lunes, 11 de agosto de 2014

La escritura de la Historia, el poder y la cultura en 'América' Latina. Hacia una crítica.

07, 10 y 11 de agosto de 2014.

La escritura de la Historia, el poder y la cultura en ‘América’[1] Latina. Hacia una crítica.

“La violencia original no es la guerra de todos contra todos invocada por los pensadores clásicos, sino que es la hostilidad que una comunidad humana –familia, aldea, nación, religión, entidad cultural– experimenta casi siempre contra los extraños y extranjeros. Violencia espontánea del espíritu de campanario, violencia ideológica y conquistadora de una particularidad que se erige en ley universal, que reclama para sí el monopolio de la civilización y que combate la diversidad humana en lugar de reconocer la igualdad entre culturas”.[2]

Introducción.

            Sí algún historiador mexicano vivo ha trabajado a lo largo de su carrera profesional, el tema del poder y la cultura es Enrique Krauze.[3] A lo largo de su obra, Krauze, ha abordado el emplazamiento que –según su postura– existe entre la biografía de un sujeto y las decisiones del mismo mientras ocupa algún lugar en la esfera política, principalmente, en el territorio latinoamericano. La propuesta del historiador ha sido controversial. Se le ha criticado fuertemente por el gremio académico[4], por los grupos de intelectuales de izquierda[5], y por cierto grupo de lectores que, sin más que argumentos vacíos, llaman al autor “un historiador del poder y de derecha”. Así mismo, ha sido festejado con premios tanto nacionales, como internacionales por diversas instituciones ocupadas en el fomento de la cultura; y, cómo empresario cultural, su éxito (que festejo, admiro y respeto) ha sido, en todos los niveles, una propuesta integral y sólida.
            El semestre anterior (enero – mayo 2014) en la universidad me fue asignado a leer y analizar un par de capítulos de las más recientes obras de Krauze titulada: “Redentores. Ideas y poder en América Latina”.[6] Acudí a la biblioteca a conseguir el libro. Apenas llegué al volumen y comencé a hojearlo (hacía tiempo que lo veía en las librerías, desde entonces había llamado mi atención) y revisar el índice así como la introducción. Decidí adquirirlo. Una vez terminado el semestre empecé a leer el libro, ahora sí, de principio a fin. Dentro de tantos temas abordados, fueron tres los que llamaron mi atención en esta primera lectura: a) el maro teórico que Krauze propone, b) la aportación del libro, en general, y por último c) la tesis central (la política en América Latina ha sido atravesada por la cultura religiosa).
            Una vez expuesto mis intereses centrales del libro, decidí, como acostumbro, hacer un análisis crítico del texto. Principalmente por un interés personal: en mi experiencia –en diversas ONG`s y proyectos de incidencia social–, mucho del contacto con el Otro, específicamente, con los así llamados “grupos rezagados, minoritarios, violentados, etc (‘indígenas’, migrantes, campesinos, etc.).”, ha sido a partir de una ideología redentorista, que, sabiéndolo o no, y en nombre de defender los derechos humanos, no hacen más que colonizar a estos grupos. (La propuesta de Krauze, en el libro, es que este mismo síntoma se ha encontrado a lo largo de la política en América Latina desde finales del siglo XIX.)
            Este artículo estará dividido en 4 partes: a) una breve reseña del libro, b) una crítica de la teoría de la historia con que el libro es abordado, c) señalar las aportaciones del libro y establecer una crítica a las ONG`S, hoy; y d) una conclusión. Como mencioné en mi artículo anterior, debido a la extensión de este texto el lector puede decidir sí leer uno de los apartados o todos. En especial, pido paciencia al leer esta artículo. Pienso que la crítica que hago aquí propone y puede abrir una discusión interesante con más de un gremio y más de una persona.

Reseña.

