandan el camino recorrido. Muchos otros (la inmensa
mayoría) no tienen apoyo y deciden no “aventarse” porque escuchan o saben los
riesgos que corren al intentar cruzar la frontera surge en ellos un sentimiento
de impotencia, de incertidumbre y de dolor por haber estado tan cerca y tan lejos
del sueño tan anhelado.
El espectro más duro de la migración, son todos aquellos que terminan sin
sangre, los tirados en el camino, los que su sangre clama en el suelo, todos
aquellos que no tienen valor a los ojos de los gobiernos de sus países ni del
gobierno mexicano mismo, muchos de ellos terminan en una estúpida bolsa negra,
tirados en el suelo, reducidos a cenizas…
Existen apoyos fugaces y otros firmes a la migración, personas de buen
corazón que los apoyan en el camino, las casas del migrante extendidas a lo
largo de la travesía por México, el Voluntariado Jesuita, Universidades que
impulsan el estudio del fenómeno, Asociaciones civiles y religiosas que
intentan ser un oasis en medio del desierto. Muchas de estas instituciones
comienzan a perder la fuerza, comienzan a debilitarse y otras a cobrar fuerza,
algunas ya han sucumbido; la casa de Lechería que es el símbolo del egoísmo y
de la cobardía de sus habitantes, Huehuetoca que recientemente cerró sus
puertas, dejando a los viajeros del tren sin descanso a la mitad del camino.
Sin duda esto es una muestra del deshumano capitalismo, donde sólo se es más o
menos dependiendo de la cantidad de dinero que se tiene en los bolsillos, o en
simples pedazos de plástico.
Otro rescoldo que hace falta analizar es la burocracia, el aspecto político
de la migración, la nueva asignación de Ana Gabriela Guevara que presidirá la Comisión de Asuntos Migratorios en
el Senado, que ni siquiera sabe dónde ni con quién trabaja es simplemente una
burla más. (La raza dice que ahora que está Guevara va a estar más cabrón
cruzar la frontera porque ya va a poner a dieta y a correr a los agentes de
migración), la respuesta fundamental a la migración no reside únicamente en
poner una barrera de miles de kilómetros de ancho y de varios metros de alto,
sino más bien en tratar de resolver el cómo hacer que la gente de Centroamérica
tenga las condiciones adecuadas de vida para poder desarrollarse plenamente,
porque ellos no vienen por gusto.
Sin duda estar a lado de los centroamericanos es una experiencia radical,
ver su apariencia física llena de tatuajes, sus ojos cansados, llenos de
ilusiones y sueños y también de sed de venganza y justicia, es sin duda lo más
radical que he vivido, por otro lado, apreciar su oración personal, su comunión
con Dios, ver a un marero orar es algo que no tiene precio. He tenido algunos
amigos centroamericanos y la verdad son seres humanos fuera de serie, con los
que he compartido momentos agradables como el saber que nació un hijo suyo y
momentos muy duros y crueles como recibir la noticia que algunos de ellos se
les ha muerto su madre.
Pero no todo es triste, existen momentos de mucha alegría, festejar el
cumpleaños del Pbro. Pedro Pantoja y escuchar su relatos e historias, sus
sentires, escucharlos gritar de alegría al escuchar 3 veces mojado de los
tigres del norte, ver cuando juegan ajedrez y damas inglesas, el “no te enojes”,
verlos jugar fútbol con el alma, apreciar que son seres humanos magníficos que
simplemente no tuvieron la suerte o la mala suerte de nacer en un país desarrollado,
son seres humanos en toda la extensión de la palabra, con sueños y aspiraciones
propias, donde el único aliciente es seguir en búsqueda.
Jesús Pérez Ibarra
Voluntario Jesuita
Muy bien mi Chuy... para ser el primer artículo, me parece que esta muy Ad Hoc... Aunque considero también que algunas cosas podrían ser malinterpretadas por personas que no han visto el contexto bien o por quienes solo quisieran tergiversar el contenido para su propio beneficio... desafortunadamente no faltará quien solo lo haga por morbo... Pero tu estas muy bien Chuy... Felicidades
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