Este texto fue ganador -del segundo lugar- del concurso de reseñas 2014 que el proyecto: "1814-2014 Construcción de una identidad. La Compañía de Jesús ante su restauración"; organizó para la divulgación de investigaciones sobre el tema.
Colegios y Universidades jesuitas: de lo performativo
al acontecimiento.
Datos de la obra:
De los colegios a las universidades: los jesuitas en el ámbito de la
educación superior, Paolo Bianchini, Perla Chinchilla Pawling, Antonella
Romano, coords. México, D.F., Universidad Iberoamericana, 2013, pp.390.
Introducción.
“La escritura sólo habla del pasado para enterrarlo. Es
una tumba en doble sentido, ya que con el mismo texto honra y elimina.” [1]
Los colegios y las
universidades han sido para la historia de la Compañía de Jesús un conjunto de lugares
en los que, a través del tiempo y con espacios diversos, han servido para su
confrontación como orden religiosa; para pensar su relación con el exterior y su
quehacer en el mundo. En el presente año, 2014, la universidad continua siendo
el espacio donde la Compañía puede aprehenderse desde distintos saberes para
lograr una reflexión profunda de su continua (re)construcción. Un ejemplo de
ello es la celebración del bicentenario de la restauración de la Compañía de
Jesús.[2]
La celebración de este suceso ha congregado a diversas universidades del mundo
para reflexionar, divulgar e investigar las posibilidades y consecuencias de
dicha supresión y restauración. Los productos que han salido de estas
actividades de re-conocimiento, como el caso del libro que reseño, nos permiten
–sujetos a una comunicación dispuesta por códigos culturales– a los interesados
en el tema la oportunidad de vivir el acontecimiento de la supresión y
restauración en el camino de su porvenir.
De los colegios a las universidades se presenta así misma como una investigación que se esfuerza en explicar
las posibilidades que las instituciones educativas tuvieron para ser el soporte
en el que la Compañía de Jesús pudiera establecer su identidad. El libro[3]
se divide en dos partes: la primera, compuesta de cinco capítulos que refiere a
la educación en el “antiguo régimen” (antes
de la supresión, es decir, desde el nacimiento de la orden, 1540 d.C. hasta
1773 d.C.), sus características ante la Europa de la época y su presencia en el
Nuevo Mundo. La segunda parte esboza la inserción de la Compañía después de su
supresión, y dos casos particulares de colegios en América. No limitándose a
solamente las dos secciones, en el apéndice del libro se aborda, en breve, pero
no por ello menor, un recorrido histórico por las universidades de la Compañía
en América Latina y la importancia que estas han tenido en sus diferentes
contextos.
Antes de abarcar el resumen
de los capítulos pienso que es pertinente aclarar, aunque sea genéricamente, lo
que se está entendiendo por universidad y colegio.
Por colegio se entiende:
Por colegio se entiende:
“[…] lugares de
formación intelectual, susceptibles de atraer en cada ciclo de humanidades y
artes a muchos miles de estudiantes aunque en los ciclos superiores de
filosofía y de teología el número disminuía. […] [En cuanto a su construcción
eran] estructuras arquitectónicas de gran talla, las cuales continuaron
componiendo el paisaje de las ciudades occidentales […] [En cuanto al lazo
social] el colegio jesuita no se limita a alberga funciones de tipo escolar.
[…] la biblioteca y el observatorio son dos lugares que señalan al colegio como
uno de los principales espacios de la sociabilidad intelectual, al menos hasta el
siglo de la Ilustración”.[4]
Por universidad se entiende:
“[…] la universidad […] era […] una figurada jurídica,
que permitía a los cursantes optar por los grados.
En la medida en que una universidad real gozaba de
patrimonio y lo administraba, solía tener sede propia, con aulas docentes,
salas “de claustro”, donde los doctores congregados trataban asuntos comunes, y
aulas “generales”, donde se impartían al menos los grados menores; tal vez
también biblioteca y capilla
particular”.[5]
Teniendo como base ambas
definiciones servirán como referencia a partir de ya.
