Literatura autobiográfica del siglo XX
‘estadounidense’ como síntoma de un porvenir en la escritura de la historia.
Casos Ernest Hemingway, Herny Miller y Charles Bukowski. [1]
something’s
knocking at the door.[2]
a great
white light dawns across the
continent
as we
fawn over our falied traditions,
often
kill to preserve them
or
sometimes kill just to kill.
it
doesn`t seem to matter: the answers dangle just
out of
reach,
out of
hand, out of mind.
the
leaders of the past were insufficient,
the
leaders of the present are unprepared.
we curl
up tightly in our beds at night and wait.
it is a
waiting without hope, more like
a
prayer for unmerited grace.
it all
looks more and more like the same old
movie.
the
actors are different but the plot’s the same:
senseless.
we
should have known, watching our fathers.
we
should have known, watching our mothers.
they
did not know, they too were not prepared to
teach.
we were
too naive to ignore their
counsel
and now
we have embraced their
ignorance
as our
own.
we are
them, multiplied.
we are
their unpaid debts.
we are
bankrupt
in
money and
in
spirit.
There
are a few exceptions, of course,
but
these teeter on the
edge
and
will
at any
moment
tumble
down to join the rest
of us,
the
raving, the battered, the blind and the sadly
corrupt.
a great
while light dawns across the
continent,
the
flowers open blindly in the stinking wind,
as
grotesque and ultimately
unlivable
our
21st century
struggles
to be
born.
Antecedentes.
Fue en septiembre
del año pasado cuando Luis Chapell, un amigo entrañable, me recomendó que viera
una serie titulada “Californication”[3].
Dicha serie trata de la vida de un escritor estadounidense y cómo ésta inspira
la producción de su obra volviendo sus libros un éxito debido a las historias
cotidianas –sobre todo tipo de excesos – que logra narrar. El gusto por la
serie se había volcado a un interés que tenía (tengo) desde hace tiempo: sí
todo individuo está sujeto a las enunciaciones que su historia, su memoria, le
dispone narrar ¿todo discurso es autobiográfico, inclusive, el científico? Así
pues, continué viendo la serie e investigando acerca de los diferentes
escritores de los guiones. De hecho fue, un día entre los meses de octubre y
noviembre (2014), mientras preguntaba sobre novelas autobiográficas en la
librería Gandhi que se encuentra dentro de la Universidad Iberoamericana,
cuando me encontré, casi por sorpresa, la novela de Charles Bukowski
(1920-1994) titulada “Mujeres”[4].
Apenas adquirí la novela comencé a leerla en la biblioteca. La lectura me
dispuso a abrir varias interrogantes, pues, tras investigar un poco sobre al
autor –hasta ese momento desconocido para mi– leí que su obra está basada en el
‘género’ autobiográfico. Así pues, inspirado en la lectura de sus diversos
textos y en mis inquietudes acerca de la escritura, comencé a escribir,
‘conscientemente’, mi autobiografía. No conforme con las lecturas de Bukowski,
dirigí mi investigación hacia autores como Henry Miller y Ernest Hemingway,
quienes también practicaron su escritura como un ejercicio autobiográfico, cuya
lectura sintomal[5]
me llevó a darme cuenta de lo siguiente: los ‘grandes acontecimientos
históricos’, ‘los códigos sociales dirigidos a la Unidad’ y los ‘conceptos
universales’, antes primordiales en la conformación de la identidad de un
sujeto, son desplazados hacia un referente espacial y temporal cuya ‘utilidad’
es estar siendo escenario para narrar una historia individual.
Aunado a mis experiencias y lecturas
literarias, la ambiciosa clase: “América Anglo Francesa s. XVI-XXI” y la
asignatura: “Teoría de la Historia III”, este ensayo está siendo un esfuerzo
por plantear un posible porvenir de la escritura de la historia
que, lejos de presentarse como un producto narrativo cerrado –como se ha
presentado a lo largo del siglo XIX y mitades del XX–, pueda responder a los flujos
culturales de occidente que suceden en el presente.
Introducción.
“[…] la narratividad, metáfora de una
actuación, encuentra apoyo precisamente en lo que oculta: los muertos de los
que habla se convierten en el vocabulario de un trabajo que se va a comenzar.
Ambivalencia de la historiografía: es la condición de un hacer y la negación de
una ausencia; se porta ya como el discurso de una ley (el decir histórico nos
abre un presente que se debe realizar), ya como una coartada, una ilusión
realista (el efecto de lo real crea la ficción de otra historia). Oscila entre
“hacer historia” y “contar historias”; sin que pueda reducirse a lo uno ni a lo
otro”. [6]
¿Cuál está siendo
el estado en cuestión, hoy, de la escritura de la historia después de los planteamientos
del pensamiento francés nombrado ‘posmoderno’?, ¿es pertinente analizar la
producción literaria autobiográfica ‘estadounidense’ como una aportación
narrativa a las formas escriturísticas de le producción histórica?, ¿por qué
los escritores ‘estadounidenses’ –en este caso Hemingway, Miller y Bukowski–,
cuál es su aportación?, ¿se podría, a partir de relacionar tanto la escritura
de la historia como la literatura autobiográfica, trazar la senda del porvenir de una “nueva” historiografía?
Las interrogantes aquí planteadas, lejos de responderse en el presente texto,
están siendo un ensayo por plantear una problemática narrativa que permita,
tanto a los historiadores como a los literatos, reflexionar sobre la
importancia que tienen las enunciaciones del presente cuyo sistema semántico
emergió en la distinción escriturística cristiana ante la moderna en la cual el
sentido es otorgado por un sujeto cuya base se encuentra en la creación de
conceptos Universales que, sustentados por la Razón, pretenden establecer y
direccionar El proyecto Humano Universal. Así pues, el ensayo estará dividido
en tres momentos: 1) el planteamiento y análisis sobre la vigencia de la
escritura de la historia actual así como sí es posible hacer historia de las
naciones, 2) analizar la obra de Ernest Hemingway, Henry Miller y Charles
Bukowski, y, 3) pensar a la historia y a la literatura como una emplazamiento
que traza un porvenir de la escritura
de la historia (sí es que se puede seguir llamándose así). Una vez planteados
las directrices, empiezo desde ya.
La escritura de la
historia, hoy. Una aproximación del estado en cuestión a partir de las
reflexiones del pensamiento ‘posmoderno’.
“[…] hoy en día, ¿podemos continuar
organizando la infinidad de acontecimientos que nos vienen del mundo, humano y
no humano, colocándonos bajo la Idea de una historia universal de la
humanidad?”[7]
Los flujos
culturales del presente occidental, aunque maquillados por “conciencia”
histórica, tendencias políticas incluyentes, economías solidarias (equo e solidale, fair trade), derechos
humanos, etc. están inscritos, por principio, en la lógica perversa de la
Ilustración, es decir, a la producción de un futuro a realizar en el cual toda
cultura humana es orientada bajo la búsqueda de un futuro Ideal.[8]
¿Por qué, una vez demostrada la caída de la “modernidad”, cuya máxima expresión
ha estado siendo la Shoah,
continuamos inscritos –aunque a veces en los márgenes– en la estructura
“moderna”?, ¿qué papel juega la historia en dicho ejercicio de la razón?, ¿la
escritura de la historia, hoy, afirma o suspende a la Idea? Preguntas que
sisman al saber histórico, sin embargo, que valen la pena aclarar y enunciar,
pues, es en el sistema Ilustrado donde reside nuestra concepción del sentido,
así como los regímenes de veracidad que disponen el conocimiento.