            América Latina –hacia finales del siglo XIX– fue el escenario dónde las ideologías, sobre todo la marxista, atravesaron el ámbito político teniendo como consecuencia la independencia, por ejemplo, de Cuba; la constante y múltiple creación y difusión de libros y revistas que fueron los canales de comunicación entre las ideas de la época y lectores; entre otras cosas. Enrique Krauze, atento a estos cambios, elige a 12 personajes que han sido ejemplo y culto para emprendimientos culturales, guerrilleros y políticos ya entrado el siglo XX. Esta compilación de sujetos dio a luz, en 2011, a la obra que el autor tituló: “Redentores. Ideas y poder en América Latina”. Krauze, abordará el tema, como acostumbra, elaborando las biografías de cada protagonista seguido de una reconstrucción del contexto cultural que los rodeaba para explicar –ya con la interpretación del autor– cómo la vida personal de cada una de las personas influyó, determinantemente, en sus decisiones e inclinaciones tanto ideológicas como pragmáticas.
El libro consta de 10 divisiones/secciones. La primera compuesta por el prefacio comienza remitiendo una obra que el autor tomó como inspiración: “Me inspiré en los libros de Isaiah Berlin sobre los pensadores rusos, y en Hacia la estación de Finlandia, obra en la que Edmund Wilson mezcló el análisis ideológico y la biografía”.[7] Así mismo esboza brevemente el contenido del documento y su la hipótesis central : “En América Latina el trasfondo religioso de la cultura católica ha permeado siempre la realidad política con sus categorías mentales y paradigmas morales”.[8] Por ultimo,  el autor resume los próximos capítulos de su obra cerrando, el prefacio, con una pregunta que será la que guíe la narrativa de su investigación: “¿Redención o democracia?”.[9]
La segunda división se titula “Cuatro profetas”. En esta sección incluye la biografía de José Martí, José Enrique Rodó, José Vasconcelos y José Carlos Mariátegui. En general, esta división enuncia cuales fueron las actitudes de estos protagonistas en una época en la que los Estados Unidos, con su crecimiento económico, fue el país a su vez ejemplo y, más tarde, combatido por la ideología latinoamericana. Así mismo, en cada personaje, es tratada y seguida puntualmente cómo, en su producción intelectual, fueron madurando sus aportaciones y análisis, desde temas filosóficos como los de Vasconcelos, hasta los ensayos del marxistas Mariátegui.
Una característica de este apartado es cómo Krauze, al (re)construir sus vidas, hace énfasis –en los cuatro personajes– de un momento crucial en sus vidas. Éste está compuesto de un periodo en el cual, por diversas razones, los sujetos, fuera del país de su nacimiento, reflexionan acerca de la incidencia que tiene una persona sobre otras y viceversa teniendo, como conclusión, que todo cambio debe y tiene que comenzar con uno mismo. Por ejemplo, hablando de José Martí: “[…]la libertad es un recurso que sólo existe en primera persona. La libertad no puede ser dada por alguien más: es algo que la persona misma debe tomar”.[10]
            La tercera división y la más extensa del libro (165 páginas) se titula: “El hombre en su siglo”. El personaje principal es Octavio Paz. Krauze, comienza la biografía a partir de la aportación que el abuelo del Novel tuvo en la época de Porfirio Díaz; continuando con el padre del escritor, siempre ausente, cabalgando con revolucionarios, en comunidades aledañas a la Ciudad de México defendiendo indígenas y participando en sus fiestas; y, atado a su ingesta de alcohol, muriendo en unas vías del tren. Todos estos acontecimientos, lejos de haber sido, según Krauze –a propósito, amigo y colega de Paz– siempre retornaran en la vida de Paz afectando profundamente sus obras textuales.
 Desde los momentos en que Paz, en su casa en Mixcoac, acudía a la lectura y escritura, hasta su muerte, Krauze presenta una serie de sucesos y sujetos que afectaron en la vida del fallecido poeta. Sin duda, el mejor capítulo de la obra del historiador mexicano; desde la prosa, la información y, en mayor medida –pero esto es mi interpretación– el acto de luto que Krauze le dedica a su amigo Paz.
            La cuarta división “Iconos revolucionarios”, Eva Perón, Evita; y, el famoso y (des)conocido “Che” Guevara son los sujetos llamados a la investigación. Acerca de Eva Perón, Krauze, propone que sus actividades de caridad extremos, su participación con la clase baja de Argentina, y su discurso, fueron causados por la niñez de Evita. Además del populismo que Eva logró controlar, Krauze, reconstruye el diálogo y alianza entre Argentina (su sector político) y los nazis. Incluso, se dice, que el tesoro nazi estuvo en territorio argentino y, parte de éste, fue el que financiaron los continuos excesos de la, ahora santa-no oficial (pues, miles de cartas fueron enviadas al Vaticano para pedir su canonización, misma que fue denegada), Eva Perón.
            En un segundo momento, el “Che” Guevara, es puesto críticamente en escena. Una vez trazada su biografía, el aporte de Krauze, es hacer la distinción entre lo que el “Che” Guevara significa como invención e ícono alabado; y, lo que Ernesto Guevara de la Serna pudo ser, pero, debido a su idealización, se ha borrado a través de la escritura sobre él y las playeras con estampados de su rostro. En especial esta biografía, aunque corta, se sitúa en una directriz que bien puede ser comparada con la escritura de la biografía de este mismo personaje hecha, por ejemplo, por Pacho Odonell, Paco Ignacio Taibo II, entre otros; brindando una opinión más aguda en tanto a la recepción de la vida de este sujeto, el “Che” y Ernesto, en los movimientos revolucionarios de los 60’s en América Latina.
            Es, “La novela y la política”, la quinta sección de este libro, dónde, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa –ambos premio Novel de literatura– son reconstruidos. La primer parte dedicada al “Gabo”, Krauze, hace énfasis en la relación entre el escritor y su abuelo, quien, al parecer, ha sido el modelo de sus diversas novelas, en especial, en Cien Años de Soledad, por supuesto, representado por Aureliano Buendía. El primer regalo del abuelo del Gabo, quien tenía por nombre Nicolás Márquez Mejía (1864-1936), fue un diccionario. Este regalo representa, según Krauze, el símbolo de poder en Colombia ya que: “Colombia no era cualquier lugar: era una república de gramáticos. […] no menos de cuatro presidentes de la república, un vicepresidente y otros magistrados –todos del bando conservador– habían publicado compendios de tratados (en prosa y verso) sobre la ortología, ortografía, filología, lexicografía, prosodia y gramática del idioma castellano”.[11] A continuación, el biógrafo continuará esbozando su biografía haciendo un énfasis en la relación entre el Gabo y Fidel Castro. Ésta relación es puesta sobre la mesa en cuanto a la ética y moral que, Márquez, tenía frente al país de Cuba en todo sentido.
            La segunda parte de la sección, dedicada a Mario Vargas Llosa, Krauze –por cierto, cercano al autor de quien escribe– perfila lo que va a ser el eje central de su texto y de la vida de Vargas Llosa. Este pasaje se compone de la violenta relación por parte del padre del escritor peruano hacia Mario en su infancia; y, en un futuro, el casi abuso sexual que un sacerdote pretendió ejercer en el, en ese entonces, estudiante. Estos atentados por parte de una figura patriarcal –repito, desde la hipótesis de Krauze– serán lo que más adelante hará que el Novel peruano fije una postura política que lo llevaría, incluso, a postularse como candidato a la presidencia de su país. Más crítico del poder que García Márquez y más cercano a la nostalgia debido a su vida personal, Mario Vargas Llosa es un ejemplo más de cómo la cultura, el poder y la biografía, actúan en más de un plano, con más de una consecuencia –según la postura de Krauze–.
            De nuevo en territorio mexicano, en especial al sur del país, en el Estado de Chiapas, Krauze elabora la sexta sección de su libro: “Religión y rebelión”. Ahora los protagonistas son Samuel Ruíz y el Subcomandante Marcos. Comenzando por Ruiz, Krauze pone en juego cierta concepción que se tiene de Fray Bartolomé de las Casas, como redentor indígena; y, la participación de Samuel Ruiz mientras vivió. Jugando con estas dos hagiografías (historias de santos), Krauze, menciona que Samuel Ruíz al ser el apóstol de los indios, lejos de proponer una democracia, actúo hacia una redención.
            En un segundo momento, el “Sup” es puesto a discusión. Tras mencionar pasajes de su vida personal y enfatizar su educación con los jesuitas, Krauze, continua con la formación intelectual y mediática que, Rafael Vicente Guillen (el Subcomandante Marcos, según unas versiones), adquirió en su estancia como docente en una universidad pública en la Ciudad de México. Tras repasar estos momentos, Krauze, discutirá la validez y la estructura sobre cómo la rebelión zapatista fue un movimiento, al igual que en Nicaragua (post-Sandino), estudiantil y no indígena.
            La séptima sección, ya con un preámbulo expuesto, el escenario y el personaje se acerca más a nuestro presente. Hugo Chávez será el Caudillo “posmoderno” de Krauze. El capítulo es un resumen del libro que, anteriormente, dedica el autor al mismo personaje titulado “El poder y el delirio”. La tesis central de esta biografía crítica es la obsesión recurrente, continua y en crecimiento que el expresidente de Venezuela tuvo hacia Simón Bolívar. Héroe para Chávez, despreciable para Marx y Engels, Bolívar y la figura en extremo idealizada fue lo que permitió que, el ahora fallecido político, junto con un discurso –por cierto no tan culto como todos los demás redentores menos Eva Perón– se pudiera postular como el salvador, no solamente de Venezuela, sino, rompiendo fronteras: de toda América Latina.
            La octava sección está integrada por un epílogo en el que, resumiendo sus aproximaciones e investigaciones, Krauze, muestra como todos los personajes que escogió, lejos de apegarse a la democracia –modelo político adoptado por México a partir del año 2000–, por cierto, sueño y convicción de números personajes en el país, ha sido una incursión mal lograda. Sí se trata de ser redentor o un personaje o grupo que represente a una democracia, a propósito, fragmentada y gradualista, Krauze, prefiere el camino democrático, todo, menos caer, como desde el siglo XIX, en manos de un@ redentor(a).[12](La novena sección está compuesta por la bibliografía y la decima por un índice onmomástico.)

            “Redentores. Ideas y poder en América Latina”, más que un texto histórico –que más adelante discutiré– tiene la capacidad de ser una análisis de un intelectual que ofrece –para un lector tanto de izquierda como de derecha, e inclusive, centro– poder tener una opinión que salga de las radicalidades donde se encuentran dos de estos grupos. No es una agresión ante los personajes propuestos, ni mucho menos una crítica vacua; más bien, un análisis desde una perspectiva que busca abrir la discusión de las diferentes propuestas culturales y políticas que existen hoy en México. Tal vez, con el fin de pensar cuales son hoy nuestras posibilidades de acción; tal vez, invitando a reflexionar las creencias que la educación oficial nos ofrece y por consecuencia, nuestra ingenua idolatría a figuras que han sido brutalmente manipuladas sin un trabajo cuidadoso.
            Para el historiador esta obra es un material perfecto para trabajar la historiografía mexicana en el siglo XX1; para el lector no-historiador, es una oportunidad de suspender paradigmas que contaminan la opinión vulgar sobre la política y la cultura en América Latina y pensar, más allá de lo cotidiano, el trasfondo de todo acontecer. Sin embargo, sería un error tomar a este libro sin una crítica, es decir, reaccionarlo y no razonarlo; ya que, al ser un documento con importancia en todo sentido cultural, debe de ser sometido a análisis del mismo para pensar sus alcances y limitaciones.

Redentores. Ideas y poder en América Latina”. Hacia una crítica de la teoría de la historia de la obra de Enrique Krauze.

Advertencia.

            Este apartado tiene la intención de sustraer la teoría de la historia, es decir, las bases ideológicas y teóricas en las que un historiador sustenta su investigación, de la presente obra. Este ejercicio es motivado por dos razones principales, pero no por ello esenciales: 1) ejercitar mi capacidad de analizar la perdurabilidad del dispositivo en la escritura de la Historia[13] y 2) reflexionar el libro en mi campo disciplinario. Así mismo este apartado no tiene la intención crítica personal, ni de “mala leche” contra el autor y la obra. Es, solamente, la interacción entre dos puntos de vista: el mío y la apropiación que hago de la obra de Enrique Krauze.

Crítica.