El primer capítulo del libro
se titula: “Los jesuitas en la formación educativa e intelectual del mundo moderno:
génesis y estructura de los colegios (1540-1650)”[6]. Correspondiendo al titulo, Antonella Romano estructura su texto en dos momentos: la posibilidad que tuvo la Compañía para emerger, y la construcción de un modelo educativo riguroso. La autora presenta
brevemente como el nacimiento de la orden estuvo inscrita en un momento en el
que Europa vivía una crisis en la cual, tanto la Iglesia como el conocimiento fueron
fuertemente puestos en duda. Esta situación permitió el crecimiento exponencial de la Compañía tuviera grandes alcances tanto geográficos como ideológicos. Por ello, en cada sitio donde los jesuitas llegaban procuraban fundar
un colegio o establecimiento donde se impartiera la educación. Estos lugares
servían, en un principio, para formar a las nuevas generaciones de futuros
jesuitas. Sin embargo, la fuerte demanda de las clases dominantes y letradas de
la época provocó que la Compañía abriera sus puertas al público laico con el
interés de recibir una formación. La expansión y demanda provocó que en 1599
d.C., escrita por varios autores, se publicara la “Ratio Studiorum”: “[…] plan de estudios basado en la idea de
camino intelectual, en el que la culminación era teología, ciencia soberana y
cúspide de un sistema de valores selectivo y jerarquizado […]".[7] El reglamento regulaba la enseñanza y el papel de
cada integrante de los colegios jesuitas en todo el mundo. Con esta base, los
jesuitas homogenizaron, en medida de lo posible, las enseñanzas en sus espacios
educativos. La Compañía adaptó, gracias a este plan, lo particular a lo
universal.
Los jesuitas, gracias a su
gran organización, se expandieron rápidamente a lo largo de Europa de los
siglos XVI, XVII y XVIII. Había colectivos políticos, eclesiales e intelectuales
que no estaban de acuerdo con este crecimiento e influencia. El segundo
capítulo del libro: “Los colegios jesuitas y la competencia educativa e intelectual del
mundo católico entre el fin del Antiguo Régimen y la restauración”[8]
expone como el antijesuitismo se
manifestó, en especifico, hacia el siglo XVIII en Europa. La intolerancia fue tan aguda que, a partir de este estudio, se puede ver el
proceso que llevó al Papa a tener que suprimir a la orden.
En materia de la educación,
la Ratio Studiorum había sido un
éxito. Ya que, con este orden, la educación jesuita llegó a tener la misma
importancia que las universidades de la época. Incluso, entre ambos espacios,
el intercambio de docentes, investigadores y conocimientos era normal. Aunque
las Humanidades eran la especialidad de los jesuitas, las ciencias llamadas
“exactas” también fueron sólidamente estudiadas. Razón por la cual la Iglesia
tuvo problemas con la orden. Sumando a este inconveniente, la orden tuvo
dificultades con la reestructura que tenían la mayoría de Estados europeos en
el siglo XVII y XVIII; ya que el Estado comenzó a tener intereses por formar,
con sus ideales, a los ciudadanos. La educación religiosa, en general, mermó. A
partir de esta separación Iglesia-Estado se concibió a la Iglesia como
formadores de buenos cristianos, mientras que al Estado –en cuanto a la
educación– se le consideraba como la institución que moldeaba buenos
ciudadanos. El momento que tuvo más fuerza en cuanto a esta dislocación fue a
partir de que los reinos borbónicos controlaron algunos de los reinos en Europa
dando pie a la supresión de la Compañía de Jesús.
Tras la supresión, la
pedagogía jesuita cambió radicalmente:
“[…] basándose en la obediencia y en el respeto de las
normas que habían regulado el tradicional funcionamiento de la sociedad, los
exjesuitas alcanzaron una cuarta tipología de deberes. Además de los deberes
hacia Dios, hacia el hombre y hacia uno mismo, comunes a toda la literatura
educativa contemporánea, establecieron la obligación de obedecer a la autoridad,
ya fuera laica o religiosa”.[9]
Adaptada la Compañía a las
necesidades de la época, el sistema político europeo decidió devolverle su
lugar en la Iglesia y acentuarlo en las Academias.