La historia como saber científico,
al emerger hacia inicios del siglo XIX, respondió al cuestionamiento acerca de
la Verdad y su consolidación a partir de instituciones que dispusieran a
agentes especializados para, entre la multiplicidad de evidencias del pasado,
pudieran dictar, nombrar, e imponer un proyecto en el que todo quehacer humano
fuera incluido; una vez establecida la unidad, los grandes proyectos de la
Razón podrían realizarse y el ser humano estaría en la perfección moral y ética
que se plantearon en los modelos políticos, económicos y filosóficos a lo largo
del siglo XVIII y XIX. La organización del proyecto se constituyó a partir de
una producción narrativa que acotó, bajo ciertos principios, el entendimiento
de lo Real. En palabras de Lyotard:
“Los “metarrelatos” […] que han
marcado la modernidad: emancipación progresiva de la razón y de la libertad,
emancipación progresiva o catastrófica del trabajo […], enriquecimiento de toda
la humanidad a través del progreso de la tecnociencia capitalista, e incluso,
si se cuenta al cristianismo dentro de la modernidad […], salvación de las
creaturas por medio de la conversión de las almas vía el relato crístico del
amor mártir”.[9]
Es decir, la
historia –al igual que la etnología y el psicoanálisis– opera dentro del
sistema narrativo unitario, mismo que trae lo externo (el pasado) hacia lo
interno (el presente) introduciéndolo en el sistema de significación del
momento en que se escribe la historia. En otras palabras, la historia ante la
imposibilidad de hablar del pasado en sus propios términos debido a la
distancia y diferencia que hay entre los tiempos y espacios, establece un
terreno discursivo que enlaza la realidad con la escritura (representación).[10]
La operación escriturística de la historia se despliega hacia sí misma
enfatizando la Unidad, excluyendo la diferencia. Esta problemática –solamente
‘visible’ desde el presente– marcó la producción histórica Universal, así como
la historia Nacional, misma que fundó, a lo largo del siglo XIX y del XX, la
constitución de la identidad de los ciudadanos, misma que rigió las tradiciones
occidentales disponiendo el quehacer del hombre; el individuo era tal sí, con
su fuerza de trabajo, impulsaba al proyecto nacional, mismo que le otorgaba
(otorga) sus derechos y obligaciones, así como un lugar en la sociedad que le
brindará confort y seguridad ante la incertidumbre que gobierna a quienes se
resisten a dicho reconocimiento por parte de la gran Unidad. No obstante, la
concepción de la historia Universal, como la Nacional, se quebró en tanto
emergieron las Guerras Mundiales, pues, ¿cómo se podía argumentar, a partir de
los postulados de la Razón, así como los científicos, las contradicciones
unitarias que llevaron a las naciones europeas a pelearse entre sí, así como a
la Shoah, acontecimiento en el que,
tanto ciencia, como tecnología y la fuerza económica se emplazaron para el
intento del exterminio del pueblo judío? Ante la imposibilidad argumentativa,
el proyecto moderno, así como la historia Universal, hace ‘evidente’ –no por
ello se ha superado– la incapacidad del modelo Ilustrado para respetar la
diferencia, elemento fundacional del ser humano, pues, cada individuo –noción
que emerge desde el siglo XVIII– tiene consigo una singularidad, una historia,
una percepción de lo real que lo hace distinguirse de los otros.
Así como el proyecto Ilustrado
Universal dispuso una serie de saberes y economías culturales para devenir en
lo irracional, hubo quienes, inscritos en los mismos códigos culturales,
lograron criticar el sistema. “Los tres maestros de la sospecha” (Nietzsche,
Marx y Freud), dieron cuenta de las dificultades que llevaría, en un futuro,
llevar a cabo, en su totalidad dicho proyecto. Así pues, los tres pensadores
propusieron saberes (genealogía, materialismo histórico y psicoanálisis) cuyo
eje de interés ha sido preguntarse acerca de las conformaciones del sujeto
moderno respetando la diferencia, así como la posible creación de un tránsito
cultural que permita el flujo de la multiplicidad de sistemas y deseos que
operan en el mundo. El legado de su obra fue re-leído tiempo después por la
Escuela de Frankfurt y la Teoría Crítica (1930-1970), cuyas lecturas se
dirigieron a un método en especifico cuya operación consistía (consiste) en:
“[…]
concentrar el análisis en los puntos más oscuros de la sociedad actual, no sólo
para poderla entender mejor, sino también para encontrar los aspectos claves de
una imagen negativa de una sociedad poscapitalista. Esta imagen negativa
incluye únicamente los aspectos más repugnantes de la sociedad actual, como
índice de lo que por ningún motivo habrá que repetir o prolongar”. [11]
Las reflexiones
de los pensadores alemanes dieron pie, a su vez, a la re-lectura de los
“maestros de la sospecha” por parte del pensamiento ‘posmoderno’ francés, así
como una lectura de la Teoría Crítica. La singularidad del pensamiento
‘posmoderno’ (Foucault, Derrida, Deleuze, Lyotard, entre otros) reside en la
crítica que hacen del giro lingüístico (1960), cuya postura se podría formular
con el siguiente sintagma: no hay fuera del lenguaje. Los autores francés
argumentan que, ante la imposibilidad de la Totalidad Unitaria, persiste, en
todo conocimiento y enunciación, silencios y vacíos, ocultamientos y fisuras,
que el lenguaje no puede detectar por estar regido por el sentido (ilustrado),
pues, va más allá de la conformación de éste, de hecho, ha sido nombrado por la
razón como lo irracional, lo sin-sentido, el absurdo, la locura, lo ficticio,
etc. Por ello, las reflexiones se localizan en el estudio de la semántica,
misma que cierra –a través de conceptos– así como abre –a través de nociones–
el sentido permitiendo el juego de
significación de las representación evitando la fijación de Una lectura promoviendo
la suspensión de cualquier afirmación. Otro punto que funda la estructura del
pensamiento ‘posmoderno’ es el análisis sintagmático que divisan en sus
lecturas de textos “modernos”, pues, dan cuenta que hay una constante
afirmación de un nosotros (los
racionales) y ellos (los
no-racionales, potencialmente racionales); formula que evade, de tajo, con
silencios, al individuo que inscribe y (se) expone en el acto de la escritura y
enunciación. En otras palabras y en el terreno del saber histórico, en la
escritura de la historia anterior a 1960 había una exclusión del yo, del sujeto
que enuncia; éste era suprimido por una comunidad regida por la represión del
sentir, sustentada por la razón, por la lógica científica. La inclusión del yo
en el texto reconoce, a diferencia de la historiografía del XIX e inicios del
XX, su presente, sus sentimientos y cómo estos atraviesan, tajantemente, la
investigación que le es dispuesta a elaborar. Sin embargo, la inclusión del yo
va en contra corriente de las posturas científicas de la razón Ilustrada,
característica que entrecomilla la objetividad Total que pueda tener la
escritura de la historia, enunciación que ha devenido, conscientemente, un acto
autobiográfico amparado, aún, por el reconocimiento y limitado por la institución.
Por ultimo, un vez trazado
–genéricamente– el estado en cuestión sobre la escritura de la historia,
podemos concluir lo siguiente: ante las aportaciones del pensamiento crítico de
los “tres maestros de la sospecha”, tanto de la Escuela de Frankfurt, como de
la escuela francesa ‘posmoderna’, la escritura de la historia ha sido analizada
bajo los propios términos que la fundan, es decir, su sistema narrativo, mismo
que legitima el saber, como la conformación de la cultura occidental. Así pues,
es posible, hoy, preguntarse por diversas formas de escribir historia que no
repitan las formulas que afirmen al sentido como un enclaustramiento del
conocimiento (ejemplo: historia nacional). La historia, saber fundado en la
búsqueda y localización del sentido en lo otro, resalta su inserción el la
metafísica, organización dialéctica excluyente que ha devenido, desde la década
de 1960, en esfuerzos por parte de algunos historiadores por crear contingencia
en la percepción del tiempo y espacio tildando la necesidad de investigar y
elaborar los cuestionamientos a partir de las experiencias antes marginadas por
la historia Universal, por ejemplo, “historia de la sexualidad”, “historia de
los objetos”, “historia de los olores”, etc. La historia ya no puede soportarse
en grandes narraciones unitarias, debe de estudiar las formas de hacer, el
emplazamiento de los discursos en el cuerpo social, las disposiciones técnicas
que hacen al hombre percibir la realidad. Teniendo en cuenta esta red de
soportes, propongo escrituras de la historia que podrían llevar, por el sendero
de lo angustiante y terrorífico, a sumergirse ante la inmensidad de lo sublime.
