miércoles, 26 de febrero de 2014

El discurso médico, su violencia y podredumbre. Hacia la interdisciplinariedad.

26-02-2014.

El discurso médico, su violencia y podredumbre. Hacia la interdisciplinariedad.

El diagnóstico no se encuentra, se emite. Es un acto performativo en donde la palabra hace a la cosa que nombra y hace al sujeto que lo recibe, transformándolo en otro respecto a lo que era antes, a menudo estigmatizándolo. Es una sentencia.[1]

El pasado 19 de febrero del presente año (2014), Stuart Blume[2] dictó una conferencia titulada “Lay challenges to medical authority”[3] en la Casa del Refugio Citlaltépetl invitado por “17, Instituto de Estudios Críticos” [4]. El eje de la ponencia fue un diagnóstico del discurso médico en el presente. En este texto, además de resumir brevemente las ideas e investigaciones del ponente, propondré una apertura e invitación a la medicina y a la historia para atender y repensar el lazo social que ambos oficios, aparentemente distinguidos por pensar y dialogar en la medida de lo (im)posible con lo Otro, a establecer un canal que pueda responder ante los acontecimientos del presente.

La conferencia.

Stuart Blume, inicia su discurso mencionando la desobediencia por parte de los pacientes a las recetas ofrecidas (¿impuestas?) por la medicina. El no ingerir las pastillas en las horas dictadas, disminuir o aumentar, por diversas razones, las dosis, automedicarse, la suspensión de un tratamiento, etc. El siguiente planteamiento y pienso, eje de la conferencia, es el siguiente: ¿siendo médico, cómo  abordar a los  sujetos y comunidades que se resisten a ser tratados como “pacientes” debido a su distinta manera de pensar(se)?, ¿qué hacer ante movimientos en pro de una enfermedad, como por ejemplo la anorexia?, ¿qué hacer con todos los fondos económicos dispuestos por el estado, para la salud en la población en un país heterogéneo?, ¿cómo atender la diferencia sin colonizarla e integrarla al discurso médico ordinario?
A lo largo de la conferencia, Blume, fue narrando su propia experiencia con los acontecimientos mencionados y dando cuenta de la falta, no total, de interés de la institución médica ante la diferencia. El panorama, sugiere el ponente, es alarmante pero no definitivo. La colaboración de “disciplinas” como el psicoanálisis, la etnología, la antropología, la historia y la sociología, es de suma necesidad ya que, la incapacidad de bastarse así misma, la medicina, requiere de estos saberes para cubrir las demandas de aquello que funda su veracidad: el sujeto.

Violencia y podredumbre.

Demos cuenta sobre cómo cierto sector de la institución médica, ejerce la violencia con el paciente, volviendo a este oficio; disciplina, ciencia, un conjunto de teorías y prácticas faltantes de ética. Por decirlo de algún modo: pobre. Esta crítica, lejos de ser violenta y con el ímpetu de descalificación es un diagnóstico que servirá como material para, como mencioné en el párrafo introductorio, un diálogo interdisciplinario con la intención de ocuparnos del presente y sus aconteceres. Así mismo daré cuenta, aunque de manera breve debido a la intención de este texto – en una nota al pie de página-, cómo la historia (historiografía) actual también, en su quehacer, ejerce la violencia y la podredumbre.

Para abordar la discusión, aclararé lo que estoy entendiendo por violencia y podredumbre en este texto:Violencia: Disposiciones de discursos (recetas, clasificación de enfermedades, descubrimientos, aboliciones, etc.) y prácticas (operaciones, inyecciones, ingesta de pastillas, electroshocks,etc.) –en nombre de una institución- hacía un sujeto que no esté enterado de los argumentos institucionales/gremiales, no requiera los tratos y no asuma sus dictámenes.
Podredumbre: Disfuncionalidad de una institución que debido a la necesidad de homogeneización, apropiación y control del  espacio de su producción de prácticas y discursos no de abasto, no cubra las expectativas, requiera de aditamentos para sustentarse, cause deterioros y atente contra la vida.

