jueves, 31 de julio de 2014

“La Vida. Entre la Realidad, la Mentira y el mito”.


28-07-2014.

“La Vida. Entre la Realidad, la Mentira y el mito”.



The Cure - "Out of this world" - Bloodflowers.



Después de la obviedad sigue el misterio. La perdida irrecuperable de la simpleza y la angustia de no saber que es exactamente verdad o una broma.

Introducción.

En julio del año pasado (2013) tuve la oportunidad de asistir a un encuentro al que la Universidad Metropolitana de Monterrey y la Fundación para las Letras Mexicanas (F,L,M)[1], convocó a partir de un concurso literario en el cual, jóvenes de todo México (con límite de edad) podían concursar en las categorías: poesía, narrativa, dramaturgia y ensayo. Alrededor de 20 jóvenes fuimos seleccionados. Durante nuestra estancia en Monterrey, además de “tallerear” nuestros textos con escritores mexicanos, tuvimos la oportunidad de asistir a diversas conferencias acerca de literatura. Una de ellas fue con la presencia de Vicente Quirarte, Eduardo Langagne, Bernardo Ruiz, entre otros.

Hago énfasis en especial a esta conferencia debido a que en ese momento fue mi primer contacto con la obra de Bernardo Ruiz[2]. Escuché la lectura de sus poemas y en lo personal, me hicieron resonancia.

Tiempo después, Alejandra, quién ayudó a la logística del encuentro, nos pidió a los participantes nuestras direcciones domiciliares. ¿Para qué? Para enviarnos un libro que, Bernardo, nos había regalado. La obra se titula “Más allá de sus ojos”[3].

Este texto surge a partir de mi gusto personal por la obra y por la aportación conceptual y literaria que el libro expone. Busco, con estas palabras, mostrar la estructura del libro, hacer un muy breve resumen del contenido y, por último, a partir de fragmentos narrativos de éste, analizar cómo la escritura (como proceso) moldea espacios para la reflexión sobre nosotros como hombres llevando al límite la lógica con la cual nos regimos, comúnmente,  en la vida diaria. (El lector tiene la oportunidad de escoger entre leer solamente la breve reseña y/o mi ejercicio con ella. Lo menciono debido a ciertos comentarios que he recibido acerca de la extensión de mis textos. De acuerdo hasta cierto punto, por ello divido el texto en secciones individuales e interactivas. Me pregunto sí acaso los sujetos que me dijeron esto pensarán igual acerca de la violenta y vomitiva “extensión” visual a la que a diario se enfrentan y fomentan: la T.V. , ordenadores, selfies, etc. )

Estructura y resumen.

            La obra, “Más allá de sus ojos”, es una propuesta narrativa que contiene diez relatos divididos en dos secciones. La primera parte, titulada como el libro, está compuesta por seis relatos. El hilo conductor de estás primeras narraciones es la vida cotidiana. Los escenarios, personajes y situaciones son elaborados en torno al ir y venir de personas que habitan en la Ciudad de México y otros estados del país. Las historias transcurren mostrando la rutina del personaje principal, sin embargo, hay acontecimientos que por razones diversas llevan al sujeto en cuestión a vivir los momentos más allá de la lógica que, previo al acontecimiento, regía su vida, es decir, su relación con la realidad que le es posible aprehender. La segunda parte del libro se titula: “Teoría Personal del Caos”. Compuesto de cuatro narraciones, Ruiz, liga la primera parte del libro a ésta a partir de historias que le pasan a un infante. Luchas contra monstruos ‘imaginarios’, contextos desconocidos, alianzas entre seres humanoides, etc. continúan cuestionando la relación del hombre con la realidad.