A)
Ejercer
la escritura de la historia produciendo contingencia y resistencia ante la
pulsión de la inclusión perversa a un discurso universal. Las investigaciones
deberán dar cuenta de las formas discursivas de cada época para poder analizar
cuales fueron sus condiciones de posibilidad para que cierto sistema cultural
haya operado de forma singular. Vivir la historia como un reparto de nociones a
su lugar de producción para no caer, de nuevo, en los engaños modernos bajo los
que se revisten otros saberes (por ejemplo, la psicología académica que
pretende objetivar a un sujeto). Así mismo, habrá que relativizar –no en el sentido
peyorativo de la palabra– las identidades que aún son pilares en las dinámicas
sociales, pues, son éstas las que mantienen, hasta cierto punto, unidades
cegadas sobre la subjetividad de cada individuo. El saber debe constituirse,
por primera vez, a partir del silencio, de la escucha, de la producción
inherente a las olas culturales que hacen de la sociedad, hoy, un tráfico
–conflicto entre deseos, pulsiones– .
B)
Teniendo
en cuenta la opción A), hacer historia del tiempo presente, pues, este acto da
a su vez luto al pensamiento ‘posestructuralista’ como a la historiografía
contemporánea para dar paso a un saber emergente que trabaje a la memoria, a la
autobiografía y los nuevos flujos y entendimientos del tiempo a partir de otro
tipo de escritura que no sea ya el histórico, pues, la semántica histórica está
inscrita en la lógica ilustrada, en el juego infinito de los conceptos y
nociones. Es decir, la historia, al estar atravesada en una cultura en la que
se está dando un cambio lingüístico, no puede responder ya, en su totalidad, al
sistema social en el que está inscrito. Los temas con los que se relaciona la
historia no responden ya a la noción: historia. Este momento del saber navega
sobre los caminos trazados por la historiografía ‘posmoderna’ y de los 80’s -…,
ahí debe de reconocer su producción y lo que ha causado dando espacio a otro
tipo de planteamientos. La historia podría devenir en lo que Foucault planteó
al final de su libro “Las palabras y las cosas…”[12],
en la que el hombre, tal y como se percibe hoy, con todo el saber que lo funda
y lo nombra, se borré en la arena dando paso, a un porvenir.
Análisis de la obra de
Ernest Hemingway, Henry Miller y Charles Bukowski. Hacia una propuesta
narrativa autobiográfica ante el discurso de la Historia Universal.
“The cancer of time is eating us away. Our
heroes have killed themselves, or are killing themselves. The hero, then, is
not Time, but Timelessness. We must get in step, a lock step, toward the
prision of death. There is no escape. The weather will not change”.[13]
¿Qué posibilita
que hoy podamos analizar los acontecimientos que llevaron a Hemingway, Miller y
Bukowski, a escribir de ‘sí mismos’?, ¿cuál es la tensión que provoca la
autobiografía en tanto concepción del tiempo y el espacio?, ¿por qué la
autobiografía de éstos autores disloca la Idea de identidad nacional, así como
Universal?, ¿es posible tomar a las novelas autobiográficas como un elemento
documental en la investigación histórica? Pensar a la historia como un saber
que se basta a sí misma sería absurdo, tanto como pensar y afirmar que la
producción histórica no está siendo una ficción e inclusive, una novela. La
escritura de la historia está relacionada inherentemente con la escritura
literaria, pues, al no poder –ni tener la capacidad– de acceder a lo real, se
mueve, al menos, en tres figuras retóricas: sinécdoque (la parte por el todo),
la metáfora (la sustitución de palabras para no querer decir algo) y la
metonimia (el desplazamiento de palabras y significantes ante la imposibilidad
de nombrar algo). Así pues, la escritura de la historia, como mencioné en el
primer momento, al ser discurso representativo, está siendo, de una u otra
forma, a veces más, a veces menos, literatura. Este apartado del texto está
siendo un esfuerzo por trabajar una lectura de Hemingway, Miller y Bukowski,
que puedan dar cuenta como, en lo que llamamos “Estados Unidos”, a lo largo del
siglo XX, se realizaron novelas que daban ya indicios críticos del orden social
norteamericano, mismo que rige, o que se intenta regir, a todo occidente; por
ultimo, se pondrá a prueba a la escritura autobiográfica como una producción
textual que resolvió, desde la literatura (teniendo las limitaciones de su
época), la problemática que plantearon los pensadores tanto de la Teoría Crítica,
como de la ‘posmodernidad’.
Autobiografía.
“Lo autobiográfico brota a chorros, como la
sangre de una arteria cortada, siempre que uno se decide a buscarlo en
cualquier libro abierto. No es necesario que diga “yo” y que sea transparente;
lo común es que aparezca velado y confuso, como a través de un espejo oscuro”.[14]
Lejos de ser un
género narrativo, la autobiografía está siendo condición de toda enunciación.
Cada vez que un sujeto refiere, habla, nombra, en fin, traza, está ejerciendo
un acto que muestra la incapacidad de salirse de sí mismo, pues, toda recepción
externa al individuo pasa por un proceso de traducción en el que permite cierto
entendimiento del acontecer extranjero, aunque acotado a la condición de
posibilidad del receptor, por ello, el otro tilda su (des)aparición como
espectro, como fantasma. Es decir, toda enunciación narra nuestra historia,
nuestra forma de percibir el mundo así como nuestras memorias, los traumas, los
silencios y las perversiones de cada uno. Hablar de otro es hablar de rebote a
uno mismo. La autobiografía, como el autorretrato, no son ‘estilos’, ni
‘géneros’; estas casillas clasificatorias apuntan a una institución, a un
objeto analizable; la autobiografía es condición de enunciación subjetiva, no
hay expresión fuera de nuestras huellas mnémicas, es imposible –aunque se
pretenda hacerlo insistentemente, como por ejemplo, la historiografía
positiva– salirse de uno mismo, de
hecho, ésta imposibilidad produce que ante la angustia de estar con Uno, haya
la necesidad de desplazar hacia otro nuestras fuerzas vitales. Aunado al hecho
de no poder salir(se) de nuestra propia (auto)
vida (bios), todo recuerdo y acto
de recordar, lleva consigo modificación del momento y el espacio que se
recuerda, volviendo al recuerdo, más que traer de un pasado una imagen
objetiva, una ola de imágenes distorsionados que crean una secuencia de escenas
en continua re-construcción del acontecimiento. Por lo que podemos afirmar lo
siguiente: la autobiografía está siendo la condición narrativa de enunciar, así
mismo, la enunciación sobre los recuerdos refiere a una producción continua de
modificaciones del acontecimiento a recordar abriendo, lo estable, lo fijo, a
lo múltiple, al desplazamiento. Solamente habría que mencionar dos
características (aporías) que marcan la literatura autobiográfica: a) el
escritor, a partir de su oficio, cree que puede fijar en un soporte sus
vivencias en forma cronológica y encontrar allí la verdad, y, b) tener
consciencia de la absurda búsqueda de la verdad de los acontecimientos así como
del Yo, y, más bien, producir estos textos con la intensión –no por ello
lograda– de vivir, entre lo bello y lo sublime, su vivencia actual del
acontecer a partir del reflejo del pasado (otro) en el presente (uno)
dislocando a las bases temporales y espaciales que fundan la razón.