            La crítica, en este apartado, se entiende cómo: un análisis del texto que busca entender su estructura y modus operandi en tanto cuerpo narrativo, un análisis que localiza las bases teóricas del texto; seguido por una comparación con otra propuesta teórica teniendo como resultado la limitación de la primera así como su alcance; y, la divulgación de este ejercicio con el ‘fin’ (vaya la aporía) de que esta producción crítica fomente la conversación entre dos o más personas.
            Una vez acotada la definición de crítica –en este caso en particular, porque, recordemos que todo concepto es noción y por consecuencia esté no es universal, más bien, es en tanto caso particular– comenzaremos por la primera parte que se compone de la estructura del libro.

La estructura.

            La estructura del libro, como lo mencioné más detalladamente en la reseña, está compuesta por secciones, en total, 10. En la primera, se esboza el alcance hacia donde se dirige la investigación. De la segunda a la séptima sección, se traza el cuerpo narrativo que sostiene a la tesis planteada por el autor. La octava es la presentación y argumentación final de la tesis central. La novena sección, está compuesta por la bibliógrafa dispuesta al autor así como algunas notas personales acerca de la investigación; siendo la decima parte un índice onomástico. Cómo resultado tenemos: un cuerpo dividido en 10 secciones dónde son 2 las que plantean la situación, 7 que la desglosan, 1 que sostiene la desglose (bibliografía) , y por último, 1 que refiere a conceptos y palabras en especifico.

Reconstruyendo la teoría de la Historia de Enrique Krauze.

            En trabajos anteriores, Krauze, enuncia –sin profundizar demasiado– desde dónde analiza y trabaja sus investigaciones. Tal es el siguiente caso en una publicación en 1977 –por cierto, con más 100, 000 ejemplares vendidos–: “La teoría y el método utilizados en esta sección son semejantes, por obvias razones, a los empleados en la Biografía del poder [libro anterior del mismo autor] […]”.[14] Es decir, Krauze, ha trabajado más de una vez el siguiente sustento teórico: “De hecho, el libro propone un modelo hermenéutico […]”.[15] Ahora, por partes. (Es especial este primer desglose de la propuesta de Krauze debido a que, como más adelante expondré, en el libro “Redentores…” no explica, ni enuncia –en una lectura literal– la metodología de su investigación. Este primer apartado es una introducción a la teoría de la historia que Krauze deja ver entre líneas.)
            Sustraigamos, de la primera cita, una afirmación: “La teoría y el método utilizados […]”.[16] Traduciré la literalidad en mi lectura sintomal: La teoría y el método son utilizados en tanto que el historiador tiene la capacidad de elegir la teoría y el método desde donde va a trabajar. Es decir, el historiador dispone de herramientas de análisis. Por consecuente, el historiador utiliza a las herramientas. En conclusión, el historiador es libre de decidir sus herramientas y por ser libre –si se entiende la libertad como capacidad de elección sin restricción y/o oposición de algún suceso, sujeto u objeto,  e inclusive ideología– decide sobre una paleta de opciones (en este caso herramientas) utilizar una de ellas. (En otras palabras: el historiador está por ‘encima’ de toda herramienta para analizar lo que convierte, al historiador, en un sujeto que no se ve afectado por las posibilidad de pensamiento de un espacio y un tiempo, porque, como dije, utiliza, elige.)
            Es, desde lo enunciado en el párrafo de arriba dónde Krauze parte. Sin embargo, acerca de la “utilización”, cabe preguntar: ¿es, como Krauze propone, el historiador/la persona quién utiliza algo, o, es el historiador/la persona utilizada por ese algo? Parecería absurdo pensar que nosotros, los hombres, somos utilizados por las herramientas que usamos. (Porque, claro, está visión del hombre corresponde al de cierto humanismo que tenía como principio, centro, y fin de toda existencia, al hombre.) Sin embargo, hoy, no es posible solamente pensar de esa forma. Por ejemplo, Néstor A. Braunstein, en una obra reciente (2011), plantea lo siguiente:[17]

Ahora bien, con un mínimo esfuerzo de la memoria podemos recordar tantos programas de radio y televisión en donde el conductor, llegado el momento, dice: “La tiranía del reloj no obliga a suspender ahora este interesante diálogo que hubiéramos querido proseguir, etc…”. El reloj le sirve al locutor para decretar el fin del programa, pero en esa circunstancia él no hace lo que quiere sino lo que el reloj, razón materializada y materia racionalizadora, ley del tiempo social, le impone. Él, su entrevistado, el público, los dueños de la empresa de comunicaciones, los anunciadores, todos, son “siervos” del reloj al que deben servir. El reloj marca el tiempo de nuestras acciones y  nosotros llevamos las marcas que él nos impone cuando pauta nuestra existencia. El “mecanismo” se ha transformado en un “tirano”; es un déspota que impone su razón a nuestros deseos. El dispositivo del programa mediático –el anunciador compró un cierto tiempo de “salir al aire”– debe obedecer a las órdenes que imparte el reloj, sordo a cualquier reclamación. ¿Y los actores y espectadores? Somos los servomecanismos de nuestros aparatos prestadores de “servicios” que no son –recordemos– sino productos industriales, mercancías que se comercian, objetos a los que hay que cuidar respetando sus normas de funcionamiento, protegerlos del robo eventual, darles cuerda oportunamente o cambiarle las baterías cuando se agotan.

            Cómo se puede leer en la larga cita, es el objeto, el libro, las teorías, las ideologías, etc. lo que nos utiliza a nosotros. No nosotros a ellos. Esto es posible en tanto que el hombre nombra a un objeto, digamos, libro. Al darle nombre, espacio, lugar en la presencia, este reconocimiento crea al objeto. El lenguaje crea objetos. Por sí solos no existen. Necesitan ser nombrados para existir. Una vez nombrados, el hombre, se adapta a ello. (Uno no coge el lápiz como uno quiere o desea, uno lo coge como el lápiz nos dicta que lo agarremos.)
            Genéricamente está planteado el punto de vista de Krauze de la utilización. Ahora, teniendo como base al historiador francés Michel de Certeau, acotemos las generalidades hacia el aspecto que aquí me concierne: la teoría de la historia.
            Krauze, menciona que la teoría y el método son utilizados. Sin embargo, la escritura de la Historia no utiliza teorías y métodos. La escritura de la Historia es dispuesta por una epistemología que rige a una sociedad (claro, a partir del siglo XIX. Antes no es posible hablar de Historia como hoy la conocemos: ‘escritura del pasado’). La sociedad está compuesta por instituciones. Las instituciones son compuestas por una serie de principios que le dan ‘identidad’. De allí que toda acción institucional sea en nombre de estos principios. Por consecuente, toda acción o planteamiento fuera de esta institución no será verdad para quienes conforman la institución. Depende la institución, depende la verdad de su acontecer.
            La escritura de la Historia, repito, desde el siglo XIX, ha sido ejercida por instituciones: universidades, centros de investigación, empresas culturales, etc. Por ello, la escritura de la Historia está permeada por la institución, es decir, sea limitada y dispuesta por los principios institucionales. El historiador no utiliza teorías ni métodos de análisis, más bien, es dispuesto a elegir entre cierto número de teorías y métodos que la intuición le permite. El historiador no utiliza, el historiador tiene posibilidad de ejercer una disposición. En palabras de Michel de Certeau:[18]

La historia queda configurada en todas sus partes por el sistema con que se elabora. Hoy como ayer, está determinada por el hecho de una fabricación localizada en algún punto de dicho sistema. Así pues, el tener en cuenta el lugar donde se produce, permite al saber historiográfico escapar a la inconsciencia de una clase que se desconocería a sí misma como clase en las relaciones de producción, y que por lo tanto, desconocería a la sociedad donde está insertada. El enlace de la historia con un lugar es la condición de posibilidad de un análisis de una sociedad.

Afirmar la utilización de teorías y/o métodos –desde este punto de vista– pareciera ignorar dos cosas: las posibilidades, hoy, que se tiene de escribir Historia; y, la condición presente del hombre ante la técnica.