            El autor interactúa con un lenguaje amable y coloquial. Al lograr esta combinación, la lectura del libro mantiene un ritmo que permite al lector imaginar las escenas sin la complicación de no saber el significado de algunas palabras. Acerca de los escenarios –en especial los que refieren a la Ciudad de México– Ruiz, logra, a partir de su escritura, hacer ciudad, es decir, vivir el recorrido urbano estimulando los sentidos y la imaginación a tal grado que el andar afecte, de diversas maneras, al caminante. Esta experiencia (re)plantea la interacción del hombre con la ciudad volviendo, de la construcción, arquitectura.[4]

            El libro está siendo una invitación al re-descubrimiento y a la re-invención. Recomendable para todo público, al igual que otros muchos libros, la obra puede ser pensada como un esfuerzo para atrevernos, todos los lectores, a mantenernos, como los niños, siempre en búsqueda de las dimensiones de las cuales somos parte provocando la ruptura de las creencias que nos limitan a la simpleza.

La Vida, la Verdad, la Mentira y el mito.

            En este apartado ligaré muy genéricamente –debido a que anteriormente en mis textos he abordado con mayor profundidad estos temas– la postura desde donde sostengo la breve reseña. En un primer momento plantearé el argumento desde donde sostendré la imposibilidad de sostener a La Vida, La Verdad, La Mentira y el mito. En un segundo momento, ya esbozada la base, trabajaré con la obra y presentaré algunos pasajes literarios que concuerdan con mi propuesta.

            Sí le somos fieles a la cotidianidad y a las creencias, se afirma que la vida es el periodo de tiempo a partir del cual un ser nace y sus funciones biológicas están en continuo movimiento permitiendo que el ser sea en el mundo. La muerte, desde esta idea, es la suspensión irreversible del funcionamiento biológico de un ser cesando su estancia en el mundo como un ser animado y productivo. Es decir, la vida se piensa a partir de la presencia ‘total’ de un ser. Sin embargo, como he mencionado en entradas anteriores, esta posibilidad de pensar a la vida y a la muerte de esta manera corresponde a las producidas en el siglo XIX. (Para un análisis más profundo de está afirmación remito a la lectura de la obra de Michel Foucault: “Las Palabras y las Cosas”.) Por consiguiente, la afirmación anterior es en tanto se enuncie desde la aparición de esa estructura de pensamiento. Anteriormente, la Vida era pensada de otra forma, era vivida a partir de otras premisas. En conclusión: la Vida no es, ni ha sido como ahora se nos posibilita vivirla, es solamente una idea acotada del acontecer. Lo mismo sucede con todas las leyes llamadas ‘Universales’ como la Verdad y la Mentira. No son en sí, son a partir de un sujeto que las enuncia, por consiguiente, desde la perspectiva del enunciador; todo será medido bajo su propia concepción de tal o cuál cosa. Pero para el Otro, son otras sus bases, otras sus perspectivas, otro su entendimiento. He ahí la imposibilidad de la Verdad Absoluta y de la Mentira, de la Vida y de la Muerte. No por ello, hay que decir que todo es relativo, esa actitud sería ingenua. En efecto, cada quien tiene una forma de vivirse, sin embargo, al pertenecer a una sociedad y para lograr una comunicación es necesaria la creación de lugares comunes, referencias, conceptos que contengan el interactuar del hombre. La situación se complica en el momento en el que se piensa, que los acuerdos son La Verdad ante todo y bajo esta violenta imposición, se actúa.

