11-03-201, 12-03-2014 y 17-03-2014.
El quehacer del historiador.
“[…] Me dijeron que ya no hay islas desconocidas, y que,
incluso habiéndolas, no iban a dejar el sosiego de sus lares y la buena vida de
los barcos de línea para meterse en aventuras oceánicas a la búsqueda de un
imposible, como si todavía estuviéramos en el tiempo del mar tenebroso, Y tú
que les respondiste, Que el mar es siempre tenebroso […]”. [1]
El cuento de la isla desconocida.
A mediados del
mes de febrero del presente año (2014), recibí un obsequio. ¿El regalo?, un
cuento de José Saramago titulado como este primer apartado.[2]
En el transcurso de la lectura, además de todas las emociones que surgieron (incluso
ahora que lo recuerdo), trajo consigo una idea que no es ajena a una de mis
inquietudes: ¿cómo explicar, de una manera en que los hasta ahora no
especialistas en la historia, comprendan el quehacer de un historiador actual?.
Fue mientras comía
en un restaurante donde surgió una posible respuesta: una interpolación del
cuento del autor portugués para explicar la teoría de la historia que surge a
partir del giro lingüístico de los 60’s-70`s sin recurrir directamente a los
libros especializados sobre la teoría de la historia.[3]
Para hacerlo, primero haré un breve resumen de la narración del cuento. (En la segunda nota
al pie de página pongo de dos links para quien deseé leerlo así como la
invitación a hacerlo). En un segundo momento, haré la extracción de los
personajes del cuento que explicarán – después de dar cuenta de los papeles que
ejercen en la narración- el quehacer del historiador. En un tercer y posible
último momento, haré una reflexión sobre la apertura de posibilidad de todo
texto producido y leído.
Un hombre decide pedirle al rey del territorio donde vive, un barco. Sin embargo, la organización política (burocracia) que
hay para escuchar las peticiones del pueblo,
para con el rey, es, en principio, un impedimento. En el palacio había
diversas puertas. El rey se situaba en la de los regalos y, al recibir
cantidades demandantes de atención, desatendía la puerta de las peticiones-
donde se encontraba el hombre que pedía el barco-. Quien responde al llamado de
la puerta no fue ninguno de sus secretarios,
tantos como puertas en el palacio, fue la mujer
de la limpieza que a su vez, notificaba a los secretarios lo que acontecía.
El hombre, tras ser en un principio ignorado, advirtió, en su diálogo con la
mujer de la limpieza, que no se iría hasta hablar con el rey y hacerle su
petición. El tiempo colmó la paciencia de la gente que esperaba ser atendida
también por el rey, quienes desesperados se formaban detrás del hombre y su
deseo por el barco. Tras el inicio de algunas sublevaciones del pueblo, el rey,
decide atender al primer hombre de la fila, el que deseaba el barco. Después
del diálogo entre el rey y el hombre, en el cual tras una negociación, el rey decide darle el barco al hombre, ambos fueron por él. Tras ellos, la mujer de la
limpieza, renunciando al trabajo que la distingue de solamente estar siendo
mujer, se dirige hacia el hombre, que es impresionado debido a la decisión de
la mujer para ser parte de la aventura que originó todo la narración: la
búsqueda de la isla desconocida. El
barco, además de tener dos tripulantes: la mujer y el hombre, necesitaba más
gente para navegar a un sitio desconocido. Tras ser rechazado por quienes
recibieron la invitación,[4]
el hombre decide emprender el viaje que, sin seguridad alguna de destino más
que la incertidumbre; el deseo de lo Otro; el goce que tensa el encuentro; el
viaje, y la necesidad de pensarse contingente, lo llevaría a vivir, apasionado
por la isla desconocida y la mujer, en un mundo atravesado por lo tangible, lo
intangible, lo posible, lo imposible y aquello que nos incita desde lo más
profundo de nuestro desconocimiento, a salir (aunque sea por ilusión o si es
posible, por un segundo) y entenderse desde fuera. El viaje, habita la realidad
que escapa del mundo de la gente despierta, de los días. Es, en la densa,
añorada, incomprensible e inmedible atmósfera del sueño, de lo (i)lógico, donde
el viaje inició desde un principio. Dentro del sueño, el barco estaba lleno de tripulación, víveres, energía y
objetos que hacían de este medio de transporte, un espacio similar al de un
hogar. Después de trascurrir el tiempo en el mar, la tripulación empezó a desesperar
y amenazar al hombre -en el sueño capitán del barco- con desembarcar en el
primer terreno que se apareciese. Advertido el capitán, permitió a la
tripulación abandonar sus puestos al tocar tierra. Y así fue. Sólo en su barco,
notaba que algo cambiaba. Las plantas que llevó para decorar el barco se
desbordaban de las macetas invadiendo la estructura de madera, los mástiles se
convertían en árboles, el barco parecía una isla flotante. Incluso, aves vivían
entre las maderas. EL barco, el medio para alcanzar lo anhelado se volvió, con
el tiempo, la isla desconocida.