Continuando con el análisis teórico de Krauze, en un fragmento citado más arriba, el autor menciona que su libro propone una hermenéutica. Sin embargo, Krauze no define lo que él está entendiendo por hermenéutica. La hermenéutica es utilizada como sí los lectores ya supieran, de antemano, el significado de la palabra. En éste momento del texto, me esforzaré en proponer una definición de hermenéutica a partir de una lectura sintomal de la obra de Krauze, es decir, reconstruiré y definiré –desde mi entendimiento– cómo el autor está entendiendo la hermenéutica.  Para ello, citaré una explicación que Krauze da en 1977:[19]

De hecho, el libro propone un modelo hermenéutico, una especie de sistema político solar donde los diversos protagonistas colectivos (poder legislativo y judicial, burócratas, gobernadores, ejército, caciques, grupos corporativizados de obreros y campesinos, prensa, empresarios, Iglesia, universidad, intelectuales, partidos de oposición, etcétera) giran alrededor del sol presidencial-priísta con diversos grados de subordinación. Cuando esos cuerpos aparecen en la narración, ésta aporta sus antecedentes históricos para situar, con la necesaria perspectiva, su papel y funcionamiento dentro del sistema.

            La cita se presta a la indicación que la hermenéutica es: la investigación de lo que pasaba en diversas instituciones y su producción en cierto espacio temporal, que, servirá para poder reconstruir una compleja red de aconteceres para explicar el porqué de las movilizaciones de las instituciones. En otras palabras, la hermenéutica es una reconstrucción de un contexto pasado que otorga sentido a un acontecer.
            Con esta definición, aunque sujeta a discusión, suspendemos el análisis que, genéricamente, engloba la obra de Krauze.
 Para la precisión, la teoría general de Krauze se compone de: la utilización de una teoría y método que reconstruya un contexto que pueda otorgar sentido a la hipótesis del historiador. Es decir, la historia, en este caso se ve como un objeto de estudio. Como una cosa, un objeto que se puede estudiar.

Caso especifico: “Redentores…”.


            Continuemos. Ahora, teniendo ya un marco general de la teoría de Krauze, analizaré la teoría de la historia que el autor propone en el libro “Redentores…” a partir de afirmaciones que a lo largo de la narración se presentan. Principalmente, me detendré en dos de ellas. La primera gira en torno a la afirmación de Krauze acerca de temas universales; y, la otra, acerca del objetivismo que la historia (la historiografía decimonónica) exige.

            En la séptima sección del libro: “El caudillo posmoderno”, Krauze, fija su postura ante el universalismo de ciertos temas humanos. “Todos estamos presos en nuestra circunstancia pero hay temas humanos que trascienden a esas circunstancias, no porque <<vuelven>> en <<el Espíritu>> de una a otra, sino porque son permanentes y universales. De otra suerte no podríamos leer a Aristóteles, a Shakespeare o al propio Marx”.[20]Traduciré la idea de Krauze de la literalidad a lo sintomal.
Literal: en primer lugar, por estar inscrito en un tiempo y en un espacio, nuestro pensamiento y actuar en el mundo está mediado por el contexto que nos emplaza y rodea. Sin embargo, por ser humanos, hay temas que nos competen, nos han competido y nos competerán sin importar la raza, el momento histórico, el tiempo, la lengua, la ideología, la concepción del universo, etc. Este interés humano por ciertos temas posibilita que podamos acceder a las lecturas de diversos autores sin importar sus condiciones contextuales y particulares, ya que, en la producción textual de los autores se encuentra lo que nos une, lo permanente, los temas que le competen al humano.
Sintomal: Sí somos producto de un contexto, entonces, tenemos la posibilidad de ser y pensar lo que el contexto determine, ya que en él, nosotros, los humanos, basamos toda aprehensión del mundo y hacemos el trabajo de traducción a nuestros códigos culturales posibles. Por consecuencia, nuestro conocimiento es limitado y no total. Todo conocimiento que se produzca en cierto contexto es distinto al de otro contexto, debido a los medios que conforman el pensamiento en ese otro contexto. Por consecuencia, en una sociedad, por ejemplo, el humano puede significar una cosa; mientras que en otra sociedad, inclusive la misma palabra: humano, significa otra cosa totalmente distinta; siendo aún más radical, puede ser que en otra sociedad, lo humano ni siquiera exista. De allí la imposibilidad de que, si quiera, el concepto humano pueda ser universal, mucho menos permanente, y en menor medida estable.
Teniendo como premisa la lógica sintomal, podemos, entonces, cuestionar la lectura de ciertos autores que han permanecido o pertenecen a contextos diversos. Pongamos el caso que Krauze toma, el de Aristóteles. En un principio, los textos del filósofo griego fueron escritos con la posibilidad de conocimiento dónde él se formó y vivió. Los textos ‘originales’, fueron copiados y trasladados a diversos idiomas. Incluso, después de la destrucción de la biblioteca de Alejandría, el pensamiento Aristotélico estuvo ausente durante mucho tiempo siendo, en su lugar, interpretaciones de las ideas de Platón las que guiaron a una etapa de la así llamada Edad Media. Tiempo después, los textos aristotélicos fueron reinsertados en Europa a través de los orientales que llegaron al viejo continente. Claramente, ya el texto ‘original’ se había difuminado en la aprehensión de éste por diversas culturas, en las que su concepción del conocimiento es totalmente distinto. Es decir, el sentido ‘original’ de los textos de Aristóteles se perdió en tanto han sido interpretados, copiados, traducidos, etc. Ahora imaginemos lo que nos llega ahora, hoy. De allí la imposibilidad de leer a Aristóteles. Se lee a una idea de Aristóteles que nuestro tiempo a moldeado. A una invención y apropiación de lo ‘original’.

Ha quedado plantado la (im)posibilidad de la trascendencia, la permanencia y lo universal. Sí, como Krauze, seguimos el planteamiento que él mismo propone, el literal, nos enfrentamos a una lectura anacrónica y a-histórica de los textos debido que, colonizamos esa lectura, con nuestras posibilidades pensando que siempre ha sido nuestra recepción de la lectura, el sentido único y original. Es decir, arrancamos una idea de su lugar de producción al nuestro excluyendo la contingencia de la idea clasificándola, encerrándola, conforme a nuestro propio entendimiento de ésta. Con este breve análisis quiero decir que, la historiografía del siglo XIX tiene la postura que Krauze propone. Es una forma de escribir Historia. La que propongo –apegado a las teorías del pensamiento francés del siglo XX– es otra forma de escribir la Historia; una forma en la que se devuelve la idea al pasado, al lugar de su producción, para darnos lugar a nosotros en el presente.

Dejando a un lado, pero no por ello excluyendo, a los análisis anteriores –que, de hecho, están relacionados– haré mención de la objetivación de la Historia que Krauze propone y trabaja. Específicamente, entre la escritura de una Historia que asume que el pasado es un objeto y otra escritura de la Historia que propone que el pasado no es un objeto, por consiguiente, no se puede acceder a él, ni a la “verdad del pasado”, ni mucho menos a lo que “realmente pasó”. El procedimiento será el mismo, primero arrojaré las citas de Krauze y las interpretare desde su teoría de la Historia. Acto seguido, con una lectura sintomal, plantearé la misma cita desde su propia lógica haciendo cuestionamientos donde, aparentemente, no los hay teniendo como consecuencia, otra lectura de la ‘misma’ cita y/o planteamiento.
            Las citas están diseminadas por todo el libro, así que tomaré 5 fragmentos a los que refieren al planteamiento enunciado.