El dictamen de la medicina y el emplazamiento de su discurso en los médicos crea un lenguaje especifico, por consecuente, una realidad conformada por términos que al mencionarlos son reales, actúan y bajo la mirada del gremio institucional, adquieren veracidad y legitimidad. Sin embargo, este lenguaje no se limita al gremio, se extiende a la mayoría de la población, creando, inventando terminologías y prácticas que, le gusten a la gente o no, deberá de aceptar para estar en norma, ya que como Michel Foucault mencionó a lo largo de su obra: la medicina es una empresa moral que dicta lo que es bueno y malo, enfermo y sano, ley y ruptura de ella, una regularización que produce homogeneización y una clasificación del hombre siendo ella, la medicina, quien con sus principios, leyes, manuales, ponga en regla a quien(es) quiera(n) salir(se) del dispositivo cultural en el que está(n) inscrito(s).
Hay que aclarar: lo que se considera como enfermedad, según el gremio de médicos, lo es solamente en tanto ellos la crean, la enuncian o la destituyen. No puede aplicarse tal enfermedad como un concepto universal. Los síntomas que hacen al médico afirmar la existencia de un desorden, puede no serlo en una sociedad/comunidad/sujeto que se conforme con una estructura de veracidad y epistemología distinta. Sin embargo, el médico, ante sus dictámenes ordinarios no entiende la diferencia y en vez de “escuchar” a la diferencia, se esfuerza por convencer y hospedar al “paciente”, negando la diferencia e imponiendo la propia concepción del médico sobre lo que el “paciente” sea. O sea, la objetividad violentando a la subjetividad. Las campañas que hace el estado en “pro” a la “salud” , además de disponer de un alto recurso económico monetario, no toman en cuenta a los grupos que se resisten a ello porque no lo entienden como el estado manda. Un ejemplo de ellos es el movimiento pro anorexia. Gente diagnosticada con los manuales médicos, como anoréxica en vez de “curarse”, están dándose consejos y compartiendo sus experiencias en una página de internet (http://anasgurl.webs.com/aboutme.htm)  que les sirve como espacio de interacción.
La colonización del Otro y la diferencia se ha ejercido desde la Ilustración y que continua operando en nuestros días, responde a la incapacidad de occidente de reconocer lo distinto.[5] Se legaliza la aniquilación de ello, se permite, se estudia y se aplaude.

Una institución que coloniza al Otro, que ejerce violencia directa e indirecta: píldoras, recetas, manuales, operaciones, instrumentos de operación, rayos x, que operan como adiestramientos para lo Uno, imponiendo un orden como el orden al (des)orden, formando su ejército (los médicos) para continuar su expansión. Una actividad putrefacta y hedionda infecta a la sociedad con sus alcances e imposiciones, una atmósfera pesada oprime al individuo y lo hace creer, no entender, que la solución está en lo externo, que hay enfermedad, que hay lo que no puede haber. Por eso es putrefacta la medicina, sus “conservadores” están fallando, los movimientos pro anorexia, la gente que desobedece sus dictámenes, gente rechazando la medicina, una institución que no se da abasto.

Interdisciplinariedad.

El médico, sea por necesidad de ejercer en algún sitio y justificarse para poder seguir siendo, requiere poner su atención en la podredumbre que aleja a la gente de su campo. Esto que lo hace ser putrefacto es: la imposibilidad de la diferencia.
Sin embargo, más que un obstáculo, es una oportunidad para también pensar en como los saberes mencionados: historia, antropología, etnología, psicoanálisis y sociología, están respondiendo. ¿Callan?, ¿ignoran?.
La escritura de la historia debería de pensarse también en el campo médico. Introducir al médico en el campo de lo Otro permitiendo que los manuales universales, los dictámenes, etc. se transformen e inviertan. Que no sea lo universal lo que mida al sujeto, sino que el sujeto adapte el conocimiento para el entendimiento de éste y pueda darse un acompañamiento ético, no impositivo.
Las campañas de salud deben ser pensadas desde lo Otro, no desde lo Uno. Los etnólogos podrían dar cuenta de la imposibilidad de esto, no como voz del “pueblo no occidental” , sino como regulador de información a quien lance la campaña.