¿Y el mito? El mito, comúnmente, es pensado como el emplazamiento entre La Verdad y La Mentira, entre la Naturaleza y el Hombre. El bastardo de la Verdad. Pero, ¿no es el mito, en todo caso, la forma más creativa, poética y respetuosa de vivirse? Plantearé un ejemplo del por qué: Imaginemos (pasa todo el tiempo) que un historiador común y corriente está investigando la ‘verdadera’ vida de Pancho Villa durante la Revolución Mexicana. El historiador responde a su formación como investigador con validez científica y va en búsqueda de documentos oficiales que refieran a ese periodo. En su investigación, encuentra periódicos, cartas, documentos emitidos por el Estado, etc. El tema en el que más profundiza el historiador es en la vida íntima de Villa, especialmente, en lo que respecta a las sus mujeres. Supongamos que en los documentos dice que solamente se casó una vez. Sin embargo, en diversos pueblos del norte del país, a partir de entrevistas a personas, el historiador se entera sobre la existencia de más mujeres de Villa, e inclusive, much@s hij@s (supongamos que es cierto). ¿Qué hacer? El historiador podría desechar las versiones de la gente “no oficial” y hacerle caso a los papeles “oficiales”; el resultado de su investigación sería una versión “oficial” de la vida de Villa, no sería La Versión. El mismo problema pasaría sí se escoge solamente el testimonio. ¿Qué hacer? No ir por La Verdad. Abrirse a cómo la gente que rodeó a Villa vivió el acontecimiento. Es decir, esforzarse por establecer una relación con lo Otro sin colonizarlo. Entonces, lo “oficial” se convierte tan válido como el testimonio de “doña Lupe”. Es más, sí es historiador es agudo, podría darse cuenta, además de cómo se vivió a Villa y a todos los Villas que existen según quienes hablen de él,  de la creatividad de la gente que habla de Villa. La apropiación de Villa de la gente, de la inversión del personaje.
Bien dice el autor:

Es muy difícil a veces averiguar dónde se inicia una historia. Por lo general, los cuentistas prefieren hacer más vívidas o intensas sus narraciones que entrar en detalles inútiles para la aventura”.
En cambio, los historiadores no saben bien a veces cómo pasó un hecho notable y tienen que encontrar testigos o preguntar a los cuentistas cómo reconstruir un hecho. Dicho con brevedad, los que saben poca historia afirman que los cuentos son puras mentiras”.[5]

            El mito está siendo la tensión entre lo Uno y lo Otro. Y mantener esa tensión, esa distancia, es aceptarse Otro con el Otro, es decir, dejar de pensarse único y aceptar la existencia de otros, por consiguiente, saber que toda enunciación del otro es tan válida como la de uno mismo.

Reaccionando y no reflexionando este tipo de planteamientos es como cerramos, drástica y estúpidamente, los acontecimientos a diario. De ahí la importancia de la poesía, de la literatura en general, de cierta Historia, de la filosofía, de la arquitectura. Est@s saberes/artes exigen una sensibilidad tanto racional como sensitiva para lograr apreciar un objeto como tal: una silla como una silla, pero, además, como todo lo que está siendo desde otros lugares. Abrir la experiencia. Ruiz, de manera muy sencilla, logra elaborar una oración –que en lo personal me encanta– acerca de un crucero. “Un crucero es un pueblo flotante, un arca nómada de nacionalidades”.[6] Otro ejemplo, en otra circunstancia: “[…] las galletas de relleno dulce, cremoso, que recuerdan el crujido de las hojas secas del otoño y el sabor tibio de la vainilla de un helado en las horas lluviosas de la tarde, durante las caricaturas de la televisión”.[7] La experiencia poética, escrita, muda, como se presente tiene la capacidad de llevar al limite la lógica racional, bajo sus propios términos (utilización de un alfabeto, orden, gramática, etc.), ofreciendo, no sin antes aceptar un grado de ‘locura’, una entrega hacia la nada. Ruiz, atento a esta experiencia poética menciona: “La fuga era una trasgresión necesaria para vivir con una libertad sin límites la vida excelsa […]”.[8] La fuga es, como mencioné, atreverse a vivir más allá de lo dispuesto. Por está razón, el hombre es un móvil que, de frontera en frontera, siempre migrante, anda por las senderas de la realidad cada vez maravillándose, siempre distinto, de la vida, del estar siendo.

            Retornando a la idea del mito, de la confrontación ya no de Uno – Otro, sino de Otro –Otro, Ruiz, parece trazar una afirmación que plantea una imposibilidad de un entendimiento de la Realidad debido a que, sujetos a nuestras posibilidades, sólo podemos acceder a lo que está dispuesto ignorando al Otro en el momento de traducirlo a nuestra concepción. Por ello, uno se define a partir de lo Otro. Se trata de una relación personal e interna; por consecuencia no hay aprehensión de Otro, hay maneras de reflexionar el lazo que vuelve pensable el Otro. “Las pláticas no sirven. Parecen callar el rumor que trae uno adentro, pero no se puede. Luego el rumor se vuelve recuerdo, o gritos, o una tristeza como de viernes santo”.[9]

Ya desde el mito.