Restaurada la Compañía
después de su ‘ausencia’ en Europa se dio cuenta de los grandes cambios que
habían sucedido tanto en el viejo continente como en el Nuevo Mundo. El tercer
capítulo: "Jesuitas y universidades en el Nuevo Mundo: conflictos logros y
fracasos”, Enrique González González, con una gran lucidez, esboza cómo los
jesuitas tuvieron que enfrentarse, especialmente en el campo educativo, a los
regímenes del Nuevo Mundo.
En cuanto la universidad y el
Nuevo Mundo, dice González: “[…] se vio a las universidades como instrumentos
con el fin de formar a los hijos de españoles para el ministerio del culto y
los cargos medios del gobierno secular”.[10]
Aún siendo una institución necesaria para la formación política del Nuevo
Mundo, las universidades tenían una gran desventaja: la distancia de la Corona
(Europa) e Iglesia (Roma). El gran problema para que una universidad fuera
autónoma era el conseguir todas los permisos y constancias del aparato político
y de la Iglesia. Aún con esta situación, algunas universidades pudieron ejercer
y recibir a varios alumnos.
La Compañía de Jesús, al
tener una gran actividad en el campo académico, la revolución de la imprenta
impactó de gran manera en sus métodos de enseñanza así como en su difusión en
el mundo. El capítulo IV: “El papel de las bibliotecas jesuíticas en la
fundación de la cultura moderna” de José del Rey Fajardo S.J. expone como las
bibliotecas y toda la lógica que hubo alrededor de ellas permitió, a los
jesuitas, establecerse entre los grandes productores de libros de la
‘modernidad’[11]. Una
minuciosa investigación a lo largo de la historia de los colegios y universidades jesuitas lleva al autor a
escoger algunos de los casos más representativos donde las bibliotecas tuvieron
gran importancia para la Compañía. Por ejemplo, el caso de la biblioteca
Javeriana es analizado rigurosamente exponiendo la lógica que esta tenía
consigo para poder funcionar. Así mismo, al analizar la lógica de la biblioteca
se pueden observar los saberes que, en ese entonces, predominaban al conocimiento académico.
La cultura del libro y la
biblioteca atravesó las aportaciones de la Compañía de Jesús en su conformación
intelectual. El capítulo V: “Los jesuitas y la República de las Letras: el
desencanto del mundo”, Antonio Trampus recorre una breve historia sobre como
los jesuitas consolidaron su formación intelectual.
Tras la supresión en el siglo
XVIII, una gran sección de la comunidad exjesuita formó parte del circulo
intelectual europeo. Antonio Trampus hace una lograda diferenciación de lo que
significaba ser intelectual en el Antiguo régimen así como en el Nuevo. En este
ultimo, la opinión jesuita difundida por los medios de comunicación de aquel
entonces, se volvió cotizada y daba pie a diversas discusiones con otros
gremios intelectuales como por ejemplo los masones.
El siglo XVII y XVIII para
los jesuitas fue un momento en el cual escribían acerca de los viajes que las sus
misiones por todo el mundo. Esta literatura fue un éxito debido que a los lectores les gustaba las crónicas, los
mitos ‘salvajes’, y en general las culturas que había en el Nuevo Mundo.
La segunda parte del libro abarca tres capítulos: “Los colegios jesuitas en la América del siglo XIX. Tradición, continuidad y rupturas” (Francisco Javier Gómez Díez), “Más allá del tiempo: el colegio jesuita de San José de Manila (siglos XVI-XX) [Josep María Delgado y Alexandre Coello de la Rosa] y “Ausencia y presencia de colegios jesuitas en la educación superior en México: San Ildefonso y San Gregorio (1800-1856) [Rosalina Ríos Zúñiga]. En los capítulos mencionado el eje está siendo la adaptación de la Compañía al Nuevo Mundo que, en ese entonces, era visto como el lugar donde se tenía la oportunidad de crear la utopía europea. Sin embargo, con el paso del tiempo y la diferencia de dinámicas en torno al contexto americano pronto provocó que los lineamientos, hasta ese entonces considerados universales, cambiarán para buscar una estabilización y permanencia de los jesuitas, en general, en el mundo. Los dos últimos capítulos de la segunda parte tratan en especifico de instituciones educativas en América y como se desarrolló allí el proceso de re-organización de la Compañía.