El médico debe escuchar al paciente, hacer una apropiación de lo que diga a la epistemología médica, entenderla como abierta al porvenir, pensarla contingente, devolverla al paciente y en el lazo que une al médico y el tratado, establecer un diálogo que pueda dar cuenta de lo que ofrece la medicina ante la tensión diferencial.


JAGordilloL.


[1] Néstor A. Braunstein, Clasificar en psiquiatría (México: Siglo XXI, 2013), 50.
[4] Invito, abiertamente a todo lector, que visite y siga de cerca de este instituto. http://17edu.org/
[5] En la historiografía, se presenta la violencia de manera distinta. Por ejemplo, manteniéndose oculta. La discusión de la historiografía actual se mantiene viva debido a su discusión en el gremio de historiadores, sin ello, quedaría en el olvido. La ignorancia que produce es, su ocultamiento ante un publico y una sociedad que le brinda, a la historiografía, los elementos para estar siendo. No hay el retorno de lo ofrecido. Está violencia, se transforma en podredumbre. La teoría no se limita a un gremio, la teoría debe establecer un lazo social. Ante este déficit por parte de la historiografía, la teoría crítica y la comunicación deben de sacar a flote el barco naufrago del historiógrafo. Sin botes de rescate y con una tripulación numerosa y sin saber nadar, el barco de la historiografía hiede, se pierde en las tinieblas dando la espalda a una sociedad que le dio las herramientas para la construcción de ese barco.
Dar cuenta de ello no es sentenciarlo, es abrir una discusión incomoda y sepultada por nuestros propios silencios como historiadores/historiógrafos. 

miércoles, 19 de febrero de 2014

La prosa: un diagnóstico.

17-02-2014.

La  prosa: un diagnóstico.

El diagnóstico está compuesto por un análisis de las operaciones en una estructura determinada. No podrá ser nunca – por la imposibilidad de abarcar todo – completo. La comprensión de los agentes activos, pasivos y la inclusión, con las limitaciones de los ausentes, permite tener un acercamiento a lo diagnosticado, comprenderlo complejo, único (por consiguiente, adaptarse a ello no adaptarlo a cánones universales), y poder brindar una opinión sobre ello. José Emilio Pacheco, realiza un diagnóstico de una espacio temporal compuesto por diversos acontecimientos tanto nacionales como internacionales. El estilo utilizado por Pacheco en su obre titulada: “La edad de las tinieblas” , es por excelencia, la prosa.
En el primer acercamiento a la lectura de Pacheco, daré cuenta de pasajes poéticos que diagnostica, con la prosa,[1] un presente que lanza significaciones para dar cuenta del estado de sus componentes.

La obra está compuesta por 50 poemas en prosa, debido a la extensión haré una selección de los temas que considero medulares en el libro dejando fuera unos, no por ello menos importantes. El ejercicio, más allá de hacer un análisis literario es un esfuerzo para incluir a los lectores potenciales a leer el título, escribir sobre ello y dejarse afectar.

Existencia:

“La existencia no sería tal si no pasara. Déjala ir, permítele acabarse, no intentes retenerla. Si guardas algo es como si quisieras frenar la inmensa ola. De nada sirve oponer a su estallido la palma suplicante de la mano”.[2]

“Es grato mirar el mundo cubierto por un velo que afirma su continuidad, la perduración de una vida en la que ya no estaremos”. [3]