1) “Los artistas comenzaron a mezclarse con el pueblo y a reflejar sus pasiones y conflictos. Así, a ras de suelo, los pintores descubrieron el verdadero paisaje de la vida mexicana”.[21]
2) “¿Es una obra de ficción, un acontecimiento?”[22]
3) “¿Hechos históricos o buenas historias? ¿Realidad vivida o reelaborada para ser contada?”[23]
4) “El ideario del gran personaje ya no es histórico sino metahistórico[…]”.[24]        
5) “¿Democracia o redención? Ése es el dilema. Curada de fantasías […]”.[25]

Como se puede leer en las 5 citas, hay un esfuerzo por la distinción entre lo Verdadero (acontecimiento, hechos históricos, realidad vivida e histórico.) y lo No-Verdadero (ficción, buenas historias, realidad reeleaborada, metahistórico y fantasía.). Desde la literalidad, podemos afirmar –tomando en cuenta la teoría de la Historia de Krauze– lo siguiente: Existe una distinción entre lo Real y lo No-Real. Esta distinción, en la Historia, está inscrita en tanto que un hecho es histórico y en tanto no lo es. La veracidad del hecho histórico se encuentra en los archivos que registraron un acontecimiento, ya que, el archivo es el objeto y la prueba empírica que demuestra lo que en realidad pasó. Sí el archivo es la prueba verídica y tangible de un acontecimiento, lo que no se encuentra en archivos, en una existencia tangible, es mito, es falacia, mentira, no-Real,  invento, etc. Podemos decir, entonces, que el pasado es verificable y podemos acceder de él a partir de un trabajo agudo en las fuentes. Lo no-Real, es discriminado, arrojado, debido a que no es comprobable. Ésta postura sostiene las citas de Krauze.
Sin embargo, la lectura sintomal, nos dice, nos susurra otra lectura. Sí como mencioné más arriba –donde trabajo la cita de De Certeau– cada escritura de la Historia está mediada y dispuesta por la posibilidad institucional desde donde se escribe, por consecuente, la Realidad para cierta institución es lo no-Real para otra y viceversa. ¿Cuál es la Realidad entonces? La Realidad se compone, en todo caso, del mito, de la fantasía. ¿Por qué? Porque, como he mencionado en este texto y en muchos otros, al escribir la Historia, al relacionarnos con el pasado (con lo Otro), la acción que los historiadores hacemos, es una especia de traducción y apropiación de lo Otro, a lo nuestro. Es decir, despojamos a lo Otro de su otredad para poder pensarlo en nuestra mismidad. Por consecuencia, de lo Otro, no podemos conocer nada. (Afirmación que próximamente pondré en duda en un texto futuro en el que trabajaré la poesía de Eduardo Lizalde.) Toda enunciación de lo Otro será invención, aproximación, mentira, fantasía, inclusive, literatura. Es más, en la cita 4), Krauze, enuncia a la metahistoria. Pero, me pregunto, ¿no toda escritura de la Historia es metahistoria desde este planteamiento de la imposibilidad de pensar al Otro? ¿no es la biografía de un sujeto la prueba máxima de la metahistoria? ¿no son los biógrafos los que reconstruyen una vida que es imposible reconstruir? ¿no es la escritura de la Historia una escritura narrativa-literaria-científica?
La consolidación del discurso histórico, que propone Krauze, es en principio, discriminante hacia lo no-histórico. Sin embargo, los histórico produce, al volverse Verdadero, lo no-histórico. Produce su contraparte. Es, lo no-histórico lo que hay que desmentir, pero lo que da vida a lo histórico. En otras palabras, es el residuo del archivo histórico, del “acontecimiento” lo que conforma, en silencio, invisible, a lo histórico. Sin uno, no existe el otro. Una lucha entre narrativas que busca sobre ponerse una de la otra. En palabras de Michel de Certeau (refiriéndose a las “Escrituras freudianas”): [26]

[…] el relato es la totalización de lo imposible. Se encarga de la relación de lo “científico” con su rechazado. Una “razón” (una coherencia, el establecimiento de un campo) no deja de estar unida al desecho que ella misma crea al constituirse. Uno y otro –el  ocupante y el que regresa– actúan en el mismo texto: la teoría presente se encuentra con todo lo inasimilable que viene del pasado bajo la forma de una exterioridad colocada en un texto. Y éste tiene que ser un relato –una “historia que se cuenta.

Sí la escritura de la Historia es casi literaria, propongo, entonces, que en vez de descalificar la producción del “mito” y lo no-Real, sea integrado y trabajado abriendo, cuidadosamente y con rigurosidad, el ejercicio de la escritura hacia otros lugares, hacia lo reprimido, hacia lo que (se nos) escapa.
Dos formas de escribir la Historia han sido planteadas. Sin discriminar ni una ni otra, propongo que en los libros de Historia, se haga un análisis para poder reflexionar lo que estamos leyendo. En caso contrario, seremos consumidores burdos, dependientes de opiniones gratuitas. El análisis y la crítica, no tendrían sentido si estás fueran para atacar al otro; hablo desde mis testimonio y enuncio que la reflexión de esta postura teórica me ha llevado a pensar sobre mi postura teórica, me ha hecho replantearla. Pero de eso se trata, de abrir no de cerrar.

Crítica a la ONG’S y proyectos de “incidencia social”, hoy. Reflexionando la aportación del libro de Krauze desde mi testimonio.

Con respeto, gratitud, y gran admiración,
éste texto lo dedico, en general, a las ONG’s,
y a quienes trabajan allí. En lo particular, el texto
está dedicado a la Casa del Migrante de Saltillo y al
Servicio Jesuita de Jóvenes Voluntarios (SJJV), hoy
Voluntariado Jesuita.

Advertencia.

            Hagamos (lectores), antes de empezar, una pausa. Regresemos a la cita que abre todo el cuerpo del texto, la de Finkielkraut. Como ha sido expuesto, esa cita es el eje de este texto y lo seguirá siendo. Lo que enunciaré a partir de ahora es un compromiso ético. Es necesario reflexionar y criticar a las ONG’s y a los proyectos de “incidencia social”. No por “echarles tierra”, más bien, para abrir la discusión y fomentar la reflexión de las relaciones con lo Mismo y lo Otro. Es ese mi compromiso. Sin animo de ofender ni atacar a nadie, empecemos desde ya.   

Introducción.

            La crítica, ante todo, promete emplazar las virtudes de lo criticado con algo ajeno a ello. La liga entre dos acontecimientos, aparentemente distintos, se ven unidos por una reflexión que busca unirlos para disparar las directrices de sentido a toda coordenada posible. En este caso enunciare lo que para mi lectura de la obra de Krauze es la mayor aportación ligándolo con mi experiencia con trabajos en ONG’s y proyectos de “incidencia social”.

Aportación del libro: una producción de redentores. Hacia una descolonización del Otro.

            Krauze es claro en su objetivo: demostrar los rasgos que cada personaje expuesto en su obra para identificar en cuales, el síntoma redentor se activa y define las acciones de dicho personaje, alejándose, por mucho, del interés que en un principio los llevo a cambiar algo. El mejor ejemplo, con opiniones lucidas del asunto es la sexta sección titulada: “Religión y rebelión” (caso Samuel Ruiz y el Subcomandante Marcos). Krauze plantea –en términos generales– que la actividad rebelde en Chiapas (en el siglo XX) tiene sus orígenes, al parecer, en el año 1960; coincidiendo con la llegada del obispo Samuel Ruiz a la ciudad de San Cristóbal de las Casas. El entonces obispo acudió al famoso y controversial Concilio Vaticano II.[27] Permeada por la Teología de la Liberación, diversas decisiones y reformas se presentaron y aceptaron en dicho Concilio y otros semejantes.

 La nueva teología incorporó algunos elementos del marxismo que consideraba científicos: la lucha de clases como hecho objetivo social, el capital como trabajo enajenado, la ideología como visión no científica o condicionada por intereses de clase. Adicionalmente, intentaba descubrir cuál era <<el plan de Dios>> en la Biblia y pretendía <<activar la energía transformadora de los textos bíblicos>>. Por último, la Teología de la Liberación buscaba una salida práctica para que el pueblo pobre y oprimido lograse su liberación a través de métodos pacíficos y de lucha, sin excluir –de acuerdo con la tradición tomista de la <<guerra justa>>– la apelación de la fuerza como último recurso.[28]
           