Tras dejar este
mundo de los deseos y lo (ir)racional, el hombre, al despertar más acompañado
que nunca. A lado de una mujer que, por sí misma decidió estar a lado de él y
con el sueño más excitante de su vida. Junto con la mujer de la limpieza
pintaron el barco poniéndole de nombre el origen del cuento, el título que abre
la posibilidad de encuentro: la isla desconocida.
Interpolación.
En el resumen del
cuento enfaticé algunos personajes con negritas
para marcar la importancia que tendrán en la interpolación del cuento con la
explicación. A continuación pondré el papel de los personajes en el quehacer
de la historia seguido de cómo, a partir de la similitud, es posible el
entendimiento de quehacer del historiador.
a) Las islas
conocidas en el cuento representan el acontecimiento (suceso y sujeto). El pasado. Es un pasado objetivo que se dice conocer a través de la historia y que, por ser estudiadas y
haber evidencia empírica (documentos), es tomado como verdad, como un objeto ya
estudiado.
b) La isla
desconocida representa el acontecimiento siempre abierto al porvenir, es decir,
contingente. Se entiende por contingente: las múltiples significaciones que un significante,
el acontecimiento en este caso, arroja en el transcurso de las distintas
composiciones de pensamiento que en el tiempo han surgido.
c) El rey
representa al dispositivo histórico. Se entiende por dispositivo histórico lo
siguiente: La presencia de la técnica en todo trabajo histórico. La técnica es
“representada” con diversas tecnologías que disponen al historiador las
posibilidades en un tiempo y espacio para generar conocimiento. Es el
dispositivo histórico lo que determina toda investigación histórica. Los
limites, los alcances y su posibilidad de existencia está atravesado por este
determinante.
d) El hombre
(refiriéndome a quien le exige al rey el barco y tiene el proyecto de ir en
búsqueda de la isla desconocida) representa al historiador. El historiador es
quien devuelve las ideas al espacio
donde fueron producidas esforzándose en evitar, por decirlo de algún modo, la
colonización de nociones/conceptos, de un espacio en el nuestro. Es decir, el
historiador ofrece un espacio al pasado para darse un espacio en el presente. A
través de la escritura, el historiador, crea la contingencia de los
acontecimientos dejando claro que, todo lo que se diga no puede ser tomado como
absoluto. El historiador trabaja a su vez con lo imposible, con lo ausente, con
lo Otro. Es un saber que trabaja desde lo Mismo lo Otro. Así mismo permite, el
conocimiento histórico, hacer una crítica de la conformación del pensamiento
presente y, posiblemente, del pasado.
e) La gente o
tripulación invitada a participar en la embarcación representa al resto de
personas que no son parte de la institución histórica y piensa que la verdad es
posible conocerla a partir de leyes universales que hacen al conocimiento
valido en todo espacio y tiempo. Ejemplo: explicar una situación social en la
Grecia clásica (siglo IV a.C.) a partir de principios marxistas o explicar la
vida de Jesús a partir de conceptos como revolucionario o clases sociales. En
ambos ejemplos, los acontecimientos son medidos y trabajados con conceptos
ajenos de su época que nos hacen entender, o al menos eso pretenden, lo que
sucedió. Sin embargo, eran otros los modelos de pensamiento de aquellas épocas
por consiguiente, no sé sabe si existían si quiera los conceptos que se le
atribuyen.
f) La mujer de la
limpieza representa el lazo social que produce el saber histórico. El
historiador, al producir su conocimiento y arrojarlo al mercado o a la
distribución y difusión crea potencialidad de contingencia para el lector que
llegue a dejarse afectar por lo producido. El resultado es un lector que se
convierte en un agente activo en el pensamiento contingente.
g) El barco
representa la tecnología y al lenguaje. La tecnología, como lo mencioné arriba,
es la representación de la técnica. Todo historiador, debe, para pertenecer al
gremio de historiadores, emplear ciertas tecnologías para realizar su
investigación. Estas tecnologías son el conjunto de métodos y procedimientos
que tiene el historiador al dar cuenta de su oficio.
Con respecto al
lenguaje, el historiador escribe. El historiador está siendo con el lenguaje
mientras produce su conocimiento. Dicho lenguaje, por estar inscrito en ciertas
normas gramaticales y de sentido, tiene en un primer momento limitaciones. Y
esta estructura de signos que podemos llamar ahora abecedario y reglas
gramaticales, son nuestra herramienta principal para producir contingencia.