Pacheco, propone una aceptación de la condición existencial del individuo en el orbe. Atravesados por la existencia física y sus implicaciones, reducir a ello el entendimiento de la existencia, resultaría un absurdo. El apego a la inmovilidad, es vivir en ignorancia. El vivirse como epicentro del acontecer y regirse, sin concientizar lo Otro en ello, en una especie de humanismo totalitario, resulta una colonización de aquello que nos conforma despojando a eso que intentamos descifrar de su identidad y conformación.
La existencia, comprendida desde occidente, se entiende efímera y dadora de lo que, pensamos, nos conforma. La muerte, en estos términos, es el despojo de lo adquirido y retorno al origen, a la nada, al individuo inconsciente de sí mismo. Entender eso es guiarse por los parámetros que limitan la existencia y no aferrarse, inútilmente, a lo que ingenuamente, parece ser un principio y un final.

La escritura:

“La escritura nos hizo humanos. También nos permitió tiranizar al resto de la naturaleza con los resultados que estamos padeciendo”.[4]

“Herida de hallar entre papeles destruibles una agenda remota: archivo muerto de los muertos, necrópolis de las ausencias y los afectos perdidos”. [5]

La escritura, desde cierta perspectiva, constituye a lo humano. Permite la comunicación y diferenciación para el entendimiento de quien enuncia, no de lo enunciado. La colonización se vuelve otra vez presente. Al escribir, hay represiones que son invisibles en los textos. Hay ausencias. Pacheco, introduce la discusión sobre el archivo, producto de inscripciones, y su muerte, entendida como la ignorancia del archivo mismo o lectura cutre, no consciente de la apertura al por venir de las grafías y nociones. Es, también la escritura, un arma que transforma y dispone, por la técnica, nuestra relación con el mundo. Qué escribes, qué piensas, qué hablas, qu(i)e(n) estás siendo.

La muerte.

“[…] la tumba es uno de los lugares más activos del mundo”. [6]

“Lo que veo es otro Auschwitz y una escenificación poética de lo que el hiperrealismo de las pantallas arroja como noticias todos los días”. [7]

Es curioso, en el apartado de la existencia, Pacheco sugiere un desprendimiento de lo efímero y el entendimiento de lo que constituye a la vida para no sufrir por la ignorancia. En los fragmentos arriba citados, parece ser que la existencia no se limita a la muerte. La muerte, como Pacheco propone, se podría leer como una continuación, representada por la diferencia, de algo/alguien. La ausencia, la muerte es de lo que, por más que se quiera ignorar, siempre regresa en cualquier forma de representación. La muerte está más viva que nunca y nos hace vivir para ella.
La muerte es más presencia que ausencia. Una prueba, “tangible” es la cita sobre Auschwitz, que es por la escritura que nos podemos dar cuenta que el Holocausto no ha pasado, no se ha “vencido” el nazismo, se ha transformado. Y la muerte de los judíos, lejos de ser olvido, se manifiesta en occidente, ya sea en discusión o en sus silencios en las aulas, las discusiones, instituciones, etc.

La utilización de un lenguaje flexible y accesible, la introducción de discusiones de temas que permean el presente y las imágenes comprensibles crean coherencia con el trabajo de Pacheco: escribir para la gente. La pregunta es, ¿su alcance es retribuido ahí con la gente?. Una intensión, entre las que pueda tener el texto, es la de servir de bisagra entre una lectura (el lector) y la obra (el libro) para el intercambio cultural y el enriquecimiento de opiniones que producen contingencia e ignorancia informada.


JAGordilloL.


[1] Entiéndase que la prosa NO se entiende como herramienta. Es la relación de un método de escritura que pretende dar cuenta del acontecer permitiendo la integración del lector en la interpretación y vivencia de la narración.
[2] José Emilio Pacheco, La edad de la tinieblas, trad. Pilar del Río.(México: El Colegio Nacional & Ediciones Era, 2009),12.
[3] José Emilio Pacheco, La edad de la tinieblas, 46.
[4] José Emilio Pacheco, La edad de la tinieblas, 13.
[5] José Emilio Pacheco, La edad de la tinieblas, 22.
[6] José Emilio Pacheco, La edad de la tinieblas, 32.
[7] José Emilio Pacheco, La edad de la tinieblas, 70.

miércoles, 12 de febrero de 2014

El Otro: el miedo.