            Este momento es crucial. Debido que la Iglesia buscó unir dos fuerzas que, desde cierta lectura, se contradicen. Pero, si se es más agudo, la Iglesia postuló una ‘nueva’ manera de relacionarse con los así llamados oprimidos. Pero, ¿quiénes son los oprimidos? No hay oprimidos en sí. La Iglesia creó, inventó, a sus oprimidos. Por oprimidos, se puede esbozar, que se entendió como: las sociedad con un nivel de desarrollo –enunciado desde la economía y política neoliberal– de escasos recursos, el tercer mundo, el “pobre” (económicamente hablando). Por consiguiente, todo grupo social que se amoldara a “lo oprimido” fue campo de acción por la Iglesia. Es conveniente preguntar ¿los “oprimidos” se clasificaban así?[29]. Sin más que ésta postura, Samuel Ruiz y su equipo, comenzaron las incursiones en las comunidades de Chiapas –claro, desde su ideología–. No por ello, el trabajo de Samuel Ruiz y más tardíamente del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) son condenados a una aporía. Es más, fue necesaria esta incursión, de este modo, para que el centro del país de México y otros lugares reconocieran Otro acontecer que, en silencio, sucedía. Pero como mencioné, así tuvo que salir, así fue su posibilidad de génesis. Sería un error garrafal continuar en este esquema de acción.
            Con un trabajo organizado y apoyado por los mismos ‘indígenas’, hacia las décadas de los 80’s, un grupo de estudiantes con ideologías y lecturas marxistas se adentraron a los territorios chiapanecos. Este colectivo surgirá, ante el mundo, en 1994 como el EZLN. Es, en este movimiento, y en este análisis dónde la aportación de Krauze es "esencial".
            Las ideologías eje que sustentaron la rebelión del EZLN son el marxismo y la propuesta democrática. Sin embargo, estas no son ideologías propias de indígenas que, antes de 1994, no tenían idea de lo que es marxismo, ni democracia, ni neoliberalismo, etc. No por que no quisieran o pudieran, simplemente, porque ellos, los indígenas, no se formaron en instituciones en los que estos conocimientos eran impartidos. Vemos, pues, que estos eventos de rebelión son de afuera hacia adentro. Los de afuera (estudiantes e Iglesia) vieron en los indígenas una oportunidad para realizar su utopías sustentadas en el reconocimiento del oprimido. Sin embargo, su GRAN error, se compone en no preguntarse si los “oprimidos” eran tal.
            A lo largo del libro, Krauze despliega este continuo síntoma: colonizar al otro desde una intención de entenderlo y establecer una relación con él. En esta sección –la séptima– el historiador mexicano logra distinguir que los movimientos del siglo XX en Chiapas, aunque con intenciones de hacer el contrapeso contra el capitalismo, los rebeldes, acaban sometiendo: a) a los “indígenas” a una concepción de sí mismos formada a partir de los externos, b) al ser una rebelión mediática, una concepción del indígena y de los pueblos “marginados” es transmitida a un gran sector de personas,[30] c) debido al éxito –breve– de esta rebelión, fomentar más incursiones de gente con los marginados sin reflexionar, en un principio, la relación con el Otro.[31]
Krauze, lúcido, honesto y crítico, logra visualizar esa situación.

ONG’s  y proyectos de “incidencia social”.

            No limitándose al ámbito político, revolucionario y cultural, el mal del redentor ‘evolucionó’, de guerrillas, a la escena ‘pacifica’, monótona, poco reflexiva y burocrática de los derechos humanos. Ahora, sin peligro –relativo porque las amenazas a las ONG’s son constantes, basta leer los periódicos y/o involucrarse con una para ser testigo– de tiros y represión, mucha gente ha enfocado su energía en ser mediadores entre los derechos humanos de los grupos marginados y las cortes que presionan al gobierno de cada país (afiliado a ciertos organismos internacionales) a tomar cartas en el asunto.
            Las ventajas, pros, y logros de las ONG’s, son, en primer lugar, reconocer la existencia de Otro. Es decir, darle lugar, hospedarlo en la información general de la gente que tenga acceso a los medios de información masiva. Su primer aportación es informar. La segunda aportación consiste en dar lugar, a los “marginados”, ‘fuera’ del sistema gubernamental. La tercera aportación consiste en plantear métodos en los cuales, el Saber que rige en un momento, en vez de que absorba a los  “marginados”, sean los “marginados” los que aporten a este Saber. La cuarta, pero la más peligrosa, es la oportunidad que ofrece a los no-“marginados” de contactar directamente con los “marginados”. Digo peligrosa porque, por lo general, en vez de reflexionar la relación de lo Uno con lo Otro, se adopta al Otro como sí los no-“marginales”, por no ser “marginados” tengan el derecho de hablar por él. Y es aquí, donde me detengo para profundizar en ello.
            Sí la GRAN aportación de las ONG`s es su capacidad para crear espacios de reconocimiento, el gran riesgo reside en esta virtud. Pero, ¿por qué?. Porque “Nada hay más maleable que la bondad sin pensamiento, nada hay más terrorista que una bondad que se apoya sobre un saber congelado, sobre un pensamiento irrevocable y que pretende haber resuelto de una vez por todas el problema del otro”.[32] Traduzco: no hay nada más egoísta que el sentir una bondad sin reflexión, debido a que, por lo general, la bondad y las ganas de ayudar, defender, lo que sea con el Otro; no son impulsadas por el Otro, sino, por la apropiación del Otro que nosotros hacemos. Es decir, nosotros actuamos en tanto nuestra concepción del Otro sin preguntarnos sí el Otro piensa igual. Es, entonces, una bondad que utiliza al Otro para crear un sentimiento de bienestar y compromiso moral (barato) consigo mismo. 
            Teniendo en claro esta situación, entonces, critico abiertamente, a quienes acuden a las ONG’s con un discurso que victimiza al Otro. Y, curioso, porque basta con leer, ni si quiera con atención suficiente, las líneas de cualquier diario que hable sobre las ONG`s para darse cuenta que este discurso es el que gobierna la relación de la gente con las ONG’s, es decir, con la fabricación de la persona que trabaja en esta institución y a quienes atiende esta institución. Por si fuera poco, basta acudir a platicas de los así, ridículamente llamados “proyectos de incidencia social” (ridículos porque abusan de un titulo, de un nombre propio que, si se tiene sentido común, un barrendero, un historiador, todo trabajo está inscrito en la sociedad, incide en ella; error de clasificación del trabajo de “incidencia social”, significado vacío y completamente relativo), para escuchar que, desde dónde se propone la “incidencia social” es a partir de definir una desgracia, y la participación del proyecto, como mediador para su recuperación. El punto es, ¿en serio solamente victimizando y creando escenarios catastróficos se puede reconocer al Otro?. Pero, eso no es todo. En mi estancia en Saltillo, en la Casa del Migrante, me tocó presenciar a varios grupos que llegaban a donar ropa, comida, etc., a fomentar actividades entre migrantes y “no-migrantes”, etc. O sea visitas. No crítico que vayan las visitas a la Casa del Migrante. De hecho, sí tuviera que decir una de las más grandes aportaciones de ese lugar, sería la capacidad que ha tenido el equipo de la Casa del Migrante para establecer un diálogo con la sociedad de Saltillo. En serio, es increíble cómo la sociedad de saltillense se involucra con el proyecto. La crítica va hacia el discurso, aunque breve, pero con el que se acerca la gente (por su puesto, me incluyo. De hecho, yo me acerqué, en un primer momento, de la siguiente manera al proyecto). Describiré el discurso así como el contexto en el que se da:
            Al llegar un grupo, un voluntario de la Casa los recibe, y convoca a todos los migrantes en un área del albergue para recibir a las personas. Una vez congregados, el voluntario –que está en medio de los migrantes– pasa a los visitantes (grupo externo) con él para presentarlos ante la comunidad migrante. Por lo general, los visitantes les ofrecen unas palabras. La mayoría dicen (más, menos) lo siguiente: es un gusto poder estar con ustedes en el duro, difícil y cansado viaje que hacen para superarse a sí mismos. Ahora entiendo lo afortunados que somos al nosotros tener cosas que no apreciamos, y por ello, aquí están X (ropa, comida, etc) cosas que les trajimos. Buena suerte y que Dios los bendiga, etc.
            Por lo general es el discurso. A veces hay variaciones pero a estructura es igual. Repito que esto es, generalmente, claro, hay excepciones. De esta manera los migrantes asumen el papel de víctimas. (Por cierto, aclararé, a lo que me refiero en cuanto a víctimaVíctima: sujeto que es agredido, en todo sentido, por una fuerza exterior amenazando su integridad. Ahora, explico. Un migrante es víctima en tanto que, por su decisión, migra. En este caso en particular (la Casa del Migrante de Saltillo) los riesgos surgen a partir de que la decisión se hace en los países de origen de los ahora migrantes: cruzar fronteras, subirse al tren, pasar hambre, estar a la intemperie del clima y de los grupos de delincuencia organizada y de sectores de seguridad nacional, etc. En este sentido, el migrante, como todos nosotros somos víctimas en potencia en tanto estamos en el mundo. Las probabilidades suben en el caso migratorio, claramente. Pero, me pregunto ¿sí ya están trazados los acontecimientos a los que los migrantes están sujetos –por migrar– y ellos lo asumen, por qué incrementar, enfatizar, exagerar, crear, inventar una victimización que sugiere una lástima, un “ay, pobrecit@”, que en vez de pro-mover un entendimiento distinto de la situación migratoria, la enclaustre en pura tragedia –que ni siquiera es argumentada– teniendo la oportunidad de ver a una persona que, en su estar siendo en el mundo, libra diferentes obstáculos con una convicción (cualquiera que sea) a partir de asumir sus actos y sus consecuencias?
            A propósito de ambas instituciones, ONG’s y proyectos de “incidencia social”, hay que tener claro (yo pertenecí a ambas) cuales son las acciones y planteamientos con los cuales se acerca Uno al Otro. Actualmente, muchos de los integrante de ambos colectivos tienen una población de clase media con una educación que oscila entre tener un grado de preparatoria o universitario. Muchos jóvenes hemos acudido, acudimos a estos sitios por diversas razones. La advertencia discursiva esta hecha, repetida varias veces y criticada; acercarse sin saber por qué es un riesgo y una violencia hacia el Otro disfrazada de ayuda. De una manera muy lúcida, Gabriel Zaid plantea:[33]