Contexto discursivo de ‘Estados Unidos’ durante el siglo XX.
“Lo literario, entonces, sería
más bien un acto que pone en un cierta relación y en una cierta sintonía a la
estructura con la historia. Y una historia de la literatura tendría que ser una
historia de esa relación”. [15]
La
producción de discursos del poder en occidente suelen estar basados en
ideologías similares con sustentos en lo Universal. Lo mismo sucede en el
continente ‘americano’, la llegada tanto de las monarquías hispanas, como las
anglo-francesas hacia el siglo XVI, introdujeron su visión del mundo que, sí
bien no hubo una replica exacta debido a las diferencias culturales que en
‘América’ hubo, sí se establecieron continuidades muy arraigadas una vez
emplazadas las culturas. Así pues, hacia inicios del siglo XX, ‘Estados Unidos’
se proclama un imperio económico a nivel global justificando, muchas de sus
acciones, a través de la sus doctrinas Universales. Mismas que, al igual que el
cristianismo tenía hacia el siglo XVII, la Ilustración impuso a partir del
XVIII. El control de países no industriales, como los del sur del continente
fueron los principales productores de materia prima para países industriales,
‘E.U.A’ decidió, al notar dichas economías, colonizar, por medio de la fuerza
militar, así como la presión económica, las producción de ‘América Latina’. Al
haber enriquecimiento, por parte de las instituciones empresariales de aquella
época, la riqueza tuvo que repartirse entre la población, lo que conllevó al
flujo constante de capital, mismo que promovió el consumo de productos
industriales y los trabajos dentro de dichos espacios. Cualquier producto
parecía ser rentable, las tecnologías cada vez administraron el proceso de producción
en tanto cantidad, la ciencia promovía, a su vez, dichas tecnologías, la
construcción de vivienda así como su compra y venta era accesible para la
mayoría de la población; aquel presente parecía cumplir, más que en cualquier
otro país occidental, la Idea Ilustrada así como el plan progresista. En
‘Estados Unidos’ el discurso que rigió los procesos culturales fue el
capitalismo –orden social movilizado por la economía liberal cuya
característica reside, principalmente, en la función del Estado como regulador
de políticas económicas asegurando que ‘todo’ individuo pueda tener el capital
mínimo para poder acceder a los servicios básicos así como a la adquisición de
productos no-necesarios; la libre competencia es permitida así como el
enriquecimiento por éstas siempre y cuando se respete la ley–, producto
re-formado de los proyectos ilustrados. No obstante, este ensayo pretende
mostrar, a partir de mi lectura de la literatura antes mencionada, para esbozar
algunos puntos de dicho discurso que se vivó en el siglo XX.
Ernest Hemingway. A Farwell to Arms: la
Primera Guerra Mundial de espacio principal a un espacio de referencia.
“The title of the book A Farewll to Arms and except for three
there has been war of some kind almost ever since it has been written. Some
people used to say, why is the man so preoccupied and obsessed with war, and
now, since 1933 perhaps it is clear why a writer should be interested in the
constant, bullyng, murderous, slovenly crime of war”. [16]
Ernest
Hemingway (Oak Park, Illinos 1899-1961 Ketchum, Idaho), escritor controversial
y alabado por la crítica internacional, incluso nombrado como miembro de la
ultima generación de los escritores malditos introdujo, a través de su
narrativa –principalmente cuentos y novelas– entre otros temas, críticas a la
cultura americana. De hecho, Hemingway sugiere un compromiso desde la
escritura, en tanto búsqueda de lo real y no encubridor de ésta:
“A writer’s job is to tell the truth. His
standard of fidelity to the truth should be so high that his invention, out of
his experience, should produce a truer account tan anything factual can be. For
facts can be observed badly; but when a good writer is creating something, he
has time and scope to make an absolute truth”.[17]
La
autobiografía, en Hemnigway, está siendo el esfuerzo narrativo por encontrar la
verdad. ¿Cómo entender la verdad? Como una vivencia en la que se emplace tanto
el acontecer, como la creatividad del sujeto, su imaginación; en otras
palabras, como una vivencia tanto de la creación, como de lo ya dicho, un juego dialectico. El ejemplo a
trabajar, en el que se plantea dicho principio, en este apartado, será la obra A Farwell to Arms (1929). Escrita en
Paris, Francia, Key West, Florida, Piggot, Arkansas, Kansas City, Missouri,
Sheridan, Wyoming hacia el invierno de 1928[18];
la novela trata sobre la experiencia de un enfermero militar ‘estadounidense’
(Frederick Henry) que acudió, durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918), a
Italia donde conoció a la enfermera Catherine Barkley tras una herida en la
pierna. Una vez internado, comenzó la relación con Catherine, pues, ella se
encargaba de él. Una vez enamorados y Frederick recuperado, un ataque austriaco
a la base divide al personal debido a la repentina huida. Frederick, al momento
de la dispersión es enviado a una misión en la cual fracasa y tiene que
sobrevivir en condiciones límite, sin embargo, logra sobrevivir infiltrándose
en diversos pueblos italianos. Tras la aventura del médico militar, llega a
otra base italiana donde se encuentra a Catherine, no obstante, deben huir
debido a las faltas al ejercito que Frederick cometió al fracasar en su misión.
Así pues, con la ayuda de un bartender,
logran escapar navegando por un río. Al llegar a su destino, deciden rentar un
cuarto de hotel donde Catherine vivirá sus nueve meses de embarazo, hasta que,
en el momento del nacimiento del bebé, sufre problemas de parto cuya
consecuencia será la muerte tanto de Catherine como del bebé. Dicho pasaje
finaliza la novela.[19]
La obra, compuesta por cuatro
grandes apartados, está dividida narrativamente en dos momentos: a) del
apartado uno al dos, el tema principal es la vivencia de Frederick sobre la
Primera Guerra Mundial; hay descripciones muy detalladas sobre las opiniones de
los soldados acerca del acontecimiento, así como de un padre de la Iglesia. B)
Del apartado tres al cuatro, la narrativa es dirigida hacia la vida de
Frederick con Catherine. La articulación de capítulos produce un
desvanecimiento rítmico de la importancia de la Primera Guerra Mundial. El
evento, cuya importancia no se borra, fue el puente de conexión entre Frederick
y Catherine, de un individuo enfrentándose a otro(s). Esta articulación de
desplazamientos en tanto importancia del evento histórico muestran como la
vivencia de Frederick enlaza su memoria y quehacer con un único fin: estar en
compañía con Catherine. No obstante, Frederick no es el único personaje que
opina sobre la guerra como un acontecimiento aterrador y contradictorio, el
padre de la Iglesia también lo vive de esa forma, así como el bartender.
Por ejemplo, en una plática entre varios
soldados que hablan sobre la guerra, plantean el absurdo que rige su
participación en ella así como el fin de los enfrentamientos:
“ “I beleive we should get the war over,” I said.
“It would not finish it if one side stopped fighting. It would only be worse if
we stopped fighting.”
“It could not be worse”, Passini said respectfully. “There
is nothing worse tan war”.
“Defeat is worse.”
“I do not belive it”; Passini said still respectfully.
“What is defeat? You go home”.
“They come after you. They take your home. They take your
sisters”.
“I don’t belive it”, Passini said. “They can’t do that to
everybody. Let everybody defend his home. Let them keep their sisters in the
house.”
“The hang you. They come and make you be a soilder again.
