28-07-2014.
“La Vida. Entre la Realidad, la Mentira y
el mito”.
The Cure - "Out of this world" - Bloodflowers.
Después de la obviedad sigue el misterio.
La perdida irrecuperable de la simpleza y la angustia de no saber que es
exactamente verdad o una broma.
Introducción.
En
julio del año pasado (2013) tuve la oportunidad de asistir a un encuentro al
que la Universidad Metropolitana de Monterrey y la Fundación para las Letras
Mexicanas (F,L,M)[1],
convocó a partir de un concurso literario en el cual, jóvenes de todo México (con
límite de edad) podían concursar en las categorías: poesía, narrativa,
dramaturgia y ensayo. Alrededor de 20 jóvenes fuimos seleccionados. Durante
nuestra estancia en Monterrey, además de “tallerear” nuestros textos con
escritores mexicanos, tuvimos la oportunidad de asistir a diversas conferencias
acerca de literatura. Una de ellas fue con la presencia de Vicente Quirarte,
Eduardo Langagne, Bernardo Ruiz, entre otros.
Hago
énfasis en especial a esta conferencia debido a que en ese momento fue mi primer
contacto con la obra de Bernardo Ruiz[2].
Escuché la lectura de sus poemas y en lo personal, me hicieron resonancia.
Tiempo
después, Alejandra, quién ayudó a la logística del encuentro, nos pidió a los
participantes nuestras direcciones domiciliares. ¿Para qué? Para enviarnos un
libro que, Bernardo, nos había regalado. La obra se titula “Más allá de sus
ojos”[3].
Este texto surge
a partir de mi gusto personal por la obra y por la aportación conceptual y
literaria que el libro expone. Busco, con estas palabras, mostrar la estructura
del libro, hacer un muy breve resumen del contenido y, por último, a partir de
fragmentos narrativos de éste, analizar cómo la escritura (como proceso) moldea
espacios para la reflexión sobre nosotros como hombres llevando al límite la
lógica con la cual nos regimos, comúnmente, en la vida diaria. (El lector tiene la
oportunidad de escoger entre leer solamente la breve reseña y/o mi ejercicio
con ella. Lo menciono debido a ciertos comentarios que he recibido acerca de la
extensión de mis textos. De acuerdo hasta cierto punto, por ello divido el
texto en secciones individuales e interactivas. Me pregunto sí acaso los
sujetos que me dijeron esto pensarán igual acerca de la violenta y vomitiva
“extensión” visual a la que a diario se enfrentan y fomentan: la T.V. ,
ordenadores, selfies, etc. )
Estructura y resumen.
La obra, “Más allá de sus ojos”, es
una propuesta narrativa que contiene diez relatos divididos en dos secciones. La primera parte, titulada como el libro, está compuesta por
seis relatos. El hilo conductor de estás primeras narraciones es la vida
cotidiana. Los escenarios, personajes y situaciones son elaborados en torno al
ir y venir de personas que habitan en la Ciudad de México y otros estados del
país. Las historias transcurren mostrando la rutina del personaje principal,
sin embargo, hay acontecimientos que por razones diversas llevan al sujeto en cuestión
a vivir los momentos más allá de la lógica que, previo al acontecimiento, regía
su vida, es decir, su relación con la realidad que le es posible aprehender. La
segunda parte del libro se titula: “Teoría Personal del Caos”. Compuesto de
cuatro narraciones, Ruiz, liga la primera parte del libro a ésta a partir de
historias que le pasan a un infante. Luchas contra monstruos ‘imaginarios’,
contextos desconocidos, alianzas entre seres humanoides, etc. continúan
cuestionando la relación del hombre con la realidad.
El autor interactúa con un lenguaje
amable y coloquial. Al lograr esta combinación, la lectura del libro mantiene
un ritmo que permite al lector imaginar las escenas sin la complicación de no
saber el significado de algunas palabras. Acerca de los escenarios –en especial
los que refieren a la Ciudad de México– Ruiz, logra, a partir de su escritura,
hacer ciudad, es decir, vivir el recorrido urbano estimulando los sentidos y la
imaginación a tal grado que el andar afecte, de diversas maneras, al caminante.