La guerrilla como espectáculo: La guerrilla universitaria es un fenómeno de las capitales, ya actúe en el campo como “campesina” o en la ciudad como urbana. Lo es, en primer lugar, por su origen: los dirigentes parten de las capitales y se van al monte. Lo es por su destino: de lo que se trata es de volver triunfante a la capital, no de quedarse en el campo, que es solamente un trampolín para saltar al poder central. Su presencia en el campo tiene poco que ver con las revueltas campesinas  las excursiones armadas de caudillos locales, que no pretenden tomar la capital. Sin embargo, hay elementos comunes: desde luego, el teatro de operaciones en el campo; los reclutas campesinos ( la diferencia está en los jefes universitarios); el combate de sorpresa y hostigamiento, en vez de frontal; el suministro local de alimentos.

            Cambiemos el termino “guerrilla universitaria”, por “incursión preparatoriana y universitaria en las ONG’s y en proyectos de la “incidencia social”. Con algunos ajustes a la cita, la reescritura queda de la siguiente manera: La incursión preparatoriana y universidades en las ONG’s y proyectos de “incidencia social”: es un fenómeno de las capitales, ya actúen en el campo como “campesina” o en la ciudad como urbana. Lo es, en primer lugar, por su origen: los dirigentes parten de las capitales hacia provincia. No busca ser reconocido en provincia, sino, al regreso en su capital y, por consecuencia, acceder a algún titulo de poder o de reflectores. Al final, su experiencia será discurso y no reflexión.
            Repito, es el gran peligro. Además, este discurso es alentado por algunos colegios (uno de ellos, donde acudí varios años). En este colegio en el cual me (de)formé, existe una actividad llamada “Misiones”. Lo curioso es la fidelidad –dudo que adrede– del titulo de la actividad. En estas “Misiones”, alumnos de 3º de secundaria hasta exalumnos del colegio, son congregados e invitados para acudir, por lo regular durante un periodo de 2 semanas, a un sitio en la Sierra Norte de Puebla. Del 100% de integrantes, la comunidad de participantes es dividida en equipos mezclados. Una vez divididos, la comunidad “misionera” acude a una especie de cursos sabatinos en los que un claustro de profesores del colegio dan su punto de vista y los objetivos de ir a Misiones. El objetivo principal: convivir en otras realidades que, cotidianamente, se ignoran. Un ejemplo podría ser ir a la playa, pero, el toque especial es que se va a comunidades campesinas y/o indígenas. Por cierto, las Misiones son 2 veces al año, una en semana santa y la otra en fechas navideñas, sí, celebraciones católicas. Es necesario que, los misioneros lleven consigo despensas para las familias de la comunidad que los van a hospedar. Estando ya en la comunidad asignada a cada equipo, el colectivo de estudiantes realiza actividades con la comunidad. Misiones, claro, eso son. Aunque, yo le llamaría cruzadas. Si por cruzadas se entiende: ir a otro lugar, que no es tu hogar, a imponer una visión del mundo reducida y convertir a los demás a tu modo de pensar.

 En fin, el mismo riesgo que surge en las ONG’s, y la misma GRAN aportación: tanto en Misiones, como voluntariados, como trabajo en las ONG’S, son las planteadas anteriormente. Las repito: a) la aportación de estás actividades está en la capacidad de crear espacios en las que Uno pueda pensar, reflexionar, vivir, y dejarse afectar por la relación que se establece con el Otro. OJO, con la relación, no con el Otro. (Daré mi testimonio, breve, de este acontecimiento. En mi estancia como voluntario en la Casa del Migrante de Saltillo; una de mis actividades consistía en registrar, en las mañanas, a los migrantes que habían llegado a partir de la 1 p.m. del día anterior, hasta las 10 a.m. del día en curso. Este registro sucedía en un muy pequeño cuarto dentro de la enfermería (por cierto, remodelada hoy en día). Allí, en ese cuarto, había un ordenador y dos sillas. Migrante por migrante entraba para darme sus datos para que yo los inscribiera en una base de datos que sirve para tener un registro del movimiento que tiene la Casa. Las preguntas eran enunciadas por mi; ¿cómo te llamas?, ¿de dónde vienes?, etc. Sin embargo, más de una ocasión, diría, casi diario; mientras entrevistaba a la gente y los escuchaba, sentía un vacío que todo mi cuerpo sentía. Dejaba de escribir y veía a los ojos de aquel(la) migrante. Todo se suspendía. Sentía un gran miedo de estar ante Otro, ante algo que no puedo acceder, que era en ese momento de miedo y angustia en el que entendía que ese Otro siempre va a escapar de mi y solamente podré ver en él lo que quiero y puedo ver. “[…] el otro nos lleva más allá de la idea que tenemos de él y, como conciencia lo enseña al amor, nadie puede confiscar su provecho el título del prójimo”. [34] Tras ese momento innombrable, entendía, cada vez más que “El amor al prójimo sólo desemboca en la justicia con la condición de no perder de vista la cuestión del otro […]” [35].) y b) que en la ignorancia de Uno y del Otro, se confundan las intenciones y se colonice, con una moral podrida, discursos vacuos, al Otro para sentir, aunque sea por un momento corto, que ese Otro es posible de aprehender, entender y ayudar. El riesgo es la ignorancia. Ese es el gran riesgo. “Odio al otro hombre es lo que se traduce hoy con la palabra etnocentrismo. Un grupo que se considera humano por excelencia niega esta condición a los demás miembros de la especie o, en rigor de verdad, sólo les concede una humanidad menor”.[36]

            La capacidad de crear espacios de reconocimiento o asesinato. La gran tensión de las ONG’s y demás proyectos. La crítica, ahora esbozada, se compone, en mayor parte de mi testimonio, de mis lecturas, escrituras y combinaciones de toda esa red de experiencias. A veces como asesino, otras como alguien que reflexiona el lazo entre lo Uno y lo Otro, escribo este texto dejando huella de estas reflexiones. Principalmente, para que estén y puedan significar algo, algún día, en algún lugar. Con mucho amor –del planteado sintomalmente en este apartado– suspendo esta reflexión, guardo luto y entierro, a una parte de mi experiencia como voluntario y como lector de un par de libros, el de Finkielkraut y el de Krauze, para poder encontrarme con otras maneras de vivir de forma distinta, estos acontecimientos.

A manera de cierre.

            Demasiado extensa es la experiencia del leer, escribir, reflexionar y vivir. Tanto que, como ejemplo, tomo este mismo texto. Un libro de casi 600 páginas de Krauze, pudo producir casi 30 de reflexiones en torno a este –sin intención de agotar su significado–.  Lejos de peleas académicas absurdas que son un culto a la personalidad muy poco ético; lejos de imponer una teoría de la Historia a la escritura de la misma; más lejos de desalentar a la gente inscrita o por inscribirse en proyectos con “grupos marginados”; estas líneas han sido el esfuerzo por criticar(me) y reflexionar(me) como historiador, voluntario, lector, escritor, etc. Escribir es una actividad autorreferencial que tiene a la confrontación con lo que Uno no está siendo. Escribir es entregarse al goce, a la inscripción. Uno escribe para completarse, para sentirse muerto –lugar de plenitud–, pero no una muerte como vulgarmente la conocemos, no. Una muerte que mata, cada vez más al pensamiento que solamente se está siendo físicamente y no de otras maneras. Es una muerte de paradigmas.
            Hasta aquí mis reflexiones –por el momento– sobre los temas mencionados.