Not in the auto-ambulance, in the infantry.”
“They can`t hang every one.”
“An outside nation can`t make you be a soilder”, Manera
said. “At the first battle you all run.”
“Like the Tchecos.”
“I think you do not know anything about being conquered and
so you think it is no bad.”
“Tenente”, Passini said. “We understand you le tus talk.
Listen. There is nothing as bas as war. We in the auto-ambulance cannot even
realize at all how bad it is. When people realize how bad it is they cannot do
anything to stop it because they go crazy. There are some people who never
realize. There are people who are afraid of their officers. It is with them the
war is made.”
“I know it is bad but we must finish it.”
“It doesn’t finish. There is no finish to a war.”
“Yes there is.”
Passini shook his head.
“War is not won by victory What if we take San Gabriele?”
“What if we take the Carso and Monfalcone and Trieste?
Where are we then? Did you see all the far mountains
to-day? Do you think we could take all them too? Only if the Austrians stop
fighting. One side must stop fighting. Why don’t we stop fighting? If they come
down into Italy they will get tired and go away. They have their own country.
But no, instead there is a war.”
“You’re an orator.”
“We think. We read. We are no peasants. We are mechanics.
Bute ven peasants know better tan to believe in a war. Everybody hates this
war.”
“There is a class that controls a country that is stupid
and does not realice anything and never can. That is why we have this war.”
“Also they make money out of it.”
“Most of them don`t, said Passini. “They are too stupid.
They do it for nothing. For stupidity.” “[20]
La
escritura de Hemingway se formula bajo la estructura de un diálogo en el que se
discuten las opiniones sobre las razones en las que se sustenta la guerra. El
resultado es una contradicción acerca del comportamiento del hombre haya o no
guerra activa, es decir, las acciones que van en detrimento de la vida humana
no solamente se presentan en hostilidades literales como el enfrentamiento
violento de los cuerpos o la destrucción masiva de pueblos, también éstas
suceden en actividades culturales tan ‘normales’ como el funcionamiento de la
economía. Así mismo, Hemingway enuncia que la lógica bélica es ilógica en sí
misma, acción que desgarra los discursos occidentales, auto-mutilación sin
sentido del prójimo. Las ideas Ilustradas se sisman, los cuerpos sociales que
los llevan a cabo lo notan, lo enuncian, en este caso, a través de la
literatura; oficio que señala, con fuerza y enojo, lo que en ese momento
aconteció. Hemingway afirma la Primer Guerra Mundial al escribir de ella,
mientras que, al mismo tiempo, entrecomilla su consistencia como promesa de un
‘mundo mejor’.
Parte de la consolidación
Ilustrada (moderna) de la cultura fue la emergencia de diversos saberes, o,
re-formulaciones de los mismos. Uno de ellos, que legitimó la cultura de la
salud, fue la medicina. Dicha institución ejerció el poder sobre el ‘cuidado’
del cuerpo humano. La medicina, al ser un saber que sustenta las prácticas y
campañas del sistema social, al menos, desde el siglo XIX hasta nuestros días,
tuvo (tiene) el poder de recetar, diagnosticar y ejercer sus prácticas sobre el
individuo que, bajo ésta lógica, se encuentre enfermo. Sin embargo, no
hay que olvidar que las aportaciones médicas han prolongado la vida humana así
como resuelto padecimientos cuyas consecuencias podrían ser mortales. No
obstante, un perverso conjunto de prácticas permean el saber, una de ellas, la
más imponente al día de hoy está siendo la economía farmacéutica. Hemingway, al
pertenecer a dicha institución, tenía conocimiento de sus operaciones, así como
de sus contradicciones. En un pasaje en el cual Frederick resulta herido y es
internado, el autor, con sutileza, expone la poca precisión en sí que la
medicina postula. En otras palabras, Hemingway enuncia la arbitrariedad de un
saber que afirma la ciencia (positiva) de la medicina:
“Before he came back three
doctors came into the room. I have noticed that doctirs who fail in the
practice of medicine have a tendency to seek one another’s company and aid in
consultation. A doctor who cannot take
out your appendix properly will recomend to you a doctor who will be unable to
remove your tonsils with success.”[21]
Otro
síntoma crítico acerca de las Ideas Ilustradas así como a la importancia de los
grandes eventos en tanto recuerdo, está siendo el cambio narrativo que la
novela presenta a partir del apartado tercero. En el capítulo veintiséis[22]
, Frederick sostiene un diálogo con un cura. La discusión es sobre la guerra y
lo que sustenta, en el personaje principal, su estancia ahí. Así mismo, se
puede notar el hartazgo que causa la guerra en Frederick, sentimiento que hace
olvidar, o no querer acordarse de la Guerra:
“ “Now I am depressed myself,”
I said. “That’s why I never think about this things. I never think and yet when
I begin to talk I say the things I have found out in my mind without thinking.”
“I had hoped for something.”
“Defeat?”
“No. Something more.”
“There isn`t anything more.
Except victory. It may be worse.”
“I hoped for a long time fot
victory.”
“Me too.”
“Now I don’t believe in victory
any more.”
“I don`t. But I don’t believe
in defeat. Though it may be better.”
“What do you belive in?”
“In sleep,” I said […]” [23]
Sátira,
desinterés, burla, depresión, pérdida. La literatura de Hemingway desgarra la
seriedad histórica. La importancia es individual, los enamoramientos, las
depresiones, los sentimientos. Sentir(se) ha sido la propuesta de Hemingway; la
historia tiene sentido sí uno puede incluirse en ella transformándola,
reescribiéndola. El sujeto irrita la identidad histórica, la repulsión a las
contradicciones se vuelca en los individuos, no hay Estado ni Paz Mundial por
la que se (pre)ocupen más, la memoria individual se soporta en pilares de los
que no se puede salir, pilares históricos, ruinas del pasado que impulsan con
fuerza al individuo a reconocerse en sus propias acciones, en sus propias
pulsiones y pasiones. Hemingway, hacia 1929, da cuenta de ello.
Henry Miller. Trópico de Capricornio: una
aproximación hacia el dislocamiento de la presencia.
“He de tener la capacidad y la
paciencia para formular lo que no va contenido en el lenguaje de nuestro tiempo,
pues lo que ahora es inteligible carece de sentido. Mis ojos son inútiles, pues
sólo me devuelven la imagen de lo conocido”.[24]
La
censura, represión y discriminación ante lo diferente, ya sea en seres humanos,
tradiciones, e, inclusive, publicaciones literarias, han caracterizado cierta
visión sobre los ‘Estados Unidos’. Henry Valentine Miller (1881-1980), escritor
neoyorkino no se libró de las segregaciones. Hacia 1930, durante la Gran
Depresión, viaja a Paris donde vivió en condiciones miserables. Allí comienza
su relación con el movimiento intelectual de la época, la corriente en boga era
el surrealismo. Inscrito en el ambiente parisino, escribe en 1934 su primera
novela titulada “Trópico de Cáncer” cuyo tema principal es su vivencia en Paris
durante los primeros años de su llegada. Miller fue conocido en el movimiento underground debido a su estilo
narrativo, cuyas características principales fueron: una crítica a las
tradiciones puritanas tanto de ‘Estados Unidos’, críticas a la historia en tanto
ciencia que legitima una verdad del ser humano como de la concepción del
pasado, crítica al oculocentrismo, críticas al sistema cultural de occidente
basado en el capitalismo, entre otras.