Esta experiencia (re)plantea la interacción del hombre con la ciudad volviendo,
de la construcción, arquitectura.[4]
El libro está siendo una invitación
al re-descubrimiento y a la re-invención. Recomendable para todo público, al
igual que otros muchos libros, la obra puede ser pensada como un esfuerzo para
atrevernos, todos los lectores, a mantenernos, como los niños, siempre en
búsqueda de las dimensiones de las cuales somos parte provocando la ruptura de
las creencias que nos limitan a la simpleza.
La Vida, la Verdad, la Mentira y el mito.
En este apartado ligaré muy genéricamente
–debido a que anteriormente en mis textos he abordado con mayor profundidad estos
temas– la postura desde donde sostengo la breve reseña. En un primer momento plantearé
el argumento desde donde sostendré la imposibilidad de sostener a La Vida, La
Verdad, La Mentira y el mito. En un segundo momento, ya esbozada la base,
trabajaré con la obra y presentaré algunos pasajes literarios que concuerdan
con mi propuesta.
Sí le somos fieles a la cotidianidad y a
las creencias, se afirma que la vida es el periodo de tiempo a partir del cual
un ser nace y sus funciones biológicas están en continuo movimiento permitiendo
que el ser sea en el mundo. La muerte, desde esta idea, es la suspensión
irreversible del funcionamiento biológico de un ser cesando su estancia en el
mundo como un ser animado y productivo. Es decir, la vida se piensa a partir de
la presencia ‘total’ de un ser. Sin embargo, como he mencionado en
entradas anteriores, esta posibilidad de pensar a la vida y a la muerte de esta
manera corresponde a las producidas en el siglo XIX. (Para un análisis más
profundo de está afirmación remito a la lectura de la obra de Michel Foucault:
“Las Palabras y las Cosas”.) Por consiguiente, la afirmación anterior es en
tanto se enuncie desde la aparición de esa estructura de pensamiento.
Anteriormente, la Vida era pensada de otra forma, era vivida a partir de otras
premisas. En conclusión: la Vida no es, ni ha sido como ahora se nos posibilita
vivirla, es solamente una idea acotada del acontecer. Lo mismo sucede con todas
las leyes llamadas ‘Universales’ como la Verdad y la Mentira. No son en sí, son
a partir de un sujeto que las enuncia, por consiguiente, desde la perspectiva
del enunciador; todo será medido bajo su propia concepción de tal o cuál cosa.
Pero para el Otro, son otras sus bases, otras sus perspectivas, otro su
entendimiento. He ahí la imposibilidad de la Verdad Absoluta y de la Mentira,
de la Vida y de la Muerte. No por ello, hay que decir que todo es relativo, esa
actitud sería ingenua. En efecto, cada quien tiene una forma de vivirse, sin
embargo, al pertenecer a una sociedad y para lograr una comunicación es
necesaria la creación de lugares comunes, referencias, conceptos que contengan
el interactuar del hombre. La situación se complica en el momento en el que se
piensa, que los acuerdos son La Verdad ante todo y bajo esta violenta
imposición, se actúa.