12-02-2014.

El Otro: el miedo.

If I close my eyes I can't believe that I'm here without you
inside your pale room your empty red chair and my head.
Lou Reed.[1]


El desprendimiento de la idea que le pertenece al autor de un texto ocurre en el espacio y tiempo en el que él o ella, escribe. A partir del momento en que la grafía acontece, la idea de quien(es) la inscribieron es arrojada al mundo sujeta al porvenir. El texto – como materia muerta -  quedará archivado hasta que algún lector se acerque y le de sentido. El desconocimiento del contexto donde fue producido el texto limita a una comprensión y lectura, no por ello a una interpretación. En un espacio más profundo que el de la epistemología en el que se produjo se encuentra su infinita posibilidad de significación. Así es como, hace dos semanas, me acerqué a la magnifica novela de Robert Louis Stevenson titulada: “El extraordinario caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde”. El texto que se leerá a continuación, dará cuenta cómo ciertos pasajes de la novela tienen la capacidad de, después de años de ser escrita, lanzar mensajes a diversas recepciones afectando al lector en su vida y pensamiento.

La novela tiene como eje central a un personaje: el doctor Jekyll. Bastante conocido, se distinguía entre la gente por su rectitud, gran humildad y atención con los demás. Tras una serie de acontecimientos, las personas allegadas a él comienzan a notar conductas extrañas, rupturas de lo que para ellos representaba Jekyll y lo que hacia. Una de esas arbitrariedades era la relación con un personaje desconocido: Mr. Hyde.
A lo largo de la novela, Stevenson perfila la relación entre ambos personajes y la continua ocupación de un tercero para descubrir las diferencias y similitudes entre ambos. Tras un asesinato y la culpabilidad de Hyde, un abogado – protagonista desde la primera página de la novela – descubre la identidad y relación entre Jekyll, el moral, y Hyde, el inmoral: eran la misma persona.
El doctor Jekyll había descubierto una mezcla que lograba transformar a una persona en otra completamente distinta tanto físicamente como de la psique. En el particular caso del doctor es transformación tenía nombre propio: Hyde. El abogado, durante su investigación se encuentra con una carta escrita por el propio doctor Jekyll en la que hace un testimonio de sus profundas reflexiones sobre el ser Uno y Otro y el miedo, la angustia que esto provocaba.

Analicemos ese Uno y ese Otro.

[…] el hombre no es realmente uno, sino dos.
[…] el hombre es una simple comunidad organizada de personalidades independientes, contradictorias y variadas.
[…] se podía afirmar que yo era una y otra de las dos naturalezas que luchaban entre sí en el campo de mi conciencia […] “.[2]

Antes de proseguir, definamos al Uno como la representación de Jekyll, la personalidad que asume al decir “yo”. Definamos al Otro como Mr. Hyde, aquel que aparece en tanto bebe la pócima y lo libera de las ataduras del “yo”, del Uno y de su entorno moral.
Teniendo la distinción, se puede leer en la cita anterior que Jekyll descubre su Otro y se asume como tal. Entiende que, además de ser lo que tiene que ser, dispuesto a una serie de normas técnicas, sociales y creencias, es Otro. Ese Otro, es quien no entiende  su estructura racional, ni la de Jekyll.
Las instituciones definen, hasta cierto punto, la epistemología de un espacio. Como entendemos los signos es regulado por limites que pretenden servir como contenciones para poder entendernos entre nosotros bajo un mismo sistema de significados. Sin embargo, estás instituciones no han llegado a ser globales. Aún hay diferencias. Lo que para sujeto signifique los sintagmas: hombre, para otro puede significar y representar otra noción completamente distinta. Estas diferencias le causan angustia y miedo a lo desconocido a Jekyll y su única forma de explicarlo es con su propia estructura epistemológica ya que es la que posé y esto limita ante lo Otro.