Miller, en 1938 publicó
Trópico de Capricornio. La trama de la novela se concentra en la vivencia del
autor en 1929, pues, fue en este año en el que el sistema capitalista se
desbordó produciendo la caída de la bolsa de valores “Wall Street”. La obra
comienza con una crónica de la vida diaria de Miller: trabajo, matrimonio, etc.
y su hartazgo debido al sin sentido que él percibe en su quehacer. Día tras día
se acentúa la desesperanza, hasta que, al borde de la pérdida del control de su
miserable vida, al salir de una estación del metro en Nueva York, cae en las
escaleras teniendo la mayor revelación de su vida, en la que, por medio de los
sentimientos y reflexiones modifica, abruptamente, su estar siendo en el
acontecer. Así pues, este apartado está siendo un esfuerzo por plantear tres
críticas que Henry Miller hace a la epistemología que regía (rige) a occidente
–más específicamente a Nueva York– desde el siglo XX. Los temas serán: a)
contradicción en el sistema social, b) crítica al oculocentrismo, c) propuesta
para una percepción distinta del tiempo, espacio y presencia.
La caída de la bolsa de
valores (Wall Street) en 1929 había producido una suspensión de capital
circulante en los ‘Estados Unidos’. Hubo una sobreproducción de las industrias
y nada de poder adquisitivo por parte de los consumidores para adquirir los
productos. La necesidad de la clase baja y media en Nueva York tuvo las mayores
repercusiones en sus vidas cotidianas. Sí bien el trabajo no se redujo
brutalmente, sí cambió el sistema de contratación del personal, por ejemplo,
siguiendo las descripciones de Miller, las oficinas de correos, además de tener
su planta de trabajadores, contrataban, por hora y sin ningún tipo de respaldo
social, a gente “marginada” que pudiera repartir las cartas. Miller, al notar
dicha contradicción, enuncia su percepción tanto de América como de Europa:
“Europa sangra periódicamente
con la guerra. América es pacifista y caníbal. Por fuera parece un hermoso
paran de miel, con todos los abejorros arrastrándose unos sorbe otros y
trabajando frenéticos; por dentro, es un matadero en el que cada hombre acaba
con su vecino y le chupa el tuétano de los huesos. En la superficie, parece un
mundo masculino y audaz; en realidad, es una casa de putas dirigida por mujeres
en la que los nativos hacen de chulos y los malditos extranjeros venden su
carne. Nadie sabe lo que es quedarse sentado de culo y contento. Eso sólo
ocurre en las películas, en las que todo está falsificado, hasta las llamas del
infierno. El continente entero está profundamente dormido y tiene una gran
pesadilla”. [25]
La
situación mundial era repudiada por el mundo, ‘Estados Unidos’ se presentaba
como el modelo social que todo país occidental debía seguir y copiar, sin
embargo, al gozar de sus beneficios, proporcionalmente aquel país se corroía
poco a poco causando indiferencia por parte de sus ciudadanos. Aún así, el
mismo sistema produjo (produce) la empresa cultural de distracción como el cine
en Hollywood. Contradicción entre cumplimiento de placeres y pulsiones a costos
denigrantes; excesos alimenticios y de bienes eran divulgados, en fin, el
sistema produjo su pantalla de bienestar. En caso de error: “ […] la avería
momentánea causaba epilepsia, robo, vandalismo, perversión, negros, judíos,
putas y qué sé yo: a veces huelgas y lock-outs.”[26]
La estructura que daba vida y existencia al individuo (el Estado) le volvió
la espalda a su propia creación, el individuo americano. ¿Qué hacer en caso de
la pérdida de la función del orden y la ley que amparaba y sostenía una vida
con un futuro trazado por medio de seguir la lógica liberal?, ¿en qué creer sí
Dios y el Estado, así como la ciencia dejaron de ser totales, absolutos y
coherentes?: “La superficie de tu ser se desintegra sin cesar; sin embargo, por
dentro te vuelves duro como un diamante”.[27]
La crítica social de Miller da cuenta como la comunidad de individuos, al no
poder responder a las exigencias que el sistema necesita y viceversa, se
pregunta acerca de su existencia así como de su presente, es decir, la crisis
social estadounidense provocó, al menos en el autor, un cuestionamiento sobre
la conformación del individuo. El individuo comienza a recordar(se), los
momentos pasados cobran sentido más allá del Gran Proyecto (Ilustrado) y
comienza a narrar(se) las múltiples historias que lo estructuran. La escritura
y el recuerdo es en tanto el cambio de uno mismo, los conceptos sirven de
referencia, no son principales (en ese momento), sin embargo, si fundantes.
Hasta ahora se ha propuesto
una crítica a los conceptos eurocentristas que regían (rigen) el siglo XX y
cómo estas mismas ideas produjeron (producen) una crítica que, además de
señalar los puntos contradictorios de la lógica, proponen diferentes caminos
para entender(se) en el mundo. Así pues, Miller reflexiona acerca del
“oculocentrismo”[28],
es decir: la vivencia de la representación de lo real a partir del sentido de
la vista:
“Ya no miro a los ojos de la
mujer que estrecho en los brazos sino que nado a través de ellos –cabeza,
brazos y piernas–, y veo que tras las cuencas de los ojos hay una región
inexplorada, el mundo del futuro, y aquí no hay lógica alguna, sólo el germinar
de suceso no interrumpidos por la noche ni por el día, por el ayer ni por el
mañana. El ojo, acostumbrado a la concentra ahora en puntos del tiempo; el ojo
ve hacia delante y hacia atrás, como guste. El ojo que era el yo del sí mismo
ya no existe; este ojo sin yo no revela ni ilumina. Viaja por la línea del
horizonte, viajero incesante e indocumentado.[29]
Miller
surca caminos que permiten concebir el mundo a partir de lo irracional, es
decir, más allá de la Razón. En este caso, a partir de vivir(se) diferente en
tanto sujeto capaz de mirar, pues, mirar dejó de ser reconocer lo ya sabido ni
enclaustrarse en las formas literales, prisioneras del conocimiento y la
imaginación. La mirada porvenir está
siendo una región inexplorada donde la razón opera para filtrarse en los
escondites más recónditos de la locura percibiendo, por ejemplo, a un hombre no
solo como un hombre, sino como un flujo de figuras pasadas e inventadas que
abren la experiencia infinita del encuentro con otro. Henry Miller sesga y afirma la concepción
del individuo en tanto parte de las experiencias a priori para adentrarse a una descripción del proceso en que la
singularidad de éste se apropia del acontecer.
Lejos de limitarse a la
crítica eurocentrista, Miller trabaja sobre la concepción individual del cambio
estructural de la percepción de lo real, en otras palabras, hay un contante
ensayo sobre como describir, en otro lenguaje, la conformación ‘existencial’
del sujeto. Esto rompe la concepción, por ejemplo, de la memoria cronológica y
relativiza el espacio, por consiguiente, al universo individual. La escritura
transita entre la metonimia, la metáfora y la sinécdoque, produciendo, en la
lectura de la novela (de la autobiografía, de la historia) un continuo
sentimiento con alteraciones que suspende el sentido (ilustrado) evitando su
consolidación. En tanto relación del tiempo, Miller enuncia: “Acababa de
comprender que la vida es indestructible y que no existe el tiempo, sólo el
presente”.[30]
Sí nuestro estar en el mundo es regido por el tiempo (pasado-presente-futuro),
sí no lo hay como tal, queda el presente, es decir, el acontecer, no hay
referencias estáticas que permitan la cimentación, las vivencias, por ende,
oscilan entre lo infinito y la nada, “Nunca había un universo, sino millones y billones de universos, todos los
cuales no ocupaban juntos más espacio que una cabeza de alfiler”.[31]
Escritura múltiple, resistencia volcada al sentimiento, espejo de la
podredumbre, soledad, espíritu, otros mundos, memorias atravesadas por el porvenir, respeto y luto por lo Mismo,
así se presenta la lectura de Miller.
Charles Bukowski. La literatura de la
fuerza y la contradicción.