¿Y el mito? El
mito, comúnmente, es pensado como el emplazamiento entre La Verdad y La
Mentira, entre la Naturaleza y el Hombre. El bastardo de la Verdad. Pero, ¿no
es el mito, en todo caso, la forma más creativa, poética y respetuosa de
vivirse? Plantearé un ejemplo del por qué: Imaginemos (pasa todo el tiempo) que
un historiador común y corriente está investigando la ‘verdadera’ vida de
Pancho Villa durante la Revolución Mexicana. El historiador responde a su
formación como investigador con validez científica y va en búsqueda de
documentos oficiales que refieran a ese periodo. En su investigación, encuentra
periódicos, cartas, documentos emitidos por el Estado, etc. El tema en el que
más profundiza el historiador es en la vida íntima de Villa, especialmente, en
lo que respecta a las sus mujeres. Supongamos que en los documentos dice que
solamente se casó una vez. Sin embargo, en diversos pueblos del norte del país,
a partir de entrevistas a personas, el historiador se entera sobre la
existencia de más mujeres de Villa, e inclusive, much@s hij@s (supongamos que
es cierto). ¿Qué hacer? El historiador podría desechar las versiones de la
gente “no oficial” y hacerle caso a los papeles “oficiales”; el resultado de su
investigación sería una versión “oficial” de la vida de Villa, no sería La
Versión. El mismo problema pasaría sí se escoge solamente el testimonio. ¿Qué
hacer? No ir por La Verdad. Abrirse a cómo la gente que rodeó a Villa vivió el
acontecimiento. Es decir, esforzarse por establecer una relación con lo Otro
sin colonizarlo. Entonces, lo “oficial” se convierte tan válido como el
testimonio de “doña Lupe”. Es más, sí es historiador es agudo, podría darse
cuenta, además de cómo se vivió a Villa y a todos los Villas que existen según
quienes hablen de él, de la creatividad de
la gente que habla de Villa. La apropiación de Villa de la gente, de la
inversión del personaje.
Bien
dice el autor:
“Es muy
difícil a veces averiguar dónde se inicia una historia. Por lo general, los
cuentistas prefieren hacer más vívidas o intensas sus narraciones que entrar en
detalles inútiles para la aventura”.
En cambio, los historiadores no saben bien
a veces cómo pasó un hecho notable y tienen que encontrar testigos o preguntar
a los cuentistas cómo reconstruir un hecho. Dicho con brevedad, los que saben
poca historia afirman que los cuentos son puras mentiras”.[5]
El mito está siendo la tensión entre
lo Uno y lo Otro. Y mantener esa tensión, esa distancia, es aceptarse Otro con
el Otro, es decir, dejar de pensarse único y aceptar la existencia de otros,
por consiguiente, saber que toda enunciación del otro es tan válida como la de
uno mismo.
Reaccionando
y no reflexionando este tipo de planteamientos es como cerramos, drástica y
estúpidamente, los acontecimientos a diario. De ahí la importancia de la
poesía, de la literatura en general, de cierta Historia, de la filosofía, de la
arquitectura. Est@s saberes/artes exigen una sensibilidad tanto racional como
sensitiva para lograr apreciar un objeto como tal: una silla como una silla,
pero, además, como todo lo que está siendo desde otros lugares. Abrir la
experiencia. Ruiz, de manera muy sencilla, logra elaborar una oración –que en
lo personal me encanta– acerca de un crucero. “Un crucero es un pueblo
flotante, un arca nómada de nacionalidades”.[6]
Otro ejemplo, en otra circunstancia: “[…] las galletas de relleno dulce, cremoso,
que recuerdan el crujido de las hojas secas del otoño y el sabor tibio de la
vainilla de un helado en las horas lluviosas de la tarde, durante las
caricaturas de la televisión”.[7]
La experiencia poética, escrita, muda, como se presente tiene la capacidad de
llevar al limite la lógica racional, bajo sus propios términos (utilización de
un alfabeto, orden, gramática, etc.), ofreciendo, no sin antes aceptar un grado
de ‘locura’, una entrega hacia la nada. Ruiz, atento a esta experiencia poética
menciona: “La fuga era una trasgresión necesaria para vivir con una libertad
sin límites la vida excelsa […]”.[8]
La fuga es, como mencioné, atreverse a vivir más allá de lo dispuesto. Por está
razón, el hombre es un móvil que, de frontera en frontera, siempre migrante,
anda por las senderas de la realidad cada vez maravillándose, siempre distinto,
de la vida, del estar siendo.
Retornando a la idea del mito, de la
confrontación ya no de Uno – Otro, sino de Otro –Otro, Ruiz, parece trazar una
afirmación que plantea una imposibilidad de un entendimiento de la Realidad
debido a que, sujetos a nuestras posibilidades, sólo podemos acceder a lo que
está dispuesto ignorando al Otro en el momento de traducirlo a nuestra
concepción. Por ello, uno se define a partir de lo Otro. Se trata de una
relación personal e interna; por consecuencia no hay aprehensión de Otro, hay
maneras de reflexionar el lazo que vuelve pensable el Otro. “Las pláticas no
sirven. Parecen callar el rumor que trae uno adentro, pero no se puede. Luego
el rumor se vuelve recuerdo, o gritos, o una tristeza como de viernes santo”.[9]
Ya desde el mito.
No me canso cada vez que enuncio que
leer está siendo escribir y viceversa. Es un proceso que contiene a ambos
actos. Ruiz, dice: “[…] la escritura, que es reescriura siempre, cobra un
espacio más íntimo en la propia existencia. No se espera ni una envidia, ni una
crítica, ni una palmada en el hombro”.[10]
La escritura, por consiguiente, está siendo un testimonio personal y social que
deja una huella en la cual, nuestro espectro, aparecerá en situaciones
ignoradas en las que, el significado y significante del texto, estén sujetos a
Otros momentos. Porque, “Todos nuestros mundos se corresponden”[11],
mi forma de agradecer mi encuentro con esta obra es enterrarlo a través de la
escritura y guardarle luto sabiendo que –algún día, tal vez– re-descubra el
libro distinto, pero, casi imperceptible, con el susurro del fantasma que
escapa de éstas líneas.
P.D. Si el autor
de la obra llega a leer esta reseña me gustaría decirle que la mirada a las
líneas que escribió, es digna de benevolencia y que por supuesto que la obra
está bastando.
JAGordilloL.
[1] Para
mayor información de esta fundación dejo el link: << http://flm.mx/ >> Aquí mismo, además de poder seguir
las convocatorias lanzadas, se puede consultar una revista (producida allí
mismo) y una enciclopedia (en continua construcción) de la literatura en
‘México’ a través del espacio y tiempo.
[2] Ciudad
de México 1953. Es escritor y crítico. Estudió la licenciatura en Lengua y
literaturas hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Dirige las colecciones La mosca muerta y la piel de Judas de Plan C editores.
Es tutor de la F,L,M. Dentro de sus obras, algunas son: en teatro Luz Oscura (1999); Pueblos fantasmas 1978-1999
(poesía); El último elefante (novela,
2004), entre otras.
[3] Bernardo
Ruiz, Más allá de sus ojos, Plan C
editores, México-D.F., 2011. pp.138.
[4] En lo
personal, esta experiencia me impresionó –en los diversos sentidos de la
palabra– mientras un día caminaba por las calles de Polanco. Bernanrdo escribe:
“Brincábamos la barda y ahí estaban los baldíos de Polanco, herbazales y
cascajo apenas divididos por el incipiente trazo de las calles. Aquí Blas
Pascal, allá, hacia lo bajo, la vía del tren y los muros de ladrillo rojo y los
cristales del Liceo”. Ibidem. p. 104.
Después de leer el libro coincidió que el pago a una cuenta
en un banco vencía y debía de realizarlo ese día hasta antes de las 4 p.m.
Mientras caminaba de Antara (centro comercial, dependencia chatarra y culto a
la personalidad) hacia un HSBC (banco) que se encuentra en otro centro
comercial a dos calles, me di cuenta de que, al cruzar la calle me encontraba enfrente
del Liceo y del Sears de Polanco, sí, el de la cita. Conmovido fuertemente,
sonreí e inmediatamente me imaginé a Polanco sin plazas comerciales, un sitio
vacío. La experiencia literaria y arquitectónica me ha dejado abierta esa
experiencia siempre dándole contextos, pensamientos y emociones diversos a esa
parte de la ciudad.
[5] Ibidem. p. 121. Sin embargo,
aclaro que esta concepción de la Historia y los historiadores refiere a la
escuela positivista. Ya que, actualmente (50`s- a hoy) en México y otros
países, la orientación y reflexión de la Historia se ha dirigido, se dirige
hacia otros lugares. Por ejemplo, a las reflexiones acerca de la escritura de
la Historia en la que se ha llegado a decir que la escritura de la Historia es
casi igual a la escritura literaria. Invito a acercarse a los textos del
historiador francés Michel de Certeau para profundizar en esta discusión.