A partir de la reorganización
que tuvo lugar en el territorio que hoy conocemos como América Latina, se
lograron fundar, a lo largo del siglo XX, más de veinte universidades de la
Compañía de Jesús. Cada una tiene su propia historia y relación con su contexto.
Sin embargo, hay características que buscan mantener la correspondencia entre
sí. Entre ellas están las investigaciones científicas, el intercambio
académico, la competencia deportiva, la formación y acompañamiento espiritual y
cierto entendimiento del lazo social. Este conjunto de objetivos han logrado
cohesionar, dentro de lo posible, a la Compañía de Jesús a partir de la
educación.
La estructura y contenido del
libro es amable ya que permite, al lector aficionado y al profesional, poder seleccionar los ensayos; ya
sean de una investigación completa y general como es la primera parte el libro,
ya sean investigaciones muy especificas y con un lenguaje más académico, como
lo es la segunda parte del libro.Ya sea por interés general
y/o especifico, este libro es la opción para quien quiera ingresar –al gran
universo que compone– la relación entre la Compañía y la educación.
De lo performativo al acontecimiento.
Este apartado es un esfuerzo
de ligar el libro y su reseña a un par de nociones que nos permiten pensar
distinto el acontecimiento que los capítulos del libro refieren: la construcción
de una identidad.
Entendamos
la identidad como el proceso que una unidad (ya sea social y/o individual)
trabaja para volver pensable, aprehensible e interpretable la Realidad. Este
proceso es igual a movimiento. ¿Por qué? Por un principio sencillo: toda
elección de lo que sea requiere de una discriminación. Es decir, construir una
identidad es un proceso infinito que en su deseo de llegar a establecer Una
identidad, solamente afirma la imposibilidad de hacerlo. Sin embargo, el diagnóstico
no cesa de mostrarnos los síntomas del deseo de totalidad y uniformidad, mismas
que llevarán a la creencia e invención de la identidad, en este caso: la
identidad de la Compañía de Jesús. Un ejemplo es la creación y ejecución de la Ratio Studiorum. Este documento del
siglo XVI, como mencioné anteriormente buscó la homogenización de la educación
y de todo agente activo (profesor, alumno, etc.) en base a un principio
acordado. Es decir, la Ratio Studiorum
es un acto performativo, un acto dispuesto, planeado, programable. Sin embargo,
hay sitios donde la Ratio no penetró
ni pudo, en su momento, siquiera servir de algo. Ese momento sucede en el
siguiente quiebre entre los siglos XVIII y XIX:
“La diversidad entre los países dificultó establecer el
mismo tipo de colegio en todas partes; la nueva realidad política enfrentó a
los jesuitas con el anticlericalismo y, al mismo tiempo, con el control
excesivo que los Estado pretendían ejercer sorbe toda actividad educativa; las
nuevas demandas arrinconaron la antigua cultura humanística y plantearon la
necesidad de una educación con nuevos contenidos que se acomodara a dominio de
la técnica y, por lo tanto, en la medida en la que los jesuitas intentaran
mantener el viejo sistema, centrado en la filosofía y, en principio, impartido
en latín, el choque con los padres de familia sería inevitable”.[12]
La diversidad, lo Otro, la
diferencia, lo intangible. Esas son las barreras de lo performativo. De lo que
la educación, en momentos del Antiguo Régimen, quería lograr: un saber
universal que erradicara toda diferencia. Sin embargo, el residuo de este
discurso universal se presentó como resistencia al deseo de lo homogéneo con el
acontecimiento: “El acontecimiento debe no sólo sorprender al modo constatativo
y proposicional del lenguaje del saber […] sino que ni siquiera debe dejarse
regir por el speech act performativo
de un sujeto.”[13]Por
ejemplo, en materia de educación de la Compañía: se puede notar, a lo largo del
libro, como fue que el “descubrimiento” del Nuevo Mundo y la necesidades
particulares de cada provincia de la Compañía requerían un trato especial, lo
que resultaría hacer a un lado los planteamientos universales que se pensó
podían regir todo el mundo, para adaptar lo universal a lo particular.
El síntoma, en un principio
totalizador, se convierte en una necesidad de entendimiento del Otro sin querer
‘conquistarlo’ totalmente como en un pasado. El síntoma ahora es una pasión por
querer entender al Otro. Una especie de posesión que a su vez mantiene a
distancia. Este proceso se dio en su momento en la universidad. No obstante, el acontecimiento, siempre entre el residuo, re-construye a lo performativo
en silencio.
De aquí que la identidad de
la Compañía de Jesús sea un proceso de des(cons)trucción, siempre
atravesada por el acontecimiento.
JAGordilloL.
[1] Michel de Certeau,
“La operación historiográfica”, en Michel de Certeau, La escritura de la historia, México, UIA, 1993, p. 85.
[2] La supresión
oficial fue anunciada en el año 1773 por papa Clemente XIV. La restauración
oficial ocurrió en el año 1814 por el papa Pío VII.
[3] En el siguiente
link: << http://www.restauracionsj.ibero.mx/?page_id=2630 >> se puede
apreciar el recorrido académico de cada autor que colaboró en este libro.
[4] Antonella Romano, Los jesuitas en la formación educativa e
intelectual del mundo moderno: génesis y estructura de los colegios
(1540-1650), trad. Norma Durán, en “De los colegios a las universidad: los
jesuitas en el ámbito de la educación superior”, Paolo Bianchini, Perla
Chinchilla Pawling, Antonella Romano, coords. México, D.F. Universidad
iberoamericana Ciudad de México, 2013, p.50-51.
[6] Antonella Romano, Los
jesuitas en la. op. cit. pp. 27-54. Apropósito de este capitulo; noté en mi
lectura que constantemente la autora menciona el concepto de “dispositivo
intelectual” sin definirlo concretamente. Una reciente investigación del
psicoanalista Néstor A. Braunstein aborda
este concepto aclarando las imprecisiones del mismo. Remito a su obra:
Nestor A. Braunstein, El inconsciente, la
técnica y el discurso capitalista, México, Siglo XXI, 2011, pp.194.
[8]Paolo Bianchini, Los colegios jesuitas y la competencia
educativa en el mundo católico entre el fin del Antiguo Régimen y la
restauración, trad. Marlene Lelo de Larrea. En: “De los colegios a las
universidad: los jesuitas en el ámbito de la educación superior”, Paolo
Bianchini, Perla Chinchilla Pawling, Antonella Romano, coords. México, D.F.
Universidad iberoamericana Ciudad de México, 2013, p. 57-93.
[11] El concepto
‘modernidad’ no es definido por el autor. Aún con esta ausencia, a lo largo del
texto y revisando su estructura, se podría decir que se refiere a la época en
la que la industria y por consiguiente su producción comienza a dispersarse por
Europa entre los siglos XVI al XVIII.
[12]Francisco Javier
Gómez Díez, Los colegios jesuitas en la
América del siglo XIX. Tradición, continuidad y rupturas. En: “De los
colegios a las universidad: los jesuitas en el ámbito de la educación
superior”, Paolo Bianchini, Perla Chinchilla Pawling, Antonella Romano, coords.
México, D.F. Universidad iberoamericana Ciudad de México, 2013, p. 203-239.
[13] Jacques Derrida,
“Universidad sin condición”, trad. Cristina de Peretti y Paco Vidarte, Madrid,
Trotta, 2ª ed., 2010, p. 71.
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