“[…] la experiencia me ha enseñado que el hombre lleva siempre sobre sus espaldas el castigo y la carga de la vida y que, cuando hace un esfuerzo para sacudírselos de encima, retornan sobre nosotros y nos hacen sentir su presión de una manera más extraordinaria y más espantosa”. [3]

Jekyll, entiende que sin Uno no hay Otro. El Uno, en estado de supresión y represión ignora, por seguridad a los desconocido. El observarlo significa entender que hay más, mucho más, de lo que hasta ese entonces había conocido como “verdad” o normal. Lo Otro, lo residual, propone otra noción de entendimiento de Uno. Ya Michel de Certeau expuso junto con Foucault, Derrida y Lévinas, la  gran dificultad del hombre de occidente para relacionarse con lo distinto, está incapacidad ha desatado, entre otras acciones, el exterminio de lo Otro, no obstante, ese Otro no podrá ser exterminado ya que mientras exista Uno, lo Otro retornará constantemente de formas distintas provocando una tensión.

“Bajo la tensión de esta amenaza pendiente en todo momento sobre mí, y por el estado de vigilia a que estoy condenado, sí, hasta más allá del límite que siempre pensé que nadie podía traspasar, he llegado […] a un estado delirante […]”.[4]

La tensión de lo Uno y lo Otro y el miedo que provoca entenderse como tensión entre ambos, producto de “observar” [5]a lo desconocido y entenderse en una relación tú-tú y no yo-tú, provoca un estado delirante, de “locura”. Y es, esa “locura”, ese molesto desacomodo de lo estable, eso distinto e incomprendido lo que nos permite estar en un estado más lucido con la dualidad de nuestras múltiples representaciones de lo Uno  y lo Otro, viviéndonos más allá de solamente una creencia de personalidad.

El hombre contemporáneo de occidente es un personaje que se le han asignado una serie controlada de mascaras que, a lo largo de su existencia como la conocemos, tendrá que usar, desechar y consumir para asumir el papel que sea dispuesto por las instituciones que regulan nuestro entendimiento, los dispositivos (entendiendo el termino de Foucault anteriormente mencionado en este mismo blog bajo el titulo “El dispositivo de Foucault en la Historia”), etc. Somos representaciones, sombras que se asumen distintas en tanto se nos permita. La mayoría de las ocasiones ignoramos el emplazamiento y vivimos en torno a este juego de mascaras dispuestas. Sin embargo, en el momento en el que cambiamos la mascara nos atrevemos a “observar” nuestro reflejo, a “observarnos”, entenderemos, de una manera alucinante, las limitaciones que hemos aprehendido, comprenderemos que nuestra existencia en lo que conocemos como mundo no se limita a nuestra concepción. Está abierta al porvenir, al retorno al origen, al entendimiento de tú-tú y de asumirnos como los únicos responsables – desplazando al azar – de nuestras decisiones entendiendo que hay Otro que retornará eternamente. Y el miedo, como el aire – invisible -  será el  eje, junto con la angustia, en el que nos montaremos para interactuar con lo ausente, con lo espectral.


JAGordilloL.


[1] Verso extraído del álbum: Magic & Loss de Lou Reed. A mí parecer, el mejor y más oscuro proyecto que Lou Reed produjo mientras vivía. Invito al lector a escucharlo, no oírlo y dar cuenta de mi veredicto. Más allá de la música, no mala más bien simple, las letras son simplemente esplendidas.
[2] Stevenson Louis Robert, El extraordinario caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde. Traducido por Mercedes Rubio y Alberto Martín Baró. Madrid: Aguilar, 1994. Pág 61.
[3] Stevenson Louis Robert, El extraordinario.62.
[4] Stevenson Louis Robert, El extraordinario.76.
[5] El entrecomillado “” es una invitación a no entender observación como el acto de observar con los órganos visuales. Entiendo por observar: estructuras sensibles y racionales para pensar, reflexionar e interactuar con lo interno y lo externo.