            No me canso cada vez que enuncio que leer está siendo escribir y viceversa. Es un proceso que contiene a ambos actos. Ruiz, dice: “[…] la escritura, que es reescriura siempre, cobra un espacio más íntimo en la propia existencia. No se espera ni una envidia, ni una crítica, ni una palmada en el hombro”.[10] La escritura, por consiguiente, está siendo un testimonio personal y social que deja una huella en la cual, nuestro espectro, aparecerá en situaciones ignoradas en las que, el significado y significante del texto, estén sujetos a Otros momentos. Porque, “Todos nuestros mundos se corresponden”[11], mi forma de agradecer mi encuentro con esta obra es enterrarlo a través de la escritura y guardarle luto sabiendo que –algún día, tal vez– re-descubra el libro distinto, pero, casi imperceptible, con el susurro del fantasma que escapa de éstas líneas.

P.D. Si el autor de la obra llega a leer esta reseña me gustaría decirle que la mirada a las líneas que escribió, es digna de benevolencia y que por supuesto que la obra está bastando.

JAGordilloL.




[1] Para mayor información de esta fundación dejo el link: <<  http://flm.mx/  >> Aquí mismo, además de poder seguir las convocatorias lanzadas, se puede consultar una revista (producida allí mismo) y una enciclopedia (en continua construcción) de la literatura en ‘México’ a través del espacio y tiempo.
[2] Ciudad de México 1953. Es escritor y crítico. Estudió la licenciatura en Lengua y literaturas hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Dirige las colecciones La mosca muerta y la piel de Judas de Plan C editores. Es tutor de la F,L,M. Dentro de sus obras, algunas son: en teatro Luz Oscura (1999); Pueblos fantasmas 1978-1999 (poesía); El último elefante (novela, 2004), entre otras.
[3] Bernardo Ruiz, Más allá de sus ojos, Plan C editores, México-D.F., 2011. pp.138.
[4] En lo personal, esta experiencia me impresionó –en los diversos sentidos de la palabra– mientras un día caminaba por las calles de Polanco. Bernanrdo escribe: “Brincábamos la barda y ahí estaban los baldíos de Polanco, herbazales y cascajo apenas divididos por el incipiente trazo de las calles. Aquí Blas Pascal, allá, hacia lo bajo, la vía del tren y los muros de ladrillo rojo y los cristales del Liceo”. Ibidem. p. 104.
Después de leer el libro coincidió que el pago a una cuenta en un banco vencía y debía de realizarlo ese día hasta antes de las 4 p.m. Mientras caminaba de Antara (centro comercial, dependencia chatarra y culto a la personalidad) hacia un HSBC (banco) que se encuentra en otro centro comercial a dos calles, me di cuenta de que, al cruzar la calle me encontraba enfrente del Liceo y del Sears de Polanco, sí, el de la cita. Conmovido fuertemente, sonreí e inmediatamente me imaginé a Polanco sin plazas comerciales, un sitio vacío. La experiencia literaria y arquitectónica me ha dejado abierta esa experiencia siempre dándole contextos, pensamientos y emociones diversos a esa parte de la ciudad. 
[5] Ibidem. p. 121. Sin embargo, aclaro que esta concepción de la Historia y los historiadores refiere a la escuela positivista. Ya que, actualmente (50`s- a hoy) en México y otros países, la orientación y reflexión de la Historia se ha dirigido, se dirige hacia otros lugares. Por ejemplo, a las reflexiones acerca de la escritura de la Historia en la que se ha llegado a decir que la escritura de la Historia es casi igual a la escritura literaria. Invito a acercarse a los textos del historiador francés Michel de Certeau para profundizar en esta discusión. 
[6] Ibidem. p. 63.
[7] Ibidem. p. 111.
[8] Ibidem. p. 104.
[9] Ibidem. p. 76.
[10] Ibidem. p. 12.
[11] Ibidem. p. 13.

sábado, 5 de julio de 2014

Historiadores (del arte). ¿Hacia una ceguera? II. Caso Marcel Duchamp.



27 de junio y 02 de julio del 2014.

Historiadores (del arte). ¿Hacia una ceguera? II. Caso Marcel Duchamp.





“[…] se cree que la pintura está dirigida a la retina. Esto era un error de todo el mundo. ¡El temblar de la retina! Antes, la pintura tenía otras funciones: podía ser religiosa, filosófica, moral. ¡Si tan sólo tuviera la oportunidad de tomar una actitud antiretinal!, pero desafortunadamente, esto no ha cambiado mucho; nuestro siglo entero es completamente retinal […]”.[1]

Por qué una segunda parte.

            Hace unas de semanas acudí a la presentación de una revista (Fractal). El foro fue “La Casa del Refugio Citlaltépetl” ubicado en la colonia Condesa (México, D.F.). Dentro hay una pequeña librería. Previo a la presentación, decidí echar un vistazo a los libros que vendían. Principalmente, el producto de la librería son publicaciones independientes, no populares y rarezas editoriales. Mientras recorría los estantes me encontré con dos libros: una recopilación de poesía mexicana (sobra la cual escribiré en un futuro) y un pequeño, delgado encuadernado de color verde. Éste último me llamó la atención debido a su presentación. Es el caso de una serie de entrevistas que, Pierre Cabanne (crítico de arte), le hizo a Marcel Duchamp.[2]
            Mientras leía las entrevistas de Duchamp, el texto precedente a este[3] no dejaba de hacer resonancia. Decidí hacer una segunda de una reflexión sobre los historiadores (del arte), la ceguera y la obra de arte. Ésta reflexión se guiará por el epígrafe que abre este texto. Pienso que abordar la propuesta de Duchamp –aún vigente– puede aterrizar la primera crítica –antes publicada– sobre cómo el artista se relaciona más allá de la vista llevando la nociones de arte y ceguera a otros lugares en los que las posibilidades de relación entre ambos suceden distinto.

La entrevista.

            La entrevista para los historiadores nos es fundamental. Transmite una idea que ilustra las posibilidades de conocimiento y la cotidianidad de quienes participan en la entrevista. Por ejemplo: el lenguaje coloquial, la enunciación de sitios de estancia, menciones de personas en específico, gustos personales, etc. Situación que un texto académico no se permitiría.
En este caso Marcel Ducham y Pierre Cabanne abordaron nociones como : artista, obra de arte, arte, etc. Situación de la que me serviré (¿o seré servido?) para dar cuenta cómo, aún enunciadas en un pasado, los cometarios de Duchamp siguen vigentes y aportan, además, a las propuestas de arte para ‘ciegos’ en la escena artística actual.

El concepto.

            Para abordar la propuesta de Duchamp es necesario, en un primer momento, definir lo que estoy entendiendo por la palabra concepto ya que la definición será el eje en el que sostendré la propuesta de esta reflexión. Por concepto, en este caso en particular entiendo: la delimitación de una idea a partir de la inserción de ésta en una estructura lógica que responde a la necesidad del hombre para volver, a la idea, pensable y por consecuencia tener la capacidad de enunciarla. Sin embargo, el concepto está sujeto al cambio. El concepto irá trasladándose entre las distintas estructuras que el pensamiento genera en tanto éste está inscrito en la contingencia. El concepto se amoldará dependiendo del sujeto que realice el proceso de abstracción, contención, entendimiento y enunciación, es decir, el concepto está abierto, desde su origen, al porvenir de éste[4].

Arte conceptual – arte ciego.

            Teniendo de antemano un esfuerzo por definir la palabra concepto pasemos a un segundo esfuerzo; la definición del arte conceptual (repito, adaptado específicamente a este caso en particular). Por arte conceptual entiendo: toda producción artística que en su representación haya un indicio, ya sea literal o entre líneas, que guíe, más no dictamine, que más allá de los sentidos (olfato, gusto, oídos, visual y del tacto), la obra, está significando y siendo significante. La definición enunciada es sostenible a partir de la siguiente reflexión que Duchamp hace sobre el arte y el artista[5]:

[… ] no creo en la función creativa del artista, que es un hombre como cualquier otro. Su trabajo es hacer ciertas cosas, pero el hombre de negocios también hace ciertas cosas, ¿me explico? Por otro lado, la palabra “arte” me interesa mucho más. Viene del sánscrito y significa “haciendo”. Ahora todo el mundo hace algo, y aquellos que hacen algo sobre tela y con un marco son llamados artistas.
            Antes eran llamados artesanos y prefiero ese término.
            Todos somos artesanos, en una vida civil, militar o artística.
[…] La palabra “artista” fue inventada cuando el pintor se convirtió en un miembro de la sociedad monárquica y después, en la sociedad contemporánea, en un caballero. No hace las cosas para la gente; es la gente quien viene y escoge entre su producción algunas cosas”.[6]

  A continuación, expondré la concepción que vuelve posible al arte conceptual y su relación con la reflexión citada de Duchamp aislando y luego juntando a los actores principales: arte, artista, hacer y espectador.
Teniendo ya definido lo anterior, situar la crítica que Duchamp hace a la concepción de arte y artista reside en cómo se han pensado ambos conceptos y por consiguiente cómo se vive el arte. Sí hacemos caso a la cita de arriba, podemos, en un primer momento y desde una literalidad extrema, enunciar que cualquiera es artista. Sin embargo, pienso que las palabras de Duchamp se dirigen hacía otro lugar. En una segunda lectura, pensemos cómo Duchamp liga las palabras: arte, haciendo y artesano. Sustraigo:

“[…] la palabra “arte” […] significa “haciendo”. Ahora todo el mundo hace algo, y aquellos que hacen algo sobre tela y con un marco son llamados artistas.
            Antes eran llamados artesanos y prefiero ese término.
            Todos somos artesanos, en una vida civil, militar o artística”.[7]

            Entendamos por “haciendo” (Actor 1), desde la cita de Duchamp, lo siguiente: toda actividad en el tiempo (en la concepción cotidiana del pasado, presente y futuro) sea esta consiente y/o inconsciente. Por consecuencia, arte (Actor 2) la entiendo como: el producto de estar haciendo que a su vez, por estar siendo, está haciendo. Entonces, por artista (Actor 3) entiendo: persona que en su estar haciendo produce algo que a su vez, ya como producto ajeno a quien lo produjo,  está haciendo en más de un sentido, más allá de un lugar, más allá de la lógica y lo cotidianamente comprensible y aprehensible. ¿Y el espectador (Actor 4)? Desde las conclusiones anteriores, lo defino: sujeto que en su estar siendo experimenta el estar siendo de la obra en sus distintos campos de acción teniendo como resultado un estar haciendo que emplaza al artista, al arte y al espectador en un estar haciendo en múltiples espacios y tiempos.

            Una vez enunciada mi propuesta sobre los conceptos y su estructura ligaré, a todo lo anterior, una propuesta sobre cómo se podría abordar, desde la definición del arte ciego demostrando como en la naturaleza misma del arte (de mí definición), la ceguera está inscrita.           
Por arte ciego entiendo: La producción artística (refiero aquí a la definición de arriba) de una persona ciega (“discapacitada”) . (Se puede relacionar fácilmente a la definición de arte y el arte conceptual. La diferencia reside en que esta producción es realizada por un sujeto que es ciego en el sentido literal de la palabra.) La aportación del arte ciego se sustenta en tanto que desde un principio su producto exige un esfuerzo para experimentar a la obra desde otros lugares suspendiendo nuestros elementos receptores cotidianos. No limitándose a ello, el arte ciego pone en duda a la capacidad visual y a la “capacidad” en general. Por consecuencia, a la “normalidad”, a la “salud” y a todas instituciones y enseñanzas acerca de ello, no como anarquía, más bien, como reconocimiento e intención de que hay un Otro. ¿Y qué está siendo el arte si no ese reconocimiento?

Una cordial invitación a los historiadores del arte y a todos los que ten(emos)gamos relación con el arte.

            En el texto anterior “Historiadores (del arte). Hacia una ceguera”, mencioné que al dar mi opinión en una ponencia, además de un par de comentarios, el silencio fue la respuesta ante mi enunciación. En ese momento estaba sorprendido. Ahora entiendo. El silencio es la representación de aquello que nos confronta a la nada. Experiencia de angustia y terror ya que, al no tener referencia, el vacío nos habita y nos corroe. Sin embargo, es momento de reconocer el acontecimiento de la (dis)capacidad en el terreno de la Historia del Arte y de la Historia. Una primera manera es enunciarlo, darle lugar. La invitación que hago se direcciona principalmente a suspender la difusión de nuestros saberes solamente a través de lo visual, en palabras de Duchamp, de lo <<retinal>>. ¿Por qué? Debido a la sobreproducción de información visual a la que estamos dispuestos a diario (refiriéndome a los que vivimos en una ciudad: Puebla, México D.F., Monterrey, Guadalajara, etc) y que merma nuestra posibilidad de reflexión incrementando la parte de reacción, es decir, de literalidad, de no-reflexión. ¿Qué sensibilidad podemos tener de una imagen cuando en cada instante, la información visual, se nos presenta? ¿en qué momento se digiere? ¿es necesaria más información visual? ¿quién dijo que nuestros saberes: Historia e Historia del Arte, son <retinales>? ¿Hemos caído, nosotros los historiadores, en una reacción que pone en evidencia nuestra ceguera e ignorancia sobre nuestro saber y quehacer?
Es desde allí dónde, con la (pre)ocupación que me habita, (nos) invito a los que estamos involucrados a re-conocer esta situación.

JAGordilloL.
           




[1] Anónimo, Conversando con Marcel Duchamp. Pierre Cabanne. trad. María Gutiérrez, Richard Moszka, Manuel Rocha, Laureana Toledo y Araham Cruzvillegas. Alias 2ª reimp. 2010, Ciudad de México.
[2] Un libro similar en el que coinciden varias entrevistas, se encuentra en el siguiente link http://www.merzbach.de/UNICACH/Antologia/textos/4.1.5._Cabanne_-_Conversaciones_con_Marcel_Duchamp.pdf citado el 27-06-2014.
[3] Jorge Andrés Gordillo López, Historiadores (del arte). ¿Hacia una ceguera?. En: http://planoactivo.blogspot.mx/2014/06/historiadores-del-arte-hacia-una-ceguera.html citado el 27-06-2014.
[4] Jacques Derrida, propuso a lo largo de su obra la distinción entre las palabras: concepto  y noción. Derrida se inclina más hacia la segunda propuesta, misma que enuncio –sin aparente novedad– respecto a la apertura del concepto hacia el porvenir. Remito a la lectura de su obra para profundizar en el tema, en especial, y para el interés de los historiadores e historiadores del arte: Jacques Derrida, Mal de Archivo. Una impresión freudiana. trad. Paco Vidarte, Barcelona, Trotta, 1997.
[5]  Tanto el concepto artista como arte están sujetos al cambio, es decir, dependiendo de cómo se hayan entendido en el pasado, se les denomina un significado. No es lo mismo el arte grecolatino al arte en el Renacimiento ni en la modernidad. Duchamp, enterado de éstos cambios, propone un cambio de concepción (el que viene en la cita) y aclara, brevemente, otros.
[6] Anónimo, Conversando con, op. cit., p.8.
[7] Idem.