¿Cómo hacerlo?. A partir de un modo de escritura que, apegándonos a las normas
del lenguaje escrito, podamos crear un espacio en el que el lector pueda
participar como agente activo, es decir, con la utilización de símiles, de
metáforas, de aforismos, de “estilos” literarios. Ya que son estos, los que
permiten abrir al porvenir los acontecimientos y presentarlos no como verdades
absolutas, sino como aproximaciones.
h) Organización
política (burocracia) y secretarios. Ambos representan a la institución. Al
lugar de producción del conocimiento histórico. La institución ejerce un papel
semejante al del rey. Al dispositivo. Las instituciones ante la necesidad de
validación, requieren a su vez, de otras instituciones, para tener un control y
clasificación de lo que se produce. Y esto, por principio, tiene una labor
excluyente. Las dificultades inician cuando, las producciones, no llenan el
requisito y se salen del margen de los principios institucionales por no ser
validados, lo que crea, inherentemente, una represión a lo Otro. Sin embargo, con perspectiva y en el
margen, lo claro se torna oscuro y es lo oscuro, sólo eso, lo que nos hace, sin
seguridad, entendernos contingentes y así pertenecer, con todo lo advertido, a
la institución.
i) El sueño
representa el nervio del quehacer del historiador. En el cuento, el sueño es
lo que permite y vuelve posible e incluso “real” el deseo de viajar hacia la
isla desconocida. Es, en este lapso intangible, inmedible, inclasificable,
imposible, donde lo que el hombre o si se prefiere, el historiador, se propone
en el mundo, digámoslo así, terrenal. Traer al presente, lo que como un
recuerdo borroso, tal vez de algo que ni siquiera ha pasado pero existe en la
memoria, con la escritura. El sueño es el motor. El escribir historia es narrar
anhelos de memorias distorsionadas, borrosas, inventadas, lúcidas, encriptadas,
reprimidas, imposibles, para dar cuenta de que el pasado, en su imposibilidad
de llegar a él directamente, está siempre abierto a posibilidades.
El quehacer.
En resumen
de la interpolación y haciendo las adaptaciones pertinentes tenemos lo
siguiente:
El quehacer del historiador está siendo el continuo esfuerzo, sin saber que se llegue
a algo si quiera, de dar un lugar al pasado devolviendo las ideas producidas en
las distintas épocas en las que fueron producidas para darnos, en el presente,
un lugar a quienes lo vivimos. El esfuerzo requiere de un constante contacto
con lo Otro y por consiguiente, para llevar a cabo este contacto es necesario y
primordial, conocer lo Uno. Ya que sin Uno, no podría haber Otro y viceversa.
El proceso de entendimiento de lo Uno se compone de conocer, a medida de lo
posible y vislumbrando las fronteras, la conformación del pensamiento del
hombre de occidente a través de la noción de tiempo lineal. Si se ejerce este
procedimiento, podrá dar cuenta de que, mientras lo Uno se conforma, diáloga con lo Otro. (Ejemplo: pensemos el abecedario completo como una estructura
compuesta de 27 letras que, combinándolas de acuerdo con leyes que se esfuerzan
en darle sentido, ofrecen significado a las letras y palabras. Para reconocer
que A es A debe de haber una diferencia con la cual podamos dar cuenta que A no
es otra cosa. Es, a partir de la existencia de B, C, D, etc. que A tiene
identidad. Ya que, en sí misma, sería imposible conocerla como tal. Este
reconocimiento de A incluye que A deje de pensarse como la Única letra del
abecedario porque es el resto de las palabras, lo que la hacen ser
distinguible. En tanto A se sabe A por la diferencia, reconoce lo Otro, en este
caso, la B, etc. Sin embargo B no se limita a la visión que hace A al reconocer
a B. Ya que B se ve desde la perspectiva de A. Si se ve desde la perspectiva C,
no es igual. Todas las letras son contingentes porque es la diferencia entre
ellas lo que les da identidad, no obstante, la identidad será concebida
distinta dependiendo desde la letra que
se quiera ver. Todas ellas, las palabras, están abiertas y no con un
significado Único pero si con un significante que es lo que les otorga el
sentido. Pero hay que advertir lo siguiente: que las letras estén abiertas sean
vistas y entendidas distintas por cada letra que ve a Otra no significa que
entonces, su identidad es subjetiva. Las letras están dentro de una estructura
y es eso, la estructura misma que las contiene y las vuelve posibles, lo que
permea las aperturas con los limites que le sean inherentes al abecedario.)