“[…] la sabiduría y el amor no son diversiones sino vocaciones indeseables, pesadas cargas, la humanidad oscila entre estos dos polos: el de una moral sin deliberación y el de un imperialismo sin moral”.[37]




JAGordilloL.




[1] El entrecomillado del sintagma: ‘América’, remite a mi texto anterior titulado “La desinvención de América”<< http://planoactivo.blogspot.mx/2014/06/la-desinvencion-de-america.html  >> .  En el artículo citado analizo la obra del historiador mexicano, Edmundo O`Gorman, titulada “La Invención de América”. El libro, a partir de cierta postura de la teoría de la historia, propone que América, como continente, es producto de una invención y no un descubrimiento. Remito a la obra y a mi artículo para profundizar sobre el tema.
[2] Alain Finkielkraut, La sabiduría del amor, trad. Alfredo Báez, España, Gedisa, 4ª reimp, 2008, p. 111.
[3] Enrique Krauze. Ciudad de México, 1947; es doctor en Historia por el Colegio de México. Fue secretario de redacción de la revista Vuelta. En 1991 fundó la editorial Clío y en 1999 la revista Letras Libres. En 1990 ingresó a la Academia Mexicana de la Historia. En 2003, el Gobierno Español lo condecoró con la Gran Cruz de la Orden de Alfonso X, el Sabio. Desde 2005 es miembro de El Colegio Nacional.
[4] Laura Pérez Rosales, La antología como metáfora de la escritura de la historia. Reseña de “la presencia del pasado” de Krauze, Enrique. Historia y grafía, núm. 27, 2006, pp. 248-253, Departamento de Historia, Universidad Iberoamericana  Ciudad de México. Véase en es siguiente link:  http://www.redalyc.org/pdf/589/58922905010.pdf citado el 11-08-2014.
[5] Por ejemplo, el historiador Paco Ignacio II, en uno de sus más recientes libros “Yaquis” ( del cual escribí en la siguiente entrada: << http://planoactivo.blogspot.mx/2014/06/yaquis-la-cultura-fantasmal.html  >> ) enuncia: “Resulta sorprendente la poca importancia que los biógrafos de Porfirio Díaz o los estudiosos del porfiriato como Cosío Villegas o François-Xavier Gueraa, Ralph Roeder o García Naranjo; los seis volúmenes de Zerón Medina en colaboración con Krauze, o Paul Gardner, dan a la guerra Yaqui; con excepción de José C. Valadés, los especialistas parecieran haber caído en la trampa. O querían caer en ella: como dice Abbondanza, << la historia oficial logró su cometido de borrar de la memoria de los mexicanos los atroces sucesos cometidos>>. No solo ocultó el genocidio, también trató de ignorar una de las más largas resistencias populares en la historia de este país.” Paco Ignacio Taibo II, Yaquis. Historia de una guerra popular y de un genocidio en México, Planeta, México, 2013, p. 15-16.
[6] Enrique Krauze, Ideas y poder en América Latina, México, Debate, 2011, pp. 583.
[7] Ibdiem, p. 13.
[8] Idem.
[9] Ibidem. p. 16.
[10] Ibidem. p. 31.
[11] Ibidem. p. 361.
[12] Ibidem. p. 517.
[13] Tema de mi trabajo de investigación http://planoactivo.blogspot.mx/2013/12/el-dispositivo-de-foucault-en-la.html y http://planoactivo.blogspot.mx/2014/03/26-27-y-28-demarzo-del-2014.html  en la universidad. Añado un par de links que remiten a textos dónde he trabajado esta situación. <   >.
[14] Enrique Krauze, La presidencia imperial, México, Tusquets, 1977, p.14.
[15] Idem.
[16] Idem.
[17] Néstor A. Braunstein, El inconsciente, la técnica y el discurso capitalista, México, Siglo XXI, 2011, p. 19-20. Remito a la lectura del este libro para profundizar en este planteamiento.
[18] Michel de Certeau, La escritura de la historia, trad. Jorge López Moctezuma, México, Universidad Iberoamericana, 2ª edición, 3ª reimp. 2010, p. 81
[19] Enrique Krauze, La presidencia, op. cit., p. 14.
[20] Enrique Krauze, Redentores. op. cit., p. 496.
[21] Ibidem. p. 69.
[22] Ibidem. p. 354.
[23] Ibidem. p. 367.
[24] Ibidem. p. 495.
[25] Ibidem. p. 509.
[26] Michel de Certeau, La escritura. op. cit., p. 333-334. Remito este estudio de la Historia-novela a la lectura del libro citado de Michel de Certeau.
[27] Enrique Krauze, Redentores. op. cit., p. 443.
[28] Ibidem, p.444.
[29] A propósito de este proceso de clasificación, hay dos títulos de dos autores distintos que profundizan en el tema. El primero es Michel de Certeau, en el libro “La escritura de la historia”. Allí, en un apartado en el que se esfuerza por hacer una arqueología religiosa, Certeau, hablando del caso en particular de una posesión demoniaca en Loudun menciona: “Al aislar los textos que relatan las palabras pronunciadas por las posesas, notamos un rasgo común: se trata de discursos en “yo” (Ichberichte). Todos dicen; “Yo es otro”. En ellos se marca una continuidad con lo que la tradición psiquiátrica llama “histeria” desde hace tres siglos: “la histérica” no sabe y por consiguiente no puede decir quién es. La posesa, que es la única que nos interesa en este momento, crea en el funcionamiento del lenguaje un trastorno que connota la desarticulación del sujeto locutor (“yo”) y de un nombre propio definido: “Yo es otro”. El exorcista o el médico trabajan para determinar quién es ese “otro” para colocarlo dentro de una topografía de nombres propios, y de esta manera normalizar de nuevo la articulación del acto enunciador con un sistema social de enunciados. Michel de Certeau,  La escritura, op. cit., p. 245. El tema de la psiquiatría es abordado y profundizado en el libro_ Néstor A. Braunstein, Clasificar en psiquiatría, México, Siglo XXI, 2013, pp.141.  Con estas citas y remisiones quiere enfatizar que el objeto de incursión de la Teología de la Liberación es una noción inventada del “indígena”, “migrante”, etc. El problema empieza en el momento en que los afiliados a la Iglesia ven solamente de esta manera a estos sujetos. Los victimizan y condenan a una participación social como rezagados. En vez de liberar, encierran.
[30] “En medida en que la izquierda mexicana era entonces –y en cierta media sigue siendo– más cultural que social y más social que política, la simbología y el discurso de Marcos fueron, en verdad revolucionarios”. Enrique Krauze, Redentores, op. cit., p. 468.  
[31] “Puertas adentro de México, sus escritos [ de Marcos] emocionaron a un sector de la clase media –sobre todo universitaria– y conmovió a varios grupos indígenas, aunque no con la intensidad de la zona chiapaneca”. Ibid.  
[32] Alain Finkielkraut, La sabiduría, op. cit., p.  139.
[33] Gabriel Zaid, De los libros al poder, México, De Bolsillo, 2011, p. 220.
[34] Alain Finkielkraut, La sabiduría, op. cit., p.  142. A propósito de este libro y de esta cita en particular. Aprovecho esta ocasión para agradecer a Eliza Mizrahi –docente de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México– por enseñarme este libro en su curso “Introducción al pensamiento occidental” que llevé en 1º semestre, hace ya un año. Sumado a una película titulada “El hijo”; me afectaron de una manera in-nombrable cambiando, radicalmente, hacia una apertura, mi experiencia y concepción de todo mi trabajo en Saltillo, la Sierra Norte de Puebla y otros lugares.
[35] Ibdiem, p. 139.
[36] Ibdiem, p. 111.
[37] Ibidem. p. 147.

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