miércoles, 12 de febrero de 2014

El Otro: el miedo.

12-02-2014.

El Otro: el miedo.

If I close my eyes I can't believe that I'm here without you
inside your pale room your empty red chair and my head.
Lou Reed.[1]


El desprendimiento de la idea que le pertenece al autor de un texto ocurre en el espacio y tiempo en el que él o ella, escribe. A partir del momento en que la grafía acontece, la idea de quien(es) la inscribieron es arrojada al mundo sujeta al porvenir. El texto – como materia muerta -  quedará archivado hasta que algún lector se acerque y le de sentido. El desconocimiento del contexto donde fue producido el texto limita a una comprensión y lectura, no por ello a una interpretación. En un espacio más profundo que el de la epistemología en el que se produjo se encuentra su infinita posibilidad de significación. Así es como, hace dos semanas, me acerqué a la magnifica novela de Robert Louis Stevenson titulada: “El extraordinario caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde”. El texto que se leerá a continuación, dará cuenta cómo ciertos pasajes de la novela tienen la capacidad de, después de años de ser escrita, lanzar mensajes a diversas recepciones afectando al lector en su vida y pensamiento.

La novela tiene como eje central a un personaje: el doctor Jekyll. Bastante conocido, se distinguía entre la gente por su rectitud, gran humildad y atención con los demás. Tras una serie de acontecimientos, las personas allegadas a él comienzan a notar conductas extrañas, rupturas de lo que para ellos representaba Jekyll y lo que hacia. Una de esas arbitrariedades era la relación con un personaje desconocido: Mr. Hyde.
A lo largo de la novela, Stevenson perfila la relación entre ambos personajes y la continua ocupación de un tercero para descubrir las diferencias y similitudes entre ambos. Tras un asesinato y la culpabilidad de Hyde, un abogado – protagonista desde la primera página de la novela – descubre la identidad y relación entre Jekyll, el moral, y Hyde, el inmoral: eran la misma persona.
El doctor Jekyll había descubierto una mezcla que lograba transformar a una persona en otra completamente distinta tanto físicamente como de la psique. En el particular caso del doctor es transformación tenía nombre propio: Hyde. El abogado, durante su investigación se encuentra con una carta escrita por el propio doctor Jekyll en la que hace un testimonio de sus profundas reflexiones sobre el ser Uno y Otro y el miedo, la angustia que esto provocaba.

Analicemos ese Uno y ese Otro.

[…] el hombre no es realmente uno, sino dos.
[…] el hombre es una simple comunidad organizada de personalidades independientes, contradictorias y variadas.
[…] se podía afirmar que yo era una y otra de las dos naturalezas que luchaban entre sí en el campo de mi conciencia […] “.[2]

Antes de proseguir, definamos al Uno como la representación de Jekyll, la personalidad que asume al decir “yo”. Definamos al Otro como Mr. Hyde, aquel que aparece en tanto bebe la pócima y lo libera de las ataduras del “yo”, del Uno y de su entorno moral.
Teniendo la distinción, se puede leer en la cita anterior que Jekyll descubre su Otro y se asume como tal. Entiende que, además de ser lo que tiene que ser, dispuesto a una serie de normas técnicas, sociales y creencias, es Otro. Ese Otro, es quien no entiende  su estructura racional, ni la de Jekyll.
Las instituciones definen, hasta cierto punto, la epistemología de un espacio. Como entendemos los signos es regulado por limites que pretenden servir como contenciones para poder entendernos entre nosotros bajo un mismo sistema de significados. Sin embargo, estás instituciones no han llegado a ser globales. Aún hay diferencias. Lo que para sujeto signifique los sintagmas: hombre, para otro puede significar y representar otra noción completamente distinta. Estas diferencias le causan angustia y miedo a lo desconocido a Jekyll y su única forma de explicarlo es con su propia estructura epistemológica ya que es la que posé y esto limita ante lo Otro.