El quehacer del historiador pone su atención en lo no dicho y en lo dicho de forma
no literal, es decir, entre líneas. (Ejemplo: en un libro de historia que busca
representar la cronología de la así llamada Revolución Mexicana, el historiador
deberá de leer- con sumo cuidado y atención- las palabras que se repiten, las
ausencias que el texto deja ver para- una vez habiendo detectado lo no literal
o ausente- dar cuenta de aquello que escapa, atender el residuo.)
Las
técnicas que se disponen, por el espacio y tiempo en el que se encuentra el
historiador, serán las condiciones de posibilidad para relacionarnos con lo Uno
y lo Otro. Hay que entender y dejar claro que, como expliqué arriba, las
técnicas o mejor dicho, las tecnologías- como representación de la técnica-
cambian y no son fijas ni absolutas. Esto significa que, en el transcurso de la
relación entre hombre y técnicas, aquello que el historiador estudia, el Otro (
pasado, sujeto, suceso), se irá moldeando entendiendo siempre diferente, al
oficio del historiador y a su objeto de estudio, abriendo el qué hacer del
historiador al porvenir.
El lazo
social que produce la historia, creo yo, es el alcance/límite más cuestionado
del quehacer del historiador. El producto del historiador (el libro de historia) es un esfuerzo- dentro
de varios- de pensar contingentemente. El esfuerzo es arrojado al público, al
lector y es él quien, afectado por el contenido, decidirá darse la oportunidad
de iniciar, junto con el historiador, el viaje a lo desconocido. La
incertidumbre del destino poblara al lector, la angustia lo dejará consigo
mismo, lo enfrentará a la oscuridad, lo mantendrá eternamente en la caída a un
vacío, volverá incierto, al igual que el
destino, el origen del lector mismo y su viaje llevando sus pensamientos al
limite de la razón rozando la locura, la demencia, el delirio, el contacto
siempre espectral del Otro y, tal vez, de lo Uno. Escribir historia es, desde
el historiador, crear un espacio en el que el lector y el historiador mismo,
pueda pensar(se) y sentir(se) en el margen de lo posible al pasado, a aquello
que se escapa continuamente, a la muerte, a la ausencia. El lazo social del
historiador podría semejarse al del arquitecto construyendo un cementerio, un
espacio donde el pasado y el presente, se encuentran en la diferencia.
Después de las múltiples
reiteraciones.
Es complejo
explicar el quehacer del historiador. Sin embargo, hay que arriesgar. La
propuesta se compone en pensar y ejercer el lazo social
de la historia, divulgar el qué hacer del oficio, invitar a leer el cuento de
Saramago, escribir algo con ello proponiendo y por ultimo, dejarse maravillar
por la capacidad que tiene el encuentro con lo desconocido de emocionar y
otorgarle sentido a nuestras vidas.
JAGordilloL.
[1] José Saramago, El cuento de la isla desconocida, trad.
Pilar del Río (México: Punto de
Lectura, 2013), 45.
[2] Invito al lector de este
texto a leer el cuento. La ficha bibliográfica se encuentra arriba. Dejo el
link para quien desee leerlo en línea:
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/por/saramago/cuentode.htm o http://www.seg.guanajuato.gob.mx/Ceducativa/CDocumental/Doctos/2012/Junio/04062012/ElCuentoDeLaIslaDesconocida.pdf?Mobile=1&Source=/Ceducativa/_layouts/mobile/view.aspx?List%3Dd06d80f9-29e3-47c3-8724-aee7386b7e9a%26View%3Dfc33569e-a3d4-4deb-95c2-8cd7ea3b4d8a%26RootFolder%3D%252FCeducativa%252FCDocumental%252FDoctos%252F2012%252FJunio%252F04062012%26CurrentPage%3D1 ambos links citados el
11/03/2014.
[3] El propósito y posible
origen de esta necesidad de explicación surge a partir de la inquietud de la
pregunta: ¿Cuál es la función social de la historia en el presente?. En un
esfuerzo de forjar, a través de la Internet, un lazo social entre la historia y
la comunidad que no perteneciente a este saber, arriesgo esta interpolación que
dará cuenta, desde mi entendimiento, qué hace un historiador.
Para consultar libros que introduzcan la discusión sobre el qué hacer de un historiador recomiendo los siguientes: -La Escritura de la Historia, Michel de Certeau.
-Historia y Psicoanálisis, Michel de Certeau.
-Las Palabras y las Cosas, Michel Foucault.
-Mal de Archivo, Jacques Derrida.
-Historia en Tránsito- Dominick LaCapra.
[4] Ver la primera cita de
este texto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario