miércoles, 19 de febrero de 2014

La prosa: un diagnóstico.

17-02-2014.

La  prosa: un diagnóstico.

El diagnóstico está compuesto por un análisis de las operaciones en una estructura determinada. No podrá ser nunca – por la imposibilidad de abarcar todo – completo. La comprensión de los agentes activos, pasivos y la inclusión, con las limitaciones de los ausentes, permite tener un acercamiento a lo diagnosticado, comprenderlo complejo, único (por consiguiente, adaptarse a ello no adaptarlo a cánones universales), y poder brindar una opinión sobre ello. José Emilio Pacheco, realiza un diagnóstico de una espacio temporal compuesto por diversos acontecimientos tanto nacionales como internacionales. El estilo utilizado por Pacheco en su obre titulada: “La edad de las tinieblas” , es por excelencia, la prosa.
En el primer acercamiento a la lectura de Pacheco, daré cuenta de pasajes poéticos que diagnostica, con la prosa,[1] un presente que lanza significaciones para dar cuenta del estado de sus componentes.

La obra está compuesta por 50 poemas en prosa, debido a la extensión haré una selección de los temas que considero medulares en el libro dejando fuera unos, no por ello menos importantes. El ejercicio, más allá de hacer un análisis literario es un esfuerzo para incluir a los lectores potenciales a leer el título, escribir sobre ello y dejarse afectar.

Existencia:

“La existencia no sería tal si no pasara. Déjala ir, permítele acabarse, no intentes retenerla. Si guardas algo es como si quisieras frenar la inmensa ola. De nada sirve oponer a su estallido la palma suplicante de la mano”.[2]

“Es grato mirar el mundo cubierto por un velo que afirma su continuidad, la perduración de una vida en la que ya no estaremos”. [3]

Pacheco, propone una aceptación de la condición existencial del individuo en el orbe. Atravesados por la existencia física y sus implicaciones, reducir a ello el entendimiento de la existencia, resultaría un absurdo. El apego a la inmovilidad, es vivir en ignorancia. El vivirse como epicentro del acontecer y regirse, sin concientizar lo Otro en ello, en una especie de humanismo totalitario, resulta una colonización de aquello que nos conforma despojando a eso que intentamos descifrar de su identidad y conformación.
La existencia, comprendida desde occidente, se entiende efímera y dadora de lo que, pensamos, nos conforma. La muerte, en estos términos, es el despojo de lo adquirido y retorno al origen, a la nada, al individuo inconsciente de sí mismo. Entender eso es guiarse por los parámetros que limitan la existencia y no aferrarse, inútilmente, a lo que ingenuamente, parece ser un principio y un final.

La escritura:

“La escritura nos hizo humanos. También nos permitió tiranizar al resto de la naturaleza con los resultados que estamos padeciendo”.[4]

“Herida de hallar entre papeles destruibles una agenda remota: archivo muerto de los muertos, necrópolis de las ausencias y los afectos perdidos”. [5]

La escritura, desde cierta perspectiva, constituye a lo humano. Permite la comunicación y diferenciación para el entendimiento de quien enuncia, no de lo enunciado. La colonización se vuelve otra vez presente. Al escribir, hay represiones que son invisibles en los textos. Hay ausencias. Pacheco, introduce la discusión sobre el archivo, producto de inscripciones, y su muerte, entendida como la ignorancia del archivo mismo o lectura cutre, no consciente de la apertura al por venir de las grafías y nociones. Es, también la escritura, un arma que transforma y dispone, por la técnica, nuestra relación con el mundo. Qué escribes, qué piensas, qué hablas, qu(i)e(n) estás siendo.

La muerte.

“[…] la tumba es uno de los lugares más activos del mundo”. [6]

“Lo que veo es otro Auschwitz y una escenificación poética de lo que el hiperrealismo de las pantallas arroja como noticias todos los días”. [7]

Es curioso, en el apartado de la existencia, Pacheco sugiere un desprendimiento de lo efímero y el entendimiento de lo que constituye a la vida para no sufrir por la ignorancia. En los fragmentos arriba citados, parece ser que la existencia no se limita a la muerte. La muerte, como Pacheco propone, se podría leer como una continuación, representada por la diferencia, de algo/alguien. La ausencia, la muerte es de lo que, por más que se quiera ignorar, siempre regresa en cualquier forma de representación. La muerte está más viva que nunca y nos hace vivir para ella.
La muerte es más presencia que ausencia. Una prueba, “tangible” es la cita sobre Auschwitz, que es por la escritura que nos podemos dar cuenta que el Holocausto no ha pasado, no se ha “vencido” el nazismo, se ha transformado. Y la muerte de los judíos, lejos de ser olvido, se manifiesta en occidente, ya sea en discusión o en sus silencios en las aulas, las discusiones, instituciones, etc.

La utilización de un lenguaje flexible y accesible, la introducción de discusiones de temas que permean el presente y las imágenes comprensibles crean coherencia con el trabajo de Pacheco: escribir para la gente. La pregunta es, ¿su alcance es retribuido ahí con la gente?. Una intensión, entre las que pueda tener el texto, es la de servir de bisagra entre una lectura (el lector) y la obra (el libro) para el intercambio cultural y el enriquecimiento de opiniones que producen contingencia e ignorancia informada.


JAGordilloL.


[1] Entiéndase que la prosa NO se entiende como herramienta. Es la relación de un método de escritura que pretende dar cuenta del acontecer permitiendo la integración del lector en la interpretación y vivencia de la narración.
[2] José Emilio Pacheco, La edad de la tinieblas, trad. Pilar del Río.(México: El Colegio Nacional & Ediciones Era, 2009),12.
[3] José Emilio Pacheco, La edad de la tinieblas, 46.
[4] José Emilio Pacheco, La edad de la tinieblas, 13.
[5] José Emilio Pacheco, La edad de la tinieblas, 22.
[6] José Emilio Pacheco, La edad de la tinieblas, 32.
[7] José Emilio Pacheco, La edad de la tinieblas, 70.

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