“[…] la experiencia me ha enseñado que el hombre lleva siempre sobre sus espaldas el castigo y la carga de la vida y que, cuando hace un esfuerzo para sacudírselos de encima, retornan sobre nosotros y nos hacen sentir su presión de una manera más extraordinaria y más espantosa”. [3]

Jekyll, entiende que sin Uno no hay Otro. El Uno, en estado de supresión y represión ignora, por seguridad a los desconocido. El observarlo significa entender que hay más, mucho más, de lo que hasta ese entonces había conocido como “verdad” o normal. Lo Otro, lo residual, propone otra noción de entendimiento de Uno. Ya Michel de Certeau expuso junto con Foucault, Derrida y Lévinas, la  gran dificultad del hombre de occidente para relacionarse con lo distinto, está incapacidad ha desatado, entre otras acciones, el exterminio de lo Otro, no obstante, ese Otro no podrá ser exterminado ya que mientras exista Uno, lo Otro retornará constantemente de formas distintas provocando una tensión.

“Bajo la tensión de esta amenaza pendiente en todo momento sobre mí, y por el estado de vigilia a que estoy condenado, sí, hasta más allá del límite que siempre pensé que nadie podía traspasar, he llegado […] a un estado delirante […]”.[4]

La tensión de lo Uno y lo Otro y el miedo que provoca entenderse como tensión entre ambos, producto de “observar” [5]a lo desconocido y entenderse en una relación tú-tú y no yo-tú, provoca un estado delirante, de “locura”. Y es, esa “locura”, ese molesto desacomodo de lo estable, eso distinto e incomprendido lo que nos permite estar en un estado más lucido con la dualidad de nuestras múltiples representaciones de lo Uno  y lo Otro, viviéndonos más allá de solamente una creencia de personalidad.

El hombre contemporáneo de occidente es un personaje que se le han asignado una serie controlada de mascaras que, a lo largo de su existencia como la conocemos, tendrá que usar, desechar y consumir para asumir el papel que sea dispuesto por las instituciones que regulan nuestro entendimiento, los dispositivos (entendiendo el termino de Foucault anteriormente mencionado en este mismo blog bajo el titulo “El dispositivo de Foucault en la Historia”), etc. Somos representaciones, sombras que se asumen distintas en tanto se nos permita. La mayoría de las ocasiones ignoramos el emplazamiento y vivimos en torno a este juego de mascaras dispuestas. Sin embargo, en el momento en el que cambiamos la mascara nos atrevemos a “observar” nuestro reflejo, a “observarnos”, entenderemos, de una manera alucinante, las limitaciones que hemos aprehendido, comprenderemos que nuestra existencia en lo que conocemos como mundo no se limita a nuestra concepción. Está abierta al porvenir, al retorno al origen, al entendimiento de tú-tú y de asumirnos como los únicos responsables – desplazando al azar – de nuestras decisiones entendiendo que hay Otro que retornará eternamente. Y el miedo, como el aire – invisible -  será el  eje, junto con la angustia, en el que nos montaremos para interactuar con lo ausente, con lo espectral.


JAGordilloL.


[1] Verso extraído del álbum: Magic & Loss de Lou Reed. A mí parecer, el mejor y más oscuro proyecto que Lou Reed produjo mientras vivía. Invito al lector a escucharlo, no oírlo y dar cuenta de mi veredicto. Más allá de la música, no mala más bien simple, las letras son simplemente esplendidas.
[2] Stevenson Louis Robert, El extraordinario caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde. Traducido por Mercedes Rubio y Alberto Martín Baró. Madrid: Aguilar, 1994. Pág 61.
[3] Stevenson Louis Robert, El extraordinario.62.
[4] Stevenson Louis Robert, El extraordinario.76.
[5] El entrecomillado “” es una invitación a no entender observación como el acto de observar con los órganos visuales. Entiendo por observar: estructuras sensibles y racionales para pensar, reflexionar e interactuar con lo interno y lo externo.

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