“ The crunch”
too much
too little
too fat
too thin
or nobody
laughter or
tears
haters
lovers
strangers with faces like
the backs of
thumb tacks
armies running through
streets of blood
waving winebottles
bayoneting and fucking
virgins.
ora n old guy in a cheap room
with a photograph of M. Monroe.
there is a loneliness in this
world so great
that you can see it in the slow
movement of
the hands of a clock.
people so tired
mutilated
either by love or no love.
people just are not good to
each other
one on one
the rich are not good to the
rich
the por are not good to the
por.
we are afraid.
our educational system tells us
that we can all be
big-ass winners.
it hasn’t told us
about the gutters
or the suicides.
or the terror of one person
aching in one place
alone
untouched
unspoken to
watering a plant.
people are not good to each
other.
people are not good to each
other.
people are not good to each
other.
I suppose they never will be.
I don’t ask them to be.
but sometimes I think about
it.
the beads will swing
the clouds will cloud
and the killer will behead the
child
like taking a bit out of an ice
cream cone.
too much
too little
too fat
too thin
or nobody
more haters than lovers.
people are not good to each
other.
perhaps if they were
our deaths would not be so sad.
meanwhile I look at young girls
stems
flowers of chance.
there must be a way.
surely there must be a way we
have not yet
thought of.
who put this brain inside of
me?
it cries
it demands
it says that there is a chance.
It will not say
“no.” “[32]
Heinrich
Karl Bukowski (Andernach 1920 – Los Ángeles 1994), popularmente conocido como
Charles Bukowksi, ha sido objeto de múltiples biografías, documentales,
críticas, insultos, alabanzas, menciones. Nacido en Alemania, migró de muy niño
a California (‘E.U.A’), donde vivió la mayor parte de su vida. Tras una
infancia y juventud solitaria, se dedicó durante más de diez años a trabajar en
una oficina postal cuyas vivencias se encuentran en su primera novela titulada
“Cartero”[33].
Su carrera como escritor inició a temprana edad, sin embargo, debido al contenido
de su narrativa principalmente crítica, vulgar, corriente, fuerte, soez e
irreverente, fue rechazado por diversas revistas y editoriales
‘estadounidenses’. Tras una acogida internacional (Europa) exitosa, Bukowski se
dio a conocer en el mundo letrado influenciando a una generación de escritores
cuyos temas contrarrestan la absurda moral que opera en occidente. Este
apartado planteará cómo en la literatura bukowskiana enuncia las problemáticas
de: a) el absurdo académico (crítica institucional) y, b) la contradicción
social en ‘E.U.A’.
En la novela titulada “La
Senda del Perdedor”[34],
Bukowski narra su historia de su infancia hasta antes de trabajar en la oficina
de correos. A lo largo de la obra, la narrativa opera en lugares concretos, así
como las vida común y corriente del sector medio bajo californiano de los años
cuarenta del siglo pasado (XX). La institución de la familia, del saber y médico, son criticados a partir del absurdo
que resultaba vivir acorde los parámetros establecidos, pues, ¿quién podía
vivir sin reflexionar su quehacer un en sistema en el que continuamente se
contradice borrando tu individualidad entre marcas, discusiones y prácticas
dispuestas para la producción irracional? Bukowski parte –al igual que
Hwmingway y Miller– de una narrativa contextual en la que el lector puede
ubicarse históricamente para, poco a poco, ir desplazando los acontecimientos
referentes (históricos) hacia una narración individual y testimonial. Acerca de
la Universidad, Bukowski menciona:
“Los chicos ricos disfrutaban
saliendo y entrando a toda velocidad con sus coches, deslizándose, quemando
neumáticos, sus coches destellando bajo la luz sol mientras las chicas se
agrupaban alrededor. Las clases eran un cuento, todos iban a algún sitio para
aprobar y las clases eran un cuento rutinario. Todos obtenían buenas notas y
rara vez los veías con libros, tan sólo quemando goma de neumáticos, tomando
curvas a toda velocidad con sus coches llenos de chicas chillando y riendo. Yo
les miraba con mis 50 centavos en el bolsillo. No siquiera sabía conducir un
coche”.[35]
Los espacios de enseñanza sobre saberes
‘Universales’ se han reducido a sitios de encuentro entre grupos sociales
predeterminados para crear relaciones y continuar con el plan establecido de
producción. Aniquilados, los saberes se difuminan, los referentes culturales se
transforman en los inventos distractores, alentadores del absurdo, reflexiones
pobres y condescendientes; ser humano, hoy, está mas cercano a las memorias
dispuestas por la inmediatez técnica que a los “Grandes Acontecimientos”.
Bukowski notó el síntoma hacia 1950. Aún así, el Proyecto Ilustrado exigía y
cegaba a los individuos que lo conformaban (conforman). En la novela, un
compañero de clases de Bukowski, absorbido por dicho discurso dice: “- Tiene
que aprobar sus exámenes– me dijo. Nunca se le ocurrió que quizás los libros
estuvieran equivocados. O que a lo mejor no importaban”.[36]
Dóciles ante las tradiciones, al igual que hoy, oscilamos entre la rebeldía, la
crítica, la a-dicción, y en secundar saberes obsoletos de intereses que
corresponden a otros tiempo insultando nuestro presente con ignorancia
soportando nuestro sin-sentido, una vez más, en la historia, en el pasado
conformado en sí mismo, en la Idea.
Locura, drogadicción,
irracionalidad, odio, delincuencia: inventos del sistema racional que
justifican, por ejemplo, la presencia de un hombre disfrazado con uniforme azul
y pistola en mano. “A bad trip” describe la aporía de la prohibición del LSD y
la vente industrial de televisores. El LSD hace perder el juicio (¿alguna vez
lo tuvimos?), las clases también, cargar gasolina, esperar en el tráfico, hacer
exámenes, perder treinta minutos buscando estacionamiento, etc. Las normas
afirman la locura más que los eventos extraordinarios, de hecho, son éstos
acontecimientos los que entrecomillan la producción de razón. La cultura se
empeña en ello, sin embargo, el individuo consciente ha podido dislocarlo
viviéndose diferente (loco), propositivo (subversivo). Bukowski menciona:
“the law creats its own disease
in poisonus black markets, but, basically, most bad trips are caused by
individual being trained and poisoned beforehand by society itself. if a man is
worried about rent, car payments, timeclocks, a college education for his
child, a 12-dollar dinner for his girlfriend, the opinion of his neighbor,
standing up for the flag or what is going to happen to Brenda Starr, an lsd
tablet will most probably dirve him mad because, in a sense, he is alread
insane and only borne along on social tides by the outward bars and dull hamers
that render him insensible to any individualistic thinking.”[37]
Represión
y enclaustramiento del individuo por parte del discurso (liberal) que lo crea.
Charles Bukowski, escritor de la contradicción y fuerza que lleva consigo
vivir, no en sentido biológico: motricidad sin sentido, más bien, en sentido de
(re)invensión de la vida; la historia como incentivo de vida, memoria
desgarrada del discurso estático, imaginación difusa, letras sin-razón,
narrativas diferenciadas del Uno, reconocible con el otro. La escritura de uno
se torna la escritura de la diferencia, de lo ficcionario, del porvenir histórico.
Hacia
un porvenir escriturístico de la historia.
“Mi argumento es que el
proyecto moderno (de realización de la universalidad) no ha sido abandonado ni
olvidado, sino destruido, “liquidado”. […] Sin embargo, la victoria de la
tecnociencia capitalista sobre los demás candidatos a la finalidad universal de
la historia humana es otra manera de destruir el proyecto moderno que, a su
vez, simula que ha de realizarlo”.[38]
Se
ha planteado, a lo largo de este ensayo el estado de la cuestión sobre la
escritura de la historia, las aportaciones de la literatura ‘estadounidense’
del siglo XX en tanto estilo narrativo, mismo que disloca la concepción, al
mismo tiempo que la afirma, del tiempo, el espacio y los recuerdos de los
individuos inscritos en una cultura occidental cuyos flujos sociales han
provocado, entre otras situaciones, un estado de tráfico.
El proyecto moderno ha sido
fracturado, no por ello superado u olvidado. De hecho, basta con analizar
sintomalmente los diversos discursos de los saberes para detectar cuales han
llevado el cambio más allá del scroll. En
la historia, por ejemplo, aunque se ha señalado y se es consiente de la
problemática conceptual que lleva consigo la producción del saber, las nuevas
generaciones de historiadores, inspirados e influenciados por las anteriores,
puede que, al ejercer el oficio, abran la discusión acerca de la valides que
tiene, hoy, el saber. Un ejemplo de ello, están siendo estas líneas que,
revisando la producción literaria de la Nación central de hoy y del siglo XX,
demuestra síntomas prematuros, hacia los años 20’s, 30’s y 70’s, sobre los
mismos planteamientos que propusieron los ‘posmodernos’ y los ‘críticos de
Frankfurt’. El estudio de la producción literaria, mucho más difundida y
aprehendida por la población letrada que la producción histórica, tal vez
posibilite una escritura porvenir de
la historia en la que, la diversidad rija el discurso permitiendo, al menos en
la comunidad lectora, un canal de tránsito en tanto propuestas para
recordar(se), pues, no olvidemos que el recuerdo es el arquitecto del
individuo. Traigo aquí, no como conclusión, pero si como próxima reflexión, la
siguiente cita de Jacques Derrida:
“Nunca supe contar una historia. Y como amo
más que nada la recordación y la Memoria –Mnemosyne– siempre he sentido esta
incapacidad como una triste flaqueza […] ¿Por qué no recibí este don? A partir
de esta queja, probablemente para protegerme ante ella, una sospecha surge
siempre en mi pensamiento: ¿quién puede de veras contar una historia? ¿Es
posible narrar?”[39]
JAGordilloL.
[1] Éste
trabajo se entregó como ensayo final para la materia: “Historia Anglo francesa
s. XVI-XXI” impartida por el Dr. Armando Azúa, en la Universidad Iberoamericana
Ciudad de México (primavera 2015). Así mismo, el texto es un primer borrador
acerca de uno de mis proyectos de investigación acerca del impacto que tiene la
escritura en la concepción del tiempo y el espacio en el sujeto occidental
contemporáneo.
[2] Charles
Bukowski, The pleasures of the damned.
Poems, 1951-1993, United States of America, HarperCollins Publishers, 2007,
pp. 2-3.
[3] Para
mayor información sobre la serie véase en: << http://www.sho.com/sho/californication/home
>>. Citado el 27-04-2015.
[4] Charles
Bukowski, Mujeres, trad. Jorge
Berlanga, Barcelona & México, Anagrama & Colofón, 1ª ed. mexicana,
2013, pp. 318.
[5] “[…] la
lectura sintomal, que no busca en el
texto un conjunto de respuestas sino que tiende a producir preguntas. Para la
lectura sintomal lo que está escrito es un efecto, un producto de una serie de
determinantes cuyo mecanismo debe esclarecer. El problema para una lectura
sintomal es el de llegar a saber cuál es la problemática en la que el texto se
inscribe y a la que él pretende responder. No se pregunta por la persona del
autor ni por sus supuestas intenciones, ni por reemplazar lo escrito por algún
“..ismo” que permita etiquetar y calificar o descalificar. El texto llega
siempre para ocupar un lugar dentro del conjunto de textos que abordan una
determinada problemática ideológica o científica. Las palabras remiten a
nociones o a conceptos que guardan una relación entre sí que puede ser
dilucidada. También remite a sectores eludidos (“reprimidos”) por el discurso,
a repeticiones innecesarias que pueden ocupar el lugar de un concepto ausente ,
a ambigüedades, a respuestas que se ofrecen frente a una pregunta que no se ha
formulado o que se ha deformado, a preguntas que carecen de respuesta. Lo escrito aparece como el efecto de una
estructura invisible que incluye al autor, al sistema de determinaciones
conscientes e inconscientes que actuaron sobre él, a la problemática abierta en
el plano ideológico o científico, al conjunto de circunstancias sociales,
políticas, económicas e ideológicas que rodean al acto de escribir tanto al de
leer y al lector mismo”. Psicología:
Ideología y Ciencia, Néstor A. Braunstein, Marcelo Pasternac, Gloria
Benedito, Frida Saal, México, Siglo XXI, 22ª ed., 2008, p. 331.
[6] Michel
de Certeau, La escritura de la historia, trad.
Jorge López Moctezuma, México, Universidad Iberoamericana & Instituto
Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, 2ª ed., 3ª reimp., 2010, p.
118.
[7] Jean-François
Lyotard, La posmodernidad. (Explicada
para niños.), trad. Enrique Lynch, España, Gedisa, 9ª reimp., 2008, p. 35.
[10] Miche
de Certeau, op. cit., p. 214.
[11] Stefan
Gandler, Fragmentos de Frankfurt. Ensayos
sobre la Teoría Crítica, México, Siglo
XXI & Universidad Autónoma de Querétaro, 2009, p. 27.
[12] Michel
Foucault, Las palabras y las cosas. Una
arqueología de las ciencias humanas, trad. Elsa Cecilia Frost, México,
Siglo XXI, 2ª ed., 1ª imp., p. 398.
[13] Henry
Miller, Tropic of Cancer, New York,
Gorve Press, p. 2.
[14] Néstor
A. Braunstein, Memoria y espanto O el
recuerdo de la infancia, México, Siglo XXI, 1ª ed., 1ª reimp., 2010, p.
235.
[15] Raúl
Dorra, Hablar de literatura, México,
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla & Fondo de Cultura Económica, 1ª
ed., 1ª reimp., p. 282.
[16] Ernest
Hemingway, A Farwell to Arms, United
States of America, Scribner, 2014, p. IX.
[17] Ernest
Hemingway, ed., Men at War: The Best War Stories of All Time (New
York: Crown, 1942), p. XV.
[18] Ernest
Hemingway, A Farwell… op. cit., p.
VII.
[19] Ernest
Hemingway escribió 47 finales alternativos de la novela. Para su consulta,
véase: Ibíd. pp. 307-322.
[24] Henry
Miller, Trópico de Capricornio, trad.
Carlos Manzano, México, Punto de Lectura, 1ª ed., 2010, p. 155.
[28] Un
estudio acerca de ésta noción puede encontrarse en: Benjamín Eli Mayer Foulkes
(1998), En torno a la perdurabilidad de
la metafísica en Jacques Derrida (tesis doctoral), Universidad Nacional
Autónoma de México, México D.F.
[29] Henry
Miller, Trópico de… op. cit., pp.
154-155-
[32] Charles
Bukowki, The Pleasures…op. cit., pp.
255-257.
[33] Charles
Bukowski, Cartero, trad. Jorge
Berlanga, España & México, Anagrama, 1ª ed. mexicana, 2012, pp. 192.
[34] Charles
Bukowski, La Senda…op. cit.
[36] Ídem.
[37] Charles
Bukowski, Tales of Ordinary Madness, San
Francisco, City Lights Books, 1983, p. 201.
[38] Jean-François
Lyotard, La Posmodernidad…op. cit.,
p. 30.
[39] Cita
tomada de: Néstor A. Braunstein, Memoria…op.
cit., p. 15. Citando a Jaques Derrida, Memorias
para Paul de Man, trad. C. Gardini, Barcelona, Gedisa, 1989, pp. 17 